1. Introducción
En la década del 1990, Colombia estuvo asediada por un conflicto armado que hizo pensar a muchos analistas que éramos un país inviable. La apertura económica que acabó con la pequeña industria nacional y arrasó con la producción agrícola nacional, la expansión y consolidación del narco-paramilitarismo en su guerra a muerte con las guerrillas que por aquellos años tuvieron sus máximas victorias militares evidenciadas en los diálogos del Caguán1 y el control territorial que lograron obtener las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, FARC-EP, podían ser leídos como hechos políticos que ponían en cuestión la viabilidad del país. En efecto, esta década estuvo marcada por la estrategia militar por parte de las FARC-EP para tomarse el poder arreciando hasta su máxima capacidad las confrontaciones militares, que según los analistas y los propios relatos de sus miembros logró sus mayores victorias militares, representadas en la toma de varios municipios, la captura de centenares de militares, principalmente en el sur de país.
Si bien en 1982, los miembros de las FARC-EP en la Séptima Conferencia decidieron actualizar la estrategia político-militar para tomarse el poder, fue en 1993, en la Octava Conferencia y bajo el liderazgo del Bloque Oriental donde tomó más fuerza y se hicieron planes estratégicos para ampliar de forma más eficaz un control territorial en zonas en las cuales la presencia de las FARC-EP era muy pobre o inexistente. De esta forma se propusieron tres fases de expansión político-militar (1990-1992, 1992-1994 y 1996), en su intención de hacer presencia en la mayoría del territorio nacional, lo que los obligaba a buscar estrategias de acumulación de recursos para poder sustentar los gastos propios de una guerra de talante nacional. En este escenario, las FARC-EP, durante los años 1994-1996, convirtieron a la Cordillera Oriental en su Centro de Despliegue Estratégico (CDE) por medio de cercos militares a zonas que ellos consideraban relevantes militarmente y así decidieron ejercer presión sobre las principales poblaciones de la región. Una ofensiva militar justificada ideológicamente por medio de su propuesta de hacer una guerra popular prolongada2. La provincia de García Rovira-Santander se convirtió en uno de sus principales objetivos estratégicos, donde la toma de Capitanejo representó para los miembros de las FARC-EP un gran avance en ese sentido; mientras que para los habitantes de Capitanejo significó la llegada de la guerra. Así lo recuerda uno de ellos:
Esa, fue una noche que quedó grabada en la memoria de todos los capitanejanos, entendimos que de ahí en adelante la calma de nuestro municipio había acabado, fue el comienzo de varios años de temor y de angustia […]3.
Capitanejo hace parte de la provincia de García Rovira (Mapa 1), en el límite con el departamento de Boyacá, sobre la Cordillera Oriental, está ubicado en la falla geológica conocida como el Cañón del Chicamocha, por ello su relieve es variado, con pisos térmicos que oscilan entre los 1090 y 2.400 M/SNM. Esta posición geográfica lo convierte en un punto de convergencia y de frontera para quienes pretenden, por el sur, dirigirse por la Carretera Central del Norte al departamento de Boyacá y a Bogotá; y por el norte hacia Cúcuta, Málaga y Bucaramanga, por el Valle de Pescadero.
Fuente: Lilia Tatiana Roa Aveddaño, «La ampliación de la frontera petrolera sobre los territorios campesinos en colombia. conflictos y resistencias» (Informe de investigación, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2012), 15.
En 1996, Capitanejo contaba con una población cercana a los 5.000 habitantes, ubicados en un 70% en sus 19 veredas4 y el 30% restante en el casco urbano, su economía giraba alrededor de los cultivos de: melón, papaya y tabaco. El tabaco constituyó uno de los pilares económicos de la región desde 1934, con la entrada de la empresa «Colombiana de Tabaco», activando dinámicas mercantiles de carácter rural y urbano que fueron complementadas por el comercio, resultado de su ubicación geográfica, que aún hoy lo mantienen como uno de los principales mercados campesinos de la provincia.
Las décadas de los ochenta y noventa son recordadas por los capitanejanos como un período de estabilidad económica y relativa tranquilidad, la cual entró en declive durante la segunda mitad de los años noventa por la llegada masiva de actores armados a la región, en primer lugar, grupos de insurgencias como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las FARC y, por último, los grupos paramilitares. Pero, la toma del municipio el 30 de agosto de 1996 y la llegada de los paramilitares en 2001 son los principales hitos que los habitantes recuerdan, de la historia reciente del conflicto armado.
La noche del 30 de agosto de 1996, Capitanejo sufrió uno de los episodios más violentos de su historia. Guerrilleros pertenecientes al Frente 45 de las FARC atacaron las principales instituciones del municipio durante seis horas, dejando como saldo tres agentes de la policía muertos y cuatro heridos, al igual que la destrucción total de la alcaldía, la Caja Popular Cooperativa y la Caja Agraria. Para los capitanejanos este acontecimiento fortaleció aún más el pasado violento recordado por medio de los relatos de los abuelos, quienes se referían constantemente a la violencia bipartidista que habían vivido entre 1930 y 1960, ya que esta, para muchos, se instaló en su memoria como la Guerra de los Perros5, debido al carácter irracional con el que liberales y conservadores se enfrentaron durante esos años. Se podría afirmar que la mayoría de los habitantes de Capitanejo moldearon sus recuerdos recreando insistentemente un pasado trágico. En efecto, pareciera que la memoria de los capitanejanos se convirtió en un pasado identitario generador de sentido, cargado de un pasado trágico y de un presente que como colectivo todavía los agredía6. En este sentido, las representaciones sociales de los capitanejanos son entendidas como «una forma de pensamiento socialmente elaborado y con una finalidad práctica, que permite la locialización y la comunicación entre miembros de un mismo grupo, (...) que define y produce su particularidad»7.
Además, dichas representaciones también expresan sus memorias, dado que estas evocan el objeto ausente, sustituyéndolo por una imagen palpable y cargada de simbolismo, la cual posteriormente vuelve al relato para reconstruir un pasado ideal pero trágico8. En ese sentido, se comprenden las representaciones sociales a partir de dos características: la primera, permite «materializar una idea abstracta en un esquema concreto, mediante el lenguaje, una figura, un símbolo»9; en este caso las narraciones de los habitantes de Capitanejo autorizan que las memorias sean materializadas por medio del discurso. La segunda característica, ancla conocimientos previos o memorias a nuevas experiencias o eventos presentes, generando relaciones con el fin de otorgar a estos últimos familiaridad o cercanía10. En ese marco, las representaciones sociales permiten a los capitanejanos relacionar los eventos y personajes de la fatídica noche, con aquellos acontecimientos que hacen parte de las dinámicas del contexto actual y también de los relatos de los abuelos. Una memoria compartida pero recordada individualmente dentro un marco comunitario que los identifica como capitanejanos. En este sentido, Maurice Halbwachs afirmaba que los miembros de una comunidad recuerden individualmente, pero apelando a los recuerdos de los otros11. Por cierto, una memoria hoy secularizada por la diversidad de los actores que logran visibilizar sus recuerdos en un momento, en el cual la memoria se ha hecho migajas. Danièle Hervieu-Léger a propósito de la identidad del pueblo francés, en relación con su pérdida de identidad frente a lo católico, retomando a Halbwachs, insiste en que la «memoria cultural» logra mantenerse en el tiempo como un hilo de la memoria:
[…] que se constituye y se mantiene a través de operaciones de olvido selectivo, de elección e incluso de invención retrospectiva de lo que fue. Esencialmente cambiante y evolutiva, la memoria colectiva funciona como instancia de regulación del recuerdo individual cada vez que rebasa la memoria de un grupo dado y la experiencia vivida de aquellos para quienes constituye la referencia (…) se actualiza de manera nueva en las experiencias del presente […]12.
