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Revista eleuthera

Print version ISSN 2011-4532

Rev. eleuthera vol.25 no.2 Manizales July/Dec. 2023  Epub June 13, 2024

https://doi.org/10.17151/eleu.2023.25.2.5 

Diversidad y Justicia Social

Elementos para una reflexión crítica sobre el Estado en tiempos de crisis estructural del capital*

Elements for a critical reflection on the State in times of the structural crisis of capital

Yessenia Fallas-Jiménez1 
http://orcid.org/0000-0003-4345-5657

1 Doctora en Servicio Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Docente en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica. Correo electrónico: yesseisa@gmail.com. https://tinyurl.com/4hupu54r.


Resumen

Objetivo.

Sintetizar los elementos históricos fundamentales para comprender el Estado moderno y la posibilidad de conquistar, a través de la organización social, una estructura estatal similar a la observada durante las décadas de 1940 y 1960 en los países centrales y periféricos de Occidente.

Metodología.

El principal recurso fue la sistematización y análisis de fuentes secundarias de la economía política, la historia y la teoría social marxista vinculadas a la temática.

Resultados.

Se identificó la necesidad de comprender los procesos históricos relativos a la acumulación de capital y su impacto en el Estado moderno.

Conclusiones.

El conocimiento de las mediaciones que configuran la reproducción del capital es crucial para entender la complejidad del Estado moderno y las posibilidades que esta estructura política contiene en términos de la superación de la crisis estructural.

Palabras clave: capital; Estado de bienestar; crisis económica; reforma política; acumulación

Abstract

Objective:

The objective of this text is to synthesize the fundamental historical elements to understand the modern State and the possibility of achieving, through social organization, a state structure similar to that observed during the 1940s and 1960s in the central and peripheral countries of the West.

Methodology:

the main resource was the systematization and analysis of secondary sources of political economy, history and Marxist social theory related to the topic.

Results:

the need to understand the historical processes related to capital accumulation and their impact on the modern State was identified.

Conclusions:

knowledge of the mediations that shape the reproduction of capital is fundamental to understand the complexity of the modern State and the possibilities that this political structure contains in terms of overcoming the structural crisis.

Keywords: Capital; Welfare State; economic crisis; political reform; accumulation

Introducción

El presente artículo es parte de los resultados de un proyecto de investigación que se desarrolló entre los años 2018 y 2021 en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica y que, entre otras cosas, ha permitido una reflexión, desde la teoría social marxista acerca de la constitución y origen de la relación entre el proceso de acumulación de capital y su estructura política organizada en la forma de Estado moderno1.

Un elemento que debe ser aclarado desde el inicio es el hecho de que esta no es una discusión sencilla y dada su naturaleza, requiere más tiempo, así como un estudio profundo de elementos teóricos y sociales que no pueden ser colocados en el espacio de un artículo; sin embargo, el ejercicio académico de un proyecto de investigación de tres años permite exponer algunos asuntos que permiten aproximarse a este tema.

Este artículo ha sido organizado en dos grandes líneas: la primera, corresponde a una serie de apuntes teóricos e históricos que configuran una base necesaria para acercarse a la reflexión que da título a este artículo y la segunda línea, pretende hacer un acercamiento a la discusión sobre el Estado y la forma en que la crisis del capital le impacta en tanto estructura política, con derivaciones en el cumplimiento de su función histórica.

En relación con la primera línea, es fundamental ubicar cinco aspectos centrales para comenzar la discusión, algunos de los cuales podrían resultar obvios para quien lee este texto; no obstante, vale la pena abordarlos rápidamente.

Antes de iniciar esta primera línea es importante aclarar que para hablar del Estado moderno es necesario hablar del capital, no se puede hacer un ejercicio para comprender el Estado moderno sin entender el proceso de acumulación de capital, particularmente en su fase más desarrollada, que es la fase capitalista2. En relación con este proceso histórico de desarrollo del capital debe decirse que:

El capital posee dos fases diferentes en relación a su propia naturaleza, a su vínculo con las condiciones de producción y con la fuerza de trabajo: dos formas pretéritas como capital comercial o mercantil y capital usurero por un lado y, por otro lado, su forma desarrollada, madura, moderna: el capital industrial. Son dos fases diferentes de acumulación de la riqueza en cuanto capital. (Mendonça de Albuquerque 2017, p. 52)

Esto debe quedar claro, porque define los límites de la relación social de la que se está hablando, lo que quiere decir que el capitalismo es solamente la fase madura del capital, aquel en la que la producción de mercancías se vuelve fundamento de toda la producción social. Definido esto se puede entrar en la discusión de la primera línea, referida a los elementos teóricos esenciales para abordar la discusión de fondo.

