Introducción
El consumo de sustancias psicoactivas (SPA) se considera un problema de salud pública mundial, de proporciones epidémicas que deriva problemas de abuso y dependencia, que repercute en los niveles individuales, relacionales, socioeconómicos, políticos y de la salud, cuya regulación, prevención e intervención implica diversos desafíos en la actualidad (Organización Panamericana de la Salud, 2021).
Las condiciones sociopolíticas han favorecido que los países de América Latina se ubicaran como productores, consumidores y exportadores de diferentes SPA, lo que ha llevado a desarrollar políticas públicas para la prevención y estrategias desde instituciones gubernamentales, sociales, educativas y de la salud que han resultado ser insuficientes (Al-Kassab-Córdova et al., 2021; Medina-Mora y Real, 2013).
En las últimas décadas se han realizado diversos aportes teóricos sobre las implicaciones en el funcionamiento cerebral que conlleva el consumo de SPA, los cuales favorecen su abordaje clínico y preventivo, así como pueden enriquecer el desarrollo de programas públicos efectivos para el abordaje de este fenómeno.
Por tanto, el presente artículo tiene como objetivo realizar una revisión de la literatura y descripción de la misma en el avance investigativo e interventivo del consumo de SPA desde el abordaje clínico que pueden ofrecer las neurociencias, específicamente en los últimos diez años, para considerar el progreso y, así mismo, los vacíos teóricos o prácticos que presenta la ciencia en Latinoamérica y así llegar a proponer y ofrecer recomendaciones que contrarresten la problemática. Para esto, se llevó a cabo una revisión narrativa, que permitió la descripción y discusión de la literatura relacionada a una determinada temática, bajo un punto de vista teórico o contextual que da lugar a la interpretación y análisis crítico del autor (Terezinha, 2007).
Como resultado fue posible obtener una selección de 54 publicaciones, donde predominaron artículos de investigación (25), seguido de los artículos de revisión (16), tesis (8) y artículos de reflexión (5). Cabe destacar que el área de desarrollo varió desde la psicología, la medicina y la neuroarquitectura. La figura 1 muestra la distribución por años de las publicaciones revisadas.
Discusión
Contexto latinoamericano en salud y manejo del consumo de SPA
La región de América Latina presentó, para el 2018, el 8,8% de personas que padecen un trastorno mental y del comportamiento por consumo de SPA, donde solo 1 de cada 8 personas reciben tratamiento (United Nations Office on Drugs and Crime [UNODC], 2020); además, se estableció como la región en la que más se consume cannabis, seguido de los opioides, las anfetaminas y derivados y la cocaína (UNODC, 2020).
A nivel general, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Gobierno de España y el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz” de México, ente colaborador de la Organización Mundial de la Salud (OMS), llevan a cabo el proyecto “Abordaje Integral de la Concurrencia entre Trastornos por Uso de Sustancias y otros Trastornos Mentales y de la Conducta, en países de América Latina”, en el que se pretende fortalecer el enfoque de salud pública en el abordaje de consumo de SPA (OPS, 2021).
El auge del consumo mundial de SPA ha incrementado el desarrollo de investigaciones encaminadas en la conceptualización, descripción y manejo de la problemática. Lo anterior ha generado diferentes explicaciones y representaciones que estigmatizan a quienes consumen y determinan el trato equitativo o no por parte de la sociedad y del sistema de salud (Anderson et al., 2015; Copa, 2010; Duque-Castillo, 2012).
Una de las explicaciones a la estigmatización en Latinoamérica se asocia a la interpretación espiritual o demoniaca del consumo de SPA, lo cual ha generado tratamientos basados en la fe que, por medio de rituales religiosos, incentivan la redefinición de la imagen social de los comúnmente estigmatizados o marginados y la inclusión familiar y social, además la religión ha ido tomando un papel activo en el abordaje del consumo de SPA, representando un tratamiento alternativo que se ajusta a las características socioeconómicas de las personas (Seward, 2018).
Por otro lado, se ha encontrado gran influencia de Estados Unidos en el control de drogas en Latinoamérica en relación con el tráfico de estupefacientes (Campos, 2018) y la migración (Borges et al., 2016), lo cual ha dado pie a diferentes acuerdos políticos que han venido fallando en el manejo de la problemática.
En esta línea, los países de esta región cuentan con pocas sanciones legales o sociales rigurosas (Monteiro, 2013), lo que favorece la aceptabilidad y disponibilidad de drogas y hace variar el contexto de adquisición y consumo de las sustancias (Medina-Mora & Real, 2013; Wells et al., 2011) e incrementando otras enfermedades físicas y mentales (Correa y Pérez, 2013).
