1. Introducción
La historiografía de los procesos de salud y enfermedad en América Latina ha sido enriquecida en los últimos años, mediante diversos trabajos académicos que han puesto bajo análisis la emergencia de terapias, la organización de campañas epidémicas, la creación de nuevas capacidades estatales y el surgimiento de profesiones del cuidado sanitario2. Diversos actores de la sociedad civil, profesionales, élites políticas, aparatos estatales y organismos internacionales incidieron en estos procesos de combate contra las enfermedades y en la búsqueda de mejorar los servicios de salud, a través de vínculos de cooperación y conflicto en diferentes países de la región. En el caso argentino, esta perspectiva histórica fue aplicada en diferentes trabajos sobre los procesos culturales y sociales configurados en torno a ciertas enfermedades importantes. Varios autores han mostrado de qué manera enfermedades y dolencias como el cólera3, la tuberculosis4, la poliomielitis5, la fiebre amarilla6, la Fiebre Hemorrágica Argentina7, la enfermedad de Chagas-Mazza8, como objetos de estudio han permitido la renovación de las agendas de investigación científica y también grandes núcleos organizadores de la acción política y social del Estado, en la medida que merecieron el desarrollo de campañas sanitarias, políticas estatales y narrativas médicas, morales e incluso hasta literarias.
En diálogo con este conjunto bibliográfico varios trabajos subrayaron la performance estatal y social de los médicos, en tanto agentes que buscaron alcanzar el monopolio de la administración sanitaria, de la dirección de hospitales y centros de atención, del diseño y conducción de campañas masivas de vacunación, prevención y cura de enfermedades, etc. Desde los llamados «higienistas» y su influjo sobre las políticas sociales y sanitarias decimonónicas9, hasta los elencos de sanitaristas durante las primeras gestiones peronistas10. Esta literatura ha contribuido al conocimiento de los expertos en la administración de salud y sus perfiles profesionales y académicos. Entre otros aspectos puestos de relieve, esta bibliografía se concentró en la consagración jurídica y legal de la medicina diplomada11 como única variante legítima del arte de curar12, la regulación del ejercicio de la profesión y de su rol dentro de los subsistemas de atención a la salud13, la creación de instancias de administración y gobierno en temas de higiene pública14, los mecanismos de acumulación de poder institucional desplegados por los médicos, es decir, su constitución como corporación. Otros trabajos15, fueron más allá del rol de los médicos como autoridades y protagonistas de la política nacional, para rescatar las trayectorias, vínculos y realizaciones individuales de estos actores en otros niveles de gobierno y en la sociedad civil.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, este artículo tiene un doble objetivo. Por un lado, analizar las principales características, problemas y ventajas de los enfoques biográficos, en tanto métodos de acercamiento al mundo social de comunidades científico-profesionales. Por otro lado, indagar en la formación y el desempeño profesional de los médicos sanitaristas, ingenieros sanitarios, enfermeras y otros agentes que se desempeñaron como profesores e investigadores en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires, entre 1960-1976. Esta escuela fue creada en Buenos Aires en 1958 y tenía como misión formar expertos en salud pública16. Por esta «salud pública» entendemos:
[...] el conjunto de saberes y prácticas que los actores de la época concibieron acerca de cómo se debían administrar y dirigir hospitales y qué se entendía por epidemiología y por nociones vinculadas al saneamiento ambiental, a la medicina del trabajo, a la educación sanitaria y a la salud materno infantil, tanto en los espacios rurales como urbanos17.
En función de nuestros objetivos, primero proponemos retomar las reflexiones pioneras de Lawrence Stone sobre el método de la biografía colectiva o prosopografía e indagar algunas de sus aplicaciones y reivindicaciones posteriores18. Como plantearemos, esta perspectiva puede ser complementada con una aproximación sociológica a las trayectorias19, lo que permitió estudiar campos académicos y disciplinas a partir de la información biográfica de grandes colectivos de actores individuales20. En un segundo momento, analizaremos los diversos modos en que las técnicas prosopográficas y biográficas, así como las narraciones autobiográficas, pueden ser utilizadas en una historia sociocultural de la salud pública en la Argentina de los años 1960 y 1970. A partir de un relevamiento exhaustivo de relatos autobiográficos, legajos personales y otros papeles administrativos, pudimos reconstruir las trayectorias profesionales identificando los patrones de circulación académica, experiencia laboral, itinerarios transnacionales. Según tendremos oportunidad de ilustrar, ya sea concentrándonos en un caso individual o en casos múltiples, la utilización de métodos centrados en la búsqueda de información personal y biográfica es una herramienta útil para historizar procesos complejos y transformaciones en las comunidades académicas, aún no estudiadas en profundidad.