Bases teóricas para la discusión acerca del Estado moderno

Un primer elemento que debe ser mencionado corresponde al hecho de que el capital es una relación social. Y no cualquiera; en primer lugar, es una relación de sometimiento de unos seres humanos por parte de otros, es decir, está marcada por la división jerárquica del trabajo ―trabajo intelectual y trabajo manual―; en segundo lugar, es una relación cuyo fundamento es la producción de mercancías y no de valores de uso para la satisfacción de necesidades humanas. Así mismo, cuando se establece esta afirmación, se entiende que el capital es un producto histórico, por ende, tiene un significado tanto en términos del pasado como del futuro, pues quiere decir que no siempre existió capital, a pesar de que sus raíces son muy profundas en la historia de la humanidad, pero también que no siempre tendrá que existir, lo que entre otras cosas se contrapone a las tesis sobre la falta de alternativas para una sociedad cuya configuración reproduce la desigualdad de forma cada vez más agudizada. Véase como ejemplo que en 1991 el periódico inglés The Economist (como se citó en Mészáros, 2001) afirmaba que:

No hay alternativa al libre mercado como forma de organizar la vida económica. La propagación de la economía de libre mercado debería conducir gradualmente a una democracia multipartidista, porque el pueblo que tiene una libre escogencia económica tiende a insistir en tener también una libre escogencia política. (p. 47)

A partir de lo anterior, un segundo elemento clave es que el capital en cuanto relación social se caracteriza por lo que Mészáros (2002, p. 121) va a llamar de “imperativo estructural”, que se expresa en el hecho de que en cuanto relación social el capital está orientado hacia la expansión y es movido-dirigido por la acumulación de trabajo excedente, de ahí que la constante extracción de trabajo excedente sea condición necesaria para realizar con éxito su imperativo, que al mismo tiempo define su forma de ser.

Esto quiere decir que el capital necesita estar en constante acumulación y esta tiene que ser siempre creciente, no puede ser negativa en el sentido de decrecimiento. Todo el tiempo el capital necesita expandirse para acumular sucesivamente en un proceso que no tiene cómo parar; así, aunque en algunos momentos de la historia sea más lento, siempre tiene que ser creciente, pues:

Bajo el dominio del capital el sistema productivo establecido no se puede reproducir a menos que logre hacerlo sobre una escala cada vez más amplia, la producción no sólo debe ser considerada como el propósito de la humanidad sino que -como un modo de producción para el cual no puede haber ninguna alternativa- hay que dar por sentado anticipadamente que el propósito de la producción es la multiplicación sin fin de la riqueza. (Mészáros, 2001, p. 611)

En se sentido, por más flexible que pueda mostrarse la producción capitalista en varios aspectos, no puede reproducirse sobre una base estacionaria, más bien debe comprobar su saludable reproducción alejándose de esa base y reproduciéndose en una escala siempre creciente, aunque lo haga conflictivamente (Mészáros, 2001, p. 657).

Al respecto, Marx afirmaba que, si el capital, crece de 100 para 1000, 1000 es ahora el punto de partida a partir del cual el incremento tiene que darse (...) lo que aparecía como plusvalor aparece ahora como simple presupuesto etc., incorporado a la propia existencia simple del capital. (Marx, 2011, p. 343)

Este asunto es central, ya que vincula a la imposibilidad de establecer algún tipo de control o límite como se verá más adelante en la dinámica destructiva de que el capital debe seguir con la finalidad de realizar el imperativo estructural de acumulación.

Un tercer elemento refiere al hecho de que a lo largo de su desarrollo histórico, el capital alcanzó un nivel de eficiencia en la extracción de trabajo excedente muy alto; sin embargo, haber alcanzado ese alto nivel de eficiencia marcó también un punto de alta vulnerabilidad para el propio capital, porque esto afectó sus propias contradicciones estructurales en cuanto a que el nivel de eficiencia sin precedentes que logró alcanzar debido al aumento del capital constante maquinaria y tecnología en general generó, al mismo tiempo, un decrecimiento en la incorporación de capital variable, es decir, fuerza de trabajo que es la única capaz de producir plusvalía.

