Introducción: el desafio del estallido social
Desde el 18 de octubre de 2019, Chile vivió movilizaciones poco antes vistas en la historia del país. Estas fueron precedidas y desencadenadas por protestas en contra del alza de los precios del pasaje, lideradas principalmente por estudiantes de secundaria; estas movilizaciones evidenciaron la profunda heterogeneidad de malestares producidos en el contexto del modelo contemporáneo de desarrollo chileno (Fuentes-García 2019). El día 19 de octubre, la movilización adquiría un carácter nacional. En distintas partes del país personas, desde distintas posiciones sociales y políticas, se sumaban a las movilizaciones demostrando que el descontento iba más allá del alza del transporte. Esta variedad de expresiones representaba una multitud de demandas que se sintetizaban en palabras como dignidad, y en la frase "no son 30 pesos son 30 años". Este proceso vivió distintas fases, a su vez mostró un repertorio de acciones y especificidades en constante transformación. La imagen más compartida del día uno fue la quema de parte de un edificio en el centro de Santiago de Chile. Sin embargo, la multitudinaria marcha del 25 de octubre, denominada "la marcha más grande de la historia" se volvió tal vez la más icónica del proceso.
El "estallido social" no constituye un evento independiente en la historia reciente del país, sus distintas fases demuestran elementos de continuidad y diferenciación con eventos políticos previos.1 Distintos movimientos sociales, como por ejemplo los movimientos estudiantiles (2006 y 2011), los movimientos por el medioambiente (2010 y 2011), movimientos regionalistas (2011 y 2012) y el movimiento feminista (2015-2018), demostraban que la protesta, la organización social y la ocupación de calles constituía un recurso para el logro de objetivos políticos en democracia. Similar a lo visto en estos movimientos previos, las convocatorias para jornadas de protesta y movilización fueron coordinadas principalmente mediante el uso de redes sociales. Los principales repertorios de acción utilizados eran la protesta pacífica y el enfrentamiento entre parte de grupos movilizados con fuerzas policiales. Tal vez el caso más claro de esto último es la llamada "Primera Línea", nombre con el que se denominaba a grupo de protestantes que, con un inicial carácter defensivo, se organizaba para contrarrestar la represión policial que sufrían personas marchando pacíficamente. Adicionalmente, la serie de eventos iniciados desde el 19 de octubre mostró características únicas. Las protestas organizadas en el marco del estallido social fueron capaces de convocar a distintos segmentos sociales, etarios e incluso económicos. Al mismo tiempo mostraban una capacidad para alternar el uso de distintos espacios para las protestas, desde el centro de las ciudades a sus periferias, desde estaciones del metro hasta suburbios de clase media. Tal vez una de las características más relevantes era que el estallido chileno de 2019 no mostraba liderazgos ni organizaciones responsables de su organización o planificación. Esto llevaría a una serie de oportunidades, pero al mismo tiempo ciertas tensiones y desafíos.
El estallido social se desarrolla sin una organización o liderazgo social específico lo que en ciertos momentos se constituye en una amenaza que debilita el potencial transformador del momento. Esta especificidad desde el inicio fue recalcada por medios de prensa y analistas políticos y distintas organizaciones que buscaban llenar tal "vacío" para convertirse en la principal plataforma de las movilizaciones. Sin embargo, cada uno de estos intentos fueron rápidamente cuestionados o declarados ilegítimos por otros grupos que participaban del proceso. Los partidos políticos e instituciones tradicionalmente encargadas de la representación de estas demandas fueron ampliamente cuestionados, así como marginados de la protesta. Banderas de partidos o organizaciones políticas fueron reemplazadas por la bandera chilena, la mapuche o la de clubes de fútbol. Al ser el estallido un evento sociopolítico profundamente original en su cuestionamiento a cualquier representatividad entregó una serie de posibilidades de legitimación y al mismo tiempo de fragmentación. El movimiento era capaz de coordinarse y surgir de forma espontánea en distintos lugares del país; pero con una limitación para establecer agendas claras que fueran más allá de los distintos sentimientos de indignación.
