1. Introducción
Son abundantes los testimonios y los trabajos académicos que abordaron el tema de la Shoá, la Segunda Guerra Mundial y los judíos en Argentina; sin embargo, la gran mayoría de los registros y de las investigaciones se concentraron en Buenos Aires, lo cual resulta lógico al tratarse de la provincia que alberga al grueso de la comunidad judía del país. Menos conocidas, en cambio, resultan las experiencias de aquellos hombres, mujeres y niños que escaparon de Europa en tiempos del terror nazi y, tras llegar al país, se dirigieron al interior, donde construyeron sus vidas y permanecieron hasta el final de sus días.
Una de estas historias poco conocidas o, mejor dicho, ignoradas completamente fue la de Nechoma Zaluski (1914-1994), quien consiguió escapar de Polonia a través de un riesgoso y largo viaje que comenzó a finales de 1939 cuando se dirigió por la frontera hacia Lituania y concluyó al llegar a la Argentina un 9 de julio de 1941, fecha de gran contenido simbólico para el país que festejaba su Independencia. Tras su arribo al puerto de Buenos Aires, se trasladó rápidamente a Tucumán, donde vivía la familia de su marido que había migrado también desde Polonia poco antes y fue allí, en esa provincia del noroeste argentino, en donde logró rearmar su vida y destacarse por su activa participación en la comunidad judía local.
Desde un enfoque de historia social, abierto a su vez a los fenómenos culturales y políticos, el trabajo analiza, a través de una metodología principalmente cualitativa, un conjunto de fuentes que incluyen las agendas personales de Nechoma, documentos migratorios, fotos y, en especial, el manuscrito que redactó en idish, pensado como un diario de viaje y cuya riqueza para esta investigación es invaluable2. Estos documentos se completaron y complementaron con la consulta de leyes, decretos y mapas de la época, material que permitió situar esta historia en un contexto más amplio. Grosso modo, podemos señalar que la información contenida en estas fuentes posibilitó una aproximación micro-analítica de la inmigración judía, perspectiva que se conjugó con el examen de la producción historiográfica, para recrear los distintos escenarios en los cuales transcurrió la trayectoria migratoria analizada y buscar las conexiones con otros recorridos en la época bajo estudio3.
El artículo está organizado de la siguiente manera: Reconstruye y examina el viaje de Nechoma a la Argentina, tarea que incluyó la revisión de otros itinerarios de huida en tiempos del nazismo. Paralelamente, el trabajo explora a través de su narrativa personal, plasmada sobre todo en su diario de viaje (cuya escritura cubre el periodo 1939 a 1946) sus sentimientos y reflexiones en torno a los familiares que permanecieron en Polonia, las dramáticas consecuencias de la guerra y las migraciones forzosas.
Argumento en estas páginas que, tanto sus expresiones de agradecimiento por las ayudas recibidas en su trayectoria migratoria como, en contraste, sus opiniones negativas frente a determinadas actitudes y políticas (por ejemplo las de la Unión Soviética) recorrieron sus experiencias de migración, situadas, además, en una etapa clave del avance del terror nazi; concretamente entre finales de 1939 y mediados de 1941, antes del establecimiento de la denominada «Solución Final».
Otro de los supuestos que subyace en este trabajo gira en torno a los sentimientos de dolor y el peso que significaron para ella haber sido la única de su familia que se salvó. En esa tónica, me sirvieron las sugerencias presentes en buena parte de la bibliografía sobre el tema de la Shoá acerca de cómo uno de los principales interrogantes que signaron las experiencias de los sobrevivientes4 fue por qué ellos se salvaron, en lugar de otros miembros de su familia o de su ámbito de conocidos y amigos5. Esta pregunta, sumada a la atrocidad y amplitud del exterminio, alentaba la mirada hacia el pasado al que volvían buscando respuestas. En este recorrido, transitado una y otra vez por las víctimas, afloraron tanto aspectos comunes como facetas divergentes que permitieron a los investigadores configurar las explicaciones sobre la destrucción del pueblo judío en Europa6.
Para el desarrollo de esta investigación, me apoyo, además, en las contribuciones provenientes de un campo de análisis especialmente fértil en la historiografía argentina: los estudios migratorios7. En esa dirección, fueron fundamentales los trabajos dedicados a reconstruir las experiencias de exiliados y refugiados durante la Segunda Guerra Mundial8.
Asimismo, fueron clave los aportes originados en el terreno de los estudios judíos9, cuya revitalización temática y de enfoques en América Latina ya ha sido señalada por los especialistas10, En particular, me sirvieron los estudios sobre las percepciones y análisis del Holocausto en el país y11, más particularmente aún, los exámenes acerca de las experiencias de los judíos en Argentina para honrar la memoria, reconstruir la verdad y atravesar el duelo por los muertos en la Shoá12.
Para el caso específico de Tucumán, contamos con el estudio pionero de Isidoro Blumenfeld sobre la historia de la comunidad judía en la provincia13 y, más recientemente, con las publicaciones insoslayables de investigadoras como María Esther Silberman de Cywiner, Elisa Cohen de Chervonagura y Denise León, quienes desde el campo de las letras analizaron diversos aspectos de la vida asociativa, sefaradí y ashkenazí, y concedieron un lugar central al rescate de testimonios orales14.
