Introducción
Las dinámicas demográficas actuales han generado cambios en la estructura poblacional, con un aumento acelerado de la población mayor de 60 años, acompañado de la disminución del segmento infantil. Actualmente, a nivel mundial, los adultos mayores representan el 9% de la población total y se estima que para el año 2050 esta cifra aumentará a 16% (Organización de Naciones Unidas, 2019). En Colombia, en el último censo realizado en el año 2018, se evidenció que del total de la población, 13,3% correspondía a personas de 60 años (Departamento Administrativo Nacional de Estadística [DANE], 2018). Por su parte, Cardona y Peláez (2012) señalan algunos retos derivados del envejecimiento poblacional como el aumento de la demanda de atención en el sistema de seguridad social en salud y el incremento de la necesidad de cuidado por parte de las familias. El envejecimiento poblacional genera cambios económicos, sociales y familiares, que requieren acciones para garantizar una adecuada atención y cuidados a la población que envejece (Aroila, 2003; Gómez & Sabeh, 2001; Palomba, 2002; Riaño, 1991).
El ser humano por naturaleza es sociable y a lo largo de la vida va forjando lazos y vínculos con la familia, los amigos, compañeros y cercanos. Este proceso de socialización se apoya en la necesidad que tienen los individuos de recibir afecto, seguridad, reconocimiento, ayuda o apoyo (Maslow, 1964). Por lo general, el individuo interactúa con su círculo más cercano que es la familia, en principio recibe todo lo que necesita de sus padres, aprende conductas que le permiten socializar y desarrolla un lenguaje que le facilita expresar todo aquello que necesita. De acuerdo con esto, la familia es el primer y más importante lugar donde se forjan los primeros vínculos; interacciones que se requerirán en todas las etapas de la vida.
El apoyo social, entendido como un conjunto de transferencias de ayuda, afecto y opinión entre personas, permite pertenecer a una comunidad y además constituye un soporte económico, material, emocional y cognitivo para afrontar diversos aspectos de la vida (Arias, 2008). El apoyo social en la vejez se concibe como el cuidado, la atención y comunicación necesarios para que las personas en esta etapa puedan mantener una vida con un nivel mínimo de seguridad y confianza en el medio en el que se encuentran (Esquivel & García, 2017). Un adecuado apoyo social durante el proceso de envejecimiento sirve de herramienta para continuar participando activamente de la sociedad (Zapata-López, Delgado-Villamizar, & Cardona-Arango, 2015), y tiene importantes repercusiones en la salud de los adultos mayores; así, por ejemplo, según un estudio realizado por Peláez y Rodríguez (2012), las personas con mayor integración social viven más, tienen mayores probabilidades de sobrevivir a un infarto de miocardio, presentan menores síntomas depresivos, menos recurrencias de cáncer y son menos propensos a padecer enfermedades infecciosas; y estar aislado supone un riesgo para la salud comparable a los riesgos asociados al hábito de fumar, la presión arterial elevada y la obesidad.
Lamentablemente, no en pocos casos, el proceso del envejecimiento está acompañado de deterioro de la salud y las condiciones económicas, de soledad, abandono y exclusión, sumado a prejuicios sociales asociados a esta etapa de la vida relacionados principalmente con la vulnerabilidad, producto de la enfermedad y pérdida de capacidades físicas y mentales, afectando el estado psicológico y social de esta población (García, 2002; Ramos & Salinas, 2010; Zavala et al., 2006).
Un estudio realizado con población mayor de Colombia señala que la escasez de apoyo social en la vejez repercute negativamente en los diferentes aspectos de la vida de los adultos mayores, además, aumenta los sentimientos negativos de desprotección y soledad (Porras-Juárez et al., 2010). En Colombia, en la ciudad de Pasto, una investigación realizada en el año 2016 identificó que la escasez de apoyo social es una de las principales características asociadas con el maltrato de la población mayor, por lo cual es necesario el fortalecimiento de redes de apoyo en la vejez (Agudelo-Cifuentes et al., 2019). Y en la ciudad de Medellín, Cardona, Estrada y Agudelo (2003) encontraron que “los adultos mayores, dentro de su núcleo familiar viven una situación en la que, a pesar de estar acompañados por sus familiares, sus aportes y decisiones no son tenidos en cuenta” (p. 12).