La capacidad transformadora del estallido social estuvo en juego. Tal como una serie de eventos de similares características que han surgido a nivel regional y global, el proceso fue de una alta complejidad política. Como ha planteado Berardi (2017, 15), la mayor parte de los reventones sociopolíticos en etapas de capitalismo tardío se han vuelto altamente impotentes. Son capaces de cristalizar claramente las contradicciones del neoliberalismo, pero al mismo tiempo este modelo ha debilitado profundamente aquellos tejidos sociopolíticos capaces de encauzar el tratamiento de tal malestar. El estallido social chileno se constituye como una forma de movilización sociopolítica de alta radicalidad y masividad; pero producida en el contexto de una compleja hegemonía cultural, social y política del neoliberalismo. Es así como el estallido social al ser una revuelta neoliberal presentó un grave desafío a la imaginación política.
El proceso se constituye como una explosión de descontento en contextos de empobrecimiento del tejido social y político debido a las fases más maduras y totalizantes del capitalismo contemporáneo neoliberal. Y que frente a la complejidad de las contradicciones generadas no era capaz de dar cauce sociopolítico a la serie de malestares que la sociedad chilena aquejaba. La crisis de la imaginación política constituía una profunda amenaza al espíritu transformador del proceso, que duró semanas. En paralelo, la vulneración de derechos básicos por parte de las fuerzas armadas chilenas se profundizaba y se observaba una disminución a lo menos en su carácter cuantitativo de la movilización -posterior a la marcha del 25 de octubre-. A esto se sumaban escenas de saqueo en contexto de protesta, lo que era presentado por algunos medios como un factor que frenaba el apoyo a la movilización. Pero en esta coyuntura, en donde la neoliberalización de sociopolítica había limitado los cauces posibles, surgieron salidas. Desde lo micropolítico, emanaron repertorios de acción política y agencias que constituyeron diálogos sobre la demostración del malestar -organización de protestas- su procesamiento -cabildos- y su articulación en propuestas -cambio en la constitución-. Frente a la deslegitimación de los partidos políticos e instituciones tradicionalmente encargadas de representar ideales políticos, lo local constituyó una salida. ¿Desde donde surgieron los repertorios de acción política y agencia que permitieron dar tal cauce? ¿Qué tipo de aproximaciones podemos desarrollar para comprender la aparición de estos procesos de posibilidad en contextos altamente neoliberales?
La presente investigación busca explorar cómo estos recursos se vinculan con la historia reciente del movimiento social chileno y específicamente en el movimiento estudiantil. Con tal interés, se analizan las historias de vida de antiguos partícipes del movimiento estudiantil chileno contemporáneo (2006-2015) y su articulación en forma de consecuencias biográficas que funcionaron como recurso para la articulación de un proyecto transformador. En este sentido, la investigación explora la forma en que la historia reciente del movimiento estudiantil chileno, en específico sus consecuencias micropolítico-culturales, se vuelve un recurso para la movilización política y social en contextos de un capitalismo tardío. En este estudio se trabaja con la recopilación de fuentes primarias producidas durante los años 2012-2013 por estos partícipes del movimiento y se contrasta con la forma en que estos caracterizan su participación y rol adquirido durante el estallido social. Por tanto, este trabajo pone en discusión la conexión entre consecuencias biográficas y la constitución de relatos que modifican la estructura de discursos y prácticas políticas posibles. Y de esta forma explora como las consecuencias biográficas del movimiento estudiantil chileno funcionan como memoria activa que constituye recursos para el repertorio de acciones que dieron viabilidad política a la serie de malestares evidenciados durante el estallido.
