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Revista de Economía del Caribe
Print version ISSN 2011-2106
rev. econ. Caribe no.17 Barranquilla Jan./June 2016
https://doi.org/10.14482/ecoca.17.8004
Participación laboral de la población de 60 años de edad o más en Colombia
Labor force participation of people aged 60 years old and above in Colombia
Martha Alicia Yánez Contreras*
Cristian David Maldonado Pedroza**
Katherin Paola Del Risco Serje**
*Economista, Universidad de Cartagena (Colombia). Magíster en Economía y en Economía del medio ambiente y recursos naturales. Profesora titular de la Universidad de Cartagena (Colombia). Miembro del Grupo de Investigación Mercado Laboral, Universidad de Cartagena (Colombia). myanezc@unicartagena.edu.co
** Economista, Universidad de Cartagena (Colombia). Magíster en Finanzas. cristiandmp@gmail.com
*** Economista, Universidad de Cartagena (Colombia). Investigadora del Grupo de Investigación en Economía y Gestión del Medio Ambiente, Universidad de Cartagena (Colombia). kdelriscos@unicartagena.edu.co
Correspondencia: Universidad de Cartagena, Claustro de San Agustín, Centro Carrera. 6 No. 36-100, Calle de la Universidad. Teléfono: (5) 6604634.
Fecha de recepción: octubre de 2015
Fecha de aceptación: abril de 2016
RESUMEN
En Colombia al igual que en muchos países en vías de desarrollo, las tendencias generales sobre la ocupación en la vejez muestran que las tasas de participación laboral se han incrementado en las últimas décadas. El objetivo de este estudio es identificar los factores relacionados con la participación en la actividad laboral de la población adulta de 60 años o más. Utilizando la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) 2014, se estimó un modelo de regresión logística. La probabilidad de que un adulto de 60 años o más trabaje incrementa cuando éste posee características como ser hombre, ser jefe de hogar, o poseer educación universitaria, y se reduce considerablemente cuando recibe ingresos por concepto de jubilación.
Palabras clave: Participación laboral, tercera edad, modelo de regresión logit.
Clasificación jel: J14, J21.
ABSTRACT
In Colombia, as in many developing countries, general trends on employment of elderly people show that labor force participation rates have increased in recent decades. The aim of this study is to identify factors related to participation in the labor force of the adult population aged 60 years and above. Using the Great Integrated Household Survey (GEIH) 2014, logistic regression model was estimated. The probability that the adults 60 years and above work increases when they have characteristics such as being male, head of household or hold university education, and is greatly reduced when they receive retirement income.
Keyword: labor participation, third age, logit regression model.
jel Codes: J14, J21.
1. Introducción
El envejecimiento poblacional es una tendencia demográfica mundial que demanda cambios en ámbitos como la salud, el urbanismo, la sociedad, la familia, y la economía. En esta última categoría se incluye el mercado laboral en la tercera edad, en el cual el aumento en la esperanza de vida y en años productivos tienen sus efectos.
En América Latina y el Caribe, la población adulta mayor se ha incrementado con una rapidez sin precedentes; es común en la región el descenso más acelerado en la fecundidad que en la mortalidad. En Colombia, en la actualidad hay 5,2 millones de personas con 60 años de edad o más (el 10,8 % de la población), y para 2050 se calcula que serán 14,1 millones, es decir, aproximadamente el 23 % de la población (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015).
A su vez, la presencia de personas mayores en los hogares cobra gran relevancia. En uno de cada tres hogares colombianos viven personas mayores y uno de cada cuatro hogares es liderado por una de ellas, a pesar de que solo una de cada diez personas son mayores (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015). Esto muestra la lucha de un creciente porcentaje de la población, que en muchos casos se encuentra desprotegido y debe recurrir a las actividades laborales como medio de subsistencia.
De acuerdo con la racionalidad del individuo propuesto por Becker (1993), las personas de la tercera edad deciden trabajar porque, al equiparar los costos con los beneficios que les genera continuar en el mercado laboral, las ganancias son superiores, no obstante enfrentan discriminación por edad e incluso por género (Maldonado & Yánez, 2014, pág. 96).
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de participación en los países de América Latina y el Caribe aumentó durante la década de los noventa; la tasa de actividad para más de diez países pasó del 58 % al 65 % para la población de 50-59 años, y del 20 % al 23 % entre los mayores de 64 (Paz, 2010). En Colombia, al igual que en muchos países en vías de desarrollo, las tendencias generales sobre la ocupación en la vejez muestran que las tasas de participación laboral se han incrementado en las últimas décadas, debido a una variedad de motivos (entre ellos, la baja cobertura y montos de las pensiones), y en condiciones de informalidad (Paz, 2010). Así, la alta participación laboral no debe considerarse como un logro en torno a los retos que exige el fenómeno del envejecimiento.