Sumado al alto grado de eficiencia, la búsqueda permanente de realización del imperativo de acumulación siempre creciente significa que el capital está permanentemente acompañado por la sombra de la incontrolabilidad. Esto quiere decir que para el capital no es posible colocar límites a su imperativo estructural, sino que más bien, los límites para el capital siempre son traducidos en barreras a ser superadas con la finalidad de expandirse para acumular de forma constante y siempre en escala creciente.

Así, lo anterior significa que el capital es incontrolable; por lo tanto, irreformable y cualquier posibilidad de establecer algún tipo de control sobre el proceso de producción ―hoy altamente destructivo escapa de las manos tanto de sus representantes económicos; es decir, de los capitalistas privados, como también de sus representantes políticos:

El capital (...) es el impulso ilimitado y desmedido de transponer sus propios límites. Cada límite es y tiene que ser obstáculo para él. Caso contrario, dejaría de ser capital -dinero que se auto produce. Si hubiera percibido algún límite no como barrera, sino sintiéndose bien dentro de ese límite, el propio capital se habría degenerado de valor de cambio a valor de uso (...) el capital es el movimiento continuo de crear plusvalía. El límite cuantitativo de la plusvalía aparece para el capital solamente como barrera natural, como necesidad que busca incesantemente dominar y traspasar. (Marx, 2011, p. 346)

Esta característica del capital es importante porque constantemente se escuchan algunos discursos que colocan la posibilidad de hacer de esta una “relación más humana” o en el mejor de los casos, una relación social en la que al menos haya una distribución equitativa de la riqueza; por tanto, una sociedad donde la prioridad sean las necesidades humanas, no la acumulación de capital y junto con este discursos se escucha un conjunto mayor de peroratas que tienen como base la posibilidad de controlarlo; sin embargo, el capital es incontrolable.

Un cuarto elemento tiene que ver con el hecho de que, a lo largo de su desarrollo histórico, el capital necesitó una estructura política en la forma de Estado moderno que controlara y administrara la esfera política de la vida en la sociedad burguesa, pero que también fuera fundamental en el propio proceso material reproducción de capital. Esto es básico para entender que el propio Estado moderno no es solamente una estructura política separada de la base material de producción y reproducción del capital, sino que forma parte de esa base material.

En este respecto, Mészáros (2001), dirá que el capital es un sistema de control de las relaciones sociales que está configurado a partir de tres grandes elementos: el capital, el trabajo alienado y el Estado moderno.

El quinto y último elemento en esta primera línea de discusión refiere al hecho de que una vez que el capital llega a su fase de mayor desenvolvimiento, que es la fase capitalista de producción de capital, el propio trabajo se vuelve una mercancía y con esto, toda producción es producción de mercancías. Esto significa que el fundamento de la producción en la sociedad capitalista no es el conjunto de las necesidades humanas, sino la producción de capital, con ello:

Las cualidades más variadas del valor de uso deben ser subsumidas a cantidades determinadas de valor de cambio, antes que puedan adquirir legitimidad propia para ser producidas; y deben constantemente probar su viabilidad -no en relación a las necesidades humanas cualitativamente diferentes, sino sobre criterios estrictamente cuantitativos del intercambio de mercancías. (Mészáros, 2001, p. 947)

Ahora bien, los elementos expuestos anteriormente son primordiales para entender el significado de esa estructura política en la forma de Estado moderno, lo que al mismo tiempo permite aproximarse a una cuestión central, a saber, los impactos que la actual crisis tiene en el Estado y por ello, en la forma en la que cumple su función histórica. A partir de los elementos ya expuestos, podría establecerse una pregunta orientadora: ¿Qué tipo de Estado es posible en el actual momento histórico?

Desde la perspectiva de la autora estos asuntos se vinculan con el hecho de que en los últimos años amplios sectores progresistas incluso, se podría decir que sectores de la propia izquierda, vienen colocando como horizonte de lucha la supuesta posibilidad de volver a una forma de expresión y configuración del Estado que fue observada a partir de la década de los 40 y hasta la década de los 60 del siglo pasado principalmente en los países centrales, denominada con categorías como Estado social, Estado social de derecho, inclusive Estado de bienestar.