Movimientos estudiantiles chilenos, lecturas socio históricas y sus consecuencias
Un movimiento estudiantil puede ser entendido como una forma de movimiento social (Della Porta, Cini y Guzman-Concha 2020, 8) en donde la acción colectiva organizada (Touraine y Barahona 1982, 689) es liderada por estudiantes con el objetivo de evitar o conseguir un cambio social (Gill y DeFronzo 2009, 204). En esta movilización, la educación (Niesz et al. 2018, 8) o los malestares constitutivos de la experiencia de ser estudiante (Wickham-Crowley y Eckstein 2015, 27) suelen ser el foco principal pero no necesariamente el exclusivo. En el caso chileno, el movimiento estudiantil posee una larga trayectoria de organización e influencia en la política y educación chilena (Muñoz-Tamayo y Durán-Migliardi 2019, 130). Compuesto por organizaciones de estudiantes de secundaria y universitarios; el movimiento estudiantil chileno destacó como un tipo de movimiento social con alta capacidad para influir en la política y educación chilena durante el siglo XX (Santibáñez-Rodríguez 2021, 3). Desde 2006, el movimiento estudiantil chileno se coordinó a partir de demandas de estudiantes de secundaria y alcanza una visibilidad nunca antes vista. Esto constituye el inicio de una campana para terminar con la desigualdad y exclusión del sistema educativo chileno, la cual se ve amplificada por las olas de protestas del año 2011, esta vez liderada por estudiantes universitarios. Ambas oleadas de protesta estudiantil le permitieron aumentar su capacidad para influenciar la trayectoria que el sistema educativo tenía hasta el momento. Y en específico, le permite posicionar la necesidad de crear un sistema educativo que promueva la justicia social por sobre la desigualdad.
Desde su irrupción, el movimiento estudiantil chileno contemporáneo concentró una gran cantidad de investigaciones. La mayor parte de los estudios puso su atención en comprender las características novedosas que mostraban el ascenso, apogeo y declive de las movilizaciones. Un foco importante de estas investigaciones se desarrolló en torno a sus especificadas organizativas. En específico la relevancia de sus asambleas o sus formas de coordinación y diálogo político más horizontales (Cárdenas- Tomažič y Navarro 2013, 15) o la relevancia de la tecnología (Cabalín-Quijada 2014, 31-32). Otras se centraron en su capacidad para emplear un repertorio de acciones variado que desde "la toma" se lanzaban a la ocupación del espacio público mediante marchas, protestas, barricadas y actos culturales (Ganter 2016, 3; Zarzuri y Ganter 2018, 70). Otro grupo de estudios se enfocó en comprender la capacidad de estos movimientos estudiantiles para articular un imaginario que rechazaba frontalmente el discurso neoliberal en educación. Estas investigaciones sugieren que las demandas del movimiento estudiantil contemporáneo chileno distan de la representación de problemas específicos y se organizan en propuestas que buscan frenar con un sistema, que mediante la desregulación profundiza la desigualdad de acceso y calidad a la educación chilena (Bellei y Cabalín-Quijada 2013, 110; Bellei, Cabalín-Quijada y Orellana 2014, 430).
En forma complementaria un cuerpo de estudios desarrolla una imagen alternativa del proceso que pone en el centro su carácter socio histórico. En específico, su capacidad para ser analizado como un proceso de cierta forma construido por la historia del país, la trayectoria de su modelo de modernización y de las historias individuales de las personas que experimentaron tales procesos. La relevancia de la historia para la comprensión de lo que sucede durante las movilizaciones estudiantiles da cabida a una serie de investigaciones que con distintos acentos buscan hacerse cargo de ella. Un grupo relevante de estudios confluye en el concepto de generación como una categoría útil para analizar la irrupción del movimiento. Estas investigaciones exploran la capacidad del concepto para explicar el proceso de aparente ruptura y desafío que estos jóvenes ponen a los adultos (Santibáñez-Rodríguez y Ganter 2016), comprender la forma de este concepto aporta elementos para la construcción identitaria del movimiento estudiantil (Muñoz-Tamayo 2011, 15), su relación con identidades políticas específicas al interior del movimiento (Muñoz-Tamayo y Durán-Migliardi 2021, 2), o su rol en la caracterización de distintos ciclos del movimiento (Muñoz-Tamayo y Durán-Migliardi 2019, 133). En una línea similar, hay estudios que se centraron en la capacidad para articularse como eventos que constituyen cierto relato transversal a aquellos que los viven, como una identidad socio-política (Aguilera-Ruiz 2017, 132), que lo transforman en un momento constituyente para nuevas subjetividades políticas (Ganter y Zarzuri 2020, 77; Santibáñez-Rodríguez y Ganter 2016, 41).