Este artículo busca identificar los principales factores explicativos de la participación laboral de la población de 60 años o más en Colombia en el año 2014.
Una vez presentado el apartado introductorio, el documento se estructura de la siguiente forma: primero se presenta una contextua-lización teórica y los antecedentes sobre la participación laboral de la población adulta mayor. Luego, se esboza la metodología de la investigación y se realiza un análisis descriptivo de la población de estudio en el mercado laboral. Posteriormente, se exponen los resultados de las estimaciones de los determinantes de la participación laboral y, por último, se presentan las reflexiones finales.
2. mercado laboral en la tercera edad
El desenvolvimiento del ciclo de vida de las personas hasta su período de vejez o retiro se deriva del grado de desarrollo económico, definido por Espina (2006) como el crecimiento capaz de arrastrar las sociedades hacia la modernidad. A su vez, el nivel de desarrollo de un país influye en la participación laboral de las personas de mayor edad (Maldonado & Yánez, 2014, pág. 97).
En la década de los años setenta, el empleo de los de la tercera edad era visto como una relación de sustitución con el empleo de los más jóvenes. En otras palabras, la cantidad de trabajo disponible debía ser compartida entre estos grupos, y debido a esta mala distribución se presentaba desempleo (Ben, Blanchet, Bozio, & Muriel, 2008). Así fue como se instauró la salida temprana de las personas mayores del mercado laboral para generar mayor disponibilidad de empleo para los jóvenes.
Schnalzenberger y Winter-Ebmer (2009), entre otros, demostraron posteriormente que tales medidas no fueron efectivas, pues no existe evidencia de sustitución entre el empleo de un grupo y del otro (Maldonado & Yánez, 2014).
Si bien el desempleo es un problema que afecta a todos, sin discriminar edades, afecta en mayor medida a los más jóvenes y a las mujeres que a los de mayor edad. Sin embargo, "la duración del desempleo de los trabajadores de edad es bastante mayor que el caso de los otros grupos de edades" (Oddone, 1994).
La teoría del descompromiso, elaborada por Cummings y Henry en 1960, postula que:
(...) en la vejez se establece una suspensión del contrato mutuo entre el individuo y la sociedad, seguido de una disminución de la actividad social en la vejez. (...) La separación o el descompromiso es una etapa anticipatoria no intrínsecamente evolutiva de la pérdida de interés que la sociedad tiene en los ancianos. Dado que la sociedad no querrá más al anciano, este contraerá sus intereses afectivos como manera adaptativa antes que se produzca el rechazo. (.) El descompromiso refleja entonces un fracaso en las relaciones intergeneracionales, siendo la forma más aguda de discontinuidad generacional. Se define como inevitable, mutuo (entre la sociedad y el individuo), universal (para todas las culturas) y es intrínseco (parte del desarrollo evolutivo del hombre). (Oddone, 1994, pág. 11).
Una ideología relacionada con la anterior teoría es la del "desarrollo de carrera organizacional". Esta expone que una persona de mayor edad no podría incorporarse en la cultura organizacional, pues al entrar en una empresa o institución está en la edad en la que debe transmitir los conocimientos y prepararse para su retiro, por lo que no aportaría para la incorporación. Es así como se explica que aunque las personas de mayor edad estén altamente capacitadas les quede difícil encontrar un empleo, y cuando lo hacen, normalmente es un cargo de baja categoría y bajo salario (Oddone, 1994).
La teoría de la actividad es contraria a la del descompromiso, por la tanto sugiere que los ancianos obtienen mayor satisfacción y felicidad en su vida en la medida que estén más activos. Supone también que todas las personas de mayor edad tienen el deseo de ser activos y participar en las actividades laborales (Oddone, 2013).
Similar a la anterior, es la teoría de la continuidad de la vejez, que consiste en que con el envejecimiento las personas desean mantener el mismo estilo de vida que han llevado, así como los mismos hábitos, personalidad y rutinas. Esto apunta a que el anciano tiene el deseo de continuar trabajando, si esto es lo que ha realizado en años anteriores. (Oddone, 2013)
Otras razones de desempleo para los de avanzada edad es que los empleadores evitan contratar a estas personas, porque en su mayoría piensan que al pasar los años la productividad en el trabajo disminuye, pierden velocidad en ejecutar actividades y, además, adquieren dificultad para aprender habilidades nuevas.