Lo anterior aumenta el costo individual, social y familiar debido a que el sistema de salud aún no cambia su paradigma de atención (tratar la enfermedad en lugar de prevenirla), ni mejora su infraestructura, ni capacita al personal médico y tampoco amplía la cobertura de servicios ambulatorios y hospitalarios (Andrade y Torres, 2016; Monteiro 2013).
Partiendo de lo anterior, en el manejo del consumo de SPA se ha involucrado la familia y se ha encontrado que deben considerarse esas relaciones para el desarrollo de tratamientos a nivel preventivo e interventivo, puesto que se ha encontrado evidencia de su influencia en la adherencia al tratamiento y en la recuperación de los pacientes (Medina y Carvalho, 2010; Nunes et al., 2013). De tal modo se evidencia la relevancia de incluir variables familiares, ambientales y sociales en el estudio e intervención del consumo de SPA en América Latina (Báez et al., 2019; Berrocal et al., 2018; Callejas-Callejas y Sánchez-Jiménez, 2020).
Otro punto importante a tener en cuenta sobre el tema, es el cambio de concepción del consumo de SPA por parte del sistema de salud, como un medio de entretenimiento a un problema de salud se ha dado de manera gradual, lo cual a su vez ha cambiado la percepción y el manejo de la enfermedad, integrando la prevención, el tratamiento y la rehabilitación. A su vez ha destacado el papel y la participación de los diferentes sectores políticos y de la salud, así como a instituciones educativas, religiosas y a la familia en la identificación de estrategias de prevención de la enfermedad, promoción de la salud y tratamiento de la enfermedad (Contreras et al., 2019).
El consumo de SPA explicado desde las neurociencias
El consumo de SPA, caracterizado por la búsqueda y el uso abusivo de la droga que no cesa pese a los riesgos (Méndez-Díaz et al., 2017), ha pasado de ser un problema exclusivamente policial y político-social, para convertirse en un tema de interés para las neurociencias.
Cabe señalar que el avance en términos de explicación neurobiológica se ha dado gracias al estudio en animales y a la extrapolación en humanos (Levin, 2011), donde se ha hallado que el consumo de cualquier SPA activa el sistema mesolímbico dopaminérgico que termina por afectar los centros motivacionales y de reforzamiento, los cuales están comunicados por circuitos neuronales del área ventral tegmental (AVT) con receptores específicos (Levin, 2011), que se proyectan al Núcleo Accumbens (NAcc), a la amígdala y a la corteza prefrontal (CPF) (Méndez-Díaz et al., 2017). Dicho consumo genera efectos perjudiciales inmediatos y a largo plazo a nivel individual y relacional que se asocian a efectos psiquiátricos, emocionales, motivacionales y comportamentales que incluyen déficits cognitivos de aprendizaje y de memoria, de funciones ejecutivas (control de impulsos, planeación, flexibilidad mental, etc.) hasta la dificultad en la toma de decisiones y baja participación en actividades sociales, entre otras consecuencias (Erazo, 2018; Mendoza y Vargas, 2017; Restrepo et al., 2016 ). Habría que mencionar que el estudio del consumo de SPA desde las neurociencias, además de considerar las funciones cerebrales, reconoce la influencia de los contextos socioculturales, ambientales y educativos en el inicio, mantenimiento, abstinencia y recaída de consumo (Acosta et al., 2011; Hernández, 2017).
Se debe agregar que, el consumo de sustancias SPA se ha estudiado y evaluado por medio de baterías neuropsicológicas y manuales diagnósticos adaptados al contexto y aplicados desde edades tempranas como la adolescencia en contexto educativos en los que se hallan factores ambientales y relacionales asociados (Carrasquilla, 2015; Méndez-Díaz et al., 2017; Ospina-Díaz et al., 2012).
En síntesis, el estudio del consumo de SPA desde las neurociencias ha generado avances en término de redefinición y conceptualización del consumo de SPA como una “enfermedad cerebral crónica expresada en comportamientos compulsivos” (Anderson et al., 2015, p. 319), lo cual ha permitido incrementar los esfuerzos encaminados a la prevención, el tratamiento y la intervención farmacológica.
Alteraciones asociadas al consumo de SPA
Con el paso del tiempo, el consumo de SPA ha venido reconociéndose como un fenómeno colectivo, fundamentando una problemática no solo social, sino además de salud pública (Carrasquilla, 2015; Camelo et al., 2019). De esta manera se fundamenta la importancia en la atención que requieren las personas que presentan esta condición; conllevando a la necesidad de contar con un mayor acompañamiento de los profesionales de la salud, quienes deben asumir el objetivo de disminuir la incidencia del consumo y los problemas de morbilidad y mortalidad que esta acaece (Chamorro et al., 2010; de la Espriella et al., 2012).
