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Revista Científica General José María Córdova

Print version ISSN 1900-6586On-line version ISSN 2500-7645

Rev. Cient. Gen. José María Córdova vol.22 no.45 Bogotá Jan./Mar. 2024  Epub Mar 30, 2024

https://doi.org/10.21830/19006586.1277 

Dosier

Hezbolá como delegado iraní y su progresiva expansión en América Latina

Hezbollah as an Iranian proxy and its progressive expansion in Latin America

Janiel David Melamed Visbal1  * 
http://orcid.org/0000-0002-1127-8484

César Niño2 
http://orcid.org/0000-0002-1417-6643

María Eugenia Gómez Arias3 
http://orcid.org/0009-0002-3463-7643

1Doctor en seguridad internacional, LINED (España); magíster en gobierno, seguridad nacional y contraterrorismo, Interdisciplinar y Center-IDC (Israel); abogado y especialista en derecho penal, Universidad del Norte (Colombia). Director del Observatorio de Seguridad Ciudadana de la Universidad del Norte. https://orcid.org/0000-0002-1127-8484 - Contacto: jmelamed@uninorte.edu.co

2Doctor en derecho internacional, Universidad Alfonso X el Sabio, Madrid; doctorando en Estudios de Paz y Conflictos, Universitat Jaume I, Castelló (España); magíster en seguridad y defensa, Escuela Superior de Guerra (Colombia); y profesional en política y relaciones internacionales, Universidad Sergio Arboleda (Colombia). Es profesor asociado de la Universidad de La Salle, Bogotá. https://orcid.org/0000-0002-1417-6643 - Contacto: cnino@unisalle.edu.co

3Estudiante de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Norte, Barranquilla (Colombia). https://orcid.org/0009-0002-3463-7643 - Contacto: gmariae@uninorte.edu.co


Resumen.

Este artículo analiza el papel de Hezbolá como actor proxy en la guerra híbrida iraní y sus implicaciones para la seguridad en América Latina, a partir de antecedentes históricos relevantes. Primero se explica el vínculo entre Irán y Hezbolá desde sus orígenes en la Guerra Civil libanesa, para luego abordar la presencia de esta organización en América Latina. Aunque esta región no es un área de operaciones armadas para Hezbolá, sí se revela como un escenario clave para su financiación, expansión y proyección estratégica. Ha habido presencia en la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay desde tiempo atrás, que ha influido en ataques terroristas dirigidos a objetivos judíos e israelíes. Ahora ha ganado importancia estratégica la triple frontera entre Colombia, Panamá y Venezuela, por la asociación y cooperación criminal con diversas estructuras armadas locales.

Palabras clave: América Latina; guerra híbrida; Hezbolá; Irán; proxy; seguridad; terrorismo

Abstract.

This article analyzes the role of Hezbollah as a proxy actor in the Iranian hybrid warfare and its implications for the security in Latin America, based on relevant historical background. First the tie between Iran and Hezbollah is explained from its origins in the Lebanese Civil War, so then the presence of this organization in Latin America is addressed. Although this region is not an area of armed operations for Hezbollah, it is seen as a key scenario for its funding, expansion, and strategic projection. There has been a presence in the triple border between Argentina, Brazil, and Paraguay since long ago, which has influenced in terrorist attacks against Jewish and Israeli targets. Now the triple border between Colombia, Panama and Venezuela has gained strategic importance due to the association and criminal cooperation with several local armed structures.

Keywords: Hezbollah; hybrid warfare; Iran; Latin America; proxy; security; terrorism

Introducción

Los más recientes estudios en seguridad internacional han puesto especial atención en las capacidades de actores armados no estatales para amenazar la seguridad regional y global. Por ejemplo, Byman y McCaleb (2023) sugieren que Hezbolá es un actor multifacético con atributos que lo hacen especialmente peligroso. Es un grupo capaz de permear, según el contexto, sistemas estatales, financieros, criminales, sociales y económicos. Además, cumple un rol de acelerador de intereses ajenos y otro de brazo extensor en zonas extracontinentales.

Por ello, Hezbolá es un ejemplo paradigmático para entender las lógicas de los conflictos armados asimétricos en clave de guerras híbridas. Por una parte, esta organización es considerada una entidad armada no estatal con alcance global y su origen está exitosamente relacionado con el apadrinamiento proporcionado por la República Islámica de Irán, una potencia regional en Medio Oriente.

Por otra parte, esta organización es reconocida de distintas formas, dependiendo del contexto: es entendida como un partido político por su papel en el Gobierno libanés; como una organización social por su participación en agendas de apoyo a comunidades chiitas; como un actor criminal debido a su vínculo con actividades de narcotráfico, lavado de activos y contrabando, y como un grupo terrorista transnacional, a causa de múltiples acciones de violencia política que ha perpetrado en todo el mundo.

En ese sentido, Hezbolá hace parte integral del llamado "eje de resistencia", una red de variopintos partidos políticos y grupos armados que cubren operativamente áreas de Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Afganistán e incluso Yemen, conectados ideológicamente por la lucha conjunta en contra de Israel, Estados Unidos y sus aliados. En esta causa, cuentan con el apoyo operativo de la Fuerza al-Quds, el brazo externo del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica del régimen iraní (Ezzedine & Azizi, 2022).

Para comprender la evolución de los conflictos armados asimétricos en el contexto de las guerras híbridas, y ante los desafíos multidimensionales que podrían surgir en el futuro, es fundamental examinar la guerra del Líbano de 2006. En este conflicto, Hezbolá logró infligir significativos golpes militares y estratégicos a Israel, de modo que surge la cuestión sobre la transformación de Hezbolá en una fuerza bélica cuasi estatal, en medio de un conflicto híbrido. Asimismo, es crucial explorar cuáles son las posibles implicaciones de este fortalecimiento para la seguridad en América Latina.