Esta situación es una explicación de por qué una gran cantidad de personas de mayor edad hacen parte de la categoría de los "cuenta-propistas" que hace referencia a "distintos tipos de trabajadores cuyo denominador común es el de desempeñar una actividad económica en forma independiente, sin tener personal permanente en relación de dependencia" (Oddone, 1994). Se puede decir que esta actividad es una de las opciones más viables para que los ancianos generen ingresos.
Los cambios en las legislaciones buscan promover la actividad laboral de las personas mayores, que no solo viven más sino que en mejores condiciones físicas y mentales. Así, en una investigación en España, Sánchez-Uran (2001) a través de diferentes medidas: "penalizadoras (impuestos), compensadoras (subsidios) y alternativas de mantenimiento y reinserción (envejecimiento activo)" (Maldonado & Yánez, 2014, pág. 105), busca retrasar la salida del mercado laboral. En este contexto surge la visión del envejecimiento activo como una forma de aprovechar las capacidades y aptitudes de un sector de la población con un cúmulo de conocimientos y experiencia que se encuentra desaprovechado (Donatti, 2005). Para ello, es necesaria la educación permanente y continúa durante todas las fases de la vida (Garcia, 2007).
De acuerdo con Donatti (2005), los aportes de los viejos a la estructura productiva deben ir acompañados en contraprestación de unas condiciones de calidad en términos de empleo y con repercusiones en su calidad de vida.
La política nacional entorno al envejecimiento de Colombia (Ministerio de la Protección Social, 2007) toma entre su marco de creación y eje de acción al envejecimiento activo. Si bien presenta lineamientos entorno a: espacios amigables con el adulto mayor; creación de una cultura del envejecimiento, que implica promover una imagen positiva y no discriminatoria de la vejez, ayuda intergeneracional, la apropiación de la cultura del envejecimiento activo; y promoción de hábitos y estilos de vida saludable, no deja de ser asistencialista, en la medida en que no considera, o por lo menos no como un eje central de acción, el acceso del adulto mayor a instrucción permanente, ya sea formal o informal.
Lo anterior implica que los esfuerzos realizados desde el lado de la institucionalidad para mantener en vigor, en términos laborales y de participación en la vida social a un segmento creciente de la población, se ven amenazados por la obsolescencia de técnicas y conocimientos. Una de las principales causas de expulsión del mercado formal de trabajo es la desactualización de saberes (Flores, 2008), que se suma a la renuencia por parte del sector productivo en invertir en la formación de personas mayores. Por lo tanto, tenemos que, por un lado, se busca incrementar la participación de los viejos, mientras que por el otro no se encuentra correspondencia con lo que demandan las empresas.
Estudios en diferentes regiones muestran los resultados de las anteriores políticas (Maldonado & Yánez, 2014): Schnalzenberger y Winter-Ebmera (2009) analizan el efecto en Austria de un impuesto cobrado a las empresas, como penalización por el despido de personas mayores, demostrando su efectividad al aumentar dicho impuesto. Los autores Boockmann, Zwick, Ammermüller, y Maier (2007) realizan un análisis similar para el caso de subsidios a la contratación de viejos en Alemania y encuentran que estos son significantes solo para las mujeres del este de Alemania. En el caso de una modificación en la norma, en la que la edad de jubilación es aumentada, Gutiérrez-Doménech (2006) expone que esta medida contribuyó al aumento de las tasas de empleo de las personas mayores de sesenta años. Para Colombia, Giraldo Ocampo & Cardona Arango (2010) exponen que si bien el país presentó un aumento en la edad de jubilación, esto no genera resultados en la proporción de empleos para los ancianos. Para Tang y McLeod (2006),
(...) en Canadá, el efecto general del envejecimiento poblacional en el crecimiento de la productividad es negativo, aunque este puede ser contrarrestado con mayor intensidad de capital, capital humano y progreso tecnológico. De igual manera, proyecciones de Denton y Spencer (2009) en Canadá señalan que aumentos en la participación de las personas mayores se traducirán en incrementos superiores de la producción, lo que también se puede lograr con aumentos de la productividad, del capital y nuevos avances tecnológicos (Maldonado & Yánez, 2014, pág. 106).
3. REVISIÓN DE INVESTIGACIONES DE PARTICIPACIÓN LABORAL DE ADULTOS MAYORES
La literatura muestra diferentes investigaciones que permiten elaborar un perfil promedio con las características identificadas que inciden en la participación de los viejos en el mercado de trabajo.
Se destaca la de Montes de Oca (2004), quien mediante un modelo de regresión probit, y utilizando la información de la encuesta transversal "Salud, Bienestar y Envejecimiento de los Adultos Mayores en las Américas" (Sabe), estudia los perfiles en los adultos mayores que son más o menos propensos a la participación en la fuerza laboral. Los resultados evidencian que los hombres son más propensos que las mujeres a trabajar, así como también los adultos mayores que son encargados de responder por los gastos del hogar. Además, se obtuvo que las personas que tienen dificultades en realizar una actividad básica o que tienen un mal estado de salud es más probable que no participen en la actividad laboral.