Sin embargo, todavía conocemos poco sobre las experiencias de inmigrantes y refugiados judíos en Tucumán durante los tiempos del nacionalsocialismo en Europa. A pesar de su relevancia, la historiografía provincial no ahondó en esta problemática, con lo cual, este trabajo busca avanzar en un campo de estudios poco transitado y de gran vitalidad. Para ello, plantea un examen novedoso de la migración de una refugiada judía basado en el análisis de su diario de viaje, testimonio inédito e inexplorado, sumamente rico para aproximarnos al estudio de las experiencias de quienes pudieron escaparse y, por esa vía, sobrevivir al exterminio del pueblo judío llevado adelante por los nazis.
Antes de comenzar el análisis propiamente dicho, me gustaría señalar que debido a la naturaleza del testimonio analizado, no fue fácil comenzar a escribir la historia de Nechoma; sin embargo, me sentí implicada a hacerlo, consciente de que sus experiencias revelaban dimensiones vinculadas con los recorridos de quienes pudieron salvarse de la Shoá. Paralelamente, el derrotero sufrido por su familia, permitió entrever el desenlace trágico de quienes murieron asesinados en tiempos del nazismo15.
2. La huida de Polonia a Japón
Nechoma nació en 1914 en Kobryn, un pueblo de Polonia situado entre Brest-Litovsk y Pinsk. Hacia mediados de la década de 1930 había conocido a su esposo, Mojzesz, oriundo de Wysokie Litewskie (también en Polonia), quien al poco tiempo migró junto con su familia a la Argentina y habitaba en Tucumán. Aunque él esperaba traer después de un tiempo a su esposa, el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la atroz persecución a los judíos, que llevaron adelante los nazis y sus colaboradores complicó la migración de ella, quien tuvo que enfrentar numerosos obstáculos para salir de Europa y llegar a la Argentina.
Primera etapa: de Polonia a Lituania
Cuando el 1° de septiembre de 1939 comenzó la conquista de Polonia Nechoma vivía todavía con sus padres en Kobryn. «Bombas inesperadas sobre las cabezas y la guerra en todo el camino. El paisito donde tan bien se la pasaba y vivía fue convertido en un campo de sangre, y todo se escapó a donde los pies llevaran»16. En ese contexto, resumido con estas palabras en su diario de viaje, Nechoma decidió huir de Polonia y emprender su migración a la Argentina. El 24 de diciembre de 1939 (pocos meses después de la ocupación alemana de Polonia) dejó su hogar y de forma ilegal atravesó la frontera hacia Vilna. Según narraba en su manuscrito, llegó allí un 10 de enero y durante unos meses su vida transcurrió de forma relativamente tranquila hasta el ingreso de los rusos en Vilna. Ciertamente, sabemos que las fuerzas soviéticas ocuparon Lituania en junio de 1940 y en agosto de ese año incorporaron Vilna, junto con el resto del país, a la Unión Soviética. Como señala María Bjerg, «la ocupación dio comienzo a una revolución impuesta desde Moscú, pero representada por la prensa soviética como la independencia lituana. Rápidamente la URSS emprendió una política de sovietización tanto en el plano material como simbólico»17.
«Rusia no es democrática, desconoce lo que es tamaña emigración» afirmaba Nechoma mientras se quejaba de la incomprensión de ese país ante las necesidades apremiantes de quienes debían salir de Europa para salvar sus vidas18. En efecto, a lo largo de su manuscrito criticó duramente a las autoridades rusas por su maltrato a los migrantes y a sus habitantes, a quienes (según aseguraba) engañaba con falsas promesas y sueños irrealizables.
Son varios los esfuerzos que realizó Nechoma para poder salir de Vilna. En vano trató una y otra vez de obtener la visa necesaria para dejar Europa y ante los reiterados fracasos, se vio obligada a permanecer allí durante un largo periodo. Para solventarse económicamente recurrió a distintas vías. Por un lado, tejió sweaters y, por el otro, trabajó durante un breve tiempo en el Instituto Científico de Vilna, el JIWO, organización dedicada al estudio de los judíos de Europa del Este. Este prestigioso Instituto había sido creado en 1925 y contaba con una sede en Buenos Aires desde 1928. Su fundación en Vilna no era casual, ya que esta ciudad era conocida entonces como la «Jerusalén del Este» por su fértil vida cultural judía. Ciertamente, esta urbe era uno de los centros de irradiación de la cultura judía en Europa, esplendor clausurado con la Segunda Guerra Mundial y la política de terror nazi19.
Como parte de sus intentos por conseguir los papeles migratorios que le permitieran abandonar Europa y, por ende, salvar su vida, se dirigió al Consulado de Kaunas, donde se suponía podía obtener los documentos requeridos. Tal como señalaba en su diario de viaje, ella era consciente que no podía prolongar más su salida. Sabía que aquellos que no tuvieran una visa japonesa no podrían salir de ninguna manera y estaba al tanto también de la actitud de Moscú, que no mostraba ningún reparo en mandar de regreso a Vilna a todos los que se encontraban en una situación similar.
Para Nechoma, así como para otros judíos en una situación semejante, las esperanzas estaban depositadas en el país nipón, concretamente en obtener una visa de ese país que les permitiera salir de Rusia. En efecto, una de las rutas que siguieron los judíos para escapar del terror nazi fue vía Japón, y para recorrer este camino era necesario conseguir una visa japonesa de tránsito que permitiera dejar Rusia.