Para lograr una ilustración al respecto, el presente artículo, mediante un marco teórico y conceptual sobre las guerras híbridas y su especial importancia en los llamados actores delegados (proxys), hace un rastreo de eventos y examina antecedentes históricos relevantes. Adicionalmente, bajo esta línea interpretativa, se articula la estrecha relación entre la República Islámica de Irán y Hezbolá como milicia chiita proiraní, a partir de su surgimiento en la guerra Civil libanesa y su posterior consolidación como instrumento de presión regional e internacional. De igual modo, este artículo analiza la presencia de Hezbolá en América Latina, donde hay indicios de que el grupo, en representación de los intereses de Irán, pone en riesgo la seguridad de la región.

En función de lo anterior, la pregunta que guía esta investigación es cuál es el rol de Hezbolá como actor delegado de Irán y las implicaciones de su presencia en Latinoamérica. El artículo está configurado de la siguiente manera. En un primer momento, se abordan los conceptos de guerra híbrida y actores proxy para comprender su relevancia analítica en el contexto de conflictos asimétricos. A continuación, se examina la relación entre Hezbolá e Irán, y se argumenta que sus lazos tienen raíces históricas profundamente arraigadas. En tercer lugar, se exploran las implicaciones en términos de seguridad regional para América Latina, a raíz de la presencia de Hezbolá en la región, respaldada por nexos criminales y apoyos de ciertos Estados. Finalmente, se presentan las conclusiones.

Guerras híbridas y actores delegados (proxy)

Al revisar la literatura especializada, se observan disparidades en la interpretación conceptual de las guerras híbridas, debido a las imprecisiones que los autores reconocen en la tipología de la guerra. Sin embargo, convergen en la idea de que se trata de una dimensión compleja y dinámica.

Una de las primeras impresiones académico-militares sobre la guerra híbrida, de acuerdo con Solmaz (2022), tuvo lugar durante la década de 1990 en la obra de Thomas Mockaitis (1995) llamada British counterinsurgency in the post-imperial era. La preocupación inicial que forzó la construcción del término por parte del autor estuvo ligada a las formas poco ortodoxas de la comprensión de los tomadores de decisiones militares sobre enemigos no militares.

Posteriormente, como lo señalan Bargués y Bourekba (2022), el concepto de la hibridez de la guerra tuvo un temprano despegue a comienzos del siglo XXL El ascenso del término, así como las preocupaciones que se desprendían de este, recibieron especial atención dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El problema epistemológico cobró un sentido estratégico cuando se comprendió que la mixtura entre lo regular e irregular suponía un cambio paradigmático en los estudios militares, estratégicos y polemológicos (Gunneriusson, 2021). En ese orden de ideas, autores como Mumford y Carlucci (2023) sostienen que la esencia de la guerra híbrida está ligada con el síntoma de un entorno político cambiante, más que con un concepto estático dentro de los manuales militares.

En este sentido, la guerra híbrida es un tipo de conflicto que involucra una combinación de fuerzas militares convencionales e irregulares (guerrillas, insurgentes y terroristas), motivados por lograr un propósito político común, ya sea mediante combates simétricos o asimétricos (Williamson & Mansoor, 2012). Por ende, en las guerras híbridas se destaca la convergencia y combinación de medios, modos y metas. Allí confluye un rango amplio de diferentes modalidades de belicosidad, que pueden ser conducidas por actores estatales y no estatales, a través de operaciones independientes o conjuntas. Por ello, se hace difícil distinguir la acción de unos y otros. La convergencia de elementos tiende a difuminar las diferencias entre ciertas categorías estratégicas, como estatal/no estatal, regular/irregular, terrorismo/crimen organizado, entre otros, hasta dar lugar a amenazas de naturaleza mixta (Hoffman, 2007).

Por ende, la guerra híbrida puede definirse como el cúmulo de acciones que tienen un objetivo común y que combinan más de una forma de violencia, pero sin incluir necesariamente el componente físico o cinético (Raychev, 2022). Esto significa que las partes enfrentadas en una guerra híbrida ya no buscan alcanzar sus objetivos político-estratégicos únicamente mediante medios militares, sino que también recurren a una variedad de instrumentos de poder (Rodríguez et al., 2023; Zandee & Adája, 2023). Por tanto, es un tipo de conflicto que involucra múltiples actores, ya sean estatales o no estatales, subnacionales o regionales, que combina diversas tácticas y estrategias tanto convencionales como no convencionales.

Allí confluyen las presiones militares clásicas con el uso de herramientas propias de las nuevas tecnologías, los ciberataques, el uso de actores delegados (proxys) mediante la figura de movimientos insurgentes y la realización de actos de terrorismo, así como campañas de desinformación, sanciones económicas, presiones diplomáticas, movilizaciones internas para generar inestabilidad social, acciones de injerencia criminal, inteligencia y aplicación de la ley o lawfare, entre otras cosas. Es menester resaltar que, si bien se desarrolla mayoritariamente en los dominios tradicionales de tierra, mar y aire, también puede incluir escenarios como el ciberespacio y el espacio, desde los cuales se puede aprovechar las ventajas de plataformas y dispositivos de comunicación masiva (Najžer, 2020).

Adicionalmente, a diferencia de los conflictos tradicionales, estas guerras no están restringidas a un territorio específico, sino que se desarrollan en múltiples frentes, por lo que a menudo involucran diversos actores, incluyendo Estados y actores armados no estatales delegados (proxys). Esto complica la identificación y atribución de responsabilidades, así como la respuesta adecuada por parte de los Estados afectados, como ocurre, por ejemplo, con la comisión de actos de terrorismo (Vasiliauskiené & Stumbrys, 2023).