A partir de lo anterior vale la pena preguntarse si aquel es el tipo de Estado que se quiere tener, si la respuesta fuera afirmativa, cabría preguntarse también si sería posible, en este momento histórico, tener de nuevo aquella configuración de Estado y expandirlo a toda la clase trabajadora, en todos los rincones del planeta.

Desde la perspectiva de la autora, ese horizonte de lucha, en el que amplios sectores del progresismo político se han enfocado, está referenciado justamente en la configuración histórica anteriormente mencionada, a saber: la constitución del Estado moderno en los países centrales en las décadas de 1940 y 1960 del siglo pasado.

Una vez anotado este punto se puede hacer una aproximación a los elementos medulares de las reflexiones que se pretenden desarrollar en este artículo, teniendo en cuenta el hecho de que la posibilidad de existencia de aquel tipo Estado en las décadas anteriores estuvo vinculada a un momento único e irrepetible del proceso de acumulación de capital, que a su vez está relacionado con la crisis de 1929, situación que marca un escenario muy diferente al que se tiene durante los primeros veinte años del siglo XXI, a pesar de que ambos momentos estén marcados por una crisis.

Lo que se quiere decir con ello, es si es o no posible tener actualmente una configuración de Estado como la que existió durante las décadas de 1949 a 1960 en los países del capitalismo central. Lo anterior, lleva a pensar que la particularidad y las características de la crisis de 1929, crearon un suelo histórico que hizo posible la existencia de aquella determinada forma de Estado. Por tal razón, para saber si existen las posibilidades de tener de nuevo ese tipo de Estado, sería importante repasar algunas características de la crisis de 1929 que se expande a la década de 1930 y de la actual crisis iniciada hace ya algunas décadas3.

Con relación a la crisis de 1929 se podría decir que se expresa4 como una caída en la bolsa de valores en Nueva York que impacta algunos países de Occidente, pero que en términos de su escala geográfica no alcanza la totalidad del planeta; por otro lado, en términos de su escala temporal, la crisis inicia en 1929 y se extiende a la década de 1930 y parte de 1940; sin embargo, avanzada la década de 1940 y de ahí en adelante, se comienza a ver una cierta recuperación, un periodo de bonanza que caracterizó particularmente la década de 1950 y 1960 en los países centrales.

En términos de la naturaleza de aquella crisis, Mészáros (2001), dirá que el capital como forma de control del metabolismo social está configurado por tres dimensiones, a saber: la producción, la circulación y el consumo; así, la crisis de 1929 tuvo que ver con una de las dimensiones que conforman la relación capital, particularmente la del consumo. Es por esta razón, que las soluciones creadas para la superación de esa crisis tenían como punto de partida justamente esa dimensión.

Se puede ver, por ejemplo, que algunas de las soluciones aplicadas en los países centrales tenían que ver con la posibilidad de aumentar los niveles de empleo, para con ello aumentar la demanda de mercancías y consecuentemente la producción. Otra de las salidas que se observa en esas décadas fue un aumento de la extracción de plusvalía relativa, a través de una mayor intervención del Estado, particularmente, en política pública y política social, dada en la forma de asistencia social, salud, educación, entre otras, con la finalidad de disminuir el valor de la fuerza de trabajo5.

Las respuestas que fueron implementadas para superar aquella crisis se pueden resumir en lo que comúnmente se denomina “políticas de pleno empleo” y “políticas keynesianas”, mismas que algunos teóricos resumen en la forma de Estado de bienestar6. En este punto es importante insistir en lo siguiente: la naturaleza de la respuesta tiene que ver con la naturaleza de la propia crisis, o sea, al ser una crisis cuya naturaleza radica en la esfera del consumo, las respuestas se circunscribieron a dicha esfera.

Otro elemento fundamental, es el hecho de que la activación de las políticas públicas sintetizada en la forma de Estado de bienestar tuvo una estrecha relación con la constitución y desarrollo del llamado complejo militar industrial en la Segunda Guerra Mundial, que permitió una potencialización en el proceso de producción y acumulación, que se revirtió en las políticas públicas a través de la masa tributaria (Mészáros, 2001, p. 685)7.