Con estos breves acercamientos conceptuales se espera reconstruir críticamente aquella trágica noche de agosto de 1996 y evidenciar cómo y de qué manera se emplazaron en las memorias de los capitanejanos este acontecimiento, con el ánimo de comprender cómo se transforman, permanecen y socializan las representaciones de su pasado reciente y del pasado lejano, trasmitido de generación en generación. Todo ello para configurarse en un territorio definido identitariamente como comunidad, en un escenario social y cultural marcado por la violencia.
2. La larga noche
En 1996 la provincia de García Rovira sufrió por primera vez una toma guerrillera, protagonizada por las FARC, esta vez al municipio de Carcasí a 21 km de Málaga, la capital de la provincia y a 55 Km de Capitanejo13. Una acción por medio de la cual comenzó la avanzada guerrillera a la región y que tenía como propósito hacer la guerra de acumulación territorial, propuesta por las FARC. Tomas guerrilleras que en cinco años afectaron a los municipios de San Miguel, Cerrito, Concepción, Guaca, San Andrés y Capitanejo.
[…] Esa fue una campaña que se organizó en el año 1995, en Arauca, desde allí salió el Frente (45), es la primera campaña que se inicia en el ABC: Arauca, Boyacá y Casanare. Esa tropa estaba bajo el mando del camarada Arturo Ruiz y como reemplazante Franco Benavides. En esos días se produjo la toma de Cubará, San Bernardo, Capitanejo, Carcasí, y creo que en Chita también se alcanzó a levantar la policía […]14.
Así, en 1996, la noche del 30 de agosto y parte de la madrugada del sábado 31, 40015 combatientes del Frente 45 de las FARC incursionaron16 en Capitanejo. María Antonia, reconocida médica del municipio, así lo recuerda: «cerca de las 9 de la noche, pude ver cómo en la entrada de La Palmera parqueaban aproximadamente tres camiones llenos de gente, de inmediato supe que eran guerrilleros, porque vi bastantes mujeres y niños armados»17 (Mapa 2). Violencia que según ella le hizo recordar los relatos que los abuelos le habían contado reiteradamente, sobre lo que ellos mismos habían vivido en los años cincuenta y que en ese momento no pudo evitar traer a la mente. Esa noche, los habitantes de Capitanejo atestiguaron la clásica violencia usada por la guerrilla en las tomas a poblaciones, como lo explica el Centro Nacional de Memoria Histórica en su informe Tomas y ataques guerrilleros (1965-2013), las cuales estarían divididas en tres momentos: planeación, desarrollo y repliegue18. Las particularidades de esta triada se reconstruyen a partir de las memorias colectivas de los capitanejanos, al tiempo que se evidencian las representaciones que fueron producidas y que los habitantes recuerdan.
Fuente: Adaptado de «Capitanejo, Santander,» Google Maps, acceso el 30 de noviembre 2023, https://www.google.com/maps/place/Capitanejo,+Santander/@6.5259002,-72.7123931,15z/data=!3m1!4b1!4m5!3m4!1s0x8e690a1d65f93089:0x8b337d0fd8a2e45c!8m2!3d6.5296269!4d-72.6969562?hl=es.
3. La inteligencia guerrillera, los preparativos
En esta primera fase los miembros de las FARC-EP por medio del espionaje elaboraban informes detallados acerca de las particularidades del poblado, sus habitantes y por supuesto de las condiciones de poder de fuego de la fuerza pública, concentrando sus esfuerzos de inteligencia en puntos como «(...) terreno, enemigo, población civil, tiempo y clima»19. Al parecer, esto los diferenciaba con los miembros del ELN, que según algunos entrevistados también tenían en cuenta, para un posible ataque, un análisis sobre las condiciones políticas y económicas de la región o la localidad que pretendían tomar.
[…] durante varias semanas antes de la toma, pudimos ver cómo una pareja de muchachos andrajosos rondó el parque por varios días, incluso creo que durmieron allí, para todo el mundo fue un poco extraña su presencia, pero no pensamos nada malo, simplemente pensamos que estaban de paso y que no tenían donde dormir, incluso algunas de las personas que viven alrededor del parque les regalaron comida y ropa[…]20.
[…] si hubo una preparación desde antes, hubo guerrilla en el caserío, nosotros enviábamos muchachos, incluso algunos de ellos fueron varias veces a una cafetería que estaba cerca del comando, allí ellos comían y hacían inteligencia del movimiento de la policía, cuantos salían, cuantos se quedaban (…)Yo me acuerdo que al campamento llegaban los muchachos con sus botas de caucho, enruanados como cualquier campesino de por ahí, y traían unas cartulinas, ellas se abrían y ahí estaba el croquis, los planos del municipio[…]21.
[…] creo que unos quince días antes de la toma hubo fiestas en el pueblo, eso nos permitió también enviar a varios muchachos para que recogieran información, mientras son las celebraciones hay mucha gente de varios municipios así que podían pasar desapercibidos […]22
Para lograr conocer bien el terreno de operaciones la guerrilla enviaba personal de civil al centro del poblado con el objeto de obtener información sobre la ubicación de las principales dependencias: alcaldía, bancos, estaciones de policía, al igual que de las dinámicas y cotidianidades de la fuerza pública, y de sus habitantes. En ese momento Capitanejo contaba con un Comando de Policía, emplazado en la alcaldía municipal, compuesto por siete efectivos, quienes tenían la misión de responder según un manual de defensa que había sido elaborado por el sargento Ernesto Cáceres, una semana antes de la toma, Cáceres fue trasladado al municipio del Espino en Boyacá. Este manual establecía, entre otras orientaciones, las diferentes posiciones que los efectivos deberían tomar en caso de que se presentase una toma. Así lo recuerda un capitanejano:
[…] resulta extraño el traslado del sargento, él solía cada cierto tiempo tomar por sorpresa a los policías, haciendo algunos tiros al aire, para ver cuánto tiempo demoraba cada uno en tomar su lugar (…) afortunadamente, ese día los policías no respondieron al esquema de seguridad planteado, gracias a eso los daños a las infraestructuras fueron pocos, ya que los policías debían atrincherarse en la iglesia y en algunos techos de casas aledañas al parque, la guerrilla habría bombardeado todo eso con tal de acabar con los policías[…]23.