2. Sobre prosopografía y biografía
El uso de información biográfica para comprender hechos históricos y procesos sociales ha sido un recurso frecuente en la historia social y en la sociología. Retomando el concepto de prosopografía, frecuentemente utilizado en estudios sobre la Roma antigua y la Edad Media europea, Lawrence Stone propuso la adopción de dicho método, al que definía como una «investigación del background común de características de un grupo de actores en la historia por medio de un estudio colectivo de sus vidas»21. Como señalaba el autor, dicho método es importante también para la historia política, en tanto su propósito es «encontrar sentido a la acción política, para explicar el cambio ideológico o cultural, para identificar la realidad social y para describir y analizar con precisión la estructura de la sociedad y el grado y naturaleza de los movimientos de esta»22. Para realizar este propósito, el prosopógrafo «parte de la delimitación de un corpus de individuos» y somete a cada miembro del grupo «a un cuestionario común referido a sus características (v.g. edad, nacionalidad) y sus atributos (nivel educativo, título, ocupación, patrimonio, entre otros)»23. Esta perspectiva estructural, social y demográfica constituía para Stone un intento por ir más allá de las retóricas políticas de los actores históricos, habilitar «una mejor comprensión de sus logros e interpretar más correctamente los documentos que produjeron»24.
Las limitaciones del enfoque prosopográfico fueron señaladas por el propio autor, resaltando los múltiples obstáculos que pueden condicionar las conclusiones de un estudio prosopográfico: las deficiencias o lagunas de información, cuando existe una disparidad notable en la disponibilidad de los datos, por ejemplo, mayor cantidad de información sobre las élites que sobre clases populares, o abunda para un aspecto de la vida social, como la propiedad, y escasea sobre otros. Los errores de clasificación, que consisten en no advertir «importantes subdivisiones» en un conjunto, generando una homogeneidad falsa; y los errores de interpretación de los datos no conocen cuál es la representatividad del grupo estudiado respecto al universo al que pertenece25.
La perspectiva sistematizada por Stone ha sido retomada desde la historia social de la ciencia y varios análisis reconocen su centralidad y su carácter fundante para dicha especialidad. Como han observado en distintas oportunidades Shapin y Thackray, Pyenson, McLeod y Nuvolari26, un clásico como Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII, de Robert K. Merton27, no sólo sentó las bases para estudios posteriores en ese campo sino que también constituye un original antecedente en la utilización de un método prosopográfico, mediante el cual aquel autor analizó las trayectorias, realizaciones e intereses ideológicos de inventores, hombres de ciencia y miembros de la Royal Society of London, cuya información biográfica constaba en obras recopilatorias del período victoriano como el Dictionary of National Biography. Sobre la base de esta masa de información biográfica, Merton construyó una hipótesis relevante sobre la emergencia de la ciencia, su doble vínculo con el protestantismo y la revolución industrial inglesa, convirtiéndose así en una referencia para estudios posteriores en historia social de la ciencia.