Las aproximaciones anteriormente descritas resaltan la relevancia de lecturas que dialoguen de forma sociohistórica con el estudio de movimientos sociales y políticas contenciosas. De esta forma invitan a comprender la forma en que la historia reciente del país se transformó en recurso para construir el presente, y en específico, motivan ejercicios investigativos que pasen de explorar el movimiento estudiantil chileno en su capacidad para ser historizado a explorar su capacidad para historizar y discutir sus consecuencias sociopolíticas para el presente.
El estudio de las consecuencias de los movimientos estudiantiles
El interés por comprender las consecuencias del movimiento estudiantil chileno es reducido en contraste con literatura en torno a sus causas y características, pero presenta hallazgos significativos. Las investigaciones se caracterizan principalmente por definir la capacidad que poseen los movimientos estudiantiles para modificar instituciones políticas o políticas educativas (Inzunza et al. 2019, 493; Sanhueza 2015, 30; Somma y Donoso 2021, 48). Al mismo tiempo, otras investigaciones han buscado comprender su capacidad para convertirse en plataforma de nuevos grupos o movimientos políticos capaces de desafiar la institucionalidad tradicional de los partidos políticos (Espinoza-Díaz y González-Fiegehen 2014, 13; Montero-Barriga 2018, 48). Siendo altamente importante para la literatura en el área estos estudios, se observa que estos se centran en imágenes que privilegian el macro-nivel, y por lo tanto llaman a exploraciones en las consecuencias más individuales y de larga duración que se proyecten en la vida de los que fueron parte del movimiento social.
Como lo plantea Nissen, Wong y Carlton (2020, 3), gran parte de las consecuencias de movimientos sociales pocas veces se ven inmediatamente después del fin de las protestas. En este sentido, un análisis de su historia reciente permite comenzar a discutir el real alcance de estos movimientos en el presente. Adicionalmente, como nos sugiere Neveu y Fillieule (2019, 21), los movimientos estudiantiles no solamente producen impactos en políticas públicas y políticas institucionales, sino que también producen -o fallan en producir- activismos y nuevas formas de socialización política. Algo que, en el ámbito de estudio de los movimientos sociales, es conocido como sus consecuencias biográfico-políticas (Passy y Monsch 2018, 502). En otras palabras, consecuencias dadas por la participación en movimientos estudiantiles que pueden producir cambios a un nivel individual y de larga duración que son capaces de alternar la forma de comprender la realidad política de sus antiguos partícipes.
Si bien los resultados sugieren que la participación en el movimiento estudiantil puede conducir a resultados biográficos, no todas las experiencias son positivas como lo advierte Della Porta (2016, 4), pues los grados en que el movimiento social muestra resultados para el activista se explican en cierto nivel por las expectativas sobre la acción política. Adicionalmente, Prado-Galán y Fersch (2020, 4) encontraron para el caso que aquellos activistas que vivían por primera vez compromisos de este tipo, y que no observaron resultados positivos de sus acciones desarrollaron un sentimiento de decepción que amenazó su interés por acciones políticas y colectivas futuras. En este aspecto, las posibilidades de consecuencias biográficas siempre están abiertas. Y en esta investigación se plantea una pregunta relevante considerando que existen relatos en el mundo estudiantil que sugiere que el movimiento estudiantil chileno tuvo pocos logros políticos o que estos fueron rápidamente cooptados.