Dada la necesidad de avanzar en el conocimiento sobre la situación del adulto mayor en Colombia y las repercusiones positivas derivadas de una adecuada red de apoyo social; y específicamente, sobre la percepción que tiene el adulto mayor respecto a los diferentes tipos de apoyo y como estos contribuyen a su bienestar, el presente estudio se planteó con el objetivo de identificar los factores asociados a las dimensiones del apoyo social del adulto mayor en tres ciudades de Colombia: Medellín, Barranquilla y Pasto.
Método
Se realizó un estudio empírico analítico, de diseño transversal, en el que se utilizó una fuente de información primaria, obtenida a partir de encuestas realizadas a personas mayores de las ciudades de Medellín, Barranquilla y Pasto (Colombia). La selección de los participantes se realizó mediante un muestreo probabilístico, por conglomerados, bietápico, según la distribución geográfica de la población mayor en Colombia. Las características del muestreo permitieron expandir los resultados a la totalidad de adultos mayores de estas ciudades. Para el cálculo del tamaño de la muestra se utilizó la fórmula de Fleiss para poblaciones finitas, con una confianza del 95%, un error permisible del 5% y un efecto de diseño del 1,0. Así, se obtuvo una muestra de 1.514 adultos de 60 años y más de edad distribuidos de la siguiente manera: 495 en la ciudad de Medellín, 513 en Barranquilla y 506 en Pasto.
Instrumentos
Como técnica de recolección de información se usó un cuestionario diseñado para esta investigación que indagó sobre características demográficas, familiares y sociales de los participantes; también incluyó algunas escalas de medición validadas, que permitieron evaluar diversos aspectos como: apoyo social, funcionamiento familiar, felicidad, maltrato, depresión, riesgo nutricional y discriminación (Tabla 1)
Escala Mini-Examen de Estado Mental (MMSE, por sus siglas en inglés)
Se utilizó para evaluar el estado cognitivo de los adultos mayores. Está conformada por 11 preguntas que analizan algunas áreas del funcionamiento cognitivo: orientación, registro, atención, cálculo, memoria y lenguaje. El MMSE ha sido validado y utilizado extensamente, tanto en la práctica como en la investigación clínica desde su creación por Folstein y McHugh en 1975 (Icaza & Albala, 1999).
Medical Outcomes Study Social Support Survey (MOS-SS) (Sherbourne & Stewart, 1991).
Se utilizó para medir el apoyo social percibido por los adultos mayores. Evalúa las dimensiones que componen la red de apoyo social: la estructural, que indaga por el número de personas que conforman la red de apoyo social (amigos y familiares) de una persona, y la funcional, que comprende el apoyo social emocional/informacional, con foco en el soporte emocional, orientación y consejos; el apoyo instrumental caracterizado por la conducta o material de apoyo; interacción social positiva, que se refiere a la disponibilidad de personas para realizar actividades divertidas; y apoyo afectivo, enfocado en las posibilidades de brindar y recibir afecto. Para esta investigación fue aplicada la escala MOS-SS validada en Colombia (Arredondo, 2012), la cual presentó una adecuada consistencia interna de 0,941.
Escala de Felicidad de Lima (Alarcón, 2006).
Se utilizó para evaluar la felicidad, entendida como un sentimiento de satisfacción que experimenta una persona. Cuenta con 27 ítems tipo Likert que evalúan cuatro dimensiones o factores de la felicidad: Sentido positivo de la vida, Satisfacción con la vida, Realización personal y Alegría de vivir. Previas validaciones han mostrado que es una escala confiable, con una consistencia interna aceptable, alfa de Cronbach de 0,84 (Árraga Barrios & Sánchez Villarroel, 2011).