Impelida por la necesidad de conseguir dinero para mantenerse y continuar su migración, envió un telegrama a su marido en Argentina, quien le respondió que tuviera paciencia. «Entiendo que en América no se siente cómo arden los pasos en Vilna», se lamentaba20. Según se desprende de su narración, se podría suponer que los ecos de la guerra eran lejanos al otro lado del Atlántico; sin embargo, también es posible preguntarse acerca de las posibilidades reales del marido de ayudarla, teniendo en cuenta las restricciones en materia de política migratoria en Argentina, su misma situación como migrante reciente y la falta de recursos, tanto a nivel de vínculos personales, como económicos21.
Posteriormente, recurrió a su familia que había quedado en Polonia y como respuesta a su telegrama llegaron su madre y su hermano quienes le trajeron dinero y un poco de equipaje. Lamentablemente, ella tuvo que desprenderse de ese dinero, rublos, ya que le advirtieron que si viajaba con esa moneda caería a mitad de camino. En consecuencia, apeló a otra estrategia. Le pidió dinero a un hombre desconocido, quien le prestó algo de dinero. Además, buscó la ayuda de un amigo, quien también le dio otro tanto22, y con eso y con el respaldo del American Jewish Joint Distribution Committee (JOINT) (organismo que databa de 1914 y desempeñó un papel fundamental en la emigración judía de Europa desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial)23, pudo finalmente salir de Kaunas el 26 de febrero de ese año de 194124. Al otro día, y desde Vilna, pensaba tomar el tren que la llevaría con destino a Vladivostok, donde esperaba obtener la visa japonesa que le permitiría dejar Europa.
Segunda etapa: de Lituania a Rusia
Con estas ayudas, del JOINT y de quienes le prestaron un poco de dinero, Nechoma pudo finalmente dejar Kaunas el 26 de febrero de 1941. Al otro día, desde Vilna, salió el tren que la llevó a Rusia; entre 12 y 13 días duró el trayecto hasta que llegaron a Vladivostok. Durante ese periodo atravesaron toda Rusia y el espacio fronterizo con Manchuria, Mongolia, Url y Birobidzhan. El tren se detenía en las grandes estaciones, como Kírov, Sverdlovsk, Omsk, Tomsk, Novosibirsk, Krasnogorsk, Irkutsk y los grandes montes Baikales y el lago Baikal.
En Vladivostok bajó junto con otras 27 personas que también esperaban recibir su visa japonesa. Ella, junto con otras siete personas, obtuvo el documento y no dudó en considerarlo prácticamente un milagro. Al día siguiente, el consulado iba a ser cerrado por completo y los documentos restantes serían devueltos, inclusive con fotos y el dinero pagado, tal como le sucedió a un conocido suyo, afirmaba.
Y por lo tanto, cuando llegó el momento en que pude sentarme en el bote para viajar a Japón, no podía creerlo, cuando cientos de personas permanecían aún en el puerto ruso sin salvoconducto, llenos de dudas sobre qué traería el día siguiente. Y los mismos conocidos que allí permanecían me exigieron con piedad que intentara hacer algo por ellos. Me quedé petrificada, sin poder creer que el destino me había favorecido, que ya estaba por abandonar la frontera del país, del asesino mundial25.
Este relato realizó Nechoma al momento de dejar Rusia, un 21 de marzo de 1941. Tal como se reflejó en su testimonio, sus opiniones sobre la Unión Soviética fueron sumamente negativas. De acuerdo con sus propias explicaciones, dichos juicios se basaban en su carácter de testigo, de haber presenciado y sufrido por el estado en el que se encontraban sus habitantes y el maltrato que recibían quienes debían migrar. Además, podemos sugerir que ella participaba de un clima de ideas difundido en la época, donde las aguas se dividían entre quienes depositaban sus esperanzas en el comunismo y aquellos que, por el contrario, se habían desilusionado u observaban los defectos en la aplicación de las políticas socialistas. Según se desprende del examen de su diario, ella fue muy crítica de la Unión Soviética y de sus políticas, lo cual debe leerse, también, a la luz del contexto histórico que le tocó vivir y de sus propias vivencias como joven judía que tuvo que abandonar su patria y su familia para salvarse. De todas maneras, no deja de ser llamativo que depositara en Rusia el origen de sus problemas, desdibujando así el papel de Polonia y, en especial, de Alemania, que prácticamente no se mencionaban en su diario.
Tercera etapa: de Rusia a Japón
La salida de Rusia alegró enormemente a Nechoma pero sus problemas no terminaron allí. El trayecto en barco hacia Japón fue corto y se resolvió bien. Como recordaba en su diario, «los días transcurrieron rápidamente, en total dos días con sus noches. Pero pese a todo no era libre, todavía pertenecía a aquellos que deben atravesar todo»26. Con esta expresión que considero sumamente significativa, ella recordaba los nuevos obstáculos que debió enfrentar en su huida. Así, cuando en su viaje hacia Japón llegaron al puerto de Tsuruga todos bajaron pero ella fue demorada junto con otras personas más. Estaba muy preocupada porque era consciente que no tenía todos los documentos en regla27. Además, sabía que era necesario controlar en el consulado de Yokohama si ella efectivamente contaba con la visa para continuar, ya que no se permitía ingresar con visas de tránsito como había sido en un comienzo (y a quienes no la tenían se los enviaba de vuelta). Otra de sus preocupaciones era que el cónsul de Yokohama se comportara igual que el cónsul en Kaunas, quien no sólo nunca la recibió sino que además conservó en su poder sus papeles durante siete semanas.
