1. Introducción
Al realizar un acercamiento a las consecuencias del conflicto colombiano, es inminente encontrar gran cantidad de información relacionada con: el desplazamiento, desaparición forzada, suspensión de actividades cotidianas y migración a territorios y ocupaciones no tradicionales, de numerosas personas en el país (Tolosa-Suárez, 2012; Jaramillo-Marín, 2016). En este grupo de individuos, familias y poblaciones enteras, se destacan grupos étnicos, campesinos e indígenas (Garrido-Hurtado & Valderrama-Cardona, 2016).
Según fuentes como la Red Nacional de Información, RNI, (2015), el contexto de violencia nacional ha lesionado enormemente el tejido social del país, por lo que en muchas ocasiones ha sido indispensable repensar la cotidianidad, para lograr superar los eventos y sucesos de mayor impacto en estas comunidades.
Lo anterior supone un cambio dramático en la forma de generar ingresos y garantizar el desarrollo socioeconómico, ya que, al cambiar las costumbres y tradiciones, los grupos indígenas debieron pensar e iniciar otras actividades para lograr su sostenibilidad. Si bien actividades artesanales y ecoturísticas, han tenido presencia desde hace varias décadas en estos colectivos, solo hasta los años recientes, se ha venido a analizar la injerencia y proyección de las mismas, con miras a la productividad y competitividad (Martínez, 2013; Acle-Mena, Villalobos-Abrego & Herrera-López, 2016). Por ser Colombia un país de regiones, se pueden encontrar diversidad de colectivos y poblaciones indígenas que, según sus tradiciones, posición geográfica y cultura histórica, desarrollan sus actividades o emprendimientos con orientaciones específicas (Balza-Franco & Cardona-Arbeláez, 2015).
En la actualidad, la población indígena del país se encuentra a portas de iniciar una etapa de transición y retorno a sus sitios de origen. Este panorama se deriva de la proximidad de la cesación del conflicto armado que por años dominó muchos territorios y que, tras la firma del acuerdo de paz liderado por el gobierno actual, permitirá que un número importante de desplazados, especialmente indígenas, regresen a las zonas de las que fueron desprendidos. Este retorno viene acompañado de grandes retos, toda vez que estas comunidades deberán iniciar de ceros y procrear los escenarios para el desarrollo de aspectos como: convivencia, desarrollo comunitario y sostenibilidad.
A continuación, mediante un estudio exploratorio/descriptivo, se examinan las características de los emprendimientos indígenas y cómo éstos pueden contribuir con el aspecto de sostenibilidad. En este sentido, se realiza una caracterización que proporciona las herramientas necesarias para la emisión de recomendaciones en el periodo de postconflicto, las cuales permitirán establecer programas de promoción y atención a las comunidades indígenas, de gran relevancia en todo el país.
2. Marco teórico y metodología
2.1 Antecedentes
En las comunidades indígenas colombianas, el tema de la asociatividad o agrupamiento para el fomento de actividades productivas ha estado presente desde la época prehispánica. Los primeros avances reportados hacen referencia a la unión familiar o alianza de individuos para gestionar formas de producción y convivencia, en poblaciones de la región caribe y región andina colombiana (Triana, 2001). En un principio, las formas asociativas se generaban para la puesta en marcha de obras como: siembra y recolección de cosechas, levantamiento y adecuación de viviendas comunitarias, apertura de senderos o caminos, para el desplazamiento. Una característica primordial, era la facilidad de interactuar e integrarse para la consecución de los objetivos comunes (Guzmán & Trujillo, 2008).
Posteriormente, la mano de obra indígena fue tomada en cuenta para actividades como la minería y para producir objetos artesanales que pudieran ser comercializados; históricamente a estas figuras se les conoció como: mita, resguardo y encomienda. Paralelamente, y con la llegada de congregaciones religiosas al país, se logró la unificación de comunidades completas en torno a actividades productivas de tipo cultural. Por lo anterior, las formas productivas en asociatividad, fueron tomando forma y se fundamentaron en los preceptos que los mismos indígenas contemplaban necesarios para su interacción y éxito (Hernández & Palafox, 2012).
Durante décadas, la asociatividad ha persistido y se ha convertido en una característica inherente a estas poblaciones que, si bien se han visto seriamente afectadas por los cambios de territorio, la violencia, el desplazamiento y demás factores del conflicto armado colombiano, todavía hoy se reconoce como un aspecto de importancia para la sostenibilidad, productividad y desarrollo socio-económico de estas comunidades que son fuentes para el desarrollo y emprendimiento de actividades con sentido social (Arbeláez, 2011; Del Río-Cortina, 2012).