¿Cuál ha sido el aporte de la prosopografía a la historia de la ciencia? El enfoque prosopográfico aplicado a la historia social y cultural de las ciencias ha permitido ampliar y mejorar la comprensión de la actividad científica desde la Revolución Industrial hasta el siglo XX, con especial énfasis en el conocimiento de los sujetos implicados en amplios procesos sociales. Como señalaron Shapin y Thackray la indagación de las comunidades de científicos ha posibilitado un modo de análisis que pretendió ir más allá de lo que debería ser la ciencia o de lo que sería en el futuro, una mirada no teleológica sobre lo que los científicos hicieron y sobre cómo construyeron sus colectivos e identidad simbólica28. El estudio prosopográfico de más de 600 perfiles de científicos que vivieron entre 1600-1785, posibilitó a Nicholas Hans verificar la hipótesis según la cual los pioneros de la ciencia moderna en Inglaterra provenían de una ascendente clase media industrial, excluida de los círculos de sociabilidad y educación tradicionales, como las universidades de Cambridge y Oxford. Los trabajos de Shapin y Thackray por su parte, enfocados sobre comunidades científicas británicas entre 1700-1900, arrojaron resultados similares: mucho tiempo antes que el oficio de científico emergiera como una ocupación especial y una profesión académica institucionalizada, existió en Inglaterra una compleja red de «científicos prácticos», industriales, manufactureros, artesanos y curiosos sin entrenamiento formal, con un creciente poder económico que no se traducía en poder social, político o cultural, y que elegían participar en una incipiente cultura científica como un modo de distinción social. Explorando estas comunidades, compuestas por personas que publicaban panfletos, libros o colaboraciones en las primeras revistas científicas, o que sin publicar trabajos ni hacer descubrimientos pertenecían a sociedades filosóficas o científicas, o bien eran mecenas de empresas científicas o incluso aplicaban estas nuevas ideas o simplemente las diseminaban. Shapin y Thackray demostraron que por cada científico renombrado era posible contar cincuenta individuos involucrados en estas redes de «ciencia práctica», en general, médicos locales o rurales, miembros del clero, comerciantes, manufactureros, abogados, artesanos. La experiencia de estos «científicos prácticos» llevó a los autores a afirmar que es necesario abordar estas comunidades para «apreciar la influencia del patronazgo y las audiencias locales en la selección de los problemas, los modelos de investigación y los patrones de carrera»29.
Avanzando hasta períodos más recientes, en ámbitos científicos institucionalizados, Lewis Pyenson ha señalado que los aportes de la prosopografía fueron fundamentales para profundizar nuestro conocimiento de diversas comunidades académicas y disciplinares y a poblaciones educadas en general: estudiantes de una universidad, egresados de escuelas de élite, doctores en alguna disciplina, científicos agrupados en sociedades o instituciones, etc. Las prosopografías de los mundos académicos se han convertido en un fértil de campo para conocer patrones de reclutamiento y otras características comunes a individuos agrupados en una misma profesión. Justificando esta propuesta, McComarch afirmó que los miembros de una misma disciplina científica
[...] están comprometidos con metas, standards, métodos y reconocimientos académicos en su campo, con las mismas capacidades para conducir y comunicar sus investigaciones, con el entrenamiento y certificación de la generación de especialistas que los sucederán. La disciplina prescribe los problemas y métodos del científico, canaliza sus ambiciones personales, recompensa sus logros y condiciona sus actitudes, valores y comportamiento. La disciplina afecta cada aspecto del trabajo y la carrera del científico; las más extendidas características del pensamiento y la vida colectiva científica están vinculadas con la organización disciplinaria de la ciencia30.
Siguiendo esta misma perspectiva consistente en aprovechar la unidad propuesta por una disciplina en la selección de un corpus de biografías, Karl Hufbauer estudió a los químicos alemanes de los siglos XVIII y XIX31; Forman, Heilbron y Weart analizaron perfiles de físicos, su producción científica y la financiación de sus investigaciones hacia el año 190032; Goubert y Meyer investigaron trayectorias de médicos, cirujanos, boticarios y parteras en la Britania de las vísperas de la Revolución francesa, mientras que John Raachs abordó una prosopografía de más de 700 médicos rurales de la Inglaterra del siglo XVII. Todos estos abordajes ampliaron lo que se sabía sobre esas disciplinas, permitieron repensar la circulación de saberes y los conocimientos en esos ámbitos y sus relaciones con redes más amplias.