Albergando estos temores y envuelta en estas dudas, recibió la visita de un delegado del Comité Judío de Kobe, el Sr. Gerechter, quien le anunció que el cónsul la llamaba para entregarle la visa. Acompañada por el delegado, fue directo hacia Yokohama y tras 12 horas de viaje, se dirigió al consulado argentino en dicha ciudad. Al respecto, su narración es sumamente reveladora. De acuerdo con su descripción, ella volvió a sentirse como una persona, el cónsul la recibió, le indicó lo que tenía que hacer y se pudieron entender, ya que ambos hablaban inglés. «Ya hacía mucho que no sentía que ella fuera algo», decía, mientras recordaba que en los consulados rusos ni una vez había permanecido demasiado tiempo y no solo ella sino todo el mundo que iba hacia allí. En contraste, ahora el cónsul la recibió, la trató de forma cortés e incluso le convidó un cafecito28.
No es una cuestión menor la que mencionaba en su diario de viaje, acerca del comportamiento positivo que tuvo con ella el cónsul en Japón, en contraste con la experiencia desfavorable que había vivido en otras instancias, como el consulado en Kaunas, bajo la ocupación soviética. Específicamente ella reconocía volver a sentirse como una persona debido al buen trato recibido en Japón, en contraste con su vivencia en Lituania dominada por los rusos. En ese contexto, resulta relevante subrayar que, precisamente, la deshumanización era el objetivo que buscaron los nazis con su política contra los judíos. Acaso, ¿no fue justamente este el propósito perseguido por ellos con sus innumerables humillaciones, malos tratos y torturas a los judíos?29.
En el manuscrito de Nechoma eran los rusos los principales verdugos. No obstante, sus sostenidos esfuerzos para poder salir de Europa y escapar de la guerra se situaron en el contexto de la segregación, persecución y, posteriormente, del exterminio, que significó la Shoá. Que ella haya tenido que dejar todo, separarse de sus padres y huir de Polonia formó parte de esta historia dramática que incluyó separaciones familiares, migraciones forzosas y exilios. La trayectoria de Nechoma se inscribe en ese derrotero y, en particular, forma parte de las historias de quienes buscaron, y en su caso consiguieron, migrar y refugiarse en un lugar alejado de la guerra que desangraba a Europa.
Finalmente, el viaje de Nechoma a la Argentina fue posible y en este itinerario una fecha clave fue el 5 de abril de 1941. Ese día recibió la visa y la efeméride quedó registrada en su memoria y en su diario. En consecuencia, todos los documentos migratorios firmados en el Consulado Argentino de Yokohama llevaban esa fecha. Entre estos papeles se encuentra el certificado confeccionado por la Embajada Polaca en Tokio el 29 de marzo de 1941 en el cual constaba que ella era una ciudadana polaca, que el 22 de julio había concluido su trámite de matrimonio30. A la constancia de casada se le sumaba el certificado de sanidad emitido el 21 de marzo de 1941 por el Hospital Tokuda de Yokohama y el certificado de finales de marzo de 1941, por el cual la Embajada Polaca en Tokio afirmaba que ella no había cometido ningún delito en los últimos cinco años31. Es importante señalar que estos dos últimos documentos, así como su Pasaporte polaco, contenían el Permiso de Desembarco, trámite requerido por las autoridades argentinas de la época32. En tal sentido, resulta conveniente subrayar que en el contexto del endurecimiento de las políticas migratorias implementadas desde mediados de los años 1930 en Argentina, aumentaron los requerimientos solicitados para entrar legalmente al país y el permiso de desembarco fue uno de los documentos requeridos entonces33.
3. El viaje de Japón a la Argentina
Finalmente, y como examinaremos a continuación, Zaluski consiguió abandonar Europa y embarcarse hacia Argentina desde Japón. Su experiencia se inscribió así en un contexto mayor, referido a los refugiados judíos que siguiendo esta ruta lograron salvarse de la guerra y el posterior exterminio nazi.
Ahora sentada ante la ventana de mi pieza que conduce al puerto en el Hotel Bund de Yokohama, me lamento tanto por mis seres queridos y amados que abandoné, ahora que es Erev Pesaj. Entiendo que ellos, allá, no están para preocuparse por preparar la festividad porque ya se destruyó todo [...] Soy de un hogar lleno de tradiciones, y es por eso que me es muy difícil resignarme a la idea de que hoy me encuentro lejos de mis afectos. Ya es el segundo Pesaj lejos de la mesa de mis padres, hace un año en Vilna, hoy en Japón34.
Alojada en el Hotel Bund, del cual conservó una fotografía, y mientras esperaba la salida del barco que la llevaría a la Argentina, Nechoma recordaba a su familia que quedó en Polonia y se entristecía al pensar que probablemente no volvería a verlos. El significado de una fecha tan especial para el calendario festivo judío, como era la festividad de Pesaj, agudizaba su nostalgia y tristeza, se sentía lejos de sus padres y temía profundamente no poder reencontrarse con ellos.
Un abismo completo hay ahora entre mi familia y yo. Quién sabe si voy a volver a verlos. Éramos tan cercanos y de golpe nos encontramos tan lejos. A veces me debilito tanto, porque mis sentimientos por mi familia y por mi hogar se me juntan. No vivía una vida de ricos, pero mi hogar me dio aquello que está lleno de alma y sentimiento. Soy de un hogar trabajador. Pero aquello con lo que contaba mi hogar era algo que decenas de ricos no se lo daban a sus hijos, aquello que como niños recibimos de mis padres. Y por eso ahora estoy especialmente un poco resquebrajada, anhelante.35.