Otro de los determinantes del empleo en la tercera edad, que ha recibido amplia divulgación, es el estado de salud (tanto objetivo como subjetivo). Es claro que conforme avanza la edad la salud física y mental de las personas se deteriora de forma paulatina, como consecuencia del proceso de envejecimiento.
Haider y Loughram (2001) analizan la oferta de trabajo de la población de 65 años de edad o más en Estados Unidos. Después de controlar por distintos factores sociodemográficos, los autores encuentran "que la salud es notoriamente el predictor más significativo de la permanencia de un individuo adulto en el mercado laboral, en especial luego de los setenta años" (Maldonado & Yánez, 2014, pág. 100). Resaltan también que los mayores niveles de escolaridad incrementan la probabilidad de trabajar; esto lo atribuyen al hecho de que esta población tiene mayores preferencias por el trabajo y mejor acceso a empleos en los que pueden obtener mejores horarios y condiciones laborales. Sin embargo, los autores también encuentran que, en general, prevalecen los bajos niveles salariales, incluso entre los trabajadores más educados.
Resultados similares son los de Van Gameren (2008), en una investigación de los determinantes de la participación laboral en México. Utilizando datos de la Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento en México (Enasem), este autor estudia el efecto del auto-reporte de la salud sobre las decisiones de trabajar de la población de 50 años o más. El autor encuentra que "una mejor salud causa un mayor apego al mercado laboral" (Van Gameren, 2008, p. 89), aunque no hay evidencias de que se presente la misma relación en sentido inverso.
Millán-León (2010) encuentra que los ingresos por pensión incrementan la probabilidad de inactividad laboral en la población de 60 años o más del Estado de México, "con mayor impacto entre los hombres considerando que este pueda ser el principal ingreso de sus hogares" (Millán-León, 2010, p. 117). Esto lo realiza mediante una regresión logística binaria a partir de los datos obtenidos por la ESEDEM 2008, con el fin de evaluar los factores que condicionan en mayor medida su participación laboral actual. Además, en cuanto a las mujeres, destaca que las características como el estado civil, la historia laboral e ingresos por pensiones son condicionantes de permanecer inactivas laboralmente.
Murillo-López y Venegas-Martínez (2011) identifican, mediante la encuesta del Enasem y un modelo de regresión logística multinomial, que la población de 65 años o más que no es propietaria de una vivienda tiene mayor probabilidad de seguir participando en la actividad laboral. La conclusión más importante de esta investigación es la siguiente:
Los resultados del análisis confirmaron la hipótesis general propuesta al inicio del estudio. Esta hipótesis supone que en México las transiciones al retiro del mercado de trabajo en las etapas avanzadas del ciclo de vida, medidas a través del acceso a las pensiones por jubilación, son limitadas debido a las características eminentemente contributivas de los esquemas de pensiones, que favorecen a la población con trayectorias laborales formales y más estables, asociadas al género, a oportunidades educativas y de inserción en el mercado laboral. Actualmente, una proporción significativa de adultos mayores es económicamente activa. Para numerosos hogares con adultos mayores en México, los ingresos laborales derivados del trabajo constituyen el único ingreso o un importante complemento de los ingresos familiares. (Murillo-López & Venegas-Martínez, 2011, p. 243).
Águila (2012) realiza un estudio, utilizando cifras del Estudio de la Salud y Envejecimiento de México, con datos de panel de 2001 y 2003 para las personas nacidas antes de 1951. Obtiene como conclusión relevante que poseer seguridad social afecta positivamente la probabilidad de retiro de la actividad laboral, mientras que los incentivos de la jubilación tienen un efecto negativo, ya que las expectativas de mayor ingreso futuro retrasan la salida del mercado laboral.
Nava Bolaños & Ham Chande (2014) analizan los determinantes de la participación laboral en México, mediante modelos de regresión logística sobre la probabilidad de actividad laboral; esto lo hacen en diferentes análisis por sexo y grupos de edad. Los resultados muestran que, para ambos sexos, el factor más importante que reduce la probabilidad de trabajo es el ingreso por jubilación o pensión. Destacan que un factor importante para las mujeres es la jefatura del hogar que tiene una relación positiva con la participación laboral.