En tales circunstancias, los antagonistas involucrados pueden operar a distancia a través del uso de actores delegados y la conducción de hostilidades por parte de insurgentes o actores indirectos que se ocultan entre población civil que los apoya (Capdevilla, 2022). Esta táctica se llama "campo de batalla urbano". Tradicionalmente, los insurgentes o los actores armados más débiles han tratado de esconderse entre la población civil de pueblos y ciudades, para que los actores convencionales se vean arrastrados a una lucha en la que grandes cantidades de civiles corren un riesgo inminente de salir heridos o muertos en medio de la conducción de operaciones militares, a sabiendas de que, luego, estas propias víctimas pueden ser capitalizadas por los grupos armados como justificación de su accionar terrorista en una arremetida mediática (Jones & Bachmann, 2021).

En este contexto, una característica que denota la complejidad particular de las guerras híbridas es su esencia abarcativa, dado que su naturaleza difusa complica delimitar entre lo militar y lo no militar, entre lo convencional y lo no convencional, de cara al objetivo de explotar las vulnerabilidades de un adversario y conseguir objetivos estratégicos.

Por lo tanto, una guerra híbrida se caracteriza por el empleo de recursos tácticos y estratégicos mixtos. Imbrica dimensiones regulares e irregulares capaces de proyectar diversos mecanismos de acción violenta. En consecuencia, la guerra híbrida funciona bajo el principio de la incertidumbre y opera con recursos combinados, donde los límites de la guerra se diluyen en las circunstancias.

En términos estratégicos y prácticos, las guerras híbridas se han transformado en un tipo de conflictos de espectro amplio políticamente atractivos y operativamente útiles. Han demostrado niveles de gran eficiencia para alcanzar objetivos que no podrían alcanzarse por otros medios frente a actores de gran hegemonía en el sistema internacional, en áreas de intensa competencia estratégica. Es decir, son eficientes, rentables y permiten a los actores más débiles desde un enfoque convencional alcanzar objetivos inviables a través de los clásicos medios bélicos.

Irán y Hezbolá: una alianza de antaño adaptada a tiempos modernos

Según la investigación de Bassedas (2009), la presencia de una importante comunidad musulmana chiita en el Líbano resultó determinante para atraer la atención del gobierno revolucionario iraní. Irán aprovechó esta identidad religiosa transnacional, con base en la cual aportó los medios políticos, financieros y logísticos requeridos para crear, apoyar y empoderar un movimiento islámico que haría avanzar sus intereses en materia de política exterior. Por ello, se puede afirmar que los orígenes de la organización Hezbolá -denominación transliterada al español de su pronunciación en árabe Hizbu-Allah, "Partido de Alá" o "Partido de Dios" - están claramente ligados a la agenda de influencia y vínculos que el Irán revolucionario quería desplegar en la región a través de diversas comunidades chiitas, en un claro método de contrapeso frente a los intereses norteamericanos e israelíes.

El surgimiento de esta organización se dio en medio de la Guerra Civil libanesa, un conflicto armado multiétnico que tuvo lugar entre 1975 y 1990. Se estima que causó 150000 muertes, 300000 heridos, y provocó el éxodo de casi un millón de personas. La diversidad de la población libanesa jugó un papel notable antes del conflicto y durante él, al menos por dos razones. Primero, porque, tras su independencia de Francia en 1943, en Líbano se estableció un pacto nacional que configuró un sistema político emergente a partir de una distribución sectaria y demográfica. Segundo, porque con el paso del tiempo se evidenciaron mayores disparidades demográficas y socioeconómicas entre cristianos y musulmanes, mayores niveles de politización de las comunidades chiitas y una consolidación del Líbano como plataforma de la agenda de lucha armada palestina. Todos estos elementos resultaron determinantes para la conflagración de un conflicto armado que promovió el sectarismo y la fractura étnica a nivel nacional y consolidó un importante teatro geopolítico de operaciones para distintos actores a nivel regional.

El nombre de esta organización está asociado a una frase del Corán que alude a que los partidarios de Alá serán los victoriosos. Las raíces de Hezbolá son claramente descritas por El-Husseini (2010) a partir de la creación del "Movimiento de los Desposeídos" en 1974 por Musa al-Sadr, un clérigo iraní que había llegado al Líbano a finales de la década de los cincuenta por invitación de líderes religiosos locales de la ciudad de Tiro. Posteriormente, a mediados de la década de 1970, al-Sadr estableció un brazo militar en esta organización a raíz de lo que consideraba una necesidad imperante frente a la inminente y sectaria guerra civil que se desenvolvía en el país.

Este brazo militar fue denominado Afwaj alMuqawama al-Lubnaniyya (Brigadas de Resistencia Libanesa), también conocido por sus siglas: AMAL, que en árabe significa "esperanza". Finalmente, a partir de la invasión israelí al Líbano en 1982, un grupo de estos clérigos y militantes se distanciaron de AMAL y establecieron la nueva milicia de resistencia conocida como Hezbolá. En aras de contextual izar esta coyuntura y sus implicaciones regionales, vale la pena tener en cuenta, de acuerdo con Lieberman (2012), que en aquel momento Israel invadió parte del sur del Líbano con el propósito de eliminar la amenazante ofensiva de las milicias de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que, tras haber sido expulsadas de Jordania, habían convertido este país en su teatro de operaciones. En este sentido, el objetivo de Israel era claro: se proponía lograr la efectiva expulsión de estas milicias de un territorio con proximidad fronteriza, que les servía de plataforma para proyectar sus acciones violentas.