Escala APGAR familiar.
Construida por Smilkestein en 1978, es un instrumento de cinco preguntas mediante las que se evalúa la percepción del nivel de funcionamiento de la unidad familiar, a partir de algunas funciones básicas: Adaptación, entendida como la capacidad de los miembros para utilizar recursos tanto internos como externos en la solución de situaciones de crisis; Participación, o cooperación de cada integrante de la familia en la toma de decisiones y en la apropiación de responsabilidades que busquen el mantenimiento de la familia; Gradiente de recurso personal, que hace referencia al nivel de madurez de los componentes familiares por medio del apoyo mutuo; Afecto y muestras de cariño entre los integrantes de la familia; y, finalmente, Recursos o necesidades tanto físicos como emocionales de los miembros de la familia que requieren compartir, ya sea ingresos o espacios (Bellón, Delgado, Luna del Castillo, & Lardelli, 1996). Al sumar las cinco respuestas el puntaje fluctúa entre 0 y 20, e indica diversos niveles de funcionamiento familiar: Normal, Disfunción leve, Disfunción moderada y Disfunción severa.
Escala Geriátrica de Maltrato (Giraldo-Rodríguez & Rosas-Carrasco, 2013).
Instrumento diseñado para la detección de cinco tipos de maltrato en personas mayores (físico, psicológico, económico, sexual y negligencia). Fue validada en adultos mayores mexicanos, mostrando valores de consistencia interna para sus cinco dimensiones, superiores a 0,80.
Escala de Depresión Geriátrica Abreviada de Yesavage (Sheik & Yesavage, 1986).
Evalúa la presencia de riesgo de depresión en población de adultos mayores. Es un cuestionario breve en el cual se le pide al individuo responder 15 preguntas en torno a su posible experiencia de síntomas cognoscitivos de un episodio depresivo mayor, durante la semana anterior a la fecha en que se administra, con un patrón de respuesta dicotómica para facilitar su diligenciamiento. De acuerdo con las respuestas y ponderación de resultados, la persona evaluada es clasificada: sin riesgo de depresión, con riesgo de depresión leve y con riesgo de depresión alto.
Nutrition Screening Initiative Determine Checklist (NSI).
Este instrumento permite detectar factores de riesgo asociados a la malnutrición en adultos mayores; fue desarrollado por la Asociación Americana de Dietética, la Academia Americana de Médicos de Familia y el Consejo Nacional sobre Envejecimiento (Beck et al., 1999). Cuenta con diez ítems asociados con el bienestar nutricional. Las puntuaciones finales permiten clasificar a la persona evaluada en dos categorías: con riesgo o sin riesgo nutricional.
Escala de Discriminación en la Vida Cotidiana (EDVC) (Campo-Arias et al., 2015).
Consta de 10 preguntas que evalúan situaciones de discriminación en las diferentes etapas de la vida, entendiendo por discriminación, al conjunto de comportamientos y normas que vulneran los derechos de una persona que suele hacer parte de un grupo con determinadas condiciones que socialmente han sido valoradas como negativas y que le ponen en desventaja. Esta escala permite la exploración de experiencias de esta índole por causa de diversas variables.
Procedimiento y aspectos éticos
Para la selección de los participantes se partió de un marco muestral de todas las manzanas1 de las tres ciudades que forman parte del estudio, y se encuestaron a todos los adultos mayores que habitaban las viviendas de las manzanas seleccionadas. La encuesta y los instrumentos fueron aplicados en los hogares, por encuestadores capacitados y estandarizados en el uso de los instrumentos utilizados. Previo a la recolección de los datos, se realizó una prueba piloto con el propósito de validar la metodología del estudio y la estandarización de los encuestadores (10 adultos mayores, por cada uno de los encuestadores). Quienes hicieron parte de la prueba piloto no hicieron parte de la muestra. Se establecieron como criterios de inclusión una edad mayor a 60 años y más, ser residente del área urbana y aceptar participar y firmar el consentimiento informado. Como criterio de exclusión, se determinó el deterioro cognitivo de acuerdo con la prueba tamiz Mini Examen de Estado Mental (MMSE) o que estuvieran bajo efecto de sustancias psicoactivas. El MMSE fue aplicado a todas las personas que cumplieron criterios de inclusión, en caso de obtener un puntaje superior a 13, se continuó con la aplicación del cuestionario de recolección de datos; en caso contrario, se agradeció a la persona voluntaria y no se aplicó el cuestionario.