Si por otro lado se analiza la actual crisis, se observa que esta comienza a finales de la década de 1970 y que inicia como una crisis en “el universo” de la producción petrolera. En términos de su escala geográfica, esta crisis alcanzó todos los rincones del planeta, tanto que no se podría decir que hay algún lugar en el mundo que no esté sufriendo sus consecuencias.

En términos de su escala temporal, esta es una crisis que no está localizada en un momento determinado; es decir, una o dos décadas; más bien es posible afirmar que cuarenta años después de que inició, no ha sido posible recuperar los niveles de acumulación que existían antes al menos no proporcionalmente.

Para poner un ejemplo, según el Banco Mundial (BM), la relación entre deuda y PIB en los países periféricos ha aumentado 54 puntos porcentuales, llegando a 168 % desde el año 2010, esta relación se incrementa en promedio siete puntos porcentuales por año, llegando casi a triplicar la deuda que se tenía en 1970, este aumento exponencial, según la entidad, se da en todas las regiones del planeta (BM, 2019).

Al mismo tiempo esta crisis se ha mostrado como una crisis crónica, pues desde la década de 1970 se viene experimentando un continuum depresivo. En términos de su naturaleza, se podría decir que, contrario a la crisis de 1929, esta no tiene que ver únicamente con una de las dimensiones anteriormente mencionadas, más bien tiene que ver con todo el sistema del capital, es decir, con la forma en la que se estructuró como sistema a lo largo de siglos su imperativo estructural y la búsqueda constante por la extracción eficiente de plusvalor. Lo que de alguna manera indica que las respuestas para esta crisis cuya naturaleza es estructural deberían ser muy diferentes a las que fueron implementadas durante la crisis de 19298.

Así, se podría decir que esta es una crisis estructural, ya que tiene que ver con la forma en la que se estructuró la relación social capital; es sistémica porque es una crisis de dominación general: no hay una dimensión de la vida en sociedad que no esté pasando por un momento crítico, es decir, se expresa en el proceso de acumulación, pero también en la política, en la cultura, incluso en la propia subjetividad humana el deterioro de la salud mental, es un ejemplo de ello. Si se piensa por ejemplo en los datos que hablan del aumento de la incidencia de la depresión y el uso fármacos para combatirla o de la cantidad de suicidios, se ve que la propia subjetivad humana está pasando por un momento delicado que coincide justamente con la profundización de la crisis.

Para citar algunos ejemplos, se verán algunos datos referidos a inseguridad alimentaria, destrucción de la naturaleza y salud mental:

En el campo de la denominada macroeconomía, el BM (2001, 2020, p. 4) anunció cifras de crecimiento mundial bastante conservadoras durante tres años: 2017 con un crecimiento de 3,3 %, 2018 con crecimiento de 3 % y 2019 con 2,4 % de crecimiento, sin hablar de los aparatosos números para el año 2020 y 2021 que son de -7,7 % y 1,6 % respectivamente. Al mismo tiempo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) para el año 2018 “unos 820 millones de personas carecían de alimentos suficientes para comer (---) frente a 811 millones el año anterior-, el tercer año consecutivo en que esta cifra aumenta” (FAO, 2019).

El informe del Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021 de la FAO, menciona que en 2020 padecieron hambre en todo el mundo de 720 a 811 millones de personas. En 2020 sufrieron hambre unos 118 millones de personas más que en 2019 (FAO, 2021). El informe 2022 no ha sido publicado aún, pero se espera que las cifras aumenten.

Petteri Talas secretario de la Organización Meteorológica Mundial, afirmó en el año 2021 que:

Tenemos 28 años de datos que muestran aumentos significativos de temperatura en la tierra y el océano, así como otros cambios como el aumento del nivel del mar, el derretimiento de hielo marino y glaciares y cambios en los patrones de precipitación. (ONU, 2021)

Así mismo, el informe Estado del Clima Global, establece el año 2020 como uno de los tres años más cálidos de los que se tiene registro, siendo que la temperatura global para ese año fue de aproximadamente 1,2° Celsius por encima del nivel preindustrial (1850-1900) (ONU, 2021).

En cuanto a los datos acerca de salud mental: para enero del año 2020, la ONU anunciaba cifras alarmantes en cuanto a la presencia de la depresión a nivel mundial, según esta organización la depresión afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo y se estima que “cada año se suicidan cerca de 800.000 personas, y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años” (OMS, 2021).

