«[…] el Mandatario caminó rodeado de jóvenesque gritaban sin cesar ¡Pinochet! ¡Pinochet! ¡Pinochet!»2
1. Introducción
Producido el golpe de Estado en Chile, la Junta Militar de Gobierno asesorada por el abogado ultracatólico y líder del grupo derechista Movimiento Gremial, Jaime Guzmán, instala rauda y calculadamente una narrativa pro-juvenil que intenta capitalizar no sólo la adhesión activa de las y los jóvenes que se habían opuesto al gobierno de Salvador Allende, sino también, a las nuevas generaciones que comienzan a emerger bajo el orden autoritario. Para ello, situó a la juventud en una posición institucional nunca antes alcanzada al interior del Estado chileno creando, en octubre de 1973 y a sólo un mes del golpe, la Secretaría Nacional de la Juventud (en adelante SNJ).
La SNJ tendrá una vigorosa musculatura institucional, con diversas direcciones administrativas y estructuras orgánicas a nivel nacional, regional, comunal y poblacional, y emprenderá innumerables acciones que buscan copar las energías sociales de las y los jóvenes a través de la saturación de la oferta recreativa y festiva 3 . Así, el organismo organiza campeonatos deportivos, fiestas de la primavera, festivales de la canción, campamentos y albergues de verano, entre muchas otras actividades, involucrando a miles y miles de jóvenes a lo largo del país. Los efectos buscados por la SNJ –de acuerdo a los postulados del propio Guzmán y a los militares 4 – eran la sustitución total de cualquier espacio de sociabilidad contracultural, «rebelde» o subcultural por una oferta «sana» y, sobre todo, higienizada de toda «mácula» político-partidista. De esta manera se trata de erigir un modelo de juventud que, además de impregnada de «cristianismo y nacionalismo» 5 y principal aliado contra el marxismo-leninismo, es un cuerpo intermedio que no debe «contaminarse» con la política, centrándose en lo que le es «propio». No obstante la misión abierta de la SNJ era la de desmovilizar y despolitizar a las y los jóvenes (en rigor una «politización pasiva», habida cuenta que naturalizaba la narrativa de la derecha golpista), la entidad tuvo un activo rol formativo y resocializador, contando para ello con otras dos entidades, ideadas también por Jaime Guzmán y el apoyo incondicional de los mandos militares: el Frente Juvenil de Unidad Nacional (en adelante FJUN) y el Instituto de Estudios y Capacitación Diego Portales (en adelante IDP). De manera mancomunada, estos organismos invirtieron grandes esfuerzos en el adoctrinamiento directo de muchachas y muchachos partícipes de sus actividades, centrando en la juventud una intervención planificada de persuasión y fidelización para construir una base social de apoyo juvenil leal a la dictadura y a los principios ideológicos que originaron el golpe de Estado.
Con estas orgánicas y sus acciones, la dictadura cívico-militar no sólo depuró y proscribió cualquier atisbo de identidad juvenil disidente (como las vinculadas a la resistencia política o contracultural), sino también, instituyó por vez primera en la historia del país –y en la de casi toda América Latina– «juventudes de Estado» 6 , vale decir, organizaciones juveniles incardinadas en el aparato estatal, ideadas como estrategia totalitaria para reproducir los regímenes de las que dependían, expandir o proteger a la nación de los «enemigos» externos e internos y constituirse en ejemplo de la «nueva patria» a edificar.
Ya por la insuficiente atención investigativa, ya por la escasez de fuentes, se desconocen aspectos axiales del cometido de dichas orgánicas, como las estrategias formativas, contenidos ideológicos y míticos transmitidos y sus conexiones diacrónicas y sincrónicas efectivas con otras entidades juveniles de similar naturaleza. Además –y de suma relevancia– se ignora buena parte del impacto que este cometido supuso en la construcción de nuevas subjetividades juveniles. Por ello, el objetivo de este trabajo es reconstruir y analizar, a través de diversas fuentes orales y documentales, los principales hallazgos en relación a la empresa adoctrinadora emprendida por las juventudes de Estado chilenas y, subsidiariamente, dar cuenta de su rol y relevancia en la configuración de la propia identidad política de la dictadura cívico-militar. En esta dirección, nuestra hipótesis de trabajo apunta a que por la vía de sus políticas juveniles y en su primera etapa, la dictadura chilena se inscribe en un proceso real de fascitización, por cuanto además de imprimir un cariz terrorista a la dominación de clase, impone una política de adoctrinamiento palingenésico y fidelización juvenil para reproducirse, logrando «encarnarse» en nuevas subjetividades e identidades generacionales leales al régimen.
La metodología que sustenta la investigación y el presente artículo es la Historia de Vida o Método Biográfico 7 y las técnicas de recolección de información utilizadas fueron la Entrevista en Profundidad o Etnográfica 8 . Las entrevistas se realizaron a partir de una serie de encuentros personales con los informantes en las que intentamos acceder dialógica y empáticamente –y desde una perspectiva fenomenológica–, tanto a los «recuerdos» como a los significados atribuidos a éstos por parte de los sujetos y en sus propias palabras. Así, se obtuvieron más de 25 Relatos de Vida de «casos ejemplares» que fueron biológica o socioculturalmente jóvenes entre 1973 y 1983 tanto en Santiago, Valparaíso y Valdivia (Chile). Al mismo tiempo, se complementó con 6 Relatos de Vida elicitados en Madrid, Valencia y Lleida (España) a sujetos pertenecientes al Frente de Juventudes y la Organización Juvenil Española en ese mismo margen temporal. En conjunto, estos Relatos de Vida 9 fueron triangulados con diversas fuentes hemerográficas, archivísticas y visuales 10 y se constituyeron en nuestras fuentes primarias. Seguidamente y como fuentes secundarias, se utilizó bibliografía teórica e historiográfica especializada sobre nuestro problema de investigación.