Días previos a la noche del 30 de agosto, una incursión por parte de algún grupo alzado en armas se convirtió en un presagio, según lo recuerdan algunos de los entrevistados, que al relatar los acontecimientos comienzan a construir un relato donde sobreponen lo acontecido con sus propias invenciones y que se convierten en una representación vivida de su pasado. Según estas rememoraciones, el miedo y la zozobra empezaron a convertirse en una parte silenciosa de la rutina de los capitanejanos, sospechas que para algunos se fundamentaron en el traslado del Sargento Cáceres, en la presencia constante de foráneos y en denuncias de la presencia de las FARC y el ELN en algunas poblaciones vecinas. Estas sospechas fueron alimentadas por versiones de los campesinos que bajaban al pueblo el domingo, día de mercado:
[…] era como si en el pueblo se estuviera esperando que algo así pasara (…) creo que para gran parte de nosotros la presencia de guerrilleros quedó clara, luego que en un bingo que se realizó en uno de los balnearios, ellos hicieran presencia vestidos de civil (...) ellos son inconfundibles, empezando porque eran caras que nadie conocía, además se podía intuir que bajo sus camisas traían armas cortas, y muchos de ellos llevaban puestas las "Machitas" que para un evento en el que las personas llevaban sus mejores trajes, efectivamente levantaban sospecha […]24.
En ese momento, las representaciones sobre la toma elaboradas por los habitantes de Capitanejo, al parecer estaban relacionadas con la premeditación con que fueron llevados a cabo los hechos del 30 de agosto y que la gente lo intuía o que en sus recuerdos dieron por hecho. Mirando retrospectivamente los acontecimientos, se podría afirmar que los relatos adquieren sentido temporal y los recuerdos se presentan en una línea de tiempo coherente, en el cual encajan hechos o sentires, que tal vez fueron elaborados después de los hechos; sin embargo, estos relatos permiten comprender la forma en que las guerrillas operaron militarmente y los imaginarios que los capitanejanos tienen de éstas; por ejemplo, el uso de algunas prendas distintivas, al igual que la incorporación de mujeres y niños, lo cual se convierte para los capitanejanos en un elemento característico dentro de las filas subversivas, que posteriormente, con la llegada de los grupos paramilitares25 fue determinante para su diferenciación.
Por otro lado, para muchos capitanejanos existe la creencia generalizada de que las fuerzas militares regionales tuvieron algún grado de infiltración por parte de las FARC, debido al traslado del sargento Ernesto Cáceres, quien según los mismos testimonios hubiese resistido de manera más beligerante al ataque; además, que la tardía reacción de la base militar ubicada en Málaga, a pocos minutos de Capitanejo, también genera muchas dudas para sus habitantes. De igual manera, muchas de las representaciones alrededor de la toma han sido generadas a partir de las memorias condensadas en relatos de pobladores de zonas periféricas del municipio, quienes pudieron atestiguar la llegada del primer grupo que pretendía, desde la entrada sur del municipio, crear un cerco, mientras que otros, al sonido de disparos al aire, avanzaban hacia el parque principal.
4. La toma: entre bombas y metralla
Esta etapa concentra el mayor esfuerzo táctico y militar usado por las FARC, ya que es el momento en donde se deben cumplir los principales objetivos, propuestos durante la planeación, uno de estos consistía en tomar las principales dependencias del municipio: Comando de Policía, alcaldía e instituciones bancarias26. En ese momento, Capitanejo contaba con una sucursal de la entonces Caja Agraria, ubicada al costado sur del parque principal y otra de la Caja Popular Cooperativa, ubicada a dos cuadras al oriente, sobre la avenida principal. Por su parte, el Comando de Policía y la alcaldía municipal compartían el mismo espacio, en el costado norte del parque (Mapa 3).
Sobre las nueve y cuarto de la noche, luego de entrar por el norte del municipio, usando «camiones, buses, camionetas e incluso una ambulancia perteneciente al municipio del Espino Boyacá»27, se oyeron las primeras detonaciones que fueron acompañadas por un corte de energía eléctrica y del servicio telefónico, interrumpiendo la calma de los habitantes de Capitanejo. Pese a los rumores que anunciaron, de alguna manera, la incursión, los capitanejanos fueron sorprendidos por las ráfagas de ametralladoras, obligando a que instintivamente buscaran refugio.
[…] lo recuerdo muy bien, en ese momento, estábamos viendo una novela que se llamaba "Otra en mi", cuando de un momento a otro comenzaron los primeros disparos, pensé que de pronto era pólvora, pero uno logra darse cuenta que lo que está escuchando son disparos, además, sonaban por todos lados del pueblo, intenté mantener la calma, pero en pocos momentos supe que algo muy feo estaba por pasar. En cuestión de minutos los disparos y las explosiones se concentraron en el parque, entonces caí en cuenta que ya se trataba de una toma… Lo único que pensé en hacer fue resguardarme junto con mis hijos debajo de la cama y pedirle a Dios hasta que todo esto pasara[…]28.
Un recuerdo que este capitanejano alude es al temor, que sus padres le habían contado, cuando ellos mismos habían sido víctimas de la persecución de las guerrillas conservadoras devenidas en bandas o de los chulavitas29, que durante los años cincuenta azotaron la región. Por lo general, la gente del pueblo se recoge a las ocho de la noche, pero aquel 30 de agosto era viernes, por eso algunos pobladores esa noche se encontraban departiendo en las tiendas, según los testimonios, para liberar las tensiones de una larga semana, al son de los vallenatos entonados por el cantante popular Diomedes Díaz. Encuentros en los que la cerveza se tomaba de manera desesperada, por supuesto, en el billar más grande y popular del municipio «Billares Capitanejo», ubicado en la calle central, unas puertas al sur de la Caja Popular Cooperativa.
[…] todos pensamos que los estruendos eran resultado de los voladores que algún borracho estaba quemando en ese momento, pero cuando las explosiones comenzaron a hacerse constantes, cada vez más fuertes y cercanas entendimos que realmente se trataba de la guerrilla (…) como pudimos buscamos donde protegernos, bajo las mesas, detrás de los enfriadores, en cualquier lugar donde pudiéramos estar seguros […]30.
Además de las personas que se hallaban en el billar, fueron muy pocas las sorprendidas fuera de sus hogares, algunos de ellos se encontraron de frente con las primeras escuadras, que desde las calles al norte se dirigían al parque principal, evidenciando la capacidad bélica de los insurgentes «pude ver como bajaban -al parque principal- como unos 20 guerrilleros, iban armados hasta los dientes, vi cómo cargaban desde ametralladoras M-60 hasta lanza granadas MGL»31. Los subversivos que en pocos minutos se ubicaron en los principales extremos del municipio, anunciaron el comienzo de la larga noche a partir de disparos al aire, «lo primero que recuerdo fue ver a varios guerrilleros en frente a mi casa, disparando al aire, quizás evitando que los chismosos salieran»32. Así, y de manera coordinada las primeras escuadras emplazadas en el parque principal arremeterían contra la estación de policía, la alcaldía municipal y la Caja Agraria.
[…] se hacían disparos en distintos puntos del municipio, evitando en primer lugar que la gente saliera y también para poder detectar donde estaban algunos policías que no pernoctaban en la estación, esperando que ellos respondieran (…) ya nos había pasado en otros municipios, nos respondían desde las casas de los civiles[…]33.
[…] ellos entraron por el costado sur del parque, la verdad no supe cuántos eran, pero pude calcular que eran más de cien, (…) cuando ya estaban dentro del parque, unos se atrincheraron en montículos de tierra que había, ya que por esos días estaban remodelando algunos pedazos de algunas calles alrededor del parque, pude ver que otros tomaban camino a la Caja Agraria […]34.