Raphael Marcus (2018) documenta la movilización de más de 50000 efectivos de las Fuerzas de Defensa de Israel para este propósito. Ahora bien, tras la invasión israelí, cerca de 1500 efectivos de los comandos al-Quds, fuerza adscrita a los cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní, se desplegaron desde el campo de batalla de la guerra entre Irán e Irak para posicionarse en la región del Valle de Bekaa, en Líbano. Su misión también era clara: consistía en proporcionar apoyo material, entrenamiento militar y adoctrinamiento ideológico a lo que entonces era una desigual mezcla de militantes y clérigos chiitas que se habían desarticulado de organizaciones militantes activas en el Líbano como AMAL y el Partido Da'wa, también conocido como Partido de la Prédica del Islam (Clarke & Smyth, 2017).

Pronto se empezó a desenvolver una nueva dinámica de la confrontación armada, entre otras cosas, a causa de la presión violenta y asimétrica que este grupo de militantes chiitas ejercía una vez transformado en Hezbolá. De acuerdo con Kramer (1998), su desempeño militar se tradujo rápidamente en significativos golpes a objetivos de alto valor estratégico, tanto de Israel como de otros actores armados occidentales, mediante ataques suicidas, secuestro de aviones, ejecuciones extraoficiales, etcétera. En este sentido, el nuevo modelo de lucha bélica se ajustaba más a la guerra asimétrica, nombre surgido de una realidad evidente: el enfrentamiento de un oponente más débil contra uno más fuerte, la disparidad en términos de tamaño y fuerza, y el uso de técnicas de guerra muy diferentes a las tácticas militares tradicionales (Caforio, 2012).

Conforme a estas circunstancias, DeVore y Stáhli (2015) argumentan que, desde sus inicios, Hezbolá disfrutó de una cercana relación con individuos en posiciones clave entre las élites políticas y religiosas del Irán revolucionario. En primer lugar, esto se debe a que muchos de los clérigos fundadores habían estudiado en Qom y Nayaf, bajo la guía de quien se convertiría en el supremo líder de la revolución, el ayatola Ruhollah Jomeiní, un líder religioso a quien reconocían como suprema autoridad política. A través de él, los fundadores de Hezbolá buscaron y obtuvieron ayuda, que luego se traduciría en apoyo económico, técnico y armamentista para la materialización de sus objetivos estratégicos.

En segundo lugar, los autores llaman la atención sobre los sorprendentes niveles de efectividad y destreza de Hezbolá en su lucha contra Israel y otros actores estatales en sus primeros años de conformación, pues produjo un significativo número de bajas a las fuerzas de mantenimiento de paz euroamericanas desplegadas en el Líbano, lo cual forzó su salida del país. De la misma manera, obligó a Israel a retirarse de la mayor parte del territorio que había invadido en el Líbano, de modo que pudo conservarían solo una pequeña franja a modo de zona de seguridad al sur del país, hasta su eventual retirada a inicios del nuevo milenio.

Así, por más de cuatro décadas, Hezbolá ha demostrado gran efectividad en el desarrollo de operaciones militares y ataques en contra de enemigos mucho más poderosos desde el punto de vista militar, lo que ha probado su inusitado alcance transnacional, que supera ampliamente su inicial desempeño focalizado en el Líbano.

Uno de los episodios que mejor ilustra el fortalecimiento de las capacidades operativas de Hezbolá y la forma como ha llegado a convertirse en un actor armado no estatal de importantes proporciones, puede evidenciarse en la Guerra del Líbano de 2006. Stephen Biddle (2011) señala que Hezbolá se enfrentó a una enorme ofensiva de las fuerzas militares de Israel, un actor estatal y potencia regional. En el transcurso de este conflicto, Hezbolá demostró una notable capacidad para sostener sus posiciones en el sur del Líbano, gracias a un arsenal bélico moderno y abundante que le permitió infligir considerables daños a la capacidad militar israelí. Es relevante señalar que el desenlace de la guerra no erradicó de manera definitiva las amenazas a la seguridad nacional que enfrentaba Israel; en su lugar, marcó el término de un primer conflicto, anticipando futuros enfrentamientos que incrementarían progresivamente los niveles de hostilidad entre las partes involucradas.

Al inicio de los combates, según Shaikh y Williams (2018), investigadores del Center for Strategic and International Studies, se estimaba que Hezbolá tenía un arsenal de cerca de 15000 rockets de mortero y cohetes de mediano alcance. Durante los 34 días de combate, lograron lanzar aproximadamente 4000 de estos cohetes hacia Israel. Esta inusitada capacidad operativa causó enormes estragos, como la destrucción de infraestructura, la muerte de alrededor de medio centenar de civiles y la amenaza para cerca de un millón de israelíes que se encontraban al alcance de las plataformas de lanzamiento de Hezbolá, lo que ocasionó el desplazamiento de cerca de 250000 personas hacia refugios y zonas en el centro del país (Rubin, 2006), algo realmente extraordinario hasta esa fecha.

Por lo tanto, la Guerra del Líbano en 2006 no fue exclusivamente un tinglado entre las fuerzas armadas israelíes y Hezbolá como actor armado no estatal. También representó una dura prueba para las capacidades operativas de ambos actores en su objetivo de contrarrestar y enfrentar las mejores capacidades militares de su adversario.

En el informe Lessons of the 2006 Israeli-Hezbollah War (Cordesman et al., 2007), auspiciado por el Center for Strategic and International Studies, se señalan varios elementos interesantes para considerar al respecto. En primer lugar, de acuerdo con las estimaciones de los organismos de inteligencia israelíes, cerca de cien oficiales iraníes ejercieron funciones de asesoramiento y acompañamiento en centros de comando conjuntos con Hezbolá durante la guerra. En segundo lugar, las mismas fuentes de inteligencia también señalan que uno de esos centros operaba justamente en las instalaciones subterráneas de la embajada de Irán en Beirut, desde donde el líder de Hezbolá Hassan Nasrallah y sus más altos asesores militares, incluyendo a Imad Mughniyeh, se resguardaban y coordinaban acciones con oficiales iraníes (Cordesman et al., 2007).