Y esta situación no parece mejorar, ya que algunos autores han denominado el carácter de esta crisis como “rastrero”, en el sentido de que se instaló como una crisis crónica, permanente, que se arrastra constantemente, tanto así que incluso dentro de la propia crisis estructural se observan ondas depresivas, por ejemplo, en 2002, 2008, 2012-2013; por lo tanto, se podría decir que hay un continuum depresivo, como se mencionó antes.

Otro elemento bastante interesante en relación con la naturaleza de esta crisis es que, si bien en el caso de la crisis de 1929 las soluciones implementadas tuvieron un efecto “positivo” en términos de la recuperación del proceso de acumulación, también se puede decir que las soluciones que han sido propuestas para la crisis estructural a partir de la década de 1980 se han mostrado como insustentables y poco efectivas. Es decir, cuarenta años después la crisis, las pretendidas soluciones implementadas no han resuelto los conflictos que se originaron a finales de la década de 1970 y que con el pasar del tiempo continúan agudizándose.

Sobre estas soluciones, no es posible detallar todas las acciones implementadas hasta ahora, por lo que solamente se mencionarán algunas. En primer lugar, el proceso de financierización de la economía, que, a pesar de haber sido ampliamente desarrollado, en los últimos años se viene observando una crisis muy profunda en el sistema financiero mundial. En consecuencia, es posible afirmar que en cuanto alternativa de solución no ha contribuido a superar la crisis, por el contrario, ha creado nuevos y mayores problemas.

Así, por ejemplo, ya en octubre de 2019 en su Informe sobre la estabilidad financiera mundial, el FMI advertía que:

Los mercados financieros han sido azotados por los altibajos de las tensiones comerciales y por las crecientes inquietudes sobre las perspectivas de la economía mundial. La desaceleración de la actividad económica y la multiplicación de los riesgos a la baja han suscitado un cambio a nivel mundial hacía una postura de política monetaria más acomodaticia, tendencia que se ha visto acompañada de acusadas disminuciones de los rendimientos del mercado. En consecuencia, el volumen de los bonos de rendimiento negativo ha aumentado a alrededor de USD 15 billones. (FMI, 2019, párr. 1)

Un segundo ejemplo de las soluciones a la crisis estructural, es el desarrollo de la llamada “obsolescencia planificada” como una forma de disminuir el tiempo de circulación de mercancías y cuya consecuencia es un altísimo grado de destrucción de la naturaleza, que ha colocado en jaque la propia subsistencia del género humano.

Un tercer ejemplo de esas respuestas son las políticas neoliberales y en ese sentido, se podría decir cuarenta años después de haber sido implementadas, que todas las salidas neoliberales no son más que un intento de superación de la crisis estructural que se mostró como insuficiente e incapaz de resolverla.

Ahora bien, en ese escenario histórico de crisis y de la implementación de pretendidas alternativas, se observan tres elementos importantes por rescatar en este texto.

El primero, es un aumento desmedido de la precarización de la vida de la clase trabajadora, esto se expresa no solamente en la cada vez mayor imposibilidad de satisfacer necesidades básicas humanas de amplios sectores de esta clase, sino también en los altos niveles de desigualdad que se han experimentado en los últimos años. Solamente para citar un dato, el Comité de Oxford de Ayuda Contra el Hambre (Oxfam) (2022) señala que los 10 hombres más ricos del mundo vieron duplicada su riqueza, mientras que el 99 % de la humanidad vio una disminución en sus ingresos por causa de la pandemia de COVD-19.

Un segundo elemento en este escenario histórico se refiere al hecho de que las salidas que han sido desarrolladas para resolver la crisis no han alcanzado su objetivo. Así, cuarenta años después, no se han recuperado los niveles de acumulación, las soluciones no se han mostrado efectivas y las consecuencias de esas salidas son cada vez más peligrosas, lo que ha hecho que la crisis se profundice.

Un tercer elemento, específicamente vinculado a las salidas neoliberales, es la tendencia creciente a la disminución del tamaño del Estado particularmente en algunos sectores, a saber, los encargados de la política social, comparada con la llamada hipertrofia que el Estado tuvo en las décadas de 1940 y 1960, y junto con ello un traslado de los negocios rentables que están en manos del Estado hacia las empresas privadas, debido a que son más eficientes en la extracción y valorización de valor. Por tanto, se acentúa la tendencia a transferir los negocios rentables del Estado a manos privadas.