Una propuesta similar a estas prosopografías académicas y un uso frecuente de encuestas biográficas, constituyen herramientas recurrentes en los trabajos de Pierre Bourdieu, en base a las cuales ha ofrecido varios análisis de la composición y las dinámicas de las élites políticas en Francia y una radiografía del campo universitario francés hacia la década de 196033. Desde el punto de vista metodológico, esto implicó la confección de varios corpus de casos individuales: egresados de Grand Écoles y premiados en los Concours Général (como en La Nobleza de Estado), profesores de diversas universidad y facultades, de carreras nuevas o tradicionales, miembros de nuevos institutos de investigación o de los Consejos universitarios, etc. (como en Homo Academicus). El análisis de estos grupos de académicos le permitió a Bourdieu la reconstrucción de dinámicas relacionales de distribución y luchas por distintos tipos de poder dentro de la universidad (capitales de poder académico, ejemplificado en mayor prestigio cultural, reconocimiento dentro y fuera de los ámbitos de especialistas; capitales de poder universitario, que el autor identifica con mayor capacidad de decisión dentro de la institución). Como afirmó Ferrari, el interés de Bourdieu es el análisis de la lógica del campo social del que forman parte los actores, resaltando «las posibilidades que tienen los individuos en un momento dado, el valor social adjudicado a los atributos que poseen (lugar de formación, entre otros) en función de las categorías de percepción y de apreciación socialmente construidas»34. No se trata entonces solo de un interés intrínseco por la/s biografía/s de individuos sino de un estudio de los campos sociales a través del análisis colectivo de sus trayectorias. Bourdieu entiende a estas «como una serie de posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente (o por un mismo grupo) en un espacio que también se halla en proceso de cambio y sometido a incesantes transformaciones»35.
Un ejercicio interesante aplicado al ámbito intelectual argentino del siglo XX, que conjuga un abordaje de biografías colectivas junto a una historia de campos académicos y una sociología de los procesos de profesionalización la hallamos en Cuéntame tu vida, de Jorge Balán, donde el autor analiza el surgimiento del psicoanálisis institucionalizado en la Argentina de los años cuarenta36. Como demuestra el autor, explotando al máximo la información presente en varias historias de vida, la formación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) en 1943 supuso diversas dimensiones, como la institucionalización de la especialidad, indicios de una feminización temprana de la práctica analítica y la incorporación subordinada de la psico-terapia a la medicina diplomada. Estas dinámicas están presentes en las vidas de quienes integraron la APA y a la vez fueron consecuencias de sus acciones. Balán analizó las trayectorias de Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichon-Rivière, Celes Cárcamo, Ángel Garma, Marie Langer, Guillermo Ferrari Hardoy y simpatizantes iniciales del psicoanálisis como Gregorio Bermann y Jorge Thénon, deteniendo la mirada en sus carreras de origen, relaciones familiares, trayectorias profesionales (se trataba de médicos en su mayoría), vinculados con organizaciones y centros psicoanalíticos internacionales. La pregunta que moviliza esta indagación es sencilla: ¿qué motivó a estos primeros analistas argentinos a abandonar especialidades médicas prestigiosas, poderosas y rentables por el proyecto incierto de institucionalizar el psicoanálisis? Adentrándose en las vidas y antecedentes de Rascovsky y Pichon-Rivière, el autor descubre infancias similares, un pasado de familias europeas inmigrantes y otros patrones sociales compartidos, que en parte explicarían las orientaciones sostenidas por estos actores.
A la luz de estos aportes vemos que el abordaje prosopográfico y el análisis sociológico de las trayectorias, constituyen propuestas fructíferas y afines para indagar la historia de campos académicos, disciplinas, proyectos intelectuales, tradiciones y movimientos culturales, etc. Con el fin de captar algunos indicios acerca de la lógica que ordena un campo social, su conexión con otros campos y ámbitos y sus transformaciones en el tiempo, y desde un abordaje de biografía colectiva o prosopografía, cobran relevancia diversos tipos de fuentes: desde diccionarios biográficos, textos autobiográficos y memorias, legajos académicos e incluso biografías editadas. Estas preguntas y recursos tienen, como veremos, una gran potencialidad para un acercamiento sistemático al campo compuesto por médicos de la salud pública en Buenos Aires hacia las décadas de 1960 y 1970.