Implicaciones de seguridad para América Latina

Al momento mismo de su creación durante la Guerra Civil libanesa, Hezbolá se consolidó como una milicia de resistencia chiita proiraní, comprometida con la resistencia y lucha armada contra los intereses estratégicos de Estados Unidos y de Israel, así como de otros actores estatales árabes tanto en el Líbano como en el resto de la región. De acuerdo con los investigadores del International Center for Counter-Terrorism, Azani y Karmon (2018), Hezbolá es una extensión del régimen teocrático iraní; no se trata de que simplemente se encuentra alineado a sus intereses, sino que, más allá de eso, está integrado con él, consolidándose como la principal herramienta de presión armada no estatal para la consecución de los intereses estratégicos de Irán.

En el desarrollo de sus objetivos, Hezbolá rápidamente se fue expandiendo y transformando. En poco tiempo pasó de ser un actor armado transnacional a convertirse en una organización transcontinental con presencia en Europa, África y el este de Asia. En este proceso de expansión, América Latina también se convirtió en un teatro de operaciones significativo en el desarrollo de sus actividades.

¿Cómo podría explicarse esto? América Latina no es un escenario de grandes tensiones militares que comprometan la existencia estatal o dilemas de seguridad enclavados en carreras armamentistas, pues el último enfrentamiento bélico interestatal evidenciado en esta zona data de 1995, en una guerra de poco más de un mes entre Perú y Ecuador. Pese a ello, la región sí evidencia una particularidad muy importante: su cercanía estratégica al territorio de los Estados Unidos, a lo que se suman complejos escenarios criminales, como epicentro de la industria de producción y distribución de cocaína, que presenta violencias indómitas y espacios vacíos con enormes dificultades socioeconómicas, que son cooptados por estructuras irregulares.

Así, la ausencia de instituciones estatales capaces de un control territorial absoluto, junto con las complejidades geográficas, son factores que contribuyen a explicar esta dinámica (Niño & Palma-Álvarez, 2021). Algunos autores como Perliger y Palmieri (2019) han comenzado a referirse, con cierta cautela, a que las interacciones internacionales entre grupos terroristas originarios de lugares geográficos distantes pueden vincularse a la categoría de diplomacia terrorista (Niño & Palma-Álvarez, 2021), diplomacia catalítica o protodiplomacia (Cornago, 2018; Kuznetsov, 2015).

En este sentido, de acuerdo con Isaac Caro (2011), las primeras manifestaciones de una posible presencia de Hezbolá en la región datan de mediados de los años 80, cuando los primeros operativos llegaron para instalarse en lo que se conoce como la Triple Frontera conformada entre Argentina (Puerto Iguazú), Paraguay (Ciudad del Este) y Brasil (Foz do Iguaçu). Allí, en medio de un entorno de poca presencia institucional, donde los Estados fronterizos presentaban grandes dificultades para controlar los territorios convergentes, estos primeros grupos encontraron una base segura para actividades de crimen organizado, en busca de desarrollar actividades que aportaran importantes recursos económicos para la financiación y materialización de sus objetivos proselitistas (Neumann, 2011). En investigaciones como las de Caro (2002), se destaca la emergencia estratégica de la Triple Frontera como plataforma de amplificación de acciones terroristas con el potencial de servir de plataforma de proyección extendida de capacidades regionales mas allá de ese entorno inicial, por ejemplo en Chile o Uruguay.

En estas circunstancias confluyeron actividades de diseño y planificación de atentados terroristas, recaudo de fondos, lavado de dinero y entrenamiento de miembros. Los posteriores atentados de 1992 y 1994 en Argentina a instituciones judías e israelíes, así como la detonación en pleno vuelo de un artefacto explosivo a bordo del avión 901 de la aerolínea panameña Alas Chiricanas, constituyen la más alta prueba de su potencial disruptivo y su capacidad operativa (Noriega & Cárdenas, 2011; Dumitrascu, 2016; BBC, 22 de mayo de 2018).

Si bien la información detallada de los recursos obtenidos por Hezbolá en sus actividades criminales no son de dominio público, existen algunas aproximaciones que permiten indicar el alcance de sus tentáculos financieros. Por ejemplo, se estima que, a partir de operaciones de blanqueo de capitales, desde la región de la Triple Frontera en el Cono Sur produjo cerca de 50 millones de dólares entre 1995 y 2002 (Rudner, 2010).

Podría afirmarse, en términos generales, que la región es principalmente un pivote sobre el cual Hezbolá soporta parte de sus esfuerzos de financiación provenientes de actividades ilegales. Es decir, América Latina se ha configurado como un centro importante en su red de financiamiento y punto estratégico en la ampliación de su proyecto político.

Si bien Hezbolá también desarrolla estas actividades en países de Medio Oriente como Turquía, las características descritas de la región le han permitido desarrollar una suerte de diversificación de capacidades muy rentable, que le ayuda a sortear los embates de los sistemas de inteligencia y control de las potencias occidentales o regionales en Medio oriente. Si bien Hezbolá no es una amenaza existencial para los Estados latinoamericanos, es un vector de crimen, violencia e inseguridad; por lo tanto, es un problema que debe atenderse, debido al potencial de estas dinámicas para materializarse en hechos de terrorismo y violencia de alto impacto.