Cabe aclarar aquí un hecho observado particularmente en las crisis de 2002 y 2008 y que tiene que ver con que a pesar de que algunos de esos negocios ya están en manos privadas, el Estado interviene a la hora de salvarlos cuando están al borde la quiebra, de esta forma, el Estado invierte cantidades exorbitantes de dinero para salvarlas de la bancarrota y asumir las pérdidas, a pesar de que esas empresas son de carácter privado. En esta misma línea, otra estrategia consiste en que el Estado estatiza las empresas en el momento de la crisis y las privatiza una vez que consiguen tener una cierta estabilidad.

Un cuarto elemento en ese plano de las salidas neoliberales es el desarrollo de una reestructuración de la política pública y de la política social, que se expresa en la focalización, precarización y/o moralización de la política.

De este modo, hoy existe una estructura diferenciada en la política social comparada con lo que se observaba en las décadas anteriores. En términos generales, lo que se percibe es lo que se podría denominar como un desmonte de las conquistas y las ganancias de la clase trabajadora e incluso de las concesiones que el capital hizo en las décadas anteriores, no solamente en los países periféricos sino también en los países centrales.

En ese sentido, un elemento interesante en el que no se hará énfasis en este artículo, es el hecho de que aquellas conquistas y concesiones que el capital realizó y que se tradujeron en ganancias para la clase trabajadora, fueron observadas solo en los países centrales y con un alto costo para la clase trabajadora en la periferia del capitalismo. Es decir, ni siquiera en aquel momento, las ganancias que los trabajadores tuvieron en el centro capitalista se expandieron hacia la periferia. Podría decirse incluso que, la consigna de universalizar aquellas conquistas y ganancias, tampoco fue colocada como pauta política al interior de la clase trabajadora en los países centrales, es decir, expandirlas hacia los países periféricos9.

Se puede agregar un elemento más sobre este asunto: aquellas ganancias que fueron el resultado de una negociación entre capital, Estado y clase trabajadora obtenidas en las décadas anteriores a la crisis estructural, actualmente dejaron de ser vistas como resultado de negociaciones anteriores y pasaron a ser tipificadas por empresarios y políticos como privilegios de algunos sectores de la clase trabajadora. Así, definir como privilegio aquello que fue el resultado de una negociación en algunos casos ni siquiera de una lucha hace que la propia clase trabajadora se divida entre sí y como consecuencia de ello, oriente su lucha no a alcanzar y/o universalizar aquellos “privilegios”, sino a eliminarlos por ser, en su opinión, motivo de diferenciaciones aparentemente inaceptables dentro de la propia clase trabajadora. Así mismo, esas ganancias obtenidas en el pasado reciente, también están probando la imposibilidad de ser sustentadas por mucho más tiempo en el marco de la actual crisis.

Conclusiones

Finalmente, se podría decir que el actual momento histórico está regido por una desarticulación de aquello que se configuró en la forma de un supuesto Estado social o Estado de derechos en las décadas anteriores. Esto quiere decir también que aquellas ganancias que se realizaron en las décadas pasadas se han mostrado como insostenibles a lo largo del tiempo, que solamente fueron posibles para algunos sectores de la clase trabajadora y que, además de todo, cumplieron una función social específica vinculada al proceso de acumulación de capital como parte de las medidas de superación de la crisis de 1929.

Este escenario también muestra que el capital tiene una enorme capacidad de resarcirse cuando enfrenta pérdidas como resultado directo de las concesiones que hizo a la clase trabajadora. Lo que se ve, en términos generales, en este escenario es que la naturaleza de esta crisis ―que tiene que ver con las determinaciones más estructurales del proceso de acumulación de capital― hoy impide la existencia de un Estado en la forma como se vio en las décadas de 1940 y 1960. Esto quiere decir que, en la actualidad no existen condiciones materiales para la existencia de un Estado moderno cuya naturaleza sea tan interventiva en la vida social, como lo fue en las décadas de la segunda posguerra, porque aquella forma de intervención solamente fue posible debido a que la misma se encajó dentro de los límites del proceso de acumulación, contribuyendo así para su ampliación o bien, resarciéndose de alguna pérdida cuando fue necesario. Y en este punto es preciso poner atención al contenido de las pautas en la lucha por la superación del capital.