Farné y Rodríguez (2015), en el Observatorio del Mercado del Trabajo y de la Seguridad Social, realizan un estudio sobre la caracterización de la población adulta mayor en Colombia en los años 2012 y 2013, por medio de la GEIH y la ENUT (encuestas realizadas por el DANE). El análisis encuentra que las mujeres, los residentes en zonas rurales y la edad influyen en que los adultos mayores posean peores condiciones laborales. A su vez, encuentra que el 25 % de los adultos mayores cuentan con pensión; y que el 47 % tiene ingresos propios, laborales y no laborales.
4. METODOLOGÍA
Para cumplir el objetivo de la investigación se realizó un estudio transversal descriptivo de los microdatos proporcionados por la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), llevada a cabo en Colombia por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) en el año 2014.
4.1. Población
La Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) tiene cobertura a nivel nacional, y cuenta con una muestra de alrededor de 362.000 individuos pertenecientes a 107.000 hogares ubicados en las zonas tanto urbanas como rurales del territorio nacional; se excluyen los Nuevos Departamentos, es decir, la muestra cubre 24 departamentos y 437 municipios. Para este análisis se tuvo en cuenta la información para la población adulta de 60 años o más, lo que nos dejó una muestra de aproximadamente 91.400 individuos.
4.2. El modelo econométrico
Para el análisis de los determinantes de la participación laboral de la población de 60 años o más se estimó un modelo de regresión logit, basado en la función de distribución logística acumulativa, que se especifica como:
en donde P es la probabilidad de que un individuo realice una determinada elección dado un factor Xi. Para este caso, es la probabilidad de participar en actividades laborales. La ecuación 1 se puede expresar como:
donde la variable dependiente es el logaritmo de la razón de probabilidades. A partir de la ecuación (2), el modelo propuesto en esta investigación adopta la siguiente forma:
donde la variable dependiente es una dicotómica, para las personas de 60 años o más que participan en las actividades laborales. Las variables independientes que explican la probabilidad de que las personas trabajen se clasifican en dos categorías: i) las características individuales y ii) las de la vivienda y hogar.
4.3. Definición de variables
Para la estimación del modelo se seleccionaron las variables de acuerdo con lo indicado por la teoría y otros trabajos relacionados. La variable dependiente es una dicotómica que toma el valor de 1 cuando la persona en edad avanzada participa en las actividades laborales1 y 0 cuando no participa.
Como determinantes de la participación laboral de la población de 60 años o más se utilizaron variables relacionadas con el individuo, y variables características del hogar y la vivienda. Dentro del primer grupo se identificaron: el género, la edad, la jefatura de hogar, el estado civil, el nivel de educación, si recibe ingresos provenientes de pensiones o jubilaciones, e ingresos provenientes de otros hogares y/o personas. Dentro del grupo de variables de la vivienda se encuentran: la tenencia de vivienda, el estrato socio-económico y el área de localización.
Para efectos de interpretación y análisis en el modelo econométrico, en la variable género se tomó como referencia el género femenino; en jefe de hogar, a los que no son jefe; los casados fueron tomados como referentes en la variable estado civil; en la educación se tomó como referencia la categoría ningún nivel educativo; en las variables de ingresos, a los que no reciben el ingresos por el respectivo concepto. De igual forma, los que no poseían vivienda propia en la variable tenencia de vivienda; en la variable estrato, a las viviendas con estrato bajo; finalmente, en la variable área se tomó como referencia los hogares ubicados en el área rural.
5. CARACTERIZACIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES EN EL MERCADO LABORAL COLOMBIANO
En concordancia con la GEIH (gráfica 1), en 2014 cerca del 26 % de este segmento de la población manifiesta estar trabajando, ya sea como asalariado, trabajador por cuenta propia o patrón. Un alto porcentaje, el 40 %, se encuentra realizando labores del hogar no remuneradas, que incluyen el cuidado de otros miembros del grupo familiar. Lo que da cuenta de la importancia de las personas mayores en la reproducción de las tareas cotidianas en los hogares, especialmente de las mujeres mayores, 62 % de la población que se dedica a esta actividad. Se puede observar que el porcentaje de personas trabajando es mayor en los hombres (42 %) que en las mujeres (14 %).
A lo largo del ciclo de vida, los ingresos laborales son superiores a los ingresos no laborales (subsidios, ingresos por concepto de arriendos y ayuda de familiares o amigos), e incluso en las edades de jubilación son más altos que los ingresos por pensión. Aunque estos últimos incrementan a partir de las edades de jubilación, no lo hacen lo suficiente como para superar, al menos, los ingresos no laborales (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015). Los bajos ingresos personales obligan a muchos de los adultos mayores a permanecer laboralmente activos. Sus trabajos son predominantemente informales (85 %) y mayoritariamente independientes (76 %) en actividades agrícolas (29 %) y comerciales (25 %) (Farné & Rodriguez, 2015).