Precisamente, tan solo hasta 2019, en el marco del vigésimo quinto aniversario del atentado contra el centro comunitario de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, Argentina se convirtió en el primer Estado de la región en catalogar a Hezbolá como una organización terrorista (Garrison, 2019). Asimismo, en los últimos años, varios países de la región (Colombia, Guatemala, Honduras y Paraguay) la han considerado una verdadera amenaza a la seguridad hemisférica y, por consiguiente, han procedido también a catalogarla como una organización terrorista, en consonancia con la Unión Europea y el Departamento de Estado de los Estados Unidos (Ottolenghi, 2023).

Varios acontecimientos permiten evidenciar nexos y progresivos procesos de expansión de Hezbolá en la región en el nuevo milenio. En primer lugar, en 2006, un cable del servicio diplomático de los Estados Unidos advertía de la presencia de células de Hezbolá al norte de Chile, cerca de la frontera con Bolivia (Washington Institute, 2023). En 2007, un miembro de la red involucrada en la planificación de un acto violento en el Aeropuerto Internacional JFK de Nueva York se reunió con Mohsen Rabbani, un clérigo extremista en Irán. Más tarde, fue detenido en Trinidad mientras se dirigía a Venezuela con la intención de tomar un vuelo a Teherán (Schorr, 2013).

En septiembre de 2009, Robert Morgenthau, el Fiscal de Distrito de Nueva York, identificó a dos figuras claves relacionadas con Hezbolá en el entorno de Hugo Chávez. Aquí se destaca la figura de Tarik El Aissami, ministro del Interior venezolano, sospechoso de facilitar pasaportes a miembros de Hezbolá, y Ghazi Nassereddine, señalado por Estados Unidos como patrocinador de operaciones terroristas de Hezbolá (Humire, 2020; Noriega & Cárdenas, 2011).

En 2010 se confirmó que dos activistas iraníes asociados a Hezbolá llevaban a cabo entrenamiento en operaciones de terrorismo en Isla Margarita (Caro, 2011). Ese mismo año, las autoridades mexicanas arrestaron a Jameel Nasr en Tijuana por intentar establecer una red de Hezbolá en México (Noriega & Cárdenas, 2011; Ottolenghi, 2023). El presidente venezolano Hugo Chávez organizó una cumbre el 22 de agosto de ese año en Caracas con líderes de alto rango de Hamas, Hezbolá y la Yihad Islámica Palestina (Cardozo & Niño, 2023).

Posteriormente, en 2011, el narcotraficante Walid Makled confirmó en una entrevista que Hezbolá opera laboratorios de cocaína en Venezuela con el respaldo del gobierno central (Seelke, 2020). En agosto de ese mismo año, el diario italiano Corriere Della Sera informó que Hezbolá había establecido una célula en Cuba con el propósito de ampliar sus actividades terroristas en el hemisferio (Noriega & Cárdenas, 2011). Todo esto no parecen ser casos aislados, sino que sugieren cierta sistematicidad y recurrencia. Aunque el terrorismo de Hezbolá en América Latina no parece ser una amenaza contra los Estados de la región, sí contribuye a la proliferación del crimen y la violencia, especialmente del narcotráfico (Caro, 2011).

En 2014, Mohammed GhalebHamdarfue arrestado por la unidad de Antiterrorismo de la Policía de Perú (Dircote), acusado de suplantación de identidad en concurso para cometer un acto de terrorismo vinculado a esta organización. Si bien el Tribunal Nacional del Perú lo absolvió recientemente por cuestiones procedimentales no vinculadas al fondo de la acusación, se espera la definición final por apelación, que deberá ser resuelta por la Corte Suprema de Justicia del Perú (Ferrer, 2023).

El asesinato de Marcelo Pecci en Colombia en 2022 también ha despertado sospechas de posibles vínculos con Hezbolá y redes de crimen transnacional, debido a las acciones desarrolladas por la víctima en su función judicial en la justicia paraguaya, y la extradición de Nader Mohamad Farhat y el apresamiento de Kassem Mohamad Hijazi por lavado de activos (DIMAR, 2022; Marín-Jiménez et al., 2022).

Es importante mencionar que la investigación sobre Hezbolá en América Latina ha tomado en consideración una nueva área de triple frontera, esta vez en el Caribe, integrada por Panamá, Colombia y Venezuela. Es decir, así como esta organización ha logrado presencia en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, actualmente parece estar aplicando el mismo modus operandi y esquema de narcotráfico y lavado de activos en el Caribe (Rivas, 2023).

Sin embargo, hasta hace poco se pensaba que Hezbolá solo utilizaba a Colombia para operaciones financieras y estrategias moderadas. Así lo habían descrito Neriah y Shapira (2012), al señalar que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel afirmó en julio de 2009 que Hezbolá tenía una célula activa en el departamento colombiano de La Guajira, cerca de la frontera con Venezuela, y que había logrado infiltrarse en la zona y se dedicaba a recaudar fondos. Estas afirmaciones fueron aparentemente respaldadas por evidencia presentada ante el Subcomité de Contraterrorismo e inteligencia de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en julio de 2011. Allí, Hezbolá fue considerado como el más destacado movimiento militante islamista activo en América Latina, con base en sus relaciones con líderes políticos y gobiernos locales, en especial por el ambiente de favorabilidad conseguido con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela.

Pero el 15 de noviembre de 2021, las autoridades colombianas descubrieron el plan de asesinato de un ciudadano israelí como parte de una operación mucho más amplia, que estaría motivada por el deseo de vengar el asesinato del comandante de las Fuerzas al-Quds de Irán, el General Qasem Soleimani.