Uno de los principales objetivos trazados por las FARC, para la toma de estas poblaciones fue atacar de manera sistemática las principales instituciones económicas con el fin de apropiarse del dinero. Para ello, las dependencias municipales de la Caja Agraria y de la Caja Popular Cooperativa las dinamitaron en diferentes ocasiones; las cargas explosivas usadas llegaron a ser tan fuertes que sacudieron todos los rincones de la población «yo recuerdo al menos dos bombazos, tan fuertes que estremecieron toda mi casa, nunca había sentido un temblor tan fuerte»35. Incluso, al día siguiente de la toma, varios habitantes encontraron entre los escombros de ambos bancos dinero quemado.
[…] fueron varios estruendos que hicieron temblar la casa, al tiempo podíamos oír cómo entre ellos se daban las órdenes, una de ellas era: tener cuidado con las bóvedas al momento de volarlas (…) rompieron las paredes del solar de mi casa, para poder entrar por detrás de la alcaldía, a nosotros nos pidieron que saliéramos porque iban a volar todo eso, (…) lo que más me llamó la atención fue que quien les daba órdenes era una muchacha muy joven[…]36.
Para cumplir con su propósito, las escuadras encargadas de las instituciones económicas llegaron al punto de obligar a los habitantes de casas vecinas a salir de estas, con el objetivo de bombardear las paredes que lindaban con el banco y la estación de policía para acceder de manera segura, escapando del fuego policial.
[…] nos obligaron a salir en medio de los disparos de ambos lados, la orden era que si no obedecíamos podían dispararnos, ¿uno qué más puede hacer? Salir a hacer caso, tuvimos que pedir insistentemente a los vecinos que nos dejaran entrar para poder sentirnos un poco seguros[…]37.
Por su parte, otras escuadras se encargaron de arremeter contra la Estación de Policía. En esos días Capitanejo contaba con doce agentes activos, de los cuales, para la noche del 30, siete se encontraban en sus viviendas. Así pues, entre los agentes que se encargaron de responder durante varias horas al fuego enemigo que provenía de diferentes puntos del parque estaban: Gonzalo Corredor arguello, Carlos López Espinoza, Luis Antonio Vásquez Pereira, Aurelio Villamizar Pinillos, Cabos Segundo (C.S), José Ricardo Banguero Mendoza, C.S Pedro Antonio Pinto Alfonso y C.S Jhon Jairo Álava Otero; los tres últimos murieron en combate; los sobrevivientes, todos con varias heridas fueron trasladados al municipio de Málaga.
Mientras la confrontación se llevaba a cabo en el parque principal, algunos guerrilleros patrullaban las calles del pueblo haciendo disparos al aire; incluso algunos de ellos entraron a tomar víveres a algunos establecimientos que no habían logrado cerrar sus puertas. Las calles aledañas al parque principal fueron usadas como puestos de mando y de abastecimiento de municiones.
[…] escuchaba como afuera de mi casa se hicieron varios de ellos, al parecer era desde ahí donde se daban las órdenes, escuchábamos claramente como una mujer ordenaba por radio bombardear la Caja Agraria y la Estación de policía, les decía que lanzaran granadas que debían acabar con esos hijueputas […]38.
[...] vi como en especial niños eran encargados de llevar las municiones en bolsas de tela, que me imagino la gente que estaba en el parque les pedía, de hecho, recuerdo tanto que uno de los niños encargado de llevar la munición, agarró una bicicleta de alguien que por el susto la había dejado afuera en la calle […]39.
Gracias a la superioridad bélica y en tropa, los guerrilleros lograron copar los principales puntos del flanco frontal del palacio municipal y la estación de policía, derribando en poco tiempo su fachada con los disparos incesantes de las ametralladoras, los lanzagranadas (MGL) y las granadas de mano.
Para algunos capitanejanos es probable que la mayoría de muertos por parte de la policía se produjeran en alguna de esas explosiones ya que los cuerpos del C.S Jhon Jairo Álava Otero y del C.S José Ricardo Banguero Mendoza fueron hallados entre los escombros del primer piso de la Estación de Policía «la imagen que más recuerdo de ese día, es la de ver el cuerpo de un policía negro que fue removido por la retroexcavadora que estaba moviendo los escombros del Comando de Policía (haciendo referencia al cadáver del el C.S Jhon Jairo Álava Otero», Por su parte, el cadáver del C.S Pedro Antonio Pinto Alfonso, fue hallado en la terraza de la Estación.
Alrededor de la muerte de Pinto -El Pastuso- como es recordado por su procedencia, se ha creado una serie de representaciones dentro de los habitantes del municipio, ya que para muchos él fue quien hizo frente durante las últimas horas al ataque guerrillero, otorgándole así una imagen heroica.
[…] yo me acuerdo de ese policía, era bajito, flaco, cojo y desgarbado, pero en una ocasión tuve la posibilidad de hablar de él con el sargento Cáceres, quien se refiere a él como uno de los más bravos, porque él ya había estado en varias tomas al sur del país, de ahí su cojera[…] 40.
Al parecer el C.S Pinto habría aprovechado la oscuridad para ubicar fusiles en los diferentes extremos de la terraza de la estación, haciendo disparos esporádicamente con el fin de confundir a los guerrilleros respecto a su ubicación y la cantidad de hombres en el lugar. Según el relato de Claudia Gonzales, propietaria de uno de los más tradicionales hoteles, ubicado en la esquina oriental de la Estación de Policía, la guerrilla tuvo que hacer uso de una francotiradora, quien esperó pacientemente durante un par de horas el momento preciso para poder acertar su disparo.
[…] si había alguien que estaba bien ubicado, por esos días no se usaban mucho los cilindros, así que tocaba que alguno de los muchachos llevara las cargas y las dejara cerca de donde iban a ser accionadas, generalmente por mecha, entonces la persona que se atrincheró en el comando evitó que nos acercáramos para poder detonar alguna carga y de esta manera derribar el comando de policía más rápido […]41.
[…] Aquí entraron a la fuerza varios de ellos (guerrilleros), entre esos había dos muchachas ambas jóvenes, una de ellas sacó un arma de esas largas que tienen algo para apuntar, y se acomodó por un rato largo en una de las ventanas que daba a la Estación, no recuerdo cuanto tiempo. De un momento a otro el cielo se iluminó42 y pum, ahí fue cuando disparó […]43.
[…] yo fui uno de los primeros en llegar al parque a las 5:00 am. aproximadamente, una persona que estaba conmigo entró en las ruinas de la Estación y estando en lo poco que quedó de terraza, me llamó para que fuera a ver algo, subí y ahí estaba el Pastuso, tenía un disparo entre ceja y ceja, y sus brazos estaban rígidos como si cargara un fusil, a su alrededor encontramos además de una gran cantidad de vainillas de balas, un fusil, dos granadas, una pistola y una bolsa plástica llena de municiones, eso lo tuvimos mientras llegó sobre las 5:30 un agente de apellido Ibáñez quien me recibió el armamento encontrado (…) en el tiempo que estuve allí, en las ruinas de la Estación de Policía me di cuenta que, al único a quien la guerrilla le dejó su armamento intacto fue al Pastuso, quizás esto como señal de respeto a su valentía[…]44.