2. Del Frente de Juventudes al Frente Juvenil de Unidad Nacional: Chile, fascismo en progreso.
La aparición pública del FJUN, el 10 julio de 1975, organizando y protagonizando junto a la SNJ un acto de masas juvenil en la cima del cerro Chacarillas de Santiago para homenajear a los 77 jóvenes soldados chilenos –«héroes y mártires»– caídos en la Campaña de la Sierra –Perú– en la Guerra del Pacífico (9 y 10 de julio de 1882) y anunciar la instauración del Día Nacional de la Juventud junto a Pinochet y miles de jóvenes, marcaron sus primeras señas identitarias. El acto era una verdadera liturgia cívico-militar. Realizado de noche, cientos de muchachas y muchachos marcharon en columnas desde diversos puntos de la ciudad de Santiago portando antorchas al son de marchas militares hasta encontrarse en la cumbre del cerro Chacarillas con otros 77 jóvenes con antorchas, seleccionados como representativos de la juventud chilena y que simbolizaban a los soldados muertos en la batalla de La Concepción. En la cumbre, Pinochet y dirigentes juveniles harán enérgicos discursos fustigando a los «enemigos» de la patria, al «comunismo internacional» y a las democracias liberales, amén de dar comienzo a una sacralización de la juventud por la vía de una religión política vertebrada por los héroes de La Concepción, particularmente centrada en el más joven de todos: Luis Cruz Martínez (15 años). Dichos rituales políticos –con algunas variantes– se extenderán por todo el territorio nacional (en plazas, cerros o lugares emblemáticos de cada ciudad o pueblo) hasta entrada la década de los 80. Ritos y desfiles que glosaban de forma explícita a las «marchas de antorchas» teatralizadas y espectacularizadas por los regímenes fascistas o fascistizados en Europa.
El rol que jugó el FJUN en estos rituales de masas visibilizó parte de sus características: era un verdadero partido de cuadros juvenil de cariz «paraestatal», pues funcionaba con el apoyo directo de la SNJ, de la cual la mayoría era funcionario al punto que varios dirigentes alternan las direcciones de uno y otro organismo. Junto a ello, la sociedad chilena pudo conocer algunos de sus postulados, sustentados por el proyecto ideológico de Jaime Guzmán que, hasta 1977 (año en que se mantuvieron vigentes las dictaduras latinoamericanas y la franquista) estuvo filiado directamente al corporativismo y al nacionalcatolicismo español fascistizado 11 , y del que dio cuenta a través de los contenidos corporativistas fundamentales de la Declaración de Principios de la Junta de Gobierno 12 –redactada por el propio Guzmán– y del propio cuadernillo de propaganda del FJUN, que se centra en exaltar «un nuevo estilo» y una nueva «mentalidad nacionalista», a la vez que a exhortar una y otra vez a la juventud a movilizarse en defensa del régimen y al «combate» contra la agresión externa y el marxismo-leninismo 13 .
Ahora bien, el culto a la juventud por parte del régimen de Pinochet –o «efebolatría», como acertadamente lo califica Muñoz 14 – y su correlato en organizaciones juveniles estatales y paraestatales que buscaban refundar la nación con la «savia más limpia de las nuevas generaciones» 15 , no fue mera ocurrencia u originalidad de Jaime Guzmán y las fuerzas armadas, sino una empresa que tenía una amplia trayectoria histórica ligada, sobremanera, al corazón del fascismo como movimiento y como régimen. En efecto, aún en su «amorfia dinámica» 16 , el culto a la juventud parece ser una invariable distintiva de los diversos fascismos y procesos de fascistización, como lo constataron auguralmente en Europa desde Ledeen hasta Fincardi 17 . Tanto los fascismos europeos canónicos –italiano o alemán– o sus cercanos, como el «semifascismo» español o portugués tuvieron en las y los jóvenes una atención fundamental, incardinándolos rápidamente en el Estado. Balillas, Hitlerjugend, el Frente de Juventudes y la Mocidade Portuguesa respectivamente, fueron elevados al estatus de principio nacional y espiritual (no un simple grupo de edad) y se transformaron en parte integral de un fascismo «universal» 18 . Así, la exaltación e identificación absoluta con la juventud se constituye en el corazón de un mínimo –o una constelación básica de interacción– fascista: por un lado, la obsesión movilizadora que venera y glorifica la unidad, la energía, la acción, el dinamismo y la pureza representada en la juventud; y por otro, la regeneración, renacimiento (palingenesia), recuperación y provisión constante de vivificación del nuevo orden establecido que encarna la juventud frente a la decadencia y todo tipo de amenazas. De tal modo, como lo expresa Gentile, habida cuenta que el fascismo no es una filosofía que piense por sí misma, sino más bien una filosofía que «actúa por sí misma», serán los jóvenes los responsables primeros de materializarla, a través de su praxis, como creyentes y combatientes 19 .
Con la precaución de apellidar la dictadura de Pinochet con el grueso mote de fascista, pero también, de reducirla a la de un régimen autoritario de «pluralismo limitado» o mero gobierno dictatorial, parece claro que el régimen chileno en su primera década, siguiendo algunas obras de referencia sobre la dictadura cívico militar chilena en sus primeros años 20 y otros trabajos clásicos, como los de Polanyi 21 y Poulantzas 22 , posee una «coloración» fascista evidente, no solo por su esfuerzo de aniquilación de la democracia con el fin de salvaguardar al capitalismo, sino también por el control policial terrorista, monopolio del poder de los medios de comunicación, control de las fuerzas armadas, además de una organización económica tensionada parcialmente por el corporativismo y militarización de la sociedad. Aunque dichas características no convertirían automáticamente a la dictadura chilena en un régimen fascista, debido a la ausencia de una movilización de masas y un partido único, como lo destacaron una pléyade de autores en los años 80 23 ; sostenemos, como hipótesis, que por la vía de sus políticas juveniles la dictadura se inscribe en un proceso de fascitización. Es decir, sostenidamente el régimen chileno no sólo se apropia de las claves represivas del fascismo –el cariz terrorista que asume la dominación de clase–, sino que implementa estrategias simbólica de raíz fascista para legitimarse y, sobremanera, una política de adoctrinamiento palingenésico, fidelización y movilización para asegurar su continuidad. Esto, siguiendo a Kallis 24 , situaría al régimen en una «situación fascista», lo que implica una adopción «controlada» de las novedades fascistas por parte de las elites tradicionales, sin suscribir necesariamente la visión ideológica completa del fascismo o que ésta resultara hegemónica. Este «parafascismo», como lo entiende Griffin 25 , en los que el poder es detentado por conservadores y militares que en su gobernanza adoptan tanto una fachada de legitimación popular como un repertorio de instrumentos de organización, legitimación y control del fascismo descansaría fundamentalmente, al menos en la dictadura cívico-militar chilena, en las narrativas rituales y doctrinarias. En este sentido, si bien los actos de Chacarillas permitieron visibilizar parte del cometido del FJUN y la SNJ en torno a la mitificación y deificación ritual de la juventud, la nación y el propio régimen, otra importante dimensión quedó ensombrecida: su papel ideológico formativo y los referentes político-organizacionales que utilizaron para materializar dicha tarea.