Hay al menos tres circunstancias que explicarían un posible despliegue de capacidades operativas de Hezbolá en Colombia. En primer lugar, Colombia ha sido, y quizas segurá siendo en el futuro cercano el principal productor regional de cocaína para abastecer los mercados internacionales (Figura 1). Los vínculos que Hezbolá ha desarrollado con grandes productores de cocaína en Colombia le garantizan el acceso a enormes cantidades de clorhidrato de cocaína a bajo costo y a cambio de armas, que luego podrán comercializar en mercados de mayor apreciación económica en Europa y Asia, para maximizar así las utilidades propias de la industria del narcotráfico.

Fuente: UNODC (2022).

Figura 1. Dinámica de los cultivos de coca en Colombia, 2013-2022. 

Al respecto, una investigación de Yohir Akerman (2023) establece lo siguiente:

[...] el organigrama delincuencial de Hezbolá en Colombia, se conecta desde Venezuela, por medio del tráfico de drogas y el lavado de dinero con las disidencias de las Farc, [...] con los herederos de su estructura del negocio de cocaína. Por el mismo negocio ilícito, y como mecanismo para entrenar terroristas en el campo de batalla, Hezbolá también se ha relacionado directamente con directivas de la guerrilla del ELN. Específicamente, según la investigación, con Cristóbal Grimaldo Álvarez, alias Jaime, quien ha funcionado como el coordinador histórico entre Hezbolá y el ELN.

En segundo lugar, existen economías ilícitas derivadas de lo anterior y un mercado propenso al blanqueamiento de capitales. Durante décadas, el mercado de las drogas ilegales ha sido el principal motor financiero del conflicto armado en Colombia. La continuidad de este mercado negro ha evidenciado, en los últimos cincuenta años, que la denominada guerra contra las drogas ha resultado en un fracaso casi total, revelando su ineficacia estratégica. Esto ha mostrado la necesidad de replantear y reorientar los esfuerzos antinarcóticos del país.

Frente a este punto, también es importante mencionar otro aspecto de la investigación de Akerman (2023), donde se analiza el informe de la Fiscalía delegada para las Finanzas Criminales de Colombia de 2022. Según la Fiscalía, las acciones criminales de Amer Mohamed Akil Rada, el líder del clan Rada, incluyen el establecimiento de empresas de importación y exportación en Colombia y Panamá, a través de las cuales se envían textiles y carbón vegetal al Líbano. Esto es relevante porque, por sus propiedades naturales, el carbón vegetal dificulta detectar los cargamentos de cocaína y de explosivos mediante los controles caninos. Precisamente, la Fiscalía colombiana y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos impusieron sanciones a Amer Mohamed Akil Rada y a miembros de su familia por encontrarlos como agentes operativos, facilitadores y financiadores de Flezbolá a través de actividades propias del blanqueamiento de capitales.

Finalmente, un tercer elemento que explica la potencial penetración de Flezbolá en Colombia es su cercanía territorial con Venezuela (Humire, 2020). Como lo señalan Rodríguez et al. (2018), ambos países comparten 2219 kilómetros de frontera porosa, con poca presencia del Estado y, por ende, una institucionalidad débil. El deficiente control territorial en esta frontera propicia constantes crisis de gobernabilidad, en una zona donde abundan mercados ilegales como el narcotráfico, el cartel de la gasolina y el contrabando de armas.

Tomando en consideración los recientes acontecimientos de la guerra en Gaza desatada por los ataques terroristas de Flamas el 7 de octubre de 2023, es importante mencionar que el líder de Flezbolá, Flassan Nasrallah, se reunió con los líderes de Flamas y la Yihad Islámica Palestina, y acordaron coordinar las acciones que deben llevar a cabo las partes del "Eje de Resistencia" en medio de la guerra. Esto activa las alertas de un posible recrudecimiento de la violencia en un ámbito geográfico amplio a través de actos de terrorismo contra instituciones israelíes o judías.

En este sentido, la detención de dos presuntos miembros de Hezbolá por parte de autoridades brasileras el 8 de noviembre de 2023, señalados de estar planeando cometer actos de terrorismo contra intereses de la comunidad judía brasileña, permite entender que la seguridad de la región no está exenta de los alcances de actores extracontinentales.

Conclusiones

Este estudio revela el rol fundamental desempeñado por Hezbolá como representante de los intereses iraníes en América Latina. Como se ha evidenciado, aunque inicialmente la región no se consideraba un terreno de operaciones armadas para Hezbolá, se ha convertido en un espacio propicio para la financiación, expansión y proyección estratégica de la organización. En el pasado, la presencia en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay ha influido en ataques terroristas dirigidos a objetivos judíos e israelíes. Ahora, la más reciente triple frontera entre Colombia, Panamá y Venezuela ha adquirido una importancia estratégica notable, gracias a la asociación y cooperación criminal con diversas estructuras armadas locales en los Estados de la región. Este hallazgo resalta la compleja red de vínculos y actividades de Hezbolá en América Latina, lo que permite una comprensión más profunda de su impacto en la seguridad regional.

En el análisis de Hezbolá es imprescindible tener en cuenta su relación con la República Islámica de Irán, una conexión abiertamente reconocida tanto por el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, como por altos funcionarios del régimen político-religioso iraní. Así, se puede indicar que Hezbolá se presenta como un actor proxy de Irán, lo que materializa un rasgo central de las guerras híbridas contemporáneas, correspondiente a la teoría del actor principal y el actor secundario. No obstante, a pesar de la sólida conexión de esta organización con el régimen teocrático iraní, que implica apoyo económico, logístico, militar y político, su vasta envergadura en actividades transnacionales demanda un amplio músculo de recursos, por lo cual su financiación no puede limitarse únicamente al flujo proveniente de Irán.