[…] la verdad eso no se acostumbra a hacer (dejar armamento como señal de respeto), quizás no lo vieron o en el momento cuando iba a ser recogido dieron la orden de retirada […]45.
La muerte del C.S Pinto, es considerada por los Capitanejanos como el hecho que dio punto final a esas largas horas de zozobra, ya que al parecer después de esto, los disparos fueron cesando hasta el regreso del silencio habitual.
Además del miedo, los capitanejanos recuerdan que en esos momentos sentían mucha impotencia y rabia. Según ellos tenían miedo a morir y a repetir aquelos hechos de violencia de que tanto se hablaba en los medios de comunicación, y que los viejos constantemente relacionaban con lo que ya habían vivido años atrás. La rabia le sentía al pensar en las vidas de los policías resguardados en la estación, además de imaginar, por la magnitud de las explosiones, el daño generado a las edificaciones patrimonio del municipio. El ataque de las FARC no solo afectó materialmente al capitanejano, también afectó directamente la identidad de los pobladores, ampliando los efectos negativos en la carga emocional producto de aquella incursión.
[…] en ese momento pensaba que el mundo se acababa, todos esos estruendos y temblores, lo único que me daba tranquilidad era rezar, (…)pensaba en la suerte de esos pobres policías a todos en algún momento los saludé o los conocí, ellos se hicieron parte de la comunidad, para que luego llegaran unas personas desalmadas y acabaran con ellos, sin siquiera pensar en que muchos tenían familia que los esperaban […]46.
[…] Fue terrible pensar en todo el daño que esas bombas causarían, además de los pobres policías pensaba mucho algunas edificaciones, por ejemplo en la iglesia que llevaba varias décadas en pie que había sido testigo de tantas alegrías (…) es que ellos no solo atacaron a la policía, lo que ellos hicieron fue atacar directamente a todos los capitanejanos, me dio mucha rabia pensar en que no se podía hacer nada, solo esperar a que se fueran para salir a ver en qué podía ayudar[…]47.
El desarrollo de la toma se convirtió en el momento que mayor repercusión tuvo en las memorias de los capitanejanos, debido a la violencia desmedida con la que se desenvolvió. A partir de ahí se generaron relatos que despertaron fuertes cargas emocionales48. Así, las representaciones construidas por los capitanejanos se establecen a partir de posiciones victimizantes fortaleciendo la imagen del accionar insurgente como un generador de violencia, tanto directa como simbólica, al transgredir elementos que para los pobladores hacían parte de sus construcciones identitarias. En ese sentido, el evento traumático se convierte en el mediador entre las memorias del pasado y del presente, y las representaciones que se construyen sobre un pasado que rompe una cotidianidad pacífica la que en el relato desaparece, pasando de la violencia de los años treinta a la de los cincuenta y sesenta, para llegar mágicamente a la violencia generada por el conflicto armado y construir un hilo de la memoria basado solo en recuerdos traumáticos49.
5. El repliegue táctico y los muertos ocultos
Sobre las 3 de la mañana del sábado 31 de agosto, finaliza la toma a Capitanejo, los guerrilleros siguieron la ruta al sur oriente, atravesando las veredas de La Loma y la Chorrera, esta última en límites con el municipio de San Miguel. A pesar de la claridad respecto a los daños estructurales tanto en edificaciones institucionales y civiles, y del número de muertos en el cuerpo de policía, es imposible determinar las bajas totales dentro de las filas guerrilleras. Tal vez, como respuesta a lo consignado en los manuales guerrilleros en donde se ordena evitar al máximo exponer cualquier huella que ponga en evidencia el daño causado dentro de las filas50.
Pese a esto, los capitanejanos si recuerdan un gran número de bajas insurgentes, con lo cual se han construido relatos que alimentan las representaciones sobre el actuar guerrillero en relación con sus víctimas; además, de la respuesta efectiva de algunos de los miembros de la fuerza pública.
[…] es de suponerse que hubo varios muertos de la guerrilla, oí que muchos vecinos de la plaza de mercado vieron cómo durante el combate los acumulaban allí (…) cuando llegué al parque municipal recién aclarando, se podía ver varios charcos de sangre en los lugares donde la guerrilla había estado, eso da la idea que efectivamente hubo varios muertos o heridos y que sin importar la desigualdad de fuerzas los policías pudieron defenderse hasta cierto punto […] 51.
[…] vi que, frente a mi casa, durante la noche amontonaban cuerpos al igual que heridos. De los muertos puedo asegurar que eran más de diez, me llamó mucho la atención, ya que muchos de ellos eran niños y niñas (…) esos cuerpos duraron ahí hasta la madrugada, cuando un camión pasó y los llevó por la carretera que da hacia La Palmera […]52.
Si bien, durante el tiempo que duró la incursión hubo presencia aérea del ejército, la gente del municipio resalta el hecho de que sólo hiciera presencia hasta el domingo 1 de septiembre, fortaleciendo las sensaciones de sospecha respecto al accionar desinteresado y la poca respuesta de las fuerzas militares regionales.
6. El «avión fantasma»... y el miedo
Para muchos habitantes de Capitanejo las horas que duró la toma se convirtieron en punto de referencia, que aflora cada vez que se abordada el temor en sus relatos; es desde allí donde las diferentes memorias de la toma son alimentadas y socializadas, proyectando representaciones en las que el miedo toma un lugar privilegiado ante una variedad amplia de sensaciones:
[…] lo que siempre voy a tener presente es el miedo tan fuerte que sentí, (…) hizo que las horas que duró se hicieron eternas, lo único que me hizo sentir un poco de tranquilidad fue pensar en que nuestro pueblo siempre ha sido muy creyente y que Dios no nos abandonaría. (…) de ahí en adelante incluso por estos días siempre que escucho así sea un volador lo primero que se viene a mi cabeza en la toma […] 53.
El miedo a que ocurriera algún un hecho asociado a la violencia que se vivía en todo el país había empezado a ser natural en el municipio, el cual también era alimentado por los relatos de los abuelos, por las noticias que llegaban -voz a voz- a Capitanejo y por las emitidas por los medios de comunicación, en las cuales se informaba de manera minuciosa el acontecer violento de aquella época. Pareciera que los habitantes del municipio de alguna manera estaban preparados para lo que pasaría aquella noche de agosto.
[…] por esos días lo único que se veía en noticias era: tomas por aquí, bombas y hostigamientos por allá. Claro que uno se va imaginando qué hacer en uno de esos casos y el miedo y angustia que se puede vivir cuando ocurra, pero cuando ya los disparos suenan en la puerta de la casa, uno queda como bloqueado, como que uno espera que todo lo que había escuchado pase, como por ejemplo ataques a civiles, destrucción de las casas, secuestros, hasta violaciones. Entonces cuando empieza a ocurrir (la toma) todos los temores que se han guardado, comienzan a salir[…] 54.
Con los primeros disparos, los capitanejanos comprendieron que las detonaciones no hacían parte de uno de los ejercicios militares, a los que durante algún tiempo el sargento Cáceres los había acostumbrado.