Para el desarrollo de la investigación se contó con la aprobación del comité operativo de investigación de la Facultad de Medicina y del comité de ética de la investigación en seres humanos de la Universidad CES. En conformidad con la Resolución 8430 de 1993, esta investigación se clasificó como de riesgo mínimo, ya que no se realizaron tratamientos ni procedimientos físicos, pero se incluyeron preguntas a los adultos mayores sobre temas sensibles, como aquellas relacionadas con la depresión, el suicidio y el maltrato. Cada adulto mayor fue informado acerca del derecho a retirarse de la investigación en el momento en que lo deseara. La investigación contó con profesionales de psicología dispuestos en caso de que, derivado de las preguntas dirigidas, algún participante presentara una reacción que requiriera tratamiento profesional. Adicionalmente, se brindaron rutas de atención a los participantes para que pudieran activarlas en caso de que experimentaran situaciones de vulnerabilidad.
Análisis de datos
Para el análisis univariado se contemplaron las características demográficas, de salud física y mental y de relaciones familiares y sociales, de los adultos mayores de las tres ciudades. Para los análisis bivariados se tomó como variable dependiente el apoyo social, con el fin de identificar las características demográficas, de salud física y mental y de relaciones familiares que pudieran estar asociadas a la escasez de apoyo social; y se utilizó el estadístico chi cuadrado (X,2), además se calcularon las razones de prevalencias crudas; las variables con valores de p < 0,25 se consideraron para ser utilizadas en el modelo multivariado, y para sacar las medidas ajustadas (razón de prevalencias y su respectivo intervalo de confianza), valores de p< 0,05 se consideraron estadísticamente significativas. El procesamiento de los datos se realizó por medio del paquete SPSS versión 21 (SPSS Inc; Chicago, Illinois, USA) licencia de la Universidad CES.
Resultados
Características sociodemográficas de la población mayor
En el presente estudio participaron 1452 adultos mayores, distribuidos de la siguiente forma: residentes en la ciudad de Medellín 31,7%, Barranquilla 34,3% y Pasto 34%. La edad promedio de los adultos mayores participantes fue de 70,6 años (IC: 70,3; 71,1); el mayor porcentaje (73%) de adultos mayores, según los rangos de edad establecidos por la Organización Mundial de la Salud, fue el de los jóvenes (entre 60 y 74 años), seguido de los viejos (entre 75 y 89 años) con 25,2%, en menor porcentaje los longevos (entre 90 y 99 años) con 1,7%, y tan solo un adulto mayor era centenario; las mujeres representaron 65,6% y los hombres 34,4%. 50,3% tenían pareja (casado o en unión libre), a diferencia del 49,7% restante (soltero, separado, divorciado o viudo); la mayoría de los adultos mayores participantes (66,5%) vivía en estrato socioeconómico bajo (estrato 1 o 2), 30,9% en estrato medio (estrato 3 o 4) y 2,6% en estrato alto (estrato 5 o 6); y 81,2% tenían estudios de primaria o secundaria.
En relación con la conformación de la familia, 42,4% de los adultos mayores pertenecían a una familia nuclear y 42% extensa; además, 6,3% de los adultos mayores reportaron convivir con familias con disfuncionalidad severa y 8,2% en familias con disfuncionalidad moderada, según el APGAR familiar. En cuanto a la presencia de depresión, 4,3% de los participantes presentaban un riesgo alto y 9,1% un riesgo bajo; por último, 9,7% de los adultos mayores reportó ser víctima de algún tipo de maltrato.