Con estas aflicciones pero al mismo tiempo alentada por la fuerza y el alivio que conllevaba la proximidad de la fecha en que finalmente abandonaría Europa, terminó de resolver todo lo referente a sus papeles y se trasladó a Kobe, de donde saldría su barco con destino a Buenos Aires el 30 de abril de 1941. Tal como contaba en su diario, Vilna, las personas con las que había trabajado en equipo durante su estadía allí y el Consulado de Kaunas volvían a su memoria. Las tristezas se juntaban con las alegrías; todo se mezclaba, decía, al tiempo que evocaba con emoción el día de su partida de Japón36.
Fue en un barco de carga, el África Marú, en el cual se embarcó Nechoma, junto con centenares de japoneses que migraban a la Argentina y muy pocos europeos. En primera clase se encontraban un padre que viajaba rumbo a Sudáfrica a reunirse con sus hijos y una mujer, acompañada por su hija, que se dirigía a reunirse con su marido y su padre en el mismo lugar. Por su parte, Nechoma viajaba en tercera clase y allí coincidió con una familia, los Ovjesevich, quienes se trasladaban a Buenos Aires, donde vivían familiares. También en esa sección del barco estaban la señora Przedowa con su niñita de 3 años y medio, quienes iban a rencontrarse con el marido de aquella y una pareja que se dirigía al África. Esos eran los únicos europeos, anotaba en su diario, el resto eran todos japoneses37.
Diana Wang, en su libro sobre los niños que se salvaron del Holocausto, reconstruye y analiza la historia de Dina Ovjesevich, quien siendo una niña de siete años viajó con su familia en el África Marú. Leer el testimonio de Dina O. y comprobar la coincidencia entre la información que ella aporta y los datos revelados en el diario de Nechoma fue realmente conmovedor38. A través de la información proporcionada por ambas narraciones, puede corroborarse la exactitud y la veracidad de los relatos. De esta forma, no eran vanas las palabras de Nechoma cuando decía: «si alguien leyera mi diario lo entendería muy fácil, porque todo ocurrió tal como fue escrito»39.
Dina y Nechoma coincidieron en el barco, viajaron en el África Marú y arribaron en Buenos Aires al promediar 1941, aunque Dina, a diferencia de Nechoma, iba en compañía de su familia y obtuvo la visa en el Consulado japonés en Kaunas en julio de 194040. Como ellas, otras personas pudieron salvarse de la Shoá al abandonar Europa vía Japón. Por ejemplo, entre las historias resguardadas por el Museo del Holocausto en Estados Unidos se encuentra la de Ruth Berkowicz Segal, quien pudo escaparse de Polonia atravesando la Unión Soviética en el Transiberiano hasta Vladivostok, luego fue a Kobe y desde allí viajó junto con su padre en barco hacia los Estados Unidos. Por su parte Lucille Szepsenwol Camhil, junto con su madre y hermana, escaparon de Volozhin, que estaba en la zona de Polonia ocupada por los soviéticos, yendo primero a Vilna y desde allí viajaron en el Transiberiano hacia Japón, donde se embarcaron para Estados Unidos41.
Quise mencionar estos testimonios porque revelan una de las rutas a través de las cuales los judíos pudieron salir de Europa: el escape vía Japón. En general, los destinos posibles eran Palestina, Estados Unidos y Sudamérica. En el caso del África Marú, la ruta que siguió fue la siguiente. Salió el 30 de abril desde Kobe; primero se detuvo en el Puerto de Singapur, donde bajaron los pasajeros y recorrieron la ciudad. Según Nechoma, era una ciudad muy bonita, bien construida. Había judíos pero no estaban organizados en comunidad, afirmaba. Después, el barco pasó por Sobang, donde ella sintió que era completamente hechizada por su belleza. Contaba en su diario que le daban ganas de subir a una montañita, pero los vigilaban y no podían ir42. Entonces, pensaba con amargura cuándo llegaría el fin para la competencia entre Estados a través del método de la guerra. Nuevamente recordaba a sus padres y a su hogar. Volvía a sentir esas aflicciones, mientras de a poco abandonaban las pequeñas islas, vinculadas unas a las otras, Sumatra, Borneo y Java, y el barco se internaba en el Océano Índico.
Una vez que pudo mejorar un poco su situación en el barco, ya que consiguió trasladarse junto con su amiga, la Sra. Przedowska, a otro camarote (donde podían estar un poco más cómodas) aprovechó el tiempo para mejorar su inglés y comenzó a aprender un poco de castellano. Según anotaba en su manuscrito, el viaje era monótono pero cuando llegaba el shabat, la noche del viernes, sentía una añoranza extraordinaria. Recordaba la veraniega noche del viernes en su pueblo, en su hogar. Evocaba el viernes en la tarde, cuando su padre solía cantar zmires (los cantos sabáticos) con todos los hijos alrededor de la mesa. Entonces volvían sus pensamientos tristes. Recordaba cómo ese mundo cambió dramáticamente, cómo se perdió para siempre. «Lo primero fue cuando mi hermano marchó al ejército en noviembre de 1938. Luego en 1939 el estallido de la guerra nos destruyó por completo. Me fui del hogar y todo desapareció. Los miserables, brutales caprichos de Estados que destruyeron todo, y cuando se les volvió aburrido bañarse en oro y buena vida, empezaron a esclavizar al ciudadano de a pie. Un caos necesitó volverse el mundo entero», afirmaba43.