2.2 Asociatividad en la población indígena colombiana
Tomando en cuenta que la diversidad étnica en Colombia es bastante representativa, la asociatividad también toma formas variadas y ajustadas a los requerimientos de cada localidad, región, comunidad u objeto de origen (Carbal-Herrera, 2011; Fierro-Ulloa & Villacres-Rojas, 2014). En el ámbito jurídico del país, se definen las empresas asociativas o microempresas rurales, como: entidades con actividad económica desarrollada en los sectores primarios, secundarios y/o terciarios, a nivel individual o colectivo, encaminadas a lograr mayor capacidad productiva y un valor agregado de sostenibilidad a nivel local o regional (Ramírez & Chávez, 2010; Vergara-Arrieta & Carbal-Herrera, 2014).
De esta definición inicial se desprende una de las características sustanciales de las empresas asociativas: la sostenibilidad (Fierro-Ulloa, 2013). Desde el punto de vista comercial, existen otros parámetros conceptuales y esto permite encontrar modelos de empresas como los enunciados por Triana (2001), y que se describen a continuación:
Cooperativas Asociativas de Trabajo: promueven la producción, comercialización y distribución de bienes de consumo familiar o prestación de servicios comunitarios (Poveda, 2005).
Microempresas Comunitarias: se constituyen por la agrupación de varias personas que cumplen con las condiciones para ser beneficiarios de las Reformas Agrarias y que acuerdan aportar su trabajo y bienes en común, para desarrollar actividades de tipo económico en predios rurales designados en el territorio nacional (Torres-Obando, 2015).
Asociaciones Mutuales: son aquellas con personería jurídica de derecho privado, sin ánimo de lucro, constituidas de manera libre y voluntaria por las comunidades indígenas, inspiradas en el concepto de la solidaridad y con el objeto de generar una forma productiva que satisfaga necesidades comunes (Poveda, 2005).
Cooperativas simples: corresponden igualmente a entidades sin ánimo de lucro, donde las personas aportan sus recursos y se convierten en socios gestores de la empresa. Su compromiso en esta modalidad cumple un doble propósito ya que direccionan y ejecutan las actividades propias de la entidad (Torres-Obando, 2015).
Entidades de Responsabilidad Limitada: con empresas con ánimo de lucro, como su nombre lo indica, los socios responderán hasta por el monto de sus aportes. Para dar curso a la misma se diseñan unos estatutos donde se asignan las responsabilidades, se contemplan las garantías y se establecen principios que permitirán tomar decisiones según la naturaleza, cuantía e implicación de las actividades comerciales. (Torres-Obando, 2015).
Sociedades Anónimas: este tipo de asociatividad con ánimo de lucro, de libre conformación y que demanda la integración de al menos 5 accionistas, permite la consolidación de un fondo social que, suministran los socios y cuya responsabilidad equivale a estos aportes (Sanguinetti et al, 2013).
Al analizar las tipologías asociativas desde la mirada comercial, se encuentra que otra característica potencial es la actividad cotidiana predilecta que da origen al objeto social. Esto significa que, de acuerdo al tipo de actividad y las implicaciones que deriven para la comunidad, así mismo se toma el modelo de asociatividad a implementar (Pertuz-Peralta & Pérez-Orozco, 2016). Estos conceptos han venido sufriendo cambios más o menos sobresalientes, teniendo en cuenta la dinámica de la economía que cada vez se enfoca más a la globalización (Novoa-Ruiz, 2013; Becerra-Gualdrón & Cruz-Vásquez, 2014; Balza-Franco & Cardona-Arbelaez,2016). Es así como hoy las actividades asociativas pueden ampararse bajo figuras sencillas, libres o robustas, de acuerdo a la proyección que se le quiera dar en cada agrupación (Sanguinetti et al, 2013) y con un fuerte enfoque social que permita impactar positivamente su entorno como figura empresarial (Cardona, 2009).
Al contrastar los dos ejes analizados, se encuentra una tercera característica que hace referencia a la parte humana más destacable de los antepasados indígenas, la cual corresponde a la perseverancia (Solís & Valencia, 2005). Esto se destaca ya que, a pesar de los cambios: geográficos, culturales, económicos y sociales, se ha insistido en conservar y atesorar las costumbres, tradiciones y actuaciones, para generar ingresos o definir formas de producción en general (Cardona-Arias, Rivera-Palomino & Carmona-Fonseca, 2015).