Tal hecho presenta evidencia de la asociación entre la decisión de continuar en la actividad laboral a edades avanzadas y la disponibilidad de pensiones. Por tanto, se puede suponer que quienes se encuentran aún inmersos en el mercado laboral lo hacen en su mayoría por una cuestión de subsistencia y de falta de seguridad económica. Esta situación se puede observar en la gráfica 2; alrededor del 75 % no recibe ingresos por pensiones, frente a un 25 % que sí recibe; siendo que para el caso de las mujeres mayores las que no poseen pensión alcanzan el 80 % aproximadamente. Caso aún más preocupante es que, de no emprenderse acciones efectivas, en el año 2050 el 85 % de las personas mayores de 65 años de edad no tendrá pensión de jubilación (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015).
Uno de los mayores obstáculos de la protección en la vejez y del aumento de cobertura de las pensiones es la vejez; es la alta informalidad del mercado laboral de las personas mayores. De acuerdo con los datos de la encuesta de Calidad de Vida 2013, la tasa de informalidad de las personas de 60 años o más alcanza el 75 %, y esto es más notorio en las mujeres mayores, con un porcentaje de 86 % (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015). En 2014, según la GEIH, los empleados mayores que no poseen contrato son alrededor del 78 %; de la población de personas mayores que poseen contrato, y que además este es escrito, el 74 % es a término indefinido y 26 % a término fijo.
De acuerdo con el nivel educativo (gráfica 3) se observa que los que tienen un nivel de básica primaria o inferior son más de la mitad de los trabajadores (aproximadamente 64 %). Por otro lado, cerca del 14 % de los viejos trabajadores poseen algún grado de educación superior o universitaria. Al parecer, en el primer caso, existe la probabilidad de que las personas con un bajo nivel educativo no hayan tenido carreras laborales que les permitieran procurarse un sustento en edades de retiro. Lo que es más cierto en el caso de las mujeres, que no solo por condiciones de informalidad y de menor nivel educativo, sino también por el cuidado de la familia y labores del hogar, experimentan trayectorias laborales más discontinuas que las de los hombres (Montes de Oca, 2004).
Aunque, aproximadamente, el 80 % de la población adulta mayor participante del mercado de trabajo pertenece a las escalas más bajas de la estratificación socioeconómica, la pobreza en hogares con presencia de población mayor trabajadora es relativamente inferior, a aquellos donde no los hay. Hecho que se confirma al observarse que es mayor la proporción de hogares en estratos superiores con presencia de viejos que laboran (gráfica 4). Lo que da cuenta de la importancia que tiene para el hogar la continuidad de la vida laboral del adulto mayor.
De acuerdo con Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha (2015), los aportes económicos de las personas mayores son relevantes en las familias; el 24 % asume la totalidad de los gastos de la vivienda (casa), un 34 % costea todos los gastos de ropa en el hogar y el 61 % tiene una o más personas que dependen de sus ingresos. Los hombres contribuyen más que las mujeres a los gastos del hogar.
6. ESTIMACIÓN DEL MODELO
La tabla 1 muestra los efectos marginales derivados de la estimación del modelo, evaluados en el promedio; la interpretación de estos resultados es más sencilla y más intuitiva que la de los coeficientes. En las variables continuas, el efecto marginal es la probabilidad de cambio en respuesta a un incremento en el valor de la variable independiente en una unidad y evaluado en la media. Para las variables dicotómicas, el efecto marginal se calcula como la diferencia en las probabilidades de participar en actividades laborales entre el grupo designado con el valor uno y el grupo de referencia.
En la tabla 2 se presentan las principales medidas de resumen de ajuste global, que permiten examinar la validez global del modelo. La primera medida es el estadístico de máxima verosimilitud, sin incluir ninguna variable explicativa, cuyo valor es de -58444.348. La segunda medida es el estadístico de máxima verosimilitud, incluyendo todas las variables explicativas al modelo, con valor de -45305.557. Estas dos medidas se comparan y se considera que el modelo más adecuado es el que genera el valor más alto. En consecuencia, los resultados indican que el modelo que incluye todas las variables explica mejor la probabilidad de participación laboral que el modelo sin variables.
En la cuarta fila de la tabla se muestra el valor p asociado a esta prueba, cuyo valor es menor a 1 %; por lo tanto, el modelo es significativo globalmente. En los modelos logísticos no existe el como en los modelos lineales, sino que presentan un pseudo que normalmente se utiliza para hacer comparaciones entre modelos de la misma forma funcional, para así determinar cuál explica de mejor manera el fenómeno estudiado. Es importante mencionar que no existe un parámetro que indique si es alto o bajo.