En esta precisa dirección y a través de diversas fuentes, logramos identificar que en su ideación, fundamento y ejecución, el conjunto de estas estrategias y acciones «pedagógicas» son tributarias directas de las juventudes de Estado del nacional-catolicismo español fascistizado (franquismo) y sus agencias juveniles: el Frente de Juventudes (FJ) –en su última denominación Organización Juvenil Española (OJE)– y la Academia de Mandos José Antonio Primo de Rivera, con las cuales las entidades chilenas tuvieron un asiduo contacto y colaboración. Aunque al finalizar la dictadura chilena los funcionarios de la SNJ destruyeron gran parte de los archivos de esa repartición, algunos registros quedaron en el Archivo General de la Administración en España y en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. En el primer archivo y bajo la carpeta titulada «Intercambio Hispano–Chileno», aparecen, entre otros documentos, un convenio de colaboración entre la Delegación Nacional de Juventud española (órgano político superior del que dependía la OJE y la Academia de Mandos José Antonio) con el FJUN, el IDP y la SNJ, donde se hace referencia al trabajo de intercambio de «documentos doctrinarios» y «publicaciones y planes de estudio» 26 , que se venía realizando desde enero de 1975 entre los organismos. Además del ofrecimiento de becas a jóvenes chilenos y la entrega de obras y estudios editada por la Editorial Doncel de la DNJ española, en el mismo documento, se acuerda la visita a España para 1976 de dirigentes de la SNJ y el FJUN, lo que se concretará en diversas ocasiones, como lo prueba la documentación recabada en el Archivo del Ministerio de RR.EE. de Chile. En dicho archivo, se consignan una serie de misivas del embajador de Chile en España, General Francisco Gorigoitía y de otros organismos del Estado, que dan cuenta de la envergadura de la colaboración entre estas entidades, graficado en el volumen de invitaciones, visitas e intercambios de diferentes delegaciones de jóvenes y dirigentes a España y Chile, entre los años 1974 y 1976, y en el que se destaca el interés por parte de las autoridades chilenas en los campamentos juveniles como instancias político-formativas 27 . Junto con ello, el envío a Chile de libros y material informativo y doctrinario por parte de las orgánicas españolas fue sostenido, como prueban varios documentos de la embajada chilena en Madrid remitidos al Ministerio de RR.EE. en Santiago 28 .
En Madrid, contrastamos esta documentación con el Relato de Vida del entonces Jefe Nacional de la OJE que visitó Chile en enero de 1976, José I. Fernández 29 , quien corroboró la colaboración activa de su organismo, él mismo hizo charlas en campamentos y universidades, se reunió asiduamente con Jorge Fernández –director de la SNJ para entonces–, Javier Leturia –Coordinador Nacional de FJUN y, especialmente, con Jaime Guzmán, y testimonió el interés por las políticas franquistas de juventud de los generales de la Junta:
Me reuní con Pinochet […]. Me preguntó sobre la OJE, cómo lo hacíamos, las relaciones con Jaime Guzmán […] para invitar a dirigentes y afiliados de las organizaciones. […] Ellos estaban buscando darle contenido al régimen de Pinochet, que no tenía contenido, como Franco, que si no hubiera sido por la Falange, no hubiera tenido contenido. Ellos estaban muy interesados en lo ideológico y querían apoyarse en nosotros.
Aunque el Delegado Nacional de la Juventud, Manuel Valentín-Gamazo 30 , no viajó a Chile, sí se encargó de recibir y preparar los viajes de las distintas delegaciones y su Relato de Vida grafica nítidamente la apropiación del modelo y los soportes ideológicos que el régimen franquista proveyó a la dictadura chilena:
Los recuerdo perfectamente. Fueron muy proactivos. Vinieron aquí, recibí a gente; venían unos, volvían otros. Y sobre todo [recuerdo], el enorme interés que pusieron para que estuviéramos en una relación […]. Aquí había algo distinto, había una implicación de un régimen político interesado, un interés superior a lo que es un intercambio de chavales que van de veraneo aquí. Vinieron a ver la metodología. Cómo organizar el movimiento de la juventud.
En efecto, estas relaciones y sus huellas, se despliegan rápidamente en las estrategias y políticas que orientan el accionar del IDP, la SNJ y el FJUN en Chile en estos años, coincidentes con la asidua colaboración de ambos regímenes, que había quedado sellado con la visita del Almirante de la Junta de Gobierno José Toribio Merino a España, en enero de 1975, y el viaje del propio Pinochet, en noviembre del mismo año, a la proclamación del Rey Juan Carlos y los funerales de Franco. Una etapa, como acuciosamente la ha analizado y caracterizado Jara 31 de «estatización de los valores culturales franquistas», en el que la dictadura chilena –en medio de la decadencia del régimen peninsular– hizo suya a través de todo su entramado estatal una parte sustantiva del acervo político-cultural del franquismo, incluyendo la legitimación histórica, política y moral de la dictadura chilena, el hispanismo conservador y mitológico, el corporativismo –tanto católico como nacional–sindicalista– y el anticomunismo, elevándolo a la categoría de saber oficial. Era –como declaraba Pinochet– «la España de Franco con quien tanto nos une en el campo espiritual e histórico, donde se funden el origen y la vocación hispánica con pleno sentido de la validez hacia el futuro» 32 .