Apoyo social de las personas mayores
Los resultados de la presente investigación permitieron identificar que 92% de los adultos mayores participantes percibieron un adecuado apoyo emocional, siendo mayor el porcentaje en la ciudad de Barranquilla (97%), seguido de Medellín (95%). La percepción de adecuado apoyo instrumental se presentó en 93,5% de los adultos mayores participantes; interacción social positiva en 92% y apoyo afectivo en 93%. La ciudad de Barranquilla fue la que mostró las cifras más altas de percepción de adecuado apoyo social en sus diferentes dimensiones, seguido de la ciudad de Medellín y en último lugar Pasto.
Apoyo emocional
Se observó que las variables estado civil, recepción de ingresos económicos en el mes anterior, presencia de pensamientos suicidas, riesgo de depresión alto, satisfacción con su calidad de vida, satisfacción con su salud, satisfacción con su situación económica, felicidad y discriminación, presentaron asociación significativa con la percepción de un adecuado apoyo emocional. Estas variables fueron sometidas a un análisis ajustado para controlar posibles factores confusores y algunas mantuvieron su significancia estadística de modo que los adultos mayores que tenían pareja presentaron mayor prevalencia respecto a quienes no tenían pareja (RPa: 4,2; IC95%: 2,2; 8), así como quienes no habían recibido ingresos económicos en el mes anterior a la recolección de información (RPa: 2,0; IC95%: 1,2; 3,4) y las personas mayores sin riesgo de depresión, tuvieron mayor probabilidad de percibir un adecuado apoyo emocional (RPa: 3,0; IC95%: 1,3; 6,6) (Ver Tabla 2).
Apoyo Instrumental
Respecto a la dimensión de apoyo instrumental, las variables que presentaron asociación estadística fueron: estado civil, ausencia de discapacidad para escuchar, ausencia de riesgo nutricional, recepción de subsidio o ayuda económica, no haber sido dejado solo y no experimentar situaciones de discriminación ni de maltrato. Al realizar el análisis multivariado para ajustar las estimaciones, las variables que mantuvieron su significancia estadística fueron: tener pareja (RPa: 2,8; IC95%: 1,7; 4,8), no haber sido dejado solo por largos periodos de tiempo (RPa: 3,8; IC95%: 2,2; 6,8) y no haber sido maltratado (RPa: 0,5; IC95%: 0,3; 0,8) (Ver Tabla 3).
Interacción social positiva
Al analizar la interacción social positiva de las personas mayores, de acuerdo con las características sociodemográficas, de salud física y mental, y de relaciones familiares, se identificó una estrecha relación en gran número de éstas. Sin embargo, se realizó un análisis multivariado para ajustar por posibles factores de confusión y las características que mostraron asociación significativa con la interacción social positiva fueron: tener pareja (RPa: 4,1; IC95%: 1,8; 9,4); no presentar riesgo de depresión (RPa: 3,6; IC95%: 1,5; 8,7); percibir un funcionamiento familiar normal (RPa: 11,2; IC95%: 5,0; 25,4); no haber sido dejado solo por largos periodos de tiempo (RPa: 2,6; IC95%: 1,2; 5,7) y tener quien lo cuide (RPa: 2,7; IC95%: 1,0; 7,2). (Ver Tabla 4).
Apoyo afectivo
Se identificaron diversas características de las personas mayores que se encuentran asociadas a la dimensión de apoyo afectivo. No obstante, luego de realizar un análisis ajustado para controlar factores de confusión, las variables relacionados significativamente con el adecuado apoyo afectivo fueron: tener pareja (RPa: 6,8; IC95%: 3,3; 14,1), no presentar riesgo de depresión (RPa: 4,4; IC95%: 1,9; 10,5), sentirse feliz (RPa: 2,9; IC95%: 1,5; 5,3), no sentirse discriminado (RPa: 1,9; IC95%: 1,1; 3,5), no haberlo sido dejado solo por largos periodos de tiempo (RPa: 4,5; IC95%: 2,3; 8,8), no haber sido víctima de maltrato (RPa: 2,5; IC95%: 1,3; 4,6) y tener quien lo cuide (RPa: 3,2; IC95%: 1,3; 8,2) (Ver Tabla 4).