Para ello, se ha partido de la premisa de que el cerebro en el ser humano representa uno de los órganos más importantes y de mayor complejidad, que forma parte del sistema nervioso y es el responsable de controlar funciones vitales del cuerpo relacionadas con los sentidos, los pensamientos, los movimientos, las conductas y el razonamiento (Gómez et al., 2012).
Por tal razón, es importante mencionar como el consumo de SPA impacta negativamente sobre éste. Aspecto que se logra evidenciar, en la presencia de alteraciones neuropsicológicas que, a partir de disfunciones neurobiológicas de las estructuras mesencefálicas, límbicas y corticales de los diferentes circuitos cerebrales, se ven implicados de manera directa procesos neuropsicológicos tales como: la motivación, la recompensa, la toma de decisiones y la memoria (Restrepo et al., 2016).
En este orden de ideas, no podría desestimarse las repercusiones que el consumo de SPA genera, a partir de la modificación del funcionamiento de determinados sistemas de neurotransmisión y circuitos cerebrales, lo que conlleva a procesos de neuroadaptación, que implican cambios significativos de índole cognitivo, emocional, motivacional y conductual, todo esto representado en los procesos de aprendizaje, autocontrol, procesamiento de información, además de la atención y componentes en los que se ven inmersos elementos como la percepción, el juicio y las emociones (Hernández-Motta, 2017; Mendoza-Meléndez et al., 2016).
Por tal razón, en la actualidad el consumo de SPA es reconocido como una enfermedad multifactorial, es decir, que se atribuyen a su origen diversos factores como, por ejemplo; el factor genético, neurológico, también su contexto socio económico y familiar, además de aspectos psicológicos o de personalidad, entre otros; que pueden interceder en su desarrollo y mantenimiento (Páramo et al., 2015; Souza y Cruz, 2010). Así mismo, se ha hallado que las alteraciones a nivel neuropsicológico dependen de la sustancia y la severidad del consumo (Velasco y Soto, 2018; Zapata, 2017). En relación al sexo de los consumidores, se han identificado ciertas diferencias, por ejemplo, para los hombres el consumo de SPA implica una mayor afectación en lo concerniente a salud física y problemas de índole legal, mientras que para las mujeres implica mayores problemas de salud mental, red social y conciencia en la necesidad de tratamiento (Acosta et al., 2011; Díaz-Mesa et al., 2016).
Lo anterior pone de manifiesto que la prevención e intervención, del consumo de SPA, involucre diferentes áreas del desarrollo del ser humano (Charris y Guerra, 2020), entre las que se destacan la física y orgánica presentándose el padecimiento de enfermedades como cirrosis; alteraciones cardiacas y pulmonares; sin desconocer las enfermedades de trasmisión sexual como VIH y hepatitis-B (Cornejo, 2018; Cruz et al., 2016; Erazo, 2018). Así mismo, se destaca la presencia de psicopatologías como la depresión, esquizofrenia, ansiedad e incluso psicosis (Gómez et al., 2013; Erazo, 2019; Mendoza y Vargas, 2017).
Sin desconocer igualmente el impacto que esta sostiene a nivel social, esto mediado por la discriminación, la carencia de oportunidades, la deserción académica y laboral, además de la recriminación familiar y la presencia de conflictos interpersonales (Berrocal et al., 2018).
Esto deja en evidencia la importancia que sostiene el abordaje de esta problemática desde la integralidad del ser humano, enfatizando en lo imprescindible que resulta abordar estos pacientes como un todo (Baader et al., 2014; Ospina-Díaz et al., 2012), dado que su origen y sus implicaciones son multifactorial y por ende su acompañamiento psicoterapéutico interdisciplinario.
Neurociencias, una herramienta útil para el abordaje del consumo de SPA
Las neurociencias del comportamiento han ido evolucionando a partir de otras disciplinas como la psicología, la psiquiatría y la neurología, convirtiéndose en un área de gran importancia dentro de las neurociencias en general (Annicchiarico et al., 2013;) logrando contribuir en campos como la epidemiología, la fenomenología, la psiquiatría social, la investigación neuropsicológica, entre otras (Cía et al., 2010; Gallo & Tohen, 2010).
Una muestra de ello son los diversos estudios que a lo largo de la historia vienen aportando significativamente en la comprensión de dicho fenómeno, entre los cuales para la década del 2010 y 2020 en Latinoamérica, vale la pena destacar los aportes de Zapata y Giraldo (2012), quienes desde la neuropsiquiatría y farmacología evaluaron de un programa de tratamiento de sustitución con metadona, posibilitando un manejo farmacológico que contribuya al mantenimiento de la abstinencia del consumo de esta sustancia psicoactiva de alta complejidad; así mismo los estudios de Kessler et al. (2012), desde la neuropsicología, proponen un instrumento de investigación en Brasil para evaluar de manera amplia los problemas relacionados no solo con el alcohol sino con las demás drogas. Continuando con los autores Parada y Lozano (2012), quienes en el campo de la psicología clínica logran planear un programa interconductual de prevención del consumo de SPA en niños, centrándose en la conducta problema, desde un enfoque novedoso.