Ahora bien, como lo han estudiado Cruz 33 y Jiménez 34 en España, para principios de la década del 70 la OJE llevaba algunos años poniendo en práctica nuevas estrategias de encuadramiento de la juventud acorde con el fin de la militarización interna, la nueva correlación de fuerzas internacionales, cierta apertura política y la oferta de nuevos bienes y espacios juvenilizados provistos por la industria cultural. Desde entonces y renunciando a sus aspiraciones totalitarias (la inscripción era voluntaria y no «automática» como antes), las actividades al aire libre, artísticas y culturales –al modo scout– tomaron especial protagonismo en la orgánica hispana. No obstante, con lo que se encuentran los dirigentes chilenos en el preciso momento de intercambio y colaboración, es una situación completamente diferente. Se encuentran con una inflexión fascitizada, regresiva, en las orgánicas juveniles españolas producto de una profunda crisis política en el régimen franquista. Variadas son las causas de esta crisis, externas e internas. Entre las primeras, cabe señalar la emergencia de una oposición de izquierda organizada, los arduos movimientos obreros y estudiantiles antifranquistas, la escalada de la represión y violencia política (ETA y FRAP), la aguda y acelerada pérdida de adherentes políticos juveniles activos del régimen y la caída, a principios de 1974, de las dictaduras de Portugal y Grecia. Entre las segundas se encuentran el enfrentamiento entre las familias políticas del franquismo al interior del gobierno –en acelerada pugna por la sucesión del poder–, el temor e incertidumbre sobre el proceso transicional y la profunda inestabilidad política a partir de la decadencia senil del propio Franco, enfermo y sin la capacidad suficiente para la conducción del día a día de la realidad española. Este escenario de inestabilidad y vacilación movilizó encendidamente al falangismo ideológicamente puro y a la extrema derecha, tanto dentro como fuera del Estado 35 , en un intento decidido de conducir la continuidad del franquismo y reavivar los principios históricos y doctrinarios que lo hicieron posible.
De esta forma, a partir de la decisión de Franco de traspasar el poder ejecutivo al Almirante Luis Carrero Blanco, en junio de 1973, para entonces convertido en uno de los líderes de los sectores «inmovilistas» y filiado al llamado «búnker», compuesto por la extrema derecha civil y militar y, asesinado éste por ETA, con el nombramiento en 1974 de José Utrera Molina como Ministro Secretario General del Movimiento (histórico falangista y también integrante de la línea «dura» del franquismo), la formación doctrinaria y la dramaturgia política juvenil, autoconsciente heredera de su genealogía histórica falangista, tuvieron una renovada actividad expresiva, en la medida que la Delegación Nacional de la Juventud y la Organización Juvenil Española dependían de esta última repartición. Ante el letargo ideológico, Utrera Molina busca transformar al Movimiento en un agente político movilizador para consolidar la institucionalidad del régimen y regenerar el falangismo fundacional. Así, la DNJ y la OJE fueron convertidos en renovados atalayas defensivos de «reversión» ante las pretensiones de apertura y desmantelamiento del franquismo. Como reconoce el propio Utrera Molina en sus memorias «llegaba a la Secretaría General desde las lejanas y entrañables escuadras falangistas del Frente de Juventudes» abocado a «rearmar ideológicamente el sistema», para lo cual «se trataba de planificar debidamente una política juvenil que incorporara nuevas promociones, formación de cuadros y renovaciones rituales» 36 . Consecuente con ello, el 19 de abril de 1974, Utrera Molina firma, a través de una Orden, una nueva regulación de la OJE, sustituyendo el artículo segundo, que trata sobre los fines de la OJE, por un nuevo literal: «Formar a sus miembros en la fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional» y reimpulsa fuertemente la formación ideológica falangista. En efecto, como se puede apreciar en el corpus de documentos oficiales sobre educación política elaborados por la jefatura de la OJE publicados en 1974 37 , y como hemos podido apreciar en los libros educativos de 1974 sobre nacionalsindicalismo para el Quinto Curso de Bachillerato (1974), la Secretaría General del Movimiento se embarca en una enérgica tarea de re-adoctrinamiento para conseguir la plena identificación de la juventud con el régimen y la integración de ésta a sus instituciones.
La estrategia principal de estos Planes de Formación ideológica fue la de impartirse en las actividades de tiempos libre, promoción cultural e «información premilitar». Así, en estos libros y documentos pedagógicos oficiales se puede aprender sobre la «tipología del español y nacionalsindicalismo»; la patria y la «unidad nacional»; el ideario «estilo y voluntad» de los fundadores de la Falange José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo; el «Capitán de juventudes» Francisco Franco y la gesta histórica de las fuerzas armadas. No obstante, es el tema de la «participación política», la legitimidad y continuidad renovada de los aspectos doctrinarios históricos del régimen franquista, el que concentra el mayor interés. Este último es caracterizado como el sistema verdaderamente democrático -«democracia orgánica»-, fustigando al Estado liberal y «su esclavitud económica» y, cómo no, al marxismo. Un documento interno de la OJE de Madrid 38 expresa nítidamente los objetivos planteados para el bienio 1975-1976, el que se plasma en todos estos textos de estudio: «potenciar el sentido formativo e intencionalidad política de nuestras enseñanzas y actividades reforzando la mentalidad del profesorado en su misión de ilusionar, polarizar y politizar a la juventud», exaltando al régimen y al «caudillo» y denostando a la oposición como «enemigos de la patria». Una narrativa idéntica a la que está instalando la dictadura cívico-militar chilena en sus políticas de juventud a través de la SNJ, EL FJUN y el IDP.
3. Instituto de Estudios y Capacitación Diego Portales: «Un instrumento de formación doctrinaria de la juventud»
Un matiz importante en el proyecto despolitizador o de «politización pasiva»- por parte de la SNJ hacia el mundo juvenil, se aprecia en otro tipo de actividades, aquellas donde su acción no se dirige a colonizar y saturar el tiempo juvenil con la recreación y el deporte, sino donde dicho proyecto se disemina en forma directa e ideológicamente «pura», y donde emergen instancias de adoctrinamiento directo por parte de la SNJ y el FJUN, apoyados por el IDP. Instancias que tenían especial relevancia como instrumentos de reproducción política en el ideario y valores del régimen. Como diría el mismo Pinochet en la conmemoración de los 10 años de la SNJ: «Así van a ser ustedes, porque así los estamos formando» 39 .