Dentro del área de las consecuencias biográficas existe un grupo de investigaciones que se ha dedicado a comprender como los movimientos estudiantiles han sido relevantes para la articulación de nuevas formas de comprender e influenciar la política. Especialmente relevante para los objetivos de este estudio, algunos enfoques profundizan sobre la influencia que la participación en el movimiento estudiantil tiene en la socialización política de sus partícipes. La participación en el movimiento estudiantil de los años de 1960 en Francia ha implicado consecuencias posteriores a su participación, los participantes han incorporado prácticas y formas políticas posibles de ser trasplantadas desde un movimiento social a otro (Fillieule 2013, 5; Neveu y Fillieule 2019, 24; Pagis 2019, 79). En el caso de los movimientos estudiantiles de los años de 1960 en Estados Unidos, la evidencia sugiere que los partícipes de estos difieren radicalmente de aquellos que no participaron en sus valores y acciones políticas (Braungart y Braungart 1991, 298; McAdam 1989, 745; Vestergren, Drury y Chiriac 2017, 205; Whittier 2010). En ese marco, la investigación construye sobre estos hallazgos y se enfoca con especial detalle en la socialización política producida por estos procesos para trazarlos mediante el estudio de trayectorias biográficas. Con el concepto de socialización política, esta investigación hace referencia a como los movimientos sociales dejan unas marcas en la vida de estos individuos. En otras palabras, como la participación en los movimientos estudiantiles ensena un "saber práctico", en donde surge un "ajuste anticipado a las exigencias de un campo [...] que hace posible la anticipación cuasi perfecta del porvenir inscrito en todas las configuraciones concretas de un espacio de juego" (Bourdieu 2008, 107). Con tal interés, la investigación se centra en tres dimensiones: la incorporación de recursos socio-políticos, una visión del mundo y una reestructuración de redes e interacciones sociales como consecuencia de esto (Fillieule 2010, 4). Es en el marco de estas problematizaciones este estudio explora el proceso en el que el movimiento estudiantil desencadenó procesos de socialización política en sus partícipes y como esta produjo formas particulares de prácticas políticas futuras puestas en juego durante el proceso denominado estallido social.
Metodologia
El estudio de las consecuencias biográficas posee diversos abordajes metodológicos. Un grupo relevante y significativo surge principalmente a partir de los años de 1970, que busca comprender las consecuencias biográficas del movimiento estudiantil para las vidas de aquellos que participaron activamente de estos. Otros se preocuparon principalmente de desmitificar la falta de alcances políticos, culturales y sociales de estos movimientos en lugares específicos de activismo en Estados Unidos. Por lo que desarrollaron investigaciones de carácter longitudinal que buscaban medir el impacto de la participación en estos movimientos estudiantiles en temas como el matrimonio o sus afinidades políticas e intenciones de voto por proyectos de izquierda (Giugni 1999, 4; Giugni y Grasso 2016, 98; McAdam 1989, 745; Vestergren, Drury y Chiriac 2017). En respuesta, un grupo de investigadores buscó asignar más relevancia a lo que los activistas comprendían como consecuencia biográfica y el proceso de articulación de esta. En este sentido buscaban romper con la normatividad preestablecida por modelos cuantitativos y enfocarse en la representación subjetiva que sujetos le daban a los hechos y la relevancia que la narrativa sobre los sucesos poseía en las proyecciones diferenciadas de las consecuencias biográficas (Andrews 2007, 13; Barassi y Zamponi 2020, 597; McAdam 1989, 474; Olivier y Tamayo 2019, 130; Whittier 2010, 764). Estas diferencias llevaron a una división entre aproximaciones cualitativas y cuantitativas que hasta hace poco no había sido desafiada. Es solo hasta hace unos años, que estudiosos desarrollaron aproximaciones que buscaron, mediante aproximaciones mixtas, superar tales divisiones (Neveu y Fillieule 2019, 16).
Más allá de entrar en la discusión sobre cuál de las distintas aproximaciones da más luces sobre el estudio de las consecuencias biográficas, esta exploración sigue aquella que da mejor respuesta a la profunda naturaleza micropolítica y subjetiva del proceso. En consecuencia, se desarrolla una investigación cualitativa con un diseno que incluye el desarrollo de historias de vida y entrevistas en profundidad. Esto permite entregar una imagen más acorde al tipo preguntas planteadas y permite centrar el estudio en la reconstrucción del proceso y al mismo tiempo en el interpretativo de los esquemas sociopolíticos que desarrollan los sujetos.
Esta investigación es de tipo longitudinal. El estudio visita las trayectorias biográficas de distintos partícipes del movimiento estudiantil en distintos momentos de su vida. En este sentido, su enfoque adicionalmente es profundamente descriptivo. Se busca descubrir el proceso de articulación de estos procesos históricos en conexión con formas individuales de entender sociopolíticamente la realidad.