3. Médicos sanitaristas de Buenos Aires desde una perspectiva prosopográfica
A continuación, veremos algunos resultados alcanzados mediante la aplicación de un enfoque prosopográfico al ámbito profesional y académico de los expertos en salud pública en Buenos Aires durante las décadas de 1960 y 1970, tomando como corpus de análisis las trayectorias de los profesores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires (ESPUBA) creada en 1958.
El relevamiento se ordenó en torno a la lectura de los legajos administrativos obrantes en el Archivo Central de la Facultad de Cs. Médicas de la UBA. De los 140 profesores que colaboraron con el proyecto de la Escuela, solo 98 contaban con legajo personal en este archivo (Ver anexo). En los restantes casos, la falta de este documento fue suplida con los «Antecedentes, Títulos y Trabajos» que estos profesores presentaron, en el período estudiado, ante las autoridades de la Facultad para concursar por uno o más cargos docentes37. Con estas fuentes alcanzamos a completar información sobre 110 casos.
Otra fuente que nos sirvió para consolidar ciertos datos fue el Boletín Oficial de la República Argentina del que relevamos algunas ediciones con información significativa entre 1958-198438. Adicionalmente se consultaron fuentes secundarias, consistentes en historias institucionales de la salud pública y textos autobiográficos de sanitaristas y médicos que vivieron en dicho período39.
Respecto a las variables que ordenaron la recolección de información, nos concentramos en compilar la mayor cantidad de datos sobre los actores y sus trayectorias, siguiendo el modelo de los trabajos sobre prosopografía de la ciencia y del mundo académico40. Entre las variables con información disponible seleccionamos aquellas que nos permiten conocer la experiencia profesional de estos agentes: formación de grado (categorías: médico/a, odontólogo/a, ingeniero, arquitecto/a, enfermera, sociólogo/a, antropológo/a, contador/a, economista, estadístico/a, etc.); especialización en salud pública (Doctorado, Maestría, Diplomado, Cursos y en qué universidad fueron cursados); formación en el exterior (universidad y país de destino); organismo patrocinador (qué agencia otorgó la beca, nacional o extranjera); relación con organismos internacionales (como becario o como empleado-consultor); desempeño profesional en el Estado (Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, Min. de Bienestar Social, otros ministerios o dependencias de menor jerarquía); desempeño profesional otros ámbitos (en obras sociales, ámbito empresarial, fundaciones e institutos de investigación en salud pública, como consultores o empleados permanentes).
La información construida a partir de estas variables nos permitió caracterizar al conjunto de profesores y sacar algunas conclusiones sobre el campo de salud pública en Buenos Aires hacia los años sesenta y setenta. A continuación, podemos ver algunos resultados de la pesquisa.
Facultades y carreras de procedencia: el peso de la medicina en la salud pública
De los 110 profesores cuyas trayectorias pudimos completar con datos significativos, 89 provenían de la Universidad de Buenos Aires, de carreras académicas como medicina, odontología, antropología, sociología, arquitectura, ingeniería, matemática. Otros profesores eran egresados de la propia ESPUBA, del curso de Diplomados en Salud Pública y el curso de Técnicos Estadísticos, sin otra formación de grado. En ese caso, según pudimos ver, profundizando en sus itinerarios profesionales, se trataba de empleados del Ministerio de Salud nacional, capacitados en la Escuela y luego incorporados como profesores. Los otros 21 docentes se habían formado en las Universidades nacionales de Córdoba, La Plata y Cuyo.