En esta dirección, uno de los generadores de contenidos fundamentales, fue el citado Instituto de Estudios y Capacitación Diego Portales (IDP). Creado en 1975 al alero de la SNJ y teniendo como referentes organizativos tanto la Academia de Mandos José Antonio Primo de Rivera como el Instituto de Estudios Políticos del franquismo, en sus aulas, sus publicaciones o insertos en el Boletín de la SNJ, fungía sin ambages –en palabras del tercer secretario nacional de la SNJ Jorge Fernández- como «un instrumento de formación doctrinaria de la juventud» 40 . El nombre del organismo rinde homenaje a una figura política destacada y polisémica de la historia de Chile, Diego Portales 41 , a la cual una vez personalizado el poder de la Junta de Gobierno en Pinochet, es decir, finalizado el carácter rotativo del mando estatal, se le comienza a rendir un amplio y duradero culto evocativo de cariz palingenésico y legitimador de la dictadura. De esta forma, tanto en la Declaración de Principios de la Junta de Gobierno, «de inspiración portaliana» 42 , libros de estudio, planes y programas de educación, publicaciones históricas aupadas desde el oficialismo y hasta el propio nombre con que se rebautiza la sede de gobierno en el momento inicial del régimen (Edificio Diego Portales), exaltan y glorifican al personaje. Así, a partir de un uso «autoritario» de la memoria en torno a Portales, se lee a Pinochet y su «gobierno fuerte» como la reencarnación histórica del «prócer», lo que operará como una matriz de comprensión del presente a partir de un trabajo particular sobre esa memoria entre las y los jóvenes. Consecuentemente, una de las primeras tareas del IDP será operacionalizar dicha interpretación sobre Portales, tanto en las publicaciones propias, como en las de la SNJ. «Diego Portales arquitecto de la República» se lee a grandes letras en la portada de un Boletín de la SNJ que trae en su interior un amplio reporte sobre el personaje y su significación: «La transformación operada en Chile a partir de don Diego Portales fue tan radical y profunda, que señaló una nueva era en la historia de la república. El principio de autoridad renació como por encanto, alejando los males de la anarquía» 43 .
De la mano de su primer director, Edmundo Crespo, el IDP organizaba ciclos de conferencias, charlas y cursos de capacitación en todo el país, a la vez que elaboraba y distribuía documentos en torno a líneas de formación como «valores y principios cristianos»; la realidad nacional y el contexto internacional (Chile como la vanguardia antimarxista de la lucha por la libertad); los principios doctrinarios de la junta de gobierno; o «herramientas de acción contingente» que versaban sobre distintas materias de orden orgánico, económico y político del gobierno 44 . Como institución de formación y difusión, el IDP aparece como una entidad que amplifica las líneas ideológicas basales del régimen y, fundamentalmente, sus imperativos políticos. De ahí que una parte preponderante de su misión fue dotar y reforzar el sustento histórico y doctrinario palingenésico que vocea con insistencia la dictadura en estos primeros años bajo los lemas de «Reconstrucción Nacional», «Unidad Nacional» y «Hacer de Chile una gran Nación» 45 . En este sentido, el IDP trata de diseminar la noción de «regeneración» de la nación –el 11 de septiembre como una «segunda independencia» y la vuelta a los más caros valores nacionales destruidos por el «cáncer marxista»- a través de la restauración del «orden», la «autoridad» y la «unidad» de lo que en el pasado alcanzó Chile de la mano de Diego Portales, ahora «transfigurado» en Pinochet 46 . Al mismo tiempo, se empeña en fundamentar la segunda dimensión palingenésica del mito en construcción, a saber, la génesis de algo nuevo, una «Gran Nación» que supera los vestigios del pasado a través de los pilares de la familia, la mujer –«la roca espiritual de la patria»– y fundamentalmente, de la juventud: «fibra patriótica» y «fuerza creadora» que transforma en realidad la «esperanza nacional» 47 .
4. Campamentos, «Fe, Patria y Juventud»
A la labor del IDP, se sumaban las múltiples acciones formativas y pedagógico-recreativas por parte del FJUN y la SNJ, donde los campamentos de verano –al igual que en la España de Franco– tuvieron especial protagonismo por su masividad. Como testimonia en su Relato de Vida el segundo Coordinador General del FJUN, Ignacio Astete «los campamentos de verano que organizábamos, para mucha gente, era la única oportunidad que tenían de veranear. [Entonces] Nosotros aprovechábamos ahí de adoctrinar, de persuadirlos respecto de nuestras convicciones» 48 .
Los campamentos surgieron y se implementaron muy tempranamente en el seno de la entidad, como lo registra el primer Boletín de la SNJ: «Gracias a los Campamentos de Verano, hoy podemos decir que contamos con un nuevo ejército de 5.000 dirigentes juveniles» 49 . Al respecto, resulta de especial interés ilustrativo detenernos en el realizado en la comuna rural de Lampa, sector «El Taco», al norponiente de Santiago, entre los días 23 y 27 de febrero de 1976 y al cual acudieron 800 dirigentes juveniles de 14 a 25 años provenientes de todo el país bajo el lema «Fe, Patria y Juventud». Una vez instalados en «El Taco» y después de ordenar sus carpas y tomar el desayuno a las 8 de la mañana, las y los jóvenes tenían diversas actividades recreativas, deportivas y competitivas. A la hora de almuerzo, los participantes dialogaban sobre «distintos temas de su interés» hasta que a las 19:30, los 800 participantes divididos en unidades de 80 jóvenes, recibían un invitado que les planteaba «un tema de conversación y debate». Por ejemplo, «las unidades verde y naranja» recibieron a Jorge Fernández, director nacional del SNJ, otras a Luis Cordero, «Jefe de Campamento» (para entonces un alto directivo de la SNJ y dirigente provincial del FJUN), así como también a «Jaime Guzmán y Javier Leturia, secretario coordinador del Frente Juvenil». En las charlas se abordaron temas como «Formación de la juventud a través de la acción», las características y principios del FJUN y la SNJ 50 . Una de estas jornadas formativas terminó en la noche con una «marcha del silencio» con antorchas, a lo largo de un kilómetro y medio; en tanto otra de estas jornadas, finalizó con un cine-foro, con la proyección de la película filmada el 10 de julio en uno de los primeros actos de masas juveniles en Chacarillas.