2.3 Población indígena en Colombia
A pesar de las implicaciones que ha significado para el país el conflicto armado interno, a nivel de población indígena se sigue contando con un universo diverso y representativo, que según el último censo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, (2005), está compuesto de la siguiente manera:
En la región caribe se encuentran asentados un total de 18 grupos indígenas, distribuidos principalmente en los departamentos del Atlántico, Cesar, Guajira, Magdalena, Sucre y Córdoba. Lo anterior corrobora que, a lo largo de toda la región se cuenta con representación de estas comunidades. En la zona noroccidental, se ubican alrededor de 11 grupos, en los departamentos de Antioquia y Chocó. En la zona nororiental, específicamente en los departamentos de Santander y Norte de Santander, se ubican alrededor de 11 pueblos indígenas. Seguidamente, se observa una gran concentración en la región central, que comprende los departamentos desde Boyacá hasta Vichada con un número superior a las 80 comunidades, estando las mayores concentraciones de las mismas, en los departamentos de Amazonas, Vaupés y Guaviare. Finalmente, en la zona centro-occidental comprendida por los departamentos de Caldas, Risaralda y Tolima, se ubican aproximadamente 10 comunidades y en la zona sur-occidental compuesta por los departamentos de Cauca, Nariño, Putumayo y Valle del Cauca, unos 32 asentamientos.
Aunque la ubicación de estas comunidades ha variado ocasionalmente, normalmente la tendencia es a retornar a su lugar de origen, entre otros aspectos por sus creencias y tradiciones. En la figura 1 se ilustra la ubicación en el mapa del país.
Con información del mismo censo, se puede constatar que la población proyectada por el DANE (2005), a la fecha es de 1.378.884 indígenas, lo que corresponde a un 3.28% de la población total del país. En la actualidad se ubican principalmente en las cabeceras municipales de pequeñas localidades, aunque ocasionalmente han tenido que emigrar a zonas urbanas, por causa del agotamiento de los recursos naturales, generado por la minería ilegal, desplazamiento forzoso producto del conflicto armado y lucha de tierras (Carbal-Herrera, 2011; Martínez-Bernal, 2013). Estas comunidades, en su mayoría, se encuentran organizadas bajo la figura de “Resguardos Indígenas”, figura institucional en Colombia, que permite que su territorio, cultura y cotidianidad, estén amparados bajo la normativa constitucional (Ceballos-Rosero, 2016).
2.4 Metodología
Para alcanzar el objetivo de conseguir un acercamiento al perfil emprendedor del indígena colombiano, analizando las actividades de su predilección para la asociatividad, se procedió a la realización de un estudio de tipo exploratorio/descriptivo, tomando como muestra de trabajo, 10 líderes de las asociaciones: Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, y Autoridades Indígenas de Colombia, AICO. Ambas organizaciones surgieron en la década de los 70, y han tenido como propósito bandera gestionar los entornos: sociales, políticos, económicos, culturales y jurídicos, de la población indígena a nivel nacional. Esta muestra se definió como no probabilística ya que, a criterio de los investigadores, la percepción de las personas seleccionadas puede aportar la información requerida para el análisis e hipótesis planteadas (Jurado, 2011).
El instrumento aplicado, encuesta, se estructuró con 5 interrogantes fundamentales, derivados del estudio de Caracterización de la Población Indígena Colombiana, del Ministerio de Cultura (2016); las preguntas cuentan con opciones múltiples de respuesta para facilitar la tabulación de la información recolectada. Las encuestas se elaboraron para examinar más detalladamente las características, sociales, económicas y culturales. Al efecto se utilizaron manuales guías de Sánchez, Jiménez, Carvajal y Acosta, (2008) y Jurado, (2011), ya que estos delimitan unos parámetros reconocidos, de práctico manejo para este tipo de investigaciones.
3. Resultados y discusión
La multivariedad de comunidades indígenas a lo largo del país, demanda un análisis detallado de factores aparentemente básicos, que tienen gran incidencia en el perfil que se quiere identificar y que busca la promoción del emprendimiento y la asociatividad. A continuación se esbozan los resultados consolidados que generó la encuesta aplicada a los líderes seleccionados, ver tabla 1.
Los resultados permiten identificar que 5 de los líderes encuestados consideran que las comunidades indígenas acogen la idea de emprendimiento y asociatividad. Esto deja entrever que la idea de emprendimiento en la población indígena a nivel nacional podría contar con acogida al momento de proyectar programas de desarrollo, para su sostenimiento y progreso en general.