[…] al principio pensaba que podría estar pasando muchas cosas, pero cuando las ráfagas continuaron y continuaron, se me puso la piel de gallina, no sabía qué hacer, uno como que se queda congelado por el miedo, no tiene ni la capacidad de pensar, luego el mismo cuerpo reacciona y lo primero en lo que uno piensa es en buscar donde esconderse y en ponerse a rezar, es lo único que se puede hacer en esas situaciones […] 55.
El momento de la noche en el que se sintió mayor terror fue en la etapa del desarrollo de la toma, cuando las cargas de dinamita usadas para acceder a las bóvedas de la Caja Popular Cooperativa y la Caja Agraria estremecieron el centro del municipio, incrementando la sensación de inseguridad, sobre todo para las personas que habitaban en sus inmediaciones, quienes además de los temblores propios de la explosión también atestiguaron que en sus tejados e incluso en sus patios, los insurgentes hicieron presencia, respondiendo a diferentes orientaciones como mantener estricta vigilancia alrededor de los bancos mientras compañeros de escuadra se encargaban del saqueo.
[…] los sentimos cerca, en el tejado, escuchamos como por los radios anunciaban que iban a volar esa mierda, vuélenla, vuélenla, decían. Ahí fue cuando sentimos más miedo, primero pensamos que quizás algún escombro podía caer sobre nosotros o que se podrían romper las tejas dejando un hueco donde ellos se podrían meter para hacernos daño, ya que habíamos oído lo que ellos decían […] 56.
[…] cuando sonaron los bombazos de los bancos, pensamos que de pronto desde las montañas de Covarachía estaban tirando cilindros a la estación de policía y como eso es artesanal no tienen un control verdadero sobre donde van a caer, pensamos que en algún momento a otro nos iba a tocar salir corriendo solo con lo que teníamos puesto […] 57.
Mientras la toma iba desarrollándose, se hizo común en los relatos la presencia aérea por parte del Ejército Nacional, muchos coinciden en que durante un momento de la noche el «avión fantasma» recorrió el cielo de Capitanejo, la presencia de este avión sólo era perceptible por un zumbido, confundiendo a los subversivos, se trata de un AC-47, un avión heredado de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos muy útil por sus características bélicas, y que durante la década de los noventa fue constantemente usado por la FAC para repeler desde el aire las distintas incursiones guerrilleras, momentos previos a la llegada del Ejército al lugar. «Con estas aeronaves nuestros pilotos mantenían a raya a la guerrilla, mientras llegábamos nosotros al otro día»58.
[…] Entre los disparos se podía oír claramente un avión, que iba y venía, se supone que con la presencia de ese avión uno debía sentirse seguro, pero lo que pasó fue todo lo contrario, pensaba que en algún momento iba a empezar a disparar y que en ese cruce de disparos las balas en cualquier momento iban a entrar por los tejados […] 59.
[…] efectivamente el avión rondó el pueblo durante mucho tiempo e incluso rafagueó la tropa, la presencia del avión fantasma era normal en un tipo de operación como esa, desde que ellos desde el aire ven la tropa comienzan a disparar, mucho más cuando son tantos como esa noche […] 60.
Además, muchos coinciden que fue desde el «avión fantasma» desde donde se lanzó la bengala que iluminó por completo durante unos minutos el municipio, hecho que entra en discusión con otros relatos en los que se refiere a la bengala usada por la guerrilla para poder ubicar al agente Pinto, lo cierto es que luego del lanzamiento de la bengala, los disparos fueron disminuyendo hasta que llegó el silencio que los capitanejanos esperaron entre el miedo y la angustia.
[…] fue después de la bengala, las ráfagas empezaron a dejar de sonar, se escuchaban disparos graneados, hasta que de un momento a otro como dice el himno: cesó la horrible noche (…) aún estábamos asustados, pensando que la guerrilla se quedaría, que cuando saliéramos esa mañana estarían en las calles. Entonces nadie pudo seguir durmiendo, pensaba también que en su retirada podrían toparse con el ejército, como por ahí estaba el Fantasma, pensaba que el ejército estaba cerca. La verdad, aunque ya todo estaba en calma, el miedo seguía ahí, lo único que me tranquilizó un poco fue ver la luz del sol en medio del silencio […] 61.
Con los primeros rayos del día, fueron pocos quienes se atrevieron a salir, querían evitar quizás encontrarse con subversivos, pese a que el miedo estaba presente, la curiosidad por lo que había ocurrido, el destino de las edificaciones y de los agentes de policía implicados, los hizo salir de las casas. El panorama fue bastante doloroso, la primera impresión que muchos tuvieron fue la patrulla de policía aun humeante y totalmente atravesada por disparos,
[…] lo primero que vi fue la patrulla, estaba llena de huecos, parecía un colador, estaba negra y aun le salía humo. […] tenía como 6 años, y para ese entonces igual que ahora mi sueño siempre ha sido pesado, así que no oí nada de lo que pasó durante la noche y eso que por esos años vivía al lado de la Caja Popular Cooperativa (…) cuando desperté mi mamá me pidió que saliera a la tienda de la esquina a comprar huevos para el desayuno, cuando salí lo primero que vi fue un montón de escombros del banco, entre ellos vidrios verdes, los cuales en mi inocencia empecé a recoger pensando que eran esmeraldas que quienes habían robado habían olvidado, salí corriendo feliz a mostrarle a mi mamá a lo que me respondió con una sonrisa entre llanto: cuidado se corta... Mejor vaya por los huevos […] 62.
Conforme la mañana fue pasando, gran parte del pueblo se reunió alrededor del parque, evidenciando el daño causado a las diferentes dependencias estatales y bancarias. Allí, en presencia de los escombros y de los cuerpos de los agentes de policía que iban apareciendo cuando la máquina retroexcavadora levantaba los escombros, algunos curiosos removían pedazos de lo que hasta hacía algunas horas fuera la Estación de Policía y la alcaldía municipal. Los capitanejanos comprendieron la magnitud de lo que habría pasado y el tiempo que habría de pasar para recuperarse del daño material y emocional producto de la toma.
[…] fue muy triste ver como en pocas horas había sido destruido por completo parte de nuestro patrimonio (...) claro, no solo había miedo por lo que podía pasar en eso días, también sentía mucha rabia e impotencia, creo que todos nos sentíamos así, era difícil pensar también en las familias de los policías a muchas de ellas las conocíamos, con ellos también en algún momento se pudo compartir algo, así fuera un simple saludo […]63.
[…] me dio mucha rabia ver como habían dejado nuestro pueblo, como habían destruido no solo la alcaldía y la Estación, sino también las casas de los vecinos que nada tenían que ver. Eso da mucha rabia, ver como al final las mayores víctimas son los civiles. Ahora que recuerdo esa rabia era la misma que a veces mi abuelo expresaba al contarme cómo había sufrido durante la Violencia […]64.