Adicionalmente, el apoyo económico que Irán proporciona a Hezbolá se ha visto afectado a raíz de una serie de sanciones económicas que, a lo largo de las últimas décadas, han ralentizado su capacidad de acceder a recursos provenientes del mercado internacional. Así mismo, las múltiples agendas de apoyo y financiamiento que Irán mantiene en Medio Oriente (Gaza, Siria, Yemen, Irak), y en otros escenarios geopolíticamente relevantes para sus intereses (Ucrania, Rusia), han condicionado más las ayudas para Hezbolá, lo que obliga a esta organización a buscar otras alternativas de apalancamiento. Así las cosas, todas las fuentes de recursos, tanto legales como ilegales, son requeridas por Hezbolá para asegurar su financiamiento.

En este sentido, América Latina se ha convertido en el centro de gravedad de sus finanzas y de ampliación de su proyecto político, pues en esta región logra sortear los embates de los sistemas de inteligencia y control de las potencias occidentales. Las particularidades geográficas, sociales y políticas de varios Estados en la región son muy favorables para el desarrollo de un amplio portafolio de actividades ilegales, necesarias como fuente de recursos económicos para financiar, equipar, entrenar y facilitar la consecución de los objetivos estratégicos de Hezbolá. A esto resulta importante sumarle un entorno de poca presencia institucional en la región, donde Estados fronterizos presentan grandes dificultades para controlar los territorios convergentes. En muchos casos se ha logrado documentar la anuencia de autoridades locales para permitirles una capacidad operativa libre de presiones o escrutinios locales en algunos de sus centros operacionales a nivel local.

Adicionalmente, hay un desconocimiento generalizado de las autoridades en América Latina sobre las particularidades de esta organización, su ideología, su modus operandi y el nivel de riesgo como amenaza continental. Esta región ha estado mucho más familiarizada con otras formas de crimen organizado, en las que las motivaciones religiosas no juegan un papel fundamental.

Por consiguiente, América Latina es un destino relevante y atractivo para la consecución de objetivos criminales de gran envergadura. En este contexto, la República Bolivariana de Venezuela se destaca como un posible centro estratégico de Hezbolá a nivel regional, en medio de un complejo escenario geopolítico de expansión de intereses de potencias extracontinentales. En este sentido, la creciente consolidación de Hezbolá en Colombia podría comprenderse por su cercanía territorial con Venezuela y su papel como principal productor de cocaína a nivel internacional, de manera que el organigrama delincuencial de la organización terrorista se conecta a ambos lados de la frontera por medio de dinámicas y economías ilegales.

Esta circunstancia repercute en el escenario de seguridad regional. Si bien es una zona sin grandes tensiones militares interestatales, ni dilemas de seguridad convencionales a gran escala, sí tiene graves problemas de violencia producto del crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo. Muchos de sus Estados carecen de control territorial absoluto sobre sus geografías y, por consiguiente, algunas de las fronteras más emblemáticas de la región son corredores estratégicos que facilitan el fortalecimiento y financiación de diversos grupos armados.

Se ha podido evidenciar la capacidad de Hezbolá para cometer actos de terrorismo en la región, especialmente en la década de los noventa. Lo que ha sido menos visible, y que es importante advertir, es su creciente involucramiento en actividades ilegales en la región. Como se ha mostrado a lo largo de esta investigación, los nexos y avances expansivos de Hezbolá en la región en el nuevo milenio no son casos aislados, sino que sugieren sistematicidad. Por eso, se debe reconocer a Hezbolá no solo como un actor armado transnacional, sino como una organización transcontinental con un acelerado proceso de expansión, que ha convertido hoyen día a Latinoamérica en un teatro de operaciones significativo para el desarrollo de sus actividades. Si bien Hezbolá no es una amenaza existencial para los Estados latinoamericanos, sí constituye un factor de crimen, violencia, terrorismo e inseguridad, lo que requiere medidas para enfrentar la organización y bloquear las condiciones que han facilitado su propósito de ampliar sus actividades terroristas en el hemisferio.

Puede afirmarse que, para Hezbolá, América Latina se ha convertido en una nueva base de financiación, más que de acción armada. Sin embargo, esto no puede interpretarse como un factor decreciente frente a la posibilidad de comisión de actos de terrorismo, hechos de violencia política y promoción de campañas de inestabilidad según sus intereses y conveniencias. Por tanto, los sistemas de seguridad estatales de la región deben fortalecer sus estrategias de cooperación en inteligencia estratégica para mitigar las acciones violentas, criminales y terroristas. Además, los operadores de seguridad de los Estados deben calibrar sus definiciones sobre el terrorismo y las amenazas asociadas, de modo que puedan compartir conceptos, nociones y políticas que se traduzcan en la toma de decisiones coordinada para la seguridad hemisférica.

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Citación APA: Melamed Visbal, J. D., Niño, C, & Gómez Arias, M. E. (2024). Hezbolá como delegado iraní y su progresiva expansión en América Latina. Revista Científica General José María Córdova, 22(45), 133-151. https://doi.org/10.21830/19006586.1277

Responsabilidad de contenidos: La responsabilidad por el contenido de los artículos publicados por la Revista Científica General José María Córdova (Revista Colombiana de Estudios Militares y Estratégicos) corresponde exclusivamente a los autores. Las posturas y aseveraciones presentadas son resultado de un ejercicio académico e investigativo que no representa la posición oficial ni institucional de la Escuela Militar de Cadetes "General José María Córdova", el Ejército Nacional, las Fuerzas Militares de Colombia o el Ministerio de Defensa Nacional.

Financiamiento Los autores no declaran fuente de financiamiento para la realización de este artículo.

Recibido: 07 de Diciembre de 2023; Aprobado: 16 de Marzo de 2024; Publicado: 30 de Marzo de 2024

*Contacto: Janiel David Melamed Visbal jmelamed@uninorte.edu.co

Declaración de divulgación

Los autores declaran que no existe ningún potencial conflicto de interés relacionado con el artículo.

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