En consecuencia, el estudio posee diferentes fases cada una con técnicas de reconstrucción de la información específica. Una primera fase, durante el 2012, tuvo el objetivo de comprender la forma en que entendían la política distintos partícipes de movimientos estudiantiles y la conexión con sus historias de vida. Enmarcado en un proyecto previo, estas entrevistas fueron capaces de mostrar que las formas de entender la política y lo político variaban profundamente de generaciones anteriores (Santibáñez-Rodríguez y Ganter 2016, 50). A partir de los hechos sucedidos desde octubre de 2019, surgió la pregunta sobre el estado de estas formas de comprender lo político, y sus implicancias para los procesos que se estaba viviendo. Por lo que se volvió a contactar a estas personas y se buscó desarrollar entrevistas en profundidad para conocer su comprensión de la política y lo político en tal momento; y al mismo tipo investigar la forma en que estas personas experimentaban su participación, o no, en el estallido social. El estudio se desarrolló con exestudiantes universitarios al momento de las movilizaciones estudiantiles de 2011 y participantes del movimiento de 2006 que viven en el Concepción Metropolitano.
Dentro de las limitaciones metodológicas de esta investigación es importante destacar que la muestra no incluye a aquellas trayectorias biográficas de movimientos de estudiantes de secundaria que no entraron en universidades. Adicionalmente, es importante notar que del total de partícipes en primer momento de la investigación (N=24), solo 12 respondieron al contacto en una segunda etapa. Por lo que la posibilidad de que esto influya en los resultados no puede ser descartada.
Discusión de resultados
Las reuniones con participantes del movimiento estudiantil en distintos momentos de su trayectoria de vida nos permitieron comprender la forma en que la socialización política generada por su envolvimiento en el movimiento estudiantil fue capaz de constituirse en recursos para nuevos procesos sociopolíticos. El estallido social se convirtió en un laboratorio donde las trayectorias de partícipes del movimiento estudiantil permitieron movilizar recursos micropolíticos para preservar el espíritu transformador del momento. En este sentido, específicamente fue capaz de dar un sentido práctico que entregó un "saber cómo" manifestar, organizar, procesar y diagnosticar la heterogeneidad de malestares puestos en juego. La presentación y discusión de los resultados es acompañada por extractos de las distintas entrevistas como forma para evidenciar el proceso.
Manifestaciones del malestar. Formas de participation y organization de la protesta
El movimiento estudiantil chileno contemporáneo se caracteriza por una serie de campanas de movilización activa dadas desde 2006 hasta 2015 cuyo principal objetivo fue la reducción de las desigualdades en el ámbito educativo y la transformación de las formas de financiamiento del sistema en su conjunto. La investigación desarrollada durante el 2012 mostró que tales movilizaciones tuvieron implicancias sociopolíticas mayores. La movilización dio origen a formas de participación y organización de la protesta que variaron de repertorios previos, teniendo como elemento relevante el uso de las tecnologías:
Las movilizaciones del 2011 eran masivas, yo estaba en mi último año de la universidad por lo que era súper difícil participar de asambleas y reuniones de la carrera. Pero gracias a las convocatorias en Facebook me daba cuenta de la hora y el lugar, entonces nos coordinábamos por los mismos grupos con otros amigos y llegábamos. Después buscábamos el lienzo de la carrera, y marchábamos.2
Algunas carreras tenían como un programa de telerrealidad de las tomas. Entonces si tú no podías estar, como que igual eso generaba un sentimiento de que estabas con ellos. Que eras parte hasta en esas cosas mínimas. Me acuerdo de que hasta se hizo una transmisión en vivo de la represión el 4 de agosto que llevo hasta que los entrevistaran de CNN internacional en la tarde.3
El uso de la tecnología para la organización de los movimientos estudiantiles fue una categoría relevante en las entrevistas lo que dialoga con una serie de estudios que encontraron resultados similares durante el periodo. Las entrevistas desarrolladas durante el estallido social demostraron que estos antiguos activistas estudiantiles fueron capaces de utilizar formas políticas aprendidas durante su participación en estas nuevas movilizaciones. Esta adquisición de sentido práctico permitió integrar la tecnología y redes sociales con fines políticos. Lo aprendido en torno al rol de la tecnología se vuelve un recurso para poder participar de estas movilizaciones. Pese a la falta de tejidos sociopolíticos que permitieran tener acceso a la protesta, la tecnología permitía nuevamente coordinarla y asegurar la participación masiva:
Yo no vivo en Concepción, vivo en una de esas comunas que le dicen dormitorio. El día que empezó a pasar de todo yo no tenía idea como participar. Sentí que era súper importante estar ahí, y demostrar que las cosas no estaban bien. El sábado me llegó un WhatsApp mostrándome todo un calendario de marchas, y el lunes era la primera. La convocaban los estudiantes. Me habían suspendido el trabajo, así que partí a marchar ese día. La movilización fue gigantesca.4
Sin embargo, existían ciertas diferencias. La lógica de los grandes lienzos representando cierta forma de asociatividad se modificaba por grupos pequenos principalmente cercanos.