Apoyo social
Finalmente, con el objetivo de identificar las características de los adultos mayores tanto sociodemográficas, como familiares y de salud física y mental, que se asocian con el índice global de apoyo social, se realizaron dos análisis. En el primer análisis se identificaron múltiples variables asociadas a dicha condición. Sin embargo, con la realización del análisis ajustado para controlar factores de confusión, se identificó que las variables asociadas significativamente con un adecuado apoyo social fueron: tener pareja (RPa: 3,2; IC95%: 1,6; 6,4), no presentar riesgo de depresión (RPa: 3,6; IC95%: 1,3; 9,8), percibirse como una persona feliz (RPa: 2,2; IC95%: 1,1; 4,4), convivir con 4 o más familiares (RPa: 5,7; IC95%: 1,6; 20,1), tener una familia funcional (RPa: 9,4; IC95%: 4,2; 21), ausencia de malos tratos en miembros de la familia (RPa: 2,3; IC95%: 1,1; 4,8), tener un número de amigos cercanos superior a 4 (RPa: 3,4; IC95%: 1,4; 8,4), no sentirse discriminado (RPa: 2,6; IC95%: 1,3; 5,1), no haber sido dejado solo por largos periodos de tiempo (RPa: 4,0; IC95%: 1,8; 8,9) y tener quien lo cuide (RPa: 3,4; IC95%: 1,2; 9,1) (Ver Tabla 5).
Discusión
En el presente estudio se exploraron algunos factores asociados a las dimensiones del apoyo social percibido (apoyo emocional, apoyo instrumental, interacción social positiva, apoyo afectivo, índice global de apoyo social), evaluadas mediante el cuestionario Medical Outcomes Study Social Suport Survey (Sherbourne & Stewart, 1991), por adultos mayores de tres ciudades de Colombia. Se encontró que los adultos mayores participantes percibieron un apoyo social adecuado en sus diferentes dimensiones: 92% emocional, 93,5% instrumental, 92% interacción social positiva y 93% apoyo afectivo; porcentajes mayores de los hallados en otros estudios realizados, en Colombia en una muestra de 200 personas de 65 años y más, en el que se evidenció un adecuado apoyo afectivo del 78%, instrumental 76%, interacción positiva 73% y apoyo emocional 72% (Cerquera et al., 2017); en Brasil, con una muestra de 101 personas de 60 años en el que se encontró un adecuado apoyo social en el índice global del 74,32% (Brito & Pavarini, 2012); y en México, en una muestra de 368 adultos de 60 años y más encontraron un índice de adecuado apoyo social de 78,3% (Valdez & Álvarez, 2018).