El 30 de mayo llegaron a Lorenzo Marques. Pudieron bajar a la ciudad lo cual fue una alegría tras cuatro semanas en el barco. Al recorrer la ciudad se encontraron con un grupo de personas, otros judíos venidos de Francia y Bélgica a través de España que habían bajado allí porque temporalmente no se podía continuar. A través de las conversaciones que tuvieron con ellos, se enteraron de las noticias de la guerra. «Porque estando en el barco no teníamos posibilidades de enterarnos de nada», decía. En cambio, al encontrarse con ellos supieron, por ejemplo, que Alemania amenazaba a los Balcanes «y pronto empieza a temblar la tierra en la que nos encontramos», anotaba en su manuscrito. Asimismo, supieron que el barco no podría continuar y que debían quedarse allí tal vez 8 o 10 días. No había noticias acerca de si podrían ingresar en Durban, ya que este era un puerto inglés y no se sabía cómo continuaría la guerra44.
Finalmente partieron a Durban y luego de tres días de permanecer a mar abierto, pues no autorizaban a ingresar al puerto, consiguieron el permiso necesario para entrar. Desde allí, partieron el 21 de junio a Cape Town y a los ocho días de viaje supieron que ya no irían a Buenos Aires sino a Brasil. En ese trayecto, se enteró de tristes y amargas novedades sobre la marcha del conflicto bélico y las luchas políticas. Alemania le había declarado la guerra a Rusia y su tristeza fue cuando supo que Alemania había tomado Vilna, Bialystok, Brest-Litovsk; Lemberg, Minsk, etc. ¿Qué van a hacer ahora mis padres? se preguntaba; «no se es millonario», decía en su escrito45.
El 3 de julio el África Marú entró al puerto de Río de Janeiro y, finalmente, tras pasar por el puerto de Santos (donde no se los dejó descender) se dirigieron a Buenos Aires, a donde llegaron el 9 de julio de ese año 1941. El recuerdo y las vivencias de ese día quedaron registradas en su memoria y plasmadas en su diario de viaje; sin embargo, como ella misma reconocía «no todo puede ser retratado. Porque sentimientos, inquietudes, son imposibles de expresar con palabras...Eran experiencias internas fuertes, que se atraviesan una vez en la vida».46
4. De Buenos Aires a Tucumán
Nechoma estuvo dos días en Buenos Aires. Allí, se rencontró con amigas de Polonia y con su esposo, quien se ocupó de realizar los trámites necesarios para continuar el viaje hacia Tucumán. Era un 12 de julio de 1941 cuando llegó a la provincia y fue recibida por la familia de su marido, quienes se mostraban sinceramente interesados en su viaje y sobre todo en sus descripciones sobre la Unión Soviética. No obstante, ella no quiso entrar en discusiones sobre este tema, porque dudaba de compartir sus opiniones con personas que no habían experimentado lo que ella vivió. Y mientras comenzaba su nueva vida como «una ciudadana tucumana», según sus propias palabras, no perdía las esperanzas de volver a ver a sus padres y a su familia47.
El 9 de julio de 1942, cuando había transcurrido exactamente un año de su llegada a la Argentina, ella se alegraba de estar en el país, donde se podía construir una vida muy bella, más tranquila y pacífica, similar a la experimentada alguna vez en Europa, antes de la guerra; sin embargo, se lamentaba profundamente por la separación y la situación de su familia.
Escribo ahora estas palabras con mucho dolor. Antes, cuando escribía, estaba sola, viajando, sin saber a dónde me llevaría el mañana, pero ahora que me encuentro en mi hogar, organizada, comiendo y bebiendo todo lo que hay acá, cuando yo misma tengo que descartar cosas, con las que alegraría mi hogar, y aguardo, me es muy doloroso. Cuando sin embargo me encuentro tranquila, reconfortada, pero ni una palabra de mis padres, ni de los chicos, tengo el corazón lleno de dolor. Lo que se vive se disfruta, pero por dentro con mucho dolor. Me escapé sola, una de mi generación que se salvó48.
Esta angustia, combinada con la culpa y el desconcierto volvían una y otra vez a su mente. Las noticias sobre la guerra se difundían y para finales de 1942 sus esperanzas eran cada vez menores.
Es muy triste vivir cuando allá se derrama la propia sangre; cuando allá, al otro lado del Atlántico, lo más querido de la propia sangre y carne es aniquilada. Es muy duro. Y en tiempos así no se puede hablar, el corazón se comprime con tenazas y ni siquiera una lágrima logra salir49.
Cada vez más, cobraba fuerza la certeza de haber sido la única que se salvó de su familia. Con este conocimiento, el peso también crecía.
Yo misma me salvé de todos los tormentos, pero realmente me duele el corazón por mis padres, que hasta ahora tan poco disfrutaron de sus vidas, y por mis hermanitas y hermanitos, que hasta ahora no disfrutaron nada en sus vidas, y todavía no saben ni siquiera qué es vivir. Entonces, imagínense50.