Con lo anterior puede evidenciarse cómo las memorias colectivas del municipio en las que ya existían hechos violentos, algunos de carácter esporádico y reciente, al igual que otros, en los que el resultado de la distancia temporal habían comenzado a desdibujarse, se mezclaron con relatos relacionados a la coyuntura nacional narrada desde los medios de comunicación alrededor del conflicto interno, permitiendo generar un proceso de anclaje entre aquellos hechos traumáticos del pasado y las representaciones de un conflicto que hasta esa noche había sido ajeno. En ese sentido, las representaciones alrededor del conflicto aunadas a las memorias traumáticas llevaron a que el miedo se convirtiera en la principal sensación experimentada por los capitanejanos durante esas largas horas y después, días y años.
7. Continuidades de la memoria, la toma y la Guerra de los Perros.
La memoria colectiva es alimentada por distintos procesos que van desde la experiencia individual hasta la interacción entre individuos. Así mismo, ésta es condicionada por una serie de marcos sociales (tiempo, espacio, cultura y lengua)65 que la moldean según sus características, es decir, el contexto de cada sociedad da forma a la manera en que se recuerda. Esto permite comprender cómo los habitantes de capitanejo han construido los recuerdos de la noche del 30 de agosto de 1996, a partir de la socialización de relatos que con el tiempo han convertido «la toma al municipio», en un referente de la violencia de las últimas tres décadas. Si bien, los relatos de las diferentes etapas de la toma son variados, han aportado a la construcción y fortalecimiento de una memoria colectiva. Evidenciado en la manera en que los capitanejanos se refieren a hechos y sensaciones de manera particular, pero que con el tiempo han llegado a convertirse en un relato general del evento.
[…] Yo sentía como la guerrilla echaba para atrás cuando les disparaban desde una de las torres de la iglesia, y escuchaba cómo uno de ellos daba la orden a los otros de matar al policía que estaba allá atrincherado, debió estar muy bien escondido porque durante mucho tiempo él fue quien los hizo retroceder […] 66.
[…] Había alguien en el campanario, imagínese la ventaja que debía tener allá, teniendo toda la panorámica del parque, de los que entran, de los que salen, y con buena munición... Él fue quien les hizo la fiesta […]67.
Los relatos anteriores son solo una muestra de muchos más en los que se hace referencia a la misma situación: la aparente presencia de un policía en una de las torres de la iglesia. Narrativa, que llegó a tomar fuerza en los capitanejanos hasta convertirse en un hecho para muchos de ellos, a pesar de que en días posteriores a la toma no se encontraran ningún tipo de evidencias que lo demostrara, ni rastros de munición, ni daños en la fachada de la iglesia por parte de la guerrilla. Como estos existen muchos relatos que difieren de lo que realmente ocurrió, pero que, debido a su constante socialización y apropiación, los habitantes los han convertido en parte de la memoria colectiva.
Por otro lado, la memoria colectiva permite generar puentes entre el pasado y el presente dotándolo de sentido, ya que por medio de las representaciones le otorga imágenes, sonidos, sensaciones, etc. Permitiendo establecer relaciones entre eventos ocurridos en diferentes temporalidades. Convirtiendo la memoria colectiva y sus representaciones en elementos que aportan a la construcción de la realidad social de los sujetos68.
[…] creo que en el pueblo no había tantos muertos en un día, desde que pasó lo del 2969. Después de la toma, uno se preguntaba si todo iba a estar como cuando se mataban los unos con los otros (liberales y conservadores) solo por pensar diferente, de todas formas, la llegada de la guerrilla lo ponía a uno a pensar, si por no estar de acuerdo con lo que hacen, uno arriesgaría la vida […] uno se preguntaba si se iba a volver a lo mismo, si empezarían a haber muertos por ahí botados. Bueno eso de los muertos si pasó, pero con los paramilitares ellos mataron a varios y los dejaron por ahí botados, hasta que su familia iba a recogerlos […] 70.
[…] Claro que daba miedo, uno se enteraba que después de la llegada de la guerrilla era muy posible que llegaran los paramilitares, y empezaran a matar a todo el mundo (...) ese miedo a salir a la calle, a mercar o para cualquier cosa, no se sentía desde hace mucho tiempo, uno sentía que la muerte andaba por ahí, como en los tiempos de la Violencia. La gente comenzó a guardarse temprano, uno salía a las siete de la noche y ya ni un alma por ahí, como si se hubiera nombrado un toque de queda, uno supone que la autoridad ya la ponen los que andan armados, ni siquiera uno se atrevía a ir a la misa, como cuando los liberales[…] 71.
Los hechos violentos de finales de los noventa y principios del dos mil dieron lugar a que el capitanejano evocara sensaciones y eventos trágicos relacionados con la violencia de mediados del siglo XX. Ese paralelo entre los recuerdos y los eventos del presente permitieron que los hechos violentos del pasado se convirtieran en un punto de partida para el análisis del contexto e incluso un referente que permitió especular alrededor de los eventos futuros. Esto se puede evidenciar en la forma en que los capitanejanos comparan el nivel de violencia con el que se desarrolló la toma guerrillera y la masacre del 29. Además, la presencia de la guerrilla en el municipio permitió suponer que al igual que en algunas etapas de la época de la Violencia, la autoridad del Estado sería reemplazada por actores no institucionales. Así mismo el miedo fue uno de los factores comunes que tuvo mayor incidencia en los habitantes del municipio ya que sin importar cual fuera su impresión sobre la violencia de mediados del siglo XX y la manera en que haya vivido la toma, la sensación de temor estuvo allí presente.
8. Un territorio de paso y de frontera
Los meses posteriores a la toma, se inició en el territorio capitanejano un período de copamiento militar y asedio político por parte de las FARC, proceso que duró cerca de cinco años. Esto como resultado de su ubicación estratégica, que representó para los insurgentes la posibilidad de alcanzar dos objetivos propuestos en su campaña de Guerra de acumulación territorial72.
[…] ¿ Por qué bajaba la con frecuencia la guerrilla a Capitanejo? Porque esa es la carretera que conduce a Duitama con Norte de Santander exactamente con Pamplona, ese era un punto estratégico, más fluido de vehículos, donde podríamos salir a tomar cualquier empresa que pasara por ahí y llamarla para que pusiera también su cuota. Salíamos con ese fin a esa carretera, con el fin que nos dieran el aporte que nosotros requeríamos. Empresas como Nacional de Chocolate, además que en Capitanejo era hasta donde llegaban las tabaqueras […] 73.
Estos elementos llevarían a que durante el último lustro de los años noventa los capitanejanos sufrieron constantes hostigamientos por parte del ELN y la retoma a sangre y fuego del municipio, encabezada por el Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia en el 2001.
En ese contexto y debido a que el territorio es configurado no solamente desde sus particularidades materiales, sino también desde estructuras complejas de carácter subjetivo resultado de las transformaciones experimentadas por las diferentes sociedades que lo habitan74, el capitanejano ha moldeado las representaciones del territorio correspondientes a este período, a partir de dos elementos: el primero obedece a las particularidades políticas, económicas y sociales del contexto; y el otro, a los hechos victimizantes sufridos durante las ocupaciones violentas.