La percepción de un adecuado apoyo emocional de parte de los adultos mayores se relaciona con diversos factores como convivir con su pareja, sentirse feliz, no experimentar situaciones de discriminación, mantenerse acompañado, no haber recibido ingresos en el mes anterior y no presentar síntomas cognoscitivos que indiquen estar riesgo de depresión. Diversos estudios apoyan la relación positiva entre algunas de estas variables: Una investigación realizada en Argentina, con una muestra de 85 personas con edades de 65 años, resalta la importancia de la pareja en el fortalecimiento de lazos emocionales y su efecto en el retraso del deterioro cognitivo (Arias & Polizzi, 2011). Un estudio realizado en México con personas entre 65 y 100 años de edad resalta la importancia del apoyo emocional como fuente directa de cuidado, afecto, seguridad y filiación, y como condicionante para el disfrute de la vejez, incrementando el sentimiento de felicidad (Carmona, s. f.). Por su parte, un estudio adelantado en Malaysia expone que la soledad en la vejez es un factor que propicia estadios de depresión y disminución en la calidad de vida, los cuales son mediados por la disminución en el adecuado apoyo emocional (Wan Mohd Azam et al., 2013). Además, se ha encontrado una asociación entre síntomas depresivos y bajo apoyo social (Cancino et al., 2018; Santos & Valdés, 2018), y una oportunidad de desarrollar síntomas depresivos 4,9 veces en comparación con adultos mayores que perciben un adecuado apoyo social (Castro Lizárraga et al., 2006). Varios autores resaltan la importancia del apoyo y la construcción de redes de apoyo social desde la perspectiva de sobrellevar o afrontar, es decir, subsanar las necesidades presentadas en alguna situación desfavorable ya sea por situaciones adversas como la pérdida de empleo, catástrofes naturales, situaciones de desplazamiento, etc. (Antonucci & Akiyama, 1987; Aranda & Pando, 2013; Montes de Oca, 2002; Ramírez et al., 2002). Por su parte, Fuentes (2014) destaca la importancia de aceptación de la vejez, dejando de un lado los sentimientos negativos asociados a ésta, lo cual impide la percepción de apoyo de familiares y amigos; y Saideh et al., (2012) hacen hincapié en el apoyo emocional como factor predominante para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores.
Aspectos como tener pareja, compañía constante y no ser víctima de maltrato se relacionan de manera significativa con el apoyo instrumental percibido por los adultos mayores. Otros estudios sustentan estos hallazgos: Arias y Polizzi (2011) resaltan la importancia de la pareja, la familia y los amigos, como fuente de apoyo en la vejez; la pareja como soporte en la mayoría de actividades a partir del entendimiento y la aceptación mutua, el respaldo de los hijos en lo relacionado con los aspectos prácticos y los amigos en los aspectos emocionales y cognitivos. Benites et al., (2018) exponen la relación del escaso apoyo instrumental con la presencia de maltrato en el adulto mayor, y Salinas et al., (2008) encontraron asociación entre el adecuado apoyo social y el número de vínculos que tiene una persona, de modo que en los adultos mayores que vivían solos o tenían alguna dependencia física este apoyo se percibe limitado.
La dimensión de interacción social positiva percibida por los adultos mayores, evaluada mediante el MOS-SS, presentó una relación significativa con variables como tener pareja, no presentar síntomas que indiquen riesgo de depresión, percibir un buen funcionamiento familiar, no experimentar situaciones de discriminación, estar acompañado y tener alguien encargado de su cuidado. Estos hallazgos coinciden con los de un estudio realizado en México, en el que se encontró que la interacción social era un factor importante para predecir el bienestar subjetivo del adulto mayor (Valdés, 2009) y otro en Colombia, que resalta la importancia de contar con una pareja permanente para alcanzar bienestar subjetivo, relacionado con la calidad de vida (Herrera et al., 2012). Otro estudio realizado en Colombia encontró una asociación entre el estado civil y la buena integración social del adulto mayor, siendo esta mayor en los solteros y los viudos, lo cual puede ser explicado por la necesidad de generación de nuevos vínculos ante la ausencia de una pareja permanente (Durán et al., 2008).
La ausencia de interacción social en los adultos mayores afecta el adecuado apoyo social, potencia la aparición de trastornos cognitivos, depresión, enfermedades crónicas múltiples, caídas y dolor de cabeza con causa incierta. Independiente de la edad y el nivel educativo, se ha encontrado que el dolor de cabeza y los síntomas depresivos en hombres sin interacción social y la aparición de caídas en mujeres fue significativamente mayor en comparación con los que si tenían interacción social (p<0.05) (Mouodi et al., 2016); y en adulos mayores, se ha evidenciado asociación entre la promoción de la interacción social y la disminución de discapacidades (Hikichi et al., 2015). Por otra parte, se han encontrado sentimientos de soledad más frecuentes en mujeres con edades entre 50 a 65 años, sin pareja, que vivían en zonas rurales, con menos interacción social (Domènech-Abella et al., 2017).