Nunca había estado en una marcha tan grande. Me acuerdo de que cada uno andaba con sus propios signos. Trate de buscar cosas que reconociera no sé, del Colegio de profesores o algo así. No encontré ninguna. Así que tuve que caminar con mis colegas siguiendo a la masa. Todos andaban en grupos pequenos, de 6 personas, pero eran demasiados. Cada uno con sus propios rollos y demandas. Algunos avisaban que estaban solteros incluso, la cuestión era loca.5
Adicionalmente, las entrevistas desarrolladas durante el 2012 mostraban las formas de participación política consideradas legítimas no eran transversales. Y tal como otros movimientos estudiantiles, las formas de comprender los mecanismos para la participación distaban entre aquellos que buscaban legitimar su protesta con la opinión pública y utilizar medios más festivos/carnavalescos, así como aquellos que buscaban manifestarse mediante el uso de la violencia.
La pelea surgía principalmente entre personas que les gustaba agarrarse a toscasos [piedrazos] con los pacos [policía] y los que estaban en contra. Al mismo tiempo otros reclamaban que había muchos disfrazándose de zombie o haciendo carros alegóricos en vez de ser más políticos en la protesta. Al final la cuestión nunca se solucionó. Unos iban adelante haciendo sus bailes y otros iban atrás, enfrentándose con los pacos. No sabría decirte si uno fue más útil que otro, pero si la gente nos celebraba que no fuéramos violentos. Creo que eso ayudó a que tuviéramos más apoyo. Pero igual había hartas historias de personas que mientras se agarraban con los pacos ayudaban a la gente que era víctima de los pacos. Entonces como que se complementaban igual.6
Lo experimentado durante el movimiento estudiantil presentado en las entrevistas de 2012 tiene un fuerte vínculo con lo estudiado en las entrevistas durante el estallido social. El mismo relato de partícipes del movimiento estudiantil sobre las diferencias entre formas de protestar, y sus entendimientos en contextos de movilización masiva es desarrollada por esta persona ocho años después. Las diferencias entre formas de protesta carnavalesca/festiva y la acción violenta se mantiene, y al mismo tiempo la idea de cierta complementariedad entre estas.
Las marchas eran gigantes. Me acuerdo de que fui a una que daba la vuelta a toda la ciudad, eran como 40 cuadras, si sacas cuentas que cada cuadra son como 100 metros. iEran 4 kilómetros de personas! Arriba de nosotros andaban los helicópteros de los pacos. Era como un festival de cosas raras de pronto, gente bailando disfrazada, otros con cuerpos pintados, cada persona ponía su talento artístico o musical que quisiera. Los con menos talento se enfrentaban a carabineros (ríe), es broma, si igual ellos ayudaban, sobre todo al principio. Te cuidaban cuando los pacos se ponían tontos. A una amiga le ayudaron a respirar después de un gas lacrimógeno, era su primera marcha. Ella no sabía lo que era respirar el gas lacrimógeno.7
Hay resultados que muestran lo cambiante de las consecuencias, específicamente en torno al uso de la violencia. La contingencia y las formas en que la represión impactó específicamente a uno de los partícipes del estudio y marca decisiones biográficas sociopolíticas que se diferencian de sus experiencias previas. Como lo plantea la literatura, las consecuencias biográficas de ciertos movimientos sociales son contingentes a nuevos eventos sociopolíticos. En este estudio existen personas que se ven transformadas por este nuevo suceso. Es decir, hay personas que se diferencian de sus formas de participación previa -durante el movimiento estudiantil-. El motor de este aumento en la radicalidad de acción es principalmente por el tipo de represión observado por parte del Estado.