Además, se proyecta que la actividad con mayor participación o aceptación en los planes de asociatividad sería el ecoturismo, teniendo en cuenta que 7 de los 10 interrogados anotó esta opción; esto puede ser un efecto derivado de los recientes programas que el Estado, ha venido impulsando desde el Plan Nacional de Desarrollo (PND, 2014). El PND en lo relacionado con los Pueblos Indígenas, tiene como fundamento financiar y proyectar el ecoturismo al interior de las comunidades, que cuentan con valores agregados como: mar, río, montaña, bosques y selvas, de interés para el turista nacional e internacional. El ecoturismo a nivel internacional ha tomado fuerza y de varias formas ha impactado a Colombia (Herrera-López, Acle-Mena & Paredes-Solorio, 2012; Álvarez-Meneses, 2013). Entidades como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, (2016), en sus informes de competitividad, han sugerido la incorporación de actividades de fomento al ecoturismo para llevar bienestar a todos sus integrantes y lograr consolidar adelantos en materia de atención y bienestar social para las comunidades indígenas.
En los apartados de producción agrícola y artesanal se observa un resultado importante, ya que 7 de los 10 entrevistados indican que son las actividades predilectas de estas poblaciones. Lo anterior permite enunciar que estas prestezas cotidianas siguen generando en las comunidades indígenas, un interés diferencial en sus proyectos de sostenibilidad y comercialización. Este hecho se considera primordial ya que la actividad agrícola es inherente a la vida indígena y por ende, estimularla puede generar escenarios de participación, cooperación y asociatividad (Guzmán & Trujillo, 2008).
Al analizar las respuestas recogidas, se puede apreciar que, tal como lo enunció Martínez (2013): “el emprendimiento que se deriva de las actividades cotidianas y que hace parte de las costumbres o tradiciones, asegura que los proyectos de desarrollo social cuenten con mayor sostenibilidad, dado que las actividades son acogidas espontáneamente” (p.18).
Lo anterior indica que el perfil del emprendedor indígena del país se podría caracterizar por conservar rasgos tradicionales; a partir de esta característica, es que pueden abrirse paso actividades productivas a corto, mediano y largo plazo. Para que estos procesos logren el impacto deseado, el emprendimiento y la asociatividad deben ser estimulados de forma tal que, el individuo o la comunidad gestora, se involucren de manera voluntaria y contemplando todas las variables culturales, tradicionales y sociales propias de cada población (Socarrás, 2004).
Por ser tan diversos y auténticos los pueblos indígenas de Colombia, cualquier iniciativa de emprendimiento debe involucrar no solo su entorno y tradición, sino también estimular aquellos aspectos relacionados con su riqueza cultural; de esta manera se posibilitará que los proyectos iniciados no sean abandonados a mitad de camino (Arbeláez, 2011).
3. Conclusiones
Al estudiar el emprendimiento y/o asociatividad en la población indígena, se encuentra que esta dinámica o forma de trabajo común, data históricamente de la época prehispánica, su evolución ha sido progresiva y los ajustes asociados a los cambios socioeconómicos de estas comunidades. Para obtener un acercamiento a los rasgos característicos del emprendedor indígena colombiano, se desarrolló una encuesta a líderes de entidades como ONIC y AICO, quienes, por su experiencia y trayectoria en el trabajo mancomunado con estas comunidades, realizaron valiosos aportes para esta investigación.
Los hallazgos permiten concluir que el emprendedor indígena se caracteriza por guardar sus actividades y rituales ancestrales, lo que demanda que cualquier tipo de actividad productiva que se quiera estimular, debe asociar los aspectos culturales, sociales, económicos y tradicionales, para garantizar así la sostenibilidad a largo plazo.
El emprendimiento como mecanismo de competitividad para las comunidades indígenas en la etapa del postconflicto, cuenta con varios aspectos relevantes, que deben ser revisados de manera constante, teniendo en cuenta la multivariedad y riqueza cultural de esta población en el país.
Las recomendaciones para fomentar el emprenderismo, se enfocan en desarrollar programas que permitan acentuar la sabiduría y tradición indígena y de este material, extraer lo necesario para los procesos de emprendimiento, asociatividad y productividad. En este sentido, proyectar escuelas de trasmisión del conocimiento entre indígenas mayores con jóvenes y niños, puede generar un espacio que incentive las actividades productivas sin desconocer la historia, principal patrimonio de esta población. En la nueva etapa que está iniciando Colombia, muchos indígenas regresarán a sus territorios de origen y el emprendimiento puede ser clave para contribuir con la reconstrucción de estos escenarios.