Como se puede apreciar a partir de las biografías individuales, la ESPUBA fue una escuela eminentemente médica: de sus 110 profesores, 75 eran médicos, 6 odontólogos con orientación en salud pública, 6 científicos sociales (sociólogos y antropólogos), 4 ingenieros sanitarios, 1 estadístico, 2 matemáticos, 2 arquitectos, 2 enfermeras y 12 profesores con otras profesiones. La presencia de los médicos fue mayoritaria durante todo el período, aunque también fue en aumento el personal contratado especializado en investigación social «en terreno», como antropólogos y sociólogos así como especialistas en procesamiento de datos estadísticos. La Escuela concretó un modelo institucional eminentemente médico, en detrimento de una potencial orientación hacia las ciencias sociales o al saneamiento urbano. Esto nos remite a la relación de la medicina y la salud pública y al intento de la comunidad médica local por incorporar los saberes sanitarios y las instituciones formadoras como elementos subordinados al poder médico tradicional, proceso que se ha observado en otros casos nacionales. Como señaló Elizabeth Fee41, durante la organización de la primera escuela de salud pública de los Estados Unidos en la Johns Hopskins University hacia 1916, el dominio sobre la salud pública como saber fue disputado por bacteriólogos, ingenieros sanitarios y médicos «sociales» y «ambientales». Los primeros, como Charles Chapin (18561941) y Hilbert Winslow Hill, representaban el enfoque bacteriológico, según el cual las enfermedades debían combatirse, mediante la identificación de los gérmenes y bacterias que enfermaban a los pacientes, atacando los focos del contagio. Los doctores Alice Hamilton (1869-1970), Joseph Goldberger (1864-1929), Edgar Sydenstricker (1881-1936) y Charles E. Winslow (1877-1957) al contrario, sostenían una perspectiva ambiental y social, centrada en el mejoramiento de las condiciones de vida, saneamiento de las aguas, mejoras laborales, política de vivienda. Opuestos a ambos bandos, los ingenieros sanitarios se adjudicaban como una victoria propia el descenso de las tasas de mortalidad en los EE.UU. entre 1860-1900, que interpretaban como una consecuencia de la construcción de modernos sistemas de drenaje urbanos propuestos por ellos. Esta disputa se resolvió a favor de los médicos y de una corriente sanitaria y social más que bacteriológica.
Formación en salud pública: entre la formación local, América Latina y Estados Unidos
Según el relevamiento, 76 docentes de la ESPUBA se formaron como especialistas en salud pública y poseían títulos académicos en tal especialidad42. De estos, 47 profesores se habían especializado en la misma ESPUBA donde luego fueron contratados como docentes e investigadores. En su gran mayoría habían egresado del curso «Diplomado en Salud Pública» y otros del curso «Administración y Organización hospitalaria». Otros profesores (6), eran egresados del «Curso Superior de Higiene» de la UBA (creado en 1941), de «Ingeniería de salud pública» del Ministerio de Salud (entre 1946-1951) o del curso de «Visitadoras de Higiene» de la UBA.
En total, 48 profesores se formaron en el exterior, en algunos casos como única formación, en otros casos como un entrenamiento complementario al obtenido en la ESPUBA u otra institución local. Los establecimientos preferidos en el extranjero fueron la Escuela de Salubridad de Chile, la Facultad de Higiene y Medicina preventiva San Pablo (Brasil), la London School of Hygiene and Tropical Medicine, la Universidad de Columbia (New York, EE.UU.), Berkeley (California, EE.UU.), UCLA (California, EE.UU.), Johns Hopkins (Baltimore, EE.UU.), Harvard (Massachusetts, EE.UU.), Pittsburg (EE.UU.) y varios centros de formación de la Organización Panamericana de la Salud.
El cuerpo de profesores además de contar con alta proporción de especialización era un staff conectado, de manera personal y académica, con los centros de formación en salud pública más avanzados y prestigiosos tanto de EE.UU. como de América Latina y en menor medida de Europa. Esto es un cambio interesante respecto al período anterior. Según el relevamiento de Norma Sánchez sobre perfiles profesionales de médicos higienistas argentinos destacados entre 1880-1943: de un total de 104 profesores, los 29 que viajaron a formarse en higiene, bacteriología y salud pública a países del extranjero lo hicieron a universidades de París, Viena, Roma y Londres, sólo 3 de ellos además conocían universidades norteamericanas. El staff de la ESPUBA, en este sentido, estaba conectado en una alta proporción con centros de entrenamiento americanos43.