Es así como el amplio espectro en cuanto campos de acción, convierte a las neurociencias en una de las herramientas a tener en cuenta en lo que respecta la evaluación, intervención y abordaje de las problemáticas de salud mental; de manera especial en lo que concierne al consumo de SPA (Salas, 2014). Dado que la contribución que ha venido desarrollando esta área de la neuropsicología, en apoyo de las demás disciplinas como la neurología, la psiquiatría, la psicología, entre otras; ha marcado la pauta en el estudio del cerebro en relación al contexto e igualmente a la psicopatología.
Lo que ha permitido reconocer integralmente no solo como se desarrolla la adicción a nivel neuronal sino, además de las implicaciones y repercusiones que esta sostiene en el desarrollo y mantenimiento de la enfermedad. Visibilizando significativamente el manejo clínico de esta problemática, tomando en cuenta los diversos elementos a implicar en el proceso, partiendo de aspectos como la infraestructura, continuando con el desarrollo de baterías e instrumentos de evaluación, pasando al abordaje farmacológico, terapéutico y acompañamiento familiar, hasta la formulación y ejecución de proyectos de investigación que desestimen o corroboren el trabajo desarrollado (Kessler et al., 2012; Levin, 2011; Martínez, 2020; Zapata y Giraldo, 2012).
Es este sentido, se considera que al constituirse el consumo de SPA como un problema de salud pública y social de origen multicausal e incidencia multifactorial, denota la necesidad de contar con un abordaje integral, en el que se converjan diversas áreas que contribuyan al desarrollo de una valoración objetiva y particular que provea la directriz interventiva para dar respuesta a la necesidad del sujeto, permitiendo medir el impacto del mismo para que sea de tal forma como se generen nuevas preguntas reflexivas en torno a lo que suscita la problemática de la adicción (Arango, 2020; Parada y Lozano, 2012; Rojas et al., 2011).
Conclusiones
Partiendo del análisis de las publicaciones sobre consumo de SPA en Latinoamérica desde el abordaje clínico de la neurociencia se logra concluir que, en la última década, se ha investigado y evaluado mayormente población adolescente y adultos jóvenes de instituciones educativas (colegios o universidades), dando peso a factores sociales y relacionales incidentes en la problemática (Herrera et al., 2012).
En el abordaje del fenómeno del consumo de SPA es preciso contemplar múltiples factores asociados a su manifestación, así como la inclusión de diferentes disciplinas para su estudio e intervención. Esto es un paso fundamental en la necesidad de esclarecer la situación actual de cada individuo relacionado con el tipo de droga que consume, la condición de su salud física y mental y el tipo de tratamiento que recibe, en coherencia, es preciso considerar el contexto familiar y las redes de apoyo, con el fin de recopilar información pertinente que permita ofrecer un tratamiento eficaz y personalizado derivado de la experiencia investigativa y práctica (Dávila y Gómez, 2019; Organization of American States & Inter-American Drug Abuse Control Comission, 2021; Rojas et al., 2011).
En suma, el consumo de SPA representa un problema de salud pública, que necesita un tratamiento integrado que considere las individualidades del sujeto y su comorbilidad (Baader et al., 2014). En Latinoamérica el abordaje de las personas consumidoras de SPA, se centra en procesos de rehabilitación, fundamentados en creencias o manejo de tipo espiritual (Anderson et al., 2015) y aquellos que cuentan con acompañamiento clínico lo presentan de manera aislada, sin control en cada una de las fases del proceso de desintoxicación, generalizando el abordaje a toda la población (Arango, 2020).
Es a partir de todo lo anterior, como se evidencia la necesidad que sostiene para el desarrollo de futuros estudios de esta problemática, el asumir como prioridad considerar un enfoque interdisciplinario, que apunte al abordaje integral del ser humano; siendo de esta manera como juega un papel fundamental el incluir los aportes de las neurociencias comportamentales.
Dado que, a partir de esta, se podrán evidenciar los procesos relacionados con la funcionalidad del cerebro en estas personas, sin desconocer el aporte que puede generar en la evaluación e identificación de los niveles de afectación, además de aquellas repercusiones o alteraciones que puedan presentar en otras dimensiones individuales. Esto favorece la visibilización de lo que constituye, no solo el proceso de intervención, sino además de denotar las carencias investigativas (Rojas et al., 2011).