La percepción de apoyo afectivo por parte de los adultos mayores participantes en la presente investigación se asoció con tener pareja, no presentar riesgo de depresión, sentirse feliz, no sentirse discriminado, estar acompañado, no recibir maltratos y tener alguien encargado de su cuidado. En la Encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento -SABE-, realizada en Colombia en el 2015, se encontró que en su mayoría los adultos mayores recibían soporte social por parte de sus hijos, resaltando que 85% recibía apoyo emocional (Quiñones, 2017). Un estudio realizado en Argentina, señala que 88,1% de los hombres y 63,4% de las mujeres reportaron percepción de apoyo emocional por parte de su pareja (Arias & Polizzi, 2011).
Y el índice global del apoyo social, que incluye todas las dimensiones del apoyo percibido, en los adultos mayores se asoció con tener pareja, no tener riesgo de depresión, estar afiliado al SGSS en salud, sentirse feliz, la cantidad de familiares con los que convive, el buen funcionamiento familiar, no recibir malos tratos por parte de miembros de la familia, la cantidad de amigos que se tienen, recibir subsidio o ayuda económica, estar acompañado y contar con alguien que los cuide. En este mismo sentido, otros estudios han hallado asociación entre el bienestar psicológico, la auto aceptación, propósito en la vida, relaciones positivas con otros y crecimiento personal (Vivaldi & Barra, 2012); el apoyo social con el número de vínculos, vivir con pareja u otros familiares (Salinas et al., 2008); y con el sexo, siendo éste más favorable para las mujeres (Castillo et al., 2012); y asociación entre autoestima y satisfacción, y falta de apoyo con aislamiento social, en población institucionalizada (Antelo & Espinosa, 2015).
Respecto a las características sociodemográficas se evidenció que ser mujer es un factor que favorece la percepción de adecuado apoyo social en el adulto mayor, así como contar con una pareja estable (Vivaldi & Barra, 2012). Respecto a la última variable, Sherbourne y Hays (1990) señalan que estar casado proporciona un buen soporte social en aspectos como el deterioro de la salud; y Johnson (1983) destaca que la pareja proporciona un apoyo estable, completo y sin estrés.
Es importante resaltar la importancia del apoyo social en condiciones desfavorables. En el presente estudio se encontró una asociación entre la percepción de apoyo emocional y no haber recibido ingresos económicos en el mes anterior, la cual puede ser explicada por el hecho de que sean otros familiares y amigos los que se hagan cargo de las necesidades económicas del adulto mayor y este a su vez valore más el apoyo emocional que el económico. Un estudio sobre población adulta mayor migrante con problemas económicos en Estados Unidos resalta la importancia del apoyo emocional e instrumental, que, aparte de suplir necesidades básicas, propicia la materialización de nuevos vínculos emocionales (Yoo & Zippay, 2012). Por otra parte, Patrick et al. (2001) resalta el modo como el apoyo emocional propicia el surgimiento de recursos subjetivos en adultos mayores con limitaciones económicas que les permite mejorar su bienestar general.
Conclusiones
El ser humano por naturaleza es un ser sociable, por ende, en el trascurso de la vida va tejiendo vínculos que sirven de sustento, emocional, afectivo y económico, con lo cual garantiza una adecuada integración social; para el adulto mayor es de vital importancia mantener estos vínculos, que sirven para vivir de forma adecuada y con bienestar esta etapa de la vida. Esto se evidenció en los resultados de la presente investigación, que destacan que una percepción de adecuado apoyo social se relaciona estrechamente con características positivas como sentimientos de felicidad y ausencia de depresión; y resaltan la importancia de establecer relaciones familiares adecuadas, que de manera directa se corresponden con la calidad en las relaciones personales de los miembros de la familia que son mayores. Además, ponen de manifiesto el papel fundamental de la pareja en el fortalecimiento de redes de apoyo en la vejez.
Estos resultados proveen información para la toma de decisiones, encaminadas a mantener aquellos factores que favorecen la adecuada percepción de apoyo social en la población de adultos mayores, como también modificar aquellos que la deterioran.