En ese sentido, la memoria colectiva se convierte en una herramienta que posibilita comprender las transformaciones y los procesos que dentro de una sociedad influyen en su construcción y permanencia, en tanto «los procesos de consolidación del territorio recurren al pasado para darle una carga legitimadora»75. En ese sentido, la abrupta llegada de actores armados durante el período en cuestión generó, en los habitantes del municipio, repercusiones sobre sus representaciones del territorio, en donde algunas de ellas fortalecieron apreciaciones históricamente establecidas y otras originaron nuevas interpretaciones. Las representaciones tradicionales del territorio capitanejano, son aquellas que se han mantenido con el paso del tiempo, siendo el resultado de relevos generacionales que permiten su socialización por medio del relato, debido a que las narraciones representan imágenes que son evocadas con mayor fuerza cuando se hace uso del recurso oral76.
Así, las representaciones que aún se mantienen con mayor vigor y que pueden relacionarse con el contexto abordado, son aquellas que corresponden a las múltiples posibilidades que el territorio capitanejano ofrece como resultado de su ubicación geográfica, para atestiguar de manera local los procesos políticos, sociales y económicos que se han generado en el país, y que a partir de ellas, los eventos ocurridos en este período se han instalado en las memorias de los pobladores debido a su carácter violento. Así lo recuerda uno de sus habitantes:
[…] nuestro territorio ha sido testigo de todos los hechos históricos, desde el paso del libertador, la Guerra de los Mil Días, la violencia entre liberales y conservadores, y finalmente la que tuvo que ver con las guerrillas y los paramilitares. Y todo esto, algo tuvo que ver con su geografía, es un paso importante a la capital, a los llanos, a Cúcuta, a Boyacá y el resto de Santander […] 77.
Por otro lado, aquellas representaciones del territorio capitanejano que pudieron haber surgido de manera contextual, corresponden a las que se moldean a partir de hitos, de eventos que se generan de manera coyuntural, llevando a que se creen nuevas memorias y a su vez nuevas interpretaciones del territorio socialmente construido. En este caso la violencia o el hecho traumático, se convierte en generador de nuevas memorias, al transmutar en un evento que constituye discontinuidades en las memorias colectivas78 y que pueden tener incidencia en la manera en que se representa el territorio. Un ejemplo de esta situación puede evidenciarse en cierta unidad que los habitantes de Capitanejo otorgaban a su territorio, y que comenzó a verse fracturado por la presencia de distintos actores armados.
[…] empezamos a entender que nuestro municipio, durante esos años estuvo en una constante disputa entre grupos armados, en un primer momento algunas veredas estaban bajo el control del ELN y otras de las FARC, y luego otras por las AUC, esto generaba miedos entre los campesinos que ya no querían volver a sus lugares de trabajo, es decir todo el pueblo, lo urbano y lo rural, comenzó a estar dividido entre facciones armadas. Tal como me lo había contado mi abuelo, que en la Violencia no se podía ir hacia los lados de Soatá pues por allá estaban los chulavitas […]79.
El territorio para los capitanejanos después de la toma comienza a reconfigurarse a partir de representaciones, en las que la violencia determina las fronteras de algunas veredas. Las líneas imaginarias comenzaron nuevamente a dibujarse a partir de la presencia de los grupos armados, los cuales determinaron la manera en que sus habitantes podían transitar de una vereda a otra, regulando las horas, pasos y formas de comprender el territorio. De ahí que en ese momento el territorio capitanejano estuvo vedado para poder moverse libremente, y en cierta forma evitar que sus pobladores pudiesen relacionarse como tradicionalmente lo habían hecho; por lo menos, desde los años sesenta, pues antes también se vieron limitados por las fronteras impuestas por los ejércitos partidistas, durante la Guerra de los Mil Días y por las guerrillas y bandoleros en la Violencia de los años cincuenta.
Conclusiones
Para los habitantes de Capitanejo, las memorias construidas alrededor de los eventos violentos responden a un acumulado de narrativas mediadas por diferentes representaciones, que son constantemente alimentadas a partir de la oralidad, fortaleciendo los procesos de permanencia y socialización, en tanto esas representaciones de la violencia pueden asociarse con eventos del presente.
Así mismo, esas representaciones constituyen hoy un referente para los capitanejanos a partir del cual generan relaciones entre los hechos violentos del pasado y los actuales, y de esta forma extraen puntos en común, asociados a la violencia más reciente, otorgándole así un carácter familiar, convirtiendo a su vez un trauma individual o colectivo en una identidad colectiva. Por lo menos en las personas que sufrieron el hecho violento de manera colectiva o estaban en esa trágica noche solos en sus casas, pero que en los encuentros rememoran de manera diversa pues cada uno vivió ese hecho de manera diferente. pero en el relato colectivo terminan homogenizando, hasta cierto punto. Es decir, los hechos traumáticos alrededor de la toma del año 96 han generado en los capitanejanos la posibilidad de comprender la violencia del conflicto armado, a partir de diferentes memorias y sensaciones producto del trauma vivido de manera individual, en familia o con los amigos.
La manera en que la carga emocional de esas memorias ha generado repercusiones alrededor de la forma en que los capitanejanos representan los actores del conflicto armado, en este caso la guerrilla de las FARC-EP. Si bien, con la entrada de las políticas de seguridad democrática, el municipio sufrió un proceso de pacificación con la entrada en la región de los paramilitares y que dejó cerca de treinta muertos en un corto período, amenazas y desplazamiento (2001-2004), para muchos de los habitantes del municipio existe insatisfacción en la reparación simbólica por parte de las FARC, y cierto silencio en relación con la denuncia frente a la violencia paramilitar, un ejemplo puede verse reflejado en las votaciones del plebiscito del 2016, en donde la gran mayoría de los capitanejanos votaron por el No (Sí: 62.14%, No: 37.85%)80.
Estos resultados pueden tener relación con una de las características de la memoria colectiva, ya que esta se mantiene en un proceso constante de construcción en que intervienen agentes propios y externos a la sociedad en la que se recuerda. En ese sentido las representaciones negativas de los capitanejanos alrededor del accionar guerrillero pudieron haberse reforzado desde el exterior por los discursos antisubversivos impulsados históricamente por el Estado e instituciones afines y que fueron acentuadas por las políticas de la Seguridad Democrática, propuestas durante los gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2006 y 2006-2010). Así mismo, se puede reconocer como otro de los factores influyentes en la construcción de estas memorias y representaciones las sensaciones traumáticas que la toma guerrillera le trajo a los capitanejos, llevándolos a relacionarlas directamente con aquellas de mitad de siglo XX, las cuales se habrían destacado por el nivel de crueldad y violencia. Esto no quiere decir que la violencia paramilitar no sea recordada con dolor, pero sí mantiene en muchos habitantes del municipio una mayor carga de resignación.
Además, el territorio para el capitanejano ocupa dos condiciones, es representado como un factor que puede adecuarse en las memorias a partir de las particularidades propias de cada contexto, a la vez que se comprende desde sus características geográficas como factor estático, exento a cambios producto de sus condiciones materiales. Un territorio que no ha estado al margen de la historia nacional, dado que por allí pasaron o ejercieron control los ejércitos y guerrillas de las guerras decimonónicas81, los bandoleros de los años cincuenta y los actores armados del actual conflicto armado. Una memoria sobre lo violento que pareciera termina eclipsando otras memorias, que tal vez nos hablen de lo bello del paisaje, de la resiliencia de los capitanejanos y de la capacidad de volver productivas unas tierras que a primera vista prometen poco.