Si cuando ella escribía estas líneas aún conservaba esperanzas de ver a su familia, el final de la guerra y, sobre todo, las noticias acerca de la magnitud del Holocausto terminaron por disipar toda ilusión. En ese sentido, es importante señalar que su diario de viaje concluye hacia finales de 1946, cuando ya habían pasado entre cuatro y cinco años de su llegada a la Argentina. Para esa fecha, el anhelo de reencontrarse con su familia que había quedado en Polonia se desdibujó, en consonancia con la difusión de la información sobre el impacto de la guerra y el alcance de la destrucción a la población judía en Europa51.
En ese contexto, podemos interpretar sus sentimientos frente a la lectura del diario del 20 de noviembre de 1946 y, en especial, su experiencia demoledora (tal como ella misma la describía) cuando se encontró con la noticia puntual de su ciudad natal, donde vivió 24 años. «Cómo se condujo a la muerte a los judíos de Kobryn», decía el artículo. Se le pusieron los pelos de punta, afirmaba Nechoma. Los sentimientos que le produjo tal información eran inconmensurables. «¡Ay! Cómo se puede leer eso hasta el final y quedarse en el lugar. Cómo se lo puede comprender solo con palabras», exclamaba con pesar en su diario52.
Al dolor que sentía por sus seres queridos asesinados, a la nostalgia y la tristeza que experimentaba por su pueblito, como decía ella, el lugar donde habían nacido todos sus afectos, se le sumaba la angustia que conllevaba la falta de una lápida, de una tumba en donde llorar a los muertos. Su dolor crecía, además, ante la certeza de saber que entre los muertos se encontraban tantos niños, tantos jóvenes, como sus hermanos. Los nombraba, recordaba algunas de sus historias antes de que ella saliera de Polonia. Se lamentaba, se entristecía.
«Yo, una salvada», decía Nechoma y evocaba también cuando sus padres le dijeron en diciembre de 1939 «andá, sálvate. Acá no va a estar bueno. Te vas. No hay nada que hacer, que no te lleve el destino»53. Ella dudó, ¿cómo se abandona a los padres?, se preguntaba. ¿Cómo se deja a los padres que tanto hicieron por ella, en especial teniendo en cuenta todos los esfuerzos que realizaron por darle educación, cuidados, sin ser ellos profesionales, sin tener recursos suficientes? Mencionaba en su diario acerca de la educación que había recibido, explicaba cómo su familia había conseguido decoro en Kobryn, al enviar a sus hijos a estudiar y terminar los estudios; sin embargo, se lamentaba profundamente de cómo a pesar de haber aprendido en las mejores escuelas y conservar tantos recuerdos de su hogar, tuvo que abandonar todo y partir a la lejana Argentina. Sufría al no tener cerca de ella a algún miembro de su familia, un hermano por ejemplo que pudiera ayudarla a disminuir su dolor. Evocaba nuevamente lo sucedido a sus padres y sufría. «Personas jóvenes, en los cincuenta, cuando empieza para la gente de bien la vida misma. Murieron. ¿Por qué? ¿Para quién? Vidas jóvenes extinguidas eternamente. Todo fue exterminado. Borrado»54.
5. La participación de Nechoma en la vida asociativa judía local: filantropía, idish y sionismo
En esta breve sección, y si bien esto deberá ser retomado en un trabajo futuro, me gustaría sugerir que sus opiniones críticas sobre Rusia y, en contraste, su beneplácito ante la actitud de países como Japón, en especial sobre el papel de las autoridades consulares, convivieron con el inconmensurable dolor ante la pérdida de su familia en la Shoá y de su vida en Polonia. Estos sentimientos y posturas formaron parte de sus experiencias de migración y exilio y junto con sus aprendizajes y vida familiar en Polonia, sumadas a sus nuevas vivencias en Argentina, gravitaron en la trayectoria de Nechoma, permitiéndole construirse como una mujer luchadora y activa en la vida de la comunidad judía local, particularmente en los terrenos relacionados con la enseñanza del idish y el sionismo. En su recorrido biográfico, además, se revelaron la solidaridad y preocupación por el otro, atributos que recuperaban las ayudas recibidas en su travesía migratoria, al tiempo que evidenciaban su empatía y preocupación por el prójimo. A modo de ejemplo, podemos señalar la actividad que desarrolló junto con otras mujeres, con quienes se reunía para coser ropa y entregarla a las personas que las necesitaban en la sociedad tucumana55.
A partir de la información recabada en diversas fuentes, tiene sentido proponer que esta tarea fue realizada por Nechoma en el marco de su participación en el mundo asociativo judío de Tucumán. Muestra de lo anterior fue su intervención en el grupo de mujeres pioneras denominado Comité de Mujeres Amigas de la Histadrut, asociación que se había fundado el 30 de agosto de 1945, en el local social de la Liga Pro Palestina Obrera. Esta organización femenina trabajó activamente en distintas esferas vinculadas con la educación judía, la cultura y el sionismo, y mantuvo estrechas relaciones con la sede de Buenos Aires, creada en 1944. Por ejemplo, el Comité de Mujeres Amigas de la Histadrut estableció un taller de costura en el cual las mujeres se dedicaban a confeccionar ropa de vestir, toallas y manteles. Por otro lado, esta asociación impulsó también conferencias, funciones de cine, conciertos, recitales y otras reuniones en el marco de la celebración de las fiestas judías56.