Para la interpretación de los resultados se debe tener en cuenta la significancia de los parámetros, la dirección del efecto (relación) y la magnitud de los mismos. Esta última se interpreta como un cambio en términos de puntos porcentuales en los que aumenta o disminuye la probabilidad.
La mayoría de las variables resultaron significativas al 1 %. Las variables como edad, sexo, jefatura de hogar, educación, ingresos (por pensión y por otras personas), poseer vivienda propia y área, tuvieron una alta significancia, inferior al 1%. Solo la variable de estado civil resultó no tener diferencias con la categoría de referencia para explicar la participación laboral. Los signos de los parámetros son los esperados para todas las variables que fueron significativas.
La edad resultó ser significativa, con un p valor menor a 1 % y la relación encontrada es la correcta, pues se espera que a mayor edad exista menor probabilidad de participar en la actividad laboral. Por cada año de vida adicional, la probabilidad de estar laborando disminuye en cerca de 0.02 puntos porcentuales. El incremento de la edad es un factor que conlleva a deterioros físicos e intelectuales y, por tanto, aminora las posibilidades de que los ancianos sigan económicamente activos (Millán-León, 2010).
El sexo de la persona también resultó ser una variable altamente significativa, con un valor p inferior al 1 %. La magnitud del efecto indica que ser hombre implica una probabilidad de participar en la actividad laboral en 0.19 puntos porcentuales mayor que ser mujer. Esto quiere decir que ser hombre aumenta la probabilidad de trabajar, contrario a lo que sucede si se es mujer. Cabe destacar que el sexo tiene un efecto considerable en la participación laboral, al tener una de las magnitudes más altas. De acuerdo con la CEPAL, las diferencias de sexo se hacen más evidentes en la vejez, pues las desventajas se acumulan a lo largo de la vida (como es citado en Murillo-López y Venegas-Martínez (2011).
Cuando el adulto mayor es jefe de hogar tiene mayor probabilidad de participar en actividades laborales que cuando no lo es; esto tal vez se debe a que él es el responsable de mantener y responder por las obligaciones del hogar. Esta variable tiene una significancia estadística del 1 %; ser jefe de hogar incrementa la probabilidad de laborar en 0.12 puntos porcentuales, a diferencia de no serlo.
La variable estado civil no es estadísticamente significativa en el modelo. Los resultados podrían indicar que estar sin pareja (soltero, separado o viudo) aumenta la probabilidad de trabajar, a diferencia de tener pareja (estar casado o en unión libre), en 0.004 puntos porcentuales aproximadamente. Esto sustentaría la evidencia empírica de que la tasa de ocupación es más alta en las personas que viven solas, sugiriendo posiblemente que los ingresos que genera el trabajo les da mayor independencia a las personas mayores y la opción de vivir solas (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015). Sin embargo, al no tener significancia estadística y tener una magnitud tan baja no confirma esta teoría.
La educación resultó significativa en todas sus categorías al 1 %. Los coeficientes de cada categoría nos indican que tener estudios de primaria incrementa la probabilidad de laborar en 0.017 puntos porcentuales, los de secundaria en 0.028 y los universitarios en 0.13 pp, con respecto a no poseer ningún nivel de educación. Los resultados dan cuenta de la importancia de la educación en la ocupación del adulto mayor, especialmente, si alcanza el nivel universitario. Para el caso de los más educados, la evidencia empírica encontrada por diversos autores señala que estos al tener acceso a puestos de trabajo de mejor calidad y menor degaste físico y mental son proclives a continuar en la actividad laboral a mayor edad (Giles, Wang & Cai, 2011; Hill, 2002).
El ingreso por pensión o jubilación por vejez es un factor que influye en el hecho de trabajar; la significancia estadística de esta variable es alta. Que el adulto mayor reciba ingresos por este concepto disminuye la probabilidad de participar en la actividad laboral en 0.26 puntos porcentuales, a comparación de quien no recibe dicho ingreso. Aquí destaca la relevancia de los ingresos por pensión, pues tiene la magnitud más alta en la probabilidad de laborar. Esto confirma lo expuesto por Huenchuan y Guzmán (2007) respecto al hecho de que contar con un ingreso por pensión disminuye la incertidumbre económica y con ello la necesidad de integrarse al mercado laboral (como es citado en Nava Bolaños & Ham Chande, 2014). Así mismo, para los adultos mayores que reciben ingresos de otros hogares o personas, la probabilidad disminuye en, aproximadamente, 0.09 puntos porcentuales de los que no los reciben; lo que evidencia que se sienten apoyados por otras fuentes de ingresos.
La población de 60 años de edad o más que no es propietaria de una vivienda tiene mayor probabilidad de seguir participando en la actividad laboral. El efecto indica que los que poseen una vivienda propia disminuye la probabilidad en 0.02 pp.