Al ser consultados más de 15 jóvenes participantes en relación a este campamento en una extensa nota del periódico El Mercurio, Jorge Abarca de la comuna de Lanco se refirió a los principios que orientaron el 11 de septiembre que para él «son los principios portalianos»; Patricio Gana, de la ciudad de Los Andes, expresó que iba a «interesar a mi comunidad en el FJUN, que es un movimiento nacionalista al que puede pertenecer cualquier joven» y Duncan Mac Vicar, de La Serena, planteó: «reafirmamos la lealtad al Presidente de la República y a la patria por sobre todas las cosas» 51 . Javier Leturia, por su parte, ahondó en su discurso sobre el significado del lema del campamento y el rol de la juventud, reverberando en sus palabras los fundamentos palingenésicos y de legitimidad histórica del régimen en la figura autoritaria de Diego Portales, alimentado de fuertes ecos del ideario y la retórica del nacional-catolicismo franquista:
Al triunfar sobre la amenaza comunista el 11 de septiembre de 1973, Chile ha decidido recuperar su senda de grandeza […]. Hoy cuando Chile reinicia su camino de progreso bajo la luz del espíritu portaliano que supo crear con realismo una expresión republicana original y adecuada al momento histórico que se vivía, nuestra bandera vuelve a flamear orgullosa […]. Junto a la cruz y a nuestra bandera, Fe y Patria, estamos nosotros, que somos Juventud […] y que tendrá como premio una Patria libre, unida, grande […52.
La actividad tuvo una ceremonia de clausura altamente emotiva, destinada a forjar y experimentar la mística y espíritu de cuerpo de las organizaciones FJUN y SNJ y su lealtad al gobierno, la cual fue coronada por la llegada de Pinochet en helicóptero, el discurso de Leturia y una rutilante «Promesa»; la que fue coreada por parte de los 800 jóvenes y que se selló con un discurso final de Pinochet. Campamentos similares, aunque orientados a algunos «trabajos de verano», pero con el mismo lema de «Fe, Patria y Juventud» y con análogas actividades se realizarán los años siguientes 53 .
Los campamentos eran una de las muchas modalidades de adoctrinamiento organizadas por la SNJ y el FJUN, cuya empresa y envergadura se aprecia con más claridad si nos detenemos en los espacios regionales y comunales de acción de estas entidades. En Valdivia, por ejemplo, desde donde se coordina la SNJ desde la ciudad de Temuco a Punta Arenas (Zona Sur), este tipo de tareas fue profusa. Solo desde 1974 a 1979 en la Provincia de Valdivia se organizaron más de 25 seminarios y jornadas de «capacitación» de gran envergadura, que reunieron a dirigentes juveniles nacionales y de la Zona Sur 54 . En uno de ellos y en su discurso inaugural, el Encargado Zonal de la SNJ, Javier Vera Jünemann 55 , sintetiza el proyecto de regeneración de la dictadura y el papel de las y los jóvenes: «Creemos firmemente en que el 11 de septiembre más que una gesta heroica realizada como finalización de una lucha sin cuartel contra los enemigos de Chile y del hombre, marca la instauración de un nuevo régimen político institucional del cual queremos ser parte activa (…)» 56 .
A casi 40 años de ese discurso, Javier Vera Jünemann en su Relato de Vida, testimonia los alcances, la organización y la finalidad de estas actividades:
Yo me atrevería a decir que hasta el año 1980 la SNJ formó una cantidad de jóvenes muy importante en lo social y [en] formación doctrinaria política. […] Por ejemplo nos reuníamos en Allipén (…), teníamos allí un seminario para la formación de jóvenes que funcionaba prácticamente todo el verano […] y ahí llegaban subsecretarios, ministros, como también llegaba gente que lideraba organizaciones juveniles en la universidad. Había intercambio también con algunas entidades juveniles internacionales, eso fue súper interesante57.
A dichas acciones cabe agregar la considerable y permanente presencia de la SNJ en los colegios como ente «asesor». En este sentido, los dirigentes y estructuras regionales y locales de la SNJ y el FJUN tuvieron un acceso privilegiado a los líderes estudiantiles de enseñanza media, promoviendo la incorporación a sus orgánicas y la participación en las diferentes instancias de recreación y formación que continuamente realizaban.
Como relata Javier Vera el adoctrinamiento directo tiene un papel significativo en las juventudes de Estado chilenas, sin embargo, no ha sido suficientemente dimensionada, ni documentada la subjetivación de esta acción pedagógica, que surge en los distintos testimonios biográficos que hemos recabado. Un ejemplo ilustrativo es el de Bernarda Labra 58 , cuya historia de vida juvenil está cruzada por el rol del FJUN y la SNJ como locus formativo:
Ahí te creas tú como un líder innato, adonde vayas […]. Teníamos cursos de formación súper completos. Los teníamos en los campamentos, acá, en las comunas. […] Me acuerdo que nos preparaban en liderazgo, nos preparaban en el acontecer diario en nuestro país. [Todo ello me dejó] la mística […]. El buscar las soluciones, el incentivar a que nosotros teníamos que ser referentes para los demás jóvenes.
Más allá, es posible comprobar, a través de Bernarda, que esta acción formativa directa y sistemática creará en las y los jóvenes que la experimentaron un fortalecimiento de la cohesión grupal, a través de la convivencia regular y la fijación de lazos interpersonales, una «mística» y una épica cuyos fundamentos ideológicos engrosaban la adscripción a uno de los proyectos mayores de la dictadura, la producción –en palabras del propio Pinochet– de «una nueva generación civil» 59 . A más de 800 kilómetros de Bernarda Labra, se encontraba Juan Figueroa 60 . Desde 1980 comienza a participar en la SNJ, especialmente en actividades formativas –«Recuerdo un seminario entre Puerto Montt y Puerto Varas […] ahí hicimos un campamento con 700 personas, era de la séptima región hasta Punta Arenas […], toda la zona sur, fue espectacular»–, destacando entre ellas, los cursos de liderazgo y destrezas sociales en el trabajo con grupos, además de los contenidos valóricos y persuasivos propugnadas por la entidad que, como a Bernarda, calaron hondo en su formación: «[…] Aprendí en el manejo con las personas. Me di cuenta que sí influía, sin tener que coartar, sin ser coercitivos… Era por convencimiento, por entrega, por capacidad, por entusiasmo […]. Me transformó totalmente».
5. «El Partido del Presidente» y las «Promesas» de fidelidad
En 1978 la Junta de Gobierno atraviesa una de sus crisis internas más severas, con el enfrentamiento entre los generales Leigh y Pinochet que termina con la expulsión de la Junta del primero. Oportunidad en que el FJUN, cobijado en la SNJ, da un paso más allá y anuncia la creación de un movimiento «pinochetista», lo que viene a formalizar discursivamente un «culto al líder» que, en la práctica, se venía fomentando desde hacía algunos años entre las organizaciones juveniles y de mujeres. Como bien ha reparado Huneeus 61 , Pinochet fue un dictador atípico en el Cono Sur, debido a la extensión de su mandato –superado solo por Alfredo Stroessner en Paraguay– y, sobre todo, porque concentró gran parte de la autoridad y poder. En este contexto, aparecen sus denodados esfuerzos por fomentar y capitalizar políticamente el culto a su persona por parte del FJUN y la SNJ, entidades que fueron «funcionalmente equivalentes» a un partido 62 , el partido del Presidente.