Desempeño laboral: burocracias estatales, obras sociales, sector empresarial
El vínculo de estos docentes con la gestión púbica es notable. Unos 65 docentes de la institución se desempeñaron en cargos burocráticos, como empleados o funcionarios de carrera o bien como consultores independientes, tanto en la cartera sanitaria nacional como en su equivalente de la provincia de Buenos Aires. De estos 65 profesores, 8 trabajaron en la Secretaría de Salud de la Nación (SSP) en distintos momentos, aunque no pudimos determinar en qué dependencias específicas; 9 trabajaron en algún momento para el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires; otros 9 se desempeñaron en las «Coordinaciones regionales/provinciales» de la SSP.
Otros 39 profesionales ejercieron distintas funciones en oficinas y dependencias del Ministerio de Asistencia y Salud Pública y luego en su sucesor a partir de 1966, el Ministerio de Bienestar Social. De estos, 14 profesores trabajaron como directores, asesores estadísticos, administrativos y expertos en organización en hospitales nacionales y otros centros de atención. Esto se relaciona no sólo con el carácter «hospitalocéntrico» de la profesión médica sino con la diversidad y magnitud de los procesos de modernización del hospital entre 1960-1980, lo que incluyó una creciente complejidad en la dirección de dichas instituciones y un impresionante aumento de costos en tecnología, en medicamentos, en infraestructura, en personal, etc., todo lo cual hizo aún más necesario contar con administradores capacitados. Esta modernización del entorno hospitalario se vinculó a su vez con la búsqueda de una mejor administración sanitaria a nivel central-estatal, lo que animó la creación de nuevas oficinas, dependencias e institutos de investigación. Por lo menos 25 profesionales de la ESPUBA trabajaron en estas oficinas, como el Departamento Técnico de la Dirección del Programa de los Centros de Salud (prov. de Buenos Aires), el Equipo de Salud Pública de la Dirección Técnica del Consejo Federal de Inversiones, el Estudio sobre Servicios de Salud y Educación Médica (de la SSP de la Nación), la Dirección de Educación Sanitaria y Social, Dirección de Estadística del MASySP, el Departamento de Estadísticas de la Dirección Nacional de Sanidad Escolar, el Departamento de Economía de la Salud, la Escuela Nacional de Salud Pública, el Departamento de Programación y Evaluación de la Salud, etc.
Por fuera de la estructura estatal y sus oficinas burocráticas, solo 3 profesores de la Escuela trabajaron para los servicios médicos de las obras sociales sindicales: Elbio Néstor Suárez Ojeda y Mario Hamilton (obra social de los ferroviarios) y Carlos H. Rizzi (IOMA y Obra Social de la Secretaría de Educación). Otros 6 colaboraron en emprendimientos del sector privado, como el Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (CEMIC), el Centro de Investigación y Adiestramiento en Salud Pública (CIASP), la Dirección del Instituto de Formación Técnica Profesional Torcuato Di Tella y otros emprendimientos de la sociedad civil.
Organismos internacionales: ¿preponderancia de la Organización Panamericana de la Salud?
Las biografías personales han resultado también una fuente muy interesante para comparar el patrocinio de organismos internacionales a la ESPUBA, como otra expresión de la conexión o vínculo entre esta experiencia del campo local de la salud pública y las redes internacionales de investigación y entrenamiento en la especialidad. En este sentido es notable el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) al desarrollo profesional del staff de profesores, por medio de un programa de becas: 38 docentes recibieron becas de la OPS para formarse como especialistas en salud pública, desde 1959 hasta principios de los años setenta44. Si al número de becarios sumamos los profesores que se vincularon al organismo panamericano como consultores (es decir, que dado su expertise o conocimiento sobre un tema fueron contratados por la OPS para viajar a otros países a realizar misiones técnicas), la cifra asciende a 47, quienes fueron incorporados por la organización como consultores en Uruguay, Nicaragua, Brasil, Paraguay, Chile, Senegal y EE.UU.