Otro vértice de la participación de Nechoma en el terreno asociativo se manifestó en el ámbito del idish, específicamente a través de su labor como maestra en la escuela de la comunidad judía tucumana a comienzos de la década de 196057. Además, fue corresponsal del Naie Zait (Nueva Era), diario escrito en idish y publicado en Buenos Aires58.
Aparte de sus labores en la educación, el periodismo y la filantropía, Nechoma intervino activamente en los órganos de dirección de la comunidad judía, al participar en la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y en comisiones directivas de una institución nodal del asociacionismo judío tucumano, la Sociedad Unión Israelita Tucumana (conocida como Kehilá ashkenazi). Sobre esto último, es relevante apuntar que fue una de las pocas mujeres que integró instancias directivas en dicha asociación59, lo cual constituye una de las evidencias de la respetabilidad y el reconocimiento que alcanzó en la comunidad. Dentro de sus tareas asociativas en la Kehilá destacaron aquellas que demostraban su preocupación por el sionismo, tal como se reveló, por ejemplo, en su participación en una actividad impulsada por esta asociación para promover sus principios: el Vaadat-Aliá, organismo local de intercambio argentino-israelí creado en 1964, y posteriormente conformado como una filial de la Organización Sionista Argentina60.
Mediante estas varias y diversas incursiones en la vida comunitaria local, Nechoma cumplía su anhelo de contar con una vida social. En efecto, en julio de 1942, cuando llevaba un año viviendo en Tucumán, expresó claramente esta aspiración en su diario, donde comentaba, además, acerca de sus visitas a lugares cercanos, su encuentro con personas que ella consideraba interesantes y, principalmente, su acercamiento al castellano. De su esfuerzo por aprender el idioma y de la importancia otorgada a esta labor, dan cuenta sus agendas personales en las cuales dedicó numerosas páginas a transcribir poemas y letras de canciones que luego traducía desde el polaco y el idish al castellano. La conocida zamba «Luna Tucumana», la más representativa de la provincia en la cual ella vivió, es precisamente una de las canciones que se encuentran en estas agendas61.
6. Conclusiones
A través de la historia de Nechoma Zaluski buscamos en este trabajo avanzar en el análisis del movimiento migratorio derivado de la Segunda Guerra Mundial y las acciones de violencia implementadas por los nazis. En particular, el estudio intentó mostrar una de las rutas seguidas por los refugiados judíos: el escape vía Japón. De acuerdo a nuestro examen de las fuentes, podemos proponer que el itinerario recorrido y la salida de Europa a mediados de 1941 fueron decisivas, ya que a finales de ese año, los esfuerzos por migrar hubieran sido prácticamente imposibles, teniendo en cuenta los episodios que jalonaron la política de segregación, persecución y exterminio del nazismo62.
Al escapar durante los primeros años de la contienda bélica y migrar a la Argentina, Zaluski se convirtió en una refugiada y sobreviviente de la Shoá. Al mismo tiempo, fue familiar directo de las víctimas de la catástrofe. En esa tónica, su manuscrito trasluce la preocupación y angustia por los familiares que permanecieron en Europa durante la guerra y el avance del terror nazi. Más adelante, estos sentimientos de dolor se incrementaron cuando se conoció el alcance del exterminio nazi. En ese contexto, las aflicciones se agravaron y afloraron el peso y la culpa al saber que era la única que se había salvado de su familia63.
Como otros sobrevivientes, Nechoma encauzó sus sufrimientos hacia una tarea esencial: contar lo que pasó y, por esa vía, tratar de evitar que algo semejante pudiera volver a ocurrir.64 Considero que la escritura de su diario puede ser situada en ese horizonte destinado a transformar el pasado en proyectos dirigidos a conservar la paz y prevenir en el futuro cualquier genocidio. Por otro lado, Zaluski participó en actividades dirigidas a difundir el idish y el sionismo y, paralelamente, ocupó lugares destacados en instituciones de ayuda mutua y filantropía judías destinadas a fomentar la asistencia a los más necesitados. De esta forma, su trayectoria compartió rasgos comunes con otros refugiados y sobrevivientes judíos del nazismo, quienes fortalecidos por sus experiencias, canalizaron sus vivencias en tareas educativas y de transmisión de memoria, al tiempo que transitaron los senderos del asociacionismo judío.
Otro vértice que se desprende del análisis de su diario fue el descontento y el enojo que experimentó frente a determinadas políticas, como las de Rusia y su trato hacia los migrantes. En contraposición, el escrito expresó el agradecimiento por los apoyos recibidos durante su travesía migratoria y su regocijo al sentirse nuevamente tratada como persona, vivencia experimentada en las oficinas migratorias de Japón. Con lo cual, merece destacarse también la singularidad del testimonio analizado, el cual focalizaba en Rusia las críticas, prácticamente no mencionaba el papel de Polonia y, recién hacia el final de su diario, se refería al de Alemania. Los procesos concernientes a la Segunda Guerra Mundial y a la política soviética posiblemente expliquen estas vivencias, en particular el malestar y repudio hacia el comunismo, aspectos que deberán ser retomados en un trabajo futuro.
Por último, quisiera subrayar la relevancia de investigar los sentimientos y las experiencias de refugiados judíos y sobrevivientes de la Shoá, entendida como «un acontecimiento universal que trasciende a todas las naciones y concierne a todos los seres humanos»65. Más aún, sugiero, esta importancia se incrementa para el caso de Tucumán, espacio provincial que carece de este tipo de aproximaciones historiográficas.