Como dijéramos, el lunes 10 de julio de 1978 en uno de los campamentos del FJUN y la SNJ en La Serena, el Coordinador Nacional del Frente, Ignacio Astete, pronuncia un encendido discurso llamando a formar un «movimiento cívico» pinochetista 63 frente al propio General y cuatro de sus ministros, anuncio que fue retransmitido por cadena nacional de televisión. Ello derivó en una ácida polémica con la incipiente oposición y, fundamentalmente, con las otras familias políticas del régimen. Guzmán, secundado por el resto de dirigentes del FJUN y el SNJ, intentaron darles un sustento conceptual a las palabras de Astete, intentando «encajarlas» 64 en sus postulados recurrentes de «despersonalización» del poder fijados por el propio Guzmán en la Declaración de Principios del Gobierno. Intentos algo vanos y que evidenció a través de este verdadero culto al líder 65 el proceso de fascistización del país. No obstante sus máximos dirigentes se apresuraban a construir una racionalidad política e institucional para justificar su adhesión «mística» y «épica» a la dictadura y, sobre todo, a la figura de Pinochet, los efectos ideológicos e identitarios de esta narrativa en las y los jóvenes que participaban de la SNJ y el FJUN resultan de particular interés. Así como es improbable que en ellas y ellos se produjera una concientización mecánica, acrítica, dócil y completamente pasiva, resulta difícil suponer que estos sujetos metabolizaban semántica y conceptualmente todos los matices jurídicos y estratégicos con que sus dirigentes justificaba el «pinochetismo». Antes, las y los jóvenes de la SNJ y el FJUN «experimentaban» la fidelidad y culto al líder, la «sentían» y, como es dable a comprobar, la escuchaban con claridad de la boca y del «corazón» de sus dirigentes, porque entre ellos hay un número significativo que escenifica su glorificación y que actúan como adalides del «partido del Presidente», comenzando por el propio Guzmán, quien hacia 1978 definía a Pinochet como «el símbolo y el conductor del régimen» 66 .
Pero más allá de la dirigencia ¿cómo se percibe y experimenta biográficamente la figura de Pinochet por parte de las y los jóvenes de la SNJ y el FJUN en este momento? Dos Relatos de Vida parecen responder a dicha pregunta. El primero es el de Klara Bauer 67 , joven profesional que durante algunos años se integró a trabajar en el ámbito comunicacional de la SNJ en Santiago:
Pinochet tenía un relato político potente. Tú adherías, te sentías parte del gobierno, trabajando por la Patria. [...] Pinochet era cercano, era un zorro en su discurso. Siempre fue a las cosas de la SNJ; había un campamento, qué sé yo, un campamento en San Fabián de Alico, allá partía, uno en Neltume, allá partía. Y la gente joven lo seguía y lo quería mucho. Su carisma, cómo te explico… Es que era rápido, atractivo […] sabía perfectamente con quién estaba, [era] inteligeeeente.
Resulta interesante constatar cómo la performance personal y política de Pinochet era experimentada por las y los jóvenes que tenían la oportunidad de presenciarla e interactuar con él, generando admiración y fervor, tal como lo expresa Klara. En el referido campamento de Lampa, por ejemplo, el periodista que cubre la actividad describe vivamente dicha adhesión «(…) Durante la visita, el Mandatario caminó rodeado de jóvenes que gritaban sin cesar ¡Pinochet! ¡Pinochet! ¡Pinochet! 68 . En este sentido, quizás es el Relato de Vida de Bernarda Labra el que grafica con mayor intensidad ese efecto, debido a su experiencia como parte del «protocolo» que dispuso la SNJ para acompañar al General en las diferentes actividades organizadas por la entidad juvenil en todo Chile.
En muchos lugares estuve de protocolo, al lado de él. [...] Era algo hermoso. Lo acompañábamos a sus reuniones y actividades, en el Diego Portales, en Los Boldos… éramos casi puras mujeres, jóvenes, como yo. Teníamos que recibir a la gente, atenderla y después, venía la mejor parte, cuando nos quedábamos solas con él. Él era un hombre tan cariñoso, tierno, nos trataba como a sus hijas. Cómo ya lo dije una vez, el General Pinochet fue para mí el padre que nunca tuve, él se daba el tiempo de hablar conmigo, de aconsejarme. [...] Él era un hombre demasiado especial, único. Y cuando murió, yo estaba hospitalizada, como con 40 grados de fiebre. Pero así no más me levanté y fui a verlo, a despedirme de él.
Ahora bien, el FJUN y la SNJ proveyeron a las y los jóvenes varios espacios rituales para construir una cercanía y comunión con el régimen «simbolizado» en Pinochet. Uno de los más destacados fueron las «Promesas», las que buscaban movilizar las subjetividades juveniles hacia la adhesión y fidelidad. Estos actos ceremoniales tuvieron modalidades poliédricas y fueron usadas en diferentes contextos temporales. Algunos se dispusieron a imagen y semejanza de la tradición militar bajo el rótulo «Juramento a la Bandera», los que fueron ritualizados frecuentemente tanto en El Día de la Juventud (9 y 10 de julio), los aniversarios patrios o en fechas señaladas en el calendario de la dictadura, como el 11 de septiembre. Sin embargo, las promesas en los campamentos, especialmente en los de verano, aparecen como ejemplares para ilustrar las estrategias de subjetivación de los contenidos, doctrinas y, sobremanera, de producción de sentido y experiencias de identificación y construcción del «nosotros» juvenil.