Asimismo, se deben reconocer varios matices. Para comenzar, solo 12 profesores se especializaron en salud pública exclusivamente gracias a la OPS, mientras que los 26 restantes también se valieron del apoyo de otros organismos internacionales (como en el caso de David Sevlever, becario de la Fundación Rockefeller y de la OPS en momentos diferentes de su trayectoria)45, o de organismos nacionales (como Mario Hamilton o José Carlos Escudero, becarios de la Secretaría de Salud Pública de la Nación, alumnos de la ESPUBA y luego profesores). La superposición de patrocinadores alcanza treinta profesores, que recibieron distintos apoyos y financiaciones para solventar sus estudios.
Es necesario tomar esta «preponderancia» de la OPS como patrocinador con algunas reservas. Las trayectorias de estos sanitaristas, afectadas por el patrocinio de las agencias estatales locales, con exclusión de otras ayudas, es bastante superior al de la OPS (35 a 12). Los organismos nacionales (principalmente la UBA, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y la Secretaría de Salud Pública de la Nación), patrocinaron el entrenamiento profesional de 35 docentes, y de 24 más en conjunto con la OPS y otros organismos: en total, las agencias del Estado financiaron, ya sea parcial o totalmente, la formación de 59 sanitaristas de los estudiados en la muestra. Esta tendencia confirma otras observaciones acerca del rol de las agencias estatales en el sostenimiento del proyecto de la ESPUBA. Según Iriart, Nervi, Olivier y Testa, entre 1960-1986, egresaron de la Escuela, 835 sanitaristas. De estos hubo «un 62% de profesionales presentados por organismos estatales46.»
Conclusiones
El enfoque prosopográfico ha sido una herramienta que permite construir información acerca de procesos históricos y sociales, de grupos profesionales, comunidades académicas, etc. Una herramienta que posibilita trasvasar el ejemplo individual, el recorrido ejemplar y las vidas de «grandes hombres» para concentrarse en las características de un grupo (ventaja señalada tanto por L. Stone como por P. Bourdieu), lo que se ha puesto de manifiesto en varias historias sociales de la ciencia (cfr. Shapin, Thackray, Pyenson).
Inspirándonos en los trabajos que han seguido esta metodología indagamos en las trayectorias de los agentes de salud pública agrupados en la ESPUBA entre 1960-1976, con el objeto de conocer características de este staff. Como pudimos analizar, la mayoría de los profesores fueron médicos de la UBA, aunque también se nuclearon en la institución otro tipo de profesionales provenientes de la misma universidad o de otras. Se trató de un plantel numeroso de expertos contratados para realizar tareas de «docencia e investigación» y con una alta proporción de especialización en la propia institución: 47 sanitaristas formados profesionalmente se entrenaron en la propia ESPUBA. Fundamentalmente la ESPUBA fue una institución médica, ofreciendo una formación en salud pública hegemonizada por dicha profesión.
Por otro lado, 48 profesores se formaron en universidades del exterior, mayoritariamente en América Latina y EE.UU. y 38 recibieron becas de la OPS. La experiencia profesional de estos agentes tuvo, como vemos, una deriva internacional importante. Asimismo, esta presencia de organismos internacionales en sus trayectorias se vio equilibrada por el apoyo constante de las agencias estatales, como patrocinadoras y empleadoras de expertos en salud pública durante el período estudiado. La interacción entre patrocinios locales-estatales e internacionales es un elemento importante en estas trayectorias, para comprender la formación de un ámbito trasnacional de salud pública en los años sesenta y setenta, espacio que se caracterizó por la circulación de saberes, actores y recursos destinados a la «planificación de la salud». En este sentido, Barrancos y Vilaça Mendes47, combinando los métodos de la historia de vida y la historia oral, reconstruyeron trayectorias que confirman este patrón de circulación internacional, en el que fueron muy importantes tanto los estados locales/internacionales, como los organismos internacionales. Marcos Cueto, por otra parte, ha reconstruido el trasfondo global de este ámbito sanitario en el marco de la Guerra Fría48.
Las derivas profesionales de estos expertos apenas han sido analizadas por la bibliografía especializada y salvo trabajos biográficos individuales (de médicos notables, ministros y médicos que incursionaron en la arena política) no contamos con información sistemática para caracterizar la salud pública qua profesión en la Argentina de los años centrales del siglo XX. En este sentido, el presente artículo es una contribución que pretende ir en esa dirección.