En cuanto al estrato, los resultados muestran que la categoría de estrato medio es significativa al 1 %, mientras que la de estrato alto lo es al 10 %. Si la vivienda tiene un estrato socioeconómico medio, la probabilidad de que un adulto mayor participe en la actividad laboral disminuye en alrededor de 0.03 pp, en comparación con el estrato socioeconómico bajo. La dirección del efecto de la categoría de estrato alto muestra que disminuye la probabilidad de trabajar, en una magnitud de 0.01 pp. Se puede explicar que entre más alto sea el estrato donde se encuentre la vivienda, mayor es el nivel de ingreso del hogar y menor es la necesidad del individuo de trabajar.
En cuanto a la localización de la vivienda, es decir, al área de residencia, los resultados muestran que posee una significancia estadística alta, inferior al 1 %, y que encontrarse en una vivienda ubicada en el área urbana reduce la probabilidad de trabajar en 0.09 pp, en comparación de estar ubicada en el área rural. La mayor continuidad del adulto mayor en el trabajo en áreas rurales puede ser explicado por varias razones: la falta de acceso a trabajos formales, la inestabilidad de los ingresos en el sector agrícola (trabajos pagados por día o por semana y dependen de los ciclos de los cultivos), poca información sobre el ahorro, las pensiones y la preparación económica en general (Fedesarrollo y Fundación Saldarriaga Concha, 2015), o las bajas coberturas en seguridad social (Fundación Saldarriaga Concha, 2008).
7. REFLEXIONES FINALES
El estudio del empleo en la tercera edad es un tema que cobra mayor relevancia ya que, con el transcurrir del tiempo, el envejecimiento poblacional será más marcado en todos los países, sin importar su nivel de desarrollo.
Por su estructura demográfica, se puede afirmar que Colombia es un país que posee una población relativamente joven. Sin embargo, al igual que el resto de naciones de la región, desde mediados del siglo XX se encuentra realizando el proceso de transición demográfica, el cual se traduce en el envejecimiento paulatino de su población. Esta situación demanda cambios en los arreglos de múltiples escenarios de la vida social y económica, entre estos el mercado de trabajo. Por ello, con el transcurrir de los años, varias reformas a los sistemas pensionales han tenido lugar con el fin de aumentar la vida laboral de los colombianos.
Como resultado de ello, en el país existe un porcentaje significativo de población mayor de 60 años que continúa haciendo parte del mercado laboral. Pero no precisamente como resultado de la efectividad de dichas políticas, ni como conquista de espacios por parte de un sector de la población que no es protagonista en las discusiones sociales. Esto es el reflejo de la necesidad de supervivencia de un colectivo de personas que han corroborado que trabajar durante toda su vida no les ha propiciado los medios necesarios para gozar de lo que se podría considerar una vejez digna.
De acuerdo con la revisión de literatura realizada principalmente para Estados Unidos y México, se observa que los factores que influyen en la permanencia de los ancianos en el mercado laboral son el sexo, las pensiones, el área del hogar del anciano, el estado de salud y la jefatura de hogar.
Este artículo centró su atención en la población mayor de 60 años que por uno u otro motivo aún se encuentra inmersa en el mercado de trabajo, es decir, cerca del 26 %. Porcentaje que se encuentra subvalorado si se incluyen las actividades de reproducción cotidiana no remuneradas que realizan los viejos en sus hogares y en las comunidades a las que pertenecen, que representa un 40 % de la población. Además, este sector de la población se destaca por poseer altos índices de informalidad y bajas condiciones laborales.
El análisis de los determinantes de la participación laboral de la población objeto de estudio arroja que ser hombre, jefe de hogar, poseer cualquier nivel educativo diferente a ningún estudio, especialmente el nivel universitario, aumenta la probabilidad de participar en actividades laborales. Mientras que poseer los ingresos por pensión, por ayuda de otros hogares, poseer vivienda propia, y estar en área rural disminuye la probabilidad de trabajar, así como a mayor edad dicha probabilidad se reduce. De estas variables, poseer ingresos por concepto de pensión, el género y la educación son las que tienen mayor efecto sobre la probabilidad de laborar. Los resultados confirman la importancia de los ingresos pensionales, por tanto, en materia de medidas de política pública es importante garantizar la seguridad social de este segmento de la población.
1En este estudio se incluyen en esta categoría a los que están trabajando, a los que trabajaron (por lo menos una hora) la semana previa a la entrevista, a quienes declararon que tenían trabajo pero no trabajaron (ausentes temporales) y a quienes realizaron una actividad (por lo menos una hora) sin remuneración.
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