En este sentido, a partir de los hechos históricos mencionados las preguntas más amplias no deberían circunscribirse al tipo de Estado que se necesita, o al tipo de Estado que es posible en las actuales condiciones históricas, sino a qué sociedad y qué tipo de relación social se necesita, por ende, a la necesidad de superar o no, el capital. Esa pregunta que ya fue fundamental en 2019, justo antes de la pandemia por COVID-19, ahora en 2023 adquiere una fuerza histórica radical, ya que los datos que rápidamente se han visto colocan en jaque la propia existencia de la humanidad.

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1 Los elementos que se resumen en este texto parten además de la disertación realizada en una actividad de diálogo académico en la que se socializaron algunos resultados de este proyecto y que refería a la siguiente pregunta ¿Cuál Estado necesitamos?, dicha actividad fue la conferencia De que Estado precisamos, realizada en TV Resenha pandemia Alagoas. Un proyecto de extensión realizado en el marco de la pandemia por COVID-19 por el Dr. Luciano Accioly y el Dr. Marconi Tabosa de la Universidad Federal de Alagoas, campus Arapiraca, Brasil.

2 Marx establecía al respecto que, “en cuanto abstracción comercial o monetaria, el capital aparece antes de ser un elemento predominante de las sociedades” Marx (como se citó en Mészáros 2001, p. 702).

3 La discusión sobre las características de la crisis de 1929 y las formas de superación surge en el proyecto de investigación como consecuencia necesaria del ejercicio de entender la relación entre Estado y capital que era el objeto de estudio en dicho proyecto; sin embargo, esto abrió interrogantes que no pudieron ser abordados en este proyecto dada la naturaleza compleja de estas discusiones, por lo que se está valorando la posibilidad de plantear una propuesta investigativa para estudiar la relación entre la crisis del capital en 1929, el Estado moderno y su particularidad en Costa Rica.

4 Es importante aclarar que, decir que se expresa no quiere decir necesariamente que su origen se deba a ello.

5 No se puede entrar en detalles sobre las políticas públicas en el centro y la periferia capitalista durante estas décadas, para un análisis más exhaustivo véase: Capital e estado de bem-estar de Sergio Lessa Filho (2013).

6 Esta época es aquella que, particularmente en los países centrales, es caracterizada como los años dorados del capitalismo, identificada inclusive con el momento en que inició el consumo de masas, es decir, una gran producción de mercancías consumidas en la vida cotidiana de forma más acelerada que en los años anteriores, como parte de las soluciones a la crisis de 1929.

7 Hasta este momento, los avances de esta investigación arrojan una tesis que deberá ser analizada con más detalle en un futuro proyecto de investigación y que se relaciona con el hecho de que la experiencia de Estado de bienestar en términos generales, la implementación de políticas de pleno empleo y del keynesianismo es una experiencia exclusiva de los países centrales, lo que no quiere decir que los países periféricos no experimentaran las consecuencias de esa solución a la crisis.

8 Otra de las salidas a la crisis de 1929 fue la ampliación de la estructura burocrática del Estado, que contribuyó con la creación de nuevas fuentes de empleo y, por lo tanto, en la demanda de mercancías, lo que a su vez aumentó la demanda de fuerza de trabajo. Por ejemplo, en Estados Unidos los servicios prestados por el Estado en todas sus formas e instituciones representaban en 1967, entre un quinto y un cuarto de toda la actividad económica, mientras que en 1929 eran apenas el 8 %, según Gailbraith (1967, como se citó en Mészáros, 2002, p. 167).

9 Al respecto puede observarse también la discusión realizada por Lessa (2011) en el libro: Capital e Estado de Bem-Estar.

* Los elementos expuestos en el presente texto forman parte del proyecto de investigación denominado: Fundamentos históricos de la génesis del Estado moderno y su relación con la producción capitalista (B8A23), de la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica. En este proyecto se realizó un análisis de las formas en las que el Estado moderno es impactado por la crisis estructural del capital, iniciada a finales de la década de 1970.

Cómo citar este artículo: Fallas-Jiménez, Y. (2023). Elementos para una reflexión crítica sobre el Estado en tiempos de crisis estructural del capital. Revista Eleuthera, 25(2), 83-96. http://doi.org/10.17151/eleu.2023.25.2.5.

Recibido: 18 de Abril de 2023; Aprobado: 09 de Octubre de 2023

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