No es casual que sea el campamento uno de los locus privilegiados para ritualizar estas promesas, pues se entronca con la tradición del scoutismo que, desde su nacimiento y a partir de la publicación del libro Scouting for Boys: A handbook for instruction in good citizenship en 1908 por parte de Robert Baden-Powell, prescribe precisamente una ceremonia de «promesa» de vivir los ideales de este movimiento a ser ejecutada por sus miembros. El texto de la promesa scout es clave en la ritualidad del movimiento y ha ido variando a través del tiempo y de país en país, pero resulta llamativo cómo las orgánicas juveniles franquistas, justamente en su fase de «aggiornamento scout» con la OJE, hicieron uso de ese espacio ceremonial para adosar los postulados ideológicos contemplados en la Ley de Principios del Movimiento Nacional 69 , convirtiendo la Promesa en un rito de paso altamente significativo para sus miembros, los que a través de 11 puntos, prometían «amar a Dios», «servir a la Patria» y «honrar la memoria de todos los que ofrecieron su vida por una España mejor», quedando así habilitados para alcanzar «el Estilo» que los identificaba como miembros de la organización y los distinguía de los demás jóvenes. Es decir, un verdadero «rito de paso» traspasado y apropiado por las orgánicas chilenas.
En nuestro caso y como lo adelantamos, una de las primeras Promesas fue realizada en el cierre del Campamento de Lampa de 1976. En la ocasión, al terminar su discurso, el entonces líder del FJUN Javier Leturia, planteó: «[…] hemos querido que Vuestra Excelencia, que representa el 11 de septiembre y que es el Primer depositario de nuestras esperanzas, presida este acto de testimonio y de promesa» 70 . Seguidamente el jefe de campamento y miembro de la SNJ, Luis Cordero, leyó junto a todos los jóvenes presentes la Promesa, que en su parte sustantiva dice:
Ante los símbolos de la cruz y de nuestra bandera, y en presencia del señor Presidente de la República, formulamos nuestro compromiso de jóvenes chilenos con nuestra Patria y su Futuro. Prometemos servir los ideales cristianos y nacionalistas que estos dos símbolos encarnan. Prometemos ser fieles a los principios que inspiraron el 11 de septiembre, trabajando para que Chile responda con éxito al desafío que él encierra […]. Pedimos a Dios que ilumine a Chile, a sus gobernantes y a su pueblo, y nos dé fuerzas para saber cumplir siempre con esta promesa. ¡Viva Chile¡71.
Como lo indicáramos, esta ceremonia de Promesa se introducirá dinámicamente en diversos contextos y tiempos de las efemérides del régimen –particularmente las militares– pero aun así, el texto inicial de 1976, perdurará casi sin variantes hasta entrada la década de los 80, registrándose su uso en distintas regiones del país y siendo casi siempre destacada, por los medios, por su mística y masividad, como la Promesa realizada en el campamento de Panguipulli en 1977 –la que implicó además, el ingreso a las filas del FJUN 72 –, la realizada en la ciudad de Talcahuano 73 o la Promesa que el día 8 de Julio de 1983 realizaron 15.000 jóvenes para «renovar el compromiso» de los miembros de la SNJ e incorporar nuevos miembros 74 .
Con todo, es gravitante señalar que estas Promesas están insertas en un conjunto de rituales de adhesión y enaltecimiento a Pinochet, los que actúan e interactúan como motores de «amplificación emocional» y conducen a sentimientos de pertenencia, identificación y euforia, especialmente en aquellas y aquellos jóvenes que tienen un lugar o compromiso mayor dentro del grupo. Este conjunto o «cadenas» de interacciones rituales 75 de las cuales las Promesas forman parte, convergen con otros ritos «regulares», de igual o menor escala, como las premiaciones a los estudiantes destacados en el edificio Diego Portales 76 y otros rituales de tipo «transitorio», que suceden en momentos y lugares específicos, como las visitas protocolares al mandatario o algunas marchas y concentraciones, como la organizada por el FJUN y la SNJ ante la OEA en 1976. Al mismo tiempo, interactúan con aquellos rituales regulares, de estructura y configuración reconocida –como los actos de masas juveniles de Chacarillas–, donde la simbología del régimen adquiere valor, el propio líder es el foco de atención y donde los participantes experimentan –como en las Promesas– «un estado de intersubjetividad intensificada» 77 , es decir, un proceso de intensificación de la experiencia compartida y de formación de una conciencia colectiva, donde las creencias son adquiridas y reforzadas.
6. A modo de Conclusión
En pleno ascenso del nazi-fascismo, el antropólogo y economista Karl Polanyi 78 advirtió sobre una característica distinta a la del terror y la violencia para asegurar la instauración y sobrevivencia del fascismo como régimen: la necesidad de una mentalidad, un credo, una convicción (Gesinnung), es decir, una ideología prendida en los sujetos sin necesidad de un poder externo que la sostenga. En este aspecto, planteaba el autor, el fascismo se diferenciaba de otros regímenes dictatoriales, militares o gobiernos autoritarios que sólo aspiraban a lograr el sometimiento popular por la fuerza; por el contrario, el fascismo se proponía articular una verdadera religión política. Salvando las evidentes distancias históricas y contextuales, la advertencia de Polanyi resulta iluminadora para entender en perspectiva lo que la dictadura cívico-militar chilena comenzó a implementar a través de sus políticas juveniles.
A la luz de la evidencia, sostenemos que en sus primeros diez años, la dictadura chilena empleó de manera deliberada, esencialmente a través de su cometido de adoctrinar y fidelizar a muchachas y muchachos, herramientas funcionales, organizativas y comunicativas e instrumentos simbólicos, retóricos e ideológicos de cariz fascista para fortalecerse y perpetuarse ideológica y generacionalmente. De este modo, una parte axial de la tentativa y los objetivos del FJUN y la SNJ en tanto herederas directas de las últimas juventudes de Estado fascistizadas en Europa, se cumplen no sólo a través de la inculcación de una narrativa palingenésica y ultranacionalista, sino también, por medio de un proceso planificado de adhesión emocional al régimen y a Pinochet, lo cual se materializa en diversas instancias de formación y resocialización, como los campamentos y Promesas de fidelidad, cursos de liderazgo y seminarios juveniles que se extienden por todo el país. En este sentido, identificamos que, en su ideación, fundamento y ejecución, el conjunto de estas acciones resumen las estrategias simbólicas y políticas de la dictadura para producir y reproducir modelos de juventud fieles al orden impuesto, ceñidos a una jerarquía, a la autoridad, a modelos patriarcales y adultocéntricos de juventud que terminan fascistizando no sólo las biografías y subjetividades juveniles que protagonizan estos procesos, sino a todo el régimen.