Yo nunca me había agarrado con los pacos. Pero esto era distinto. La policía andaba súper agresiva. En la Universidad nunca fui cabeza de tosca [persona que se enfrenta violentamente a la policía], pero ahora la policía nos había disparado y dejado ciegos. Así que agarré mis cosas y me quedé enfrentándome a la policía por varios días. Hubo días más complejos que otros, disparaban postones y quedabas marcado. Estaban los milicos [Ejército] también. Pero todo eso me daba más rabia todavía.8
Organización del malestar y su procesamiento político: la participación en los cabildos ciudadanos
Con formas de organización del descontento me refiero a las formas en que estas personas desarrollaron formas de canalizar la discusión política durante el movimiento estudiantil y ver sus correspondencias o diferencias con las expresiones desarrolladas durante el estallido. Las formas estudiadas durante el 2006 mostraron una clara relación con formas de representación más directa y dialógica, algo consistente con investigaciones en el área. Las formas políticas descritas por los partícipes de este estudio eran principalmente las asambleas y formas de reglamentar el proceso:
La organización para el 2006 era súper básica. Nos juntábamos por asambleas, cada persona un voto. Teníamos a alguien que llevaba el registro y cualquier compa podía hablar. Igual después le pusimos tiempo a la cuestión porque había algunos que no paraban de hablar.9
Las prácticas políticas de tratamiento del acuerdo implicaban formas de trabajar con los desacuerdos. Nuevamente, existe un aprendizaje en torno al cómo desarrollar un diálogo político. En específico, las formas de tratar los momentos en que personas se planteaban distantes de las opiniones generalizadas de la asamblea y se desarrollaban técnicas para resguardar el respeto por esa visión discordante.
Para el 2011 caché que era súper importante el tema de cuando no estábamos de acuerdo. El tema se ponía complejo y debíamos tener un registro de cómo se daba la conversa. Específicamente, se ponían cuartico cuando teníamos propuestas de vuelta de la rectoría sobre cosas más locales. Ahí cachamos que de alguna forma teníamos que registrar los disensos, asegurarnos que si un compa no estaba de acuerdo con el tema. Teníamos que dejarlo registrado y decir que la cuestión no había sido por acuerdo total.10
Las entrevistas realizadas durante el estallido social muestran que las formas de organización del descontento vistas durante el desarrollo de las movilizaciones estudiantiles se transforman en un referente claro para la participación adquirida durante los eventos del estallido social. Incluso, la forma en que se describen estos momentos es constantemente referida a sus similitudes y diferencias con la de los movimientos estudiantiles.
Los primeros cabildos fueron organizados por unos vecinos. A mí me llegó la invitación por un grupo de WhatsApp que se había armado por las cacerolas. Eran hartos estudiantes de la U, había unos de mi edad. Algunos los conocía de la universidad. Y la verdad es que fue como estar en las asambleas, había un compadre anotando y registrando las cosas. Ahora había mucho más cuidado con cuando no se había consenso frente a un tema, se guardaba.11
La referencia constante a las asambleas de las movilizaciones estudiantiles muestra también cierta distinción con personas que no participaron de esos procesos, o que no poseían experiencia. El haber sido parte de movimientos estudiantiles pone facilidades para la discusión y marca diferencias con los que no.
Lo de los cabildos fue bueno, pero igual romantizado un poco. La verdad se notaba que había varias personas que tenían mayor capacidad, o de pronto no capacidad, pero más práctica. Entonces se tomaban la palabra más del tiempo, o interrumpían a otros. Para mí la desigualdad también se vio en ese tipo de espacio. Se notaba que había algunos que tenían más práctica, incluso por el tema de las movilizaciones anteriores. Como yo había participado de asambleas durante las movilizaciones estudiantiles, me iba bien.12
Estos recursos no solamente permiten participar, sino que también se vuelven un recurso para la organización. Tal como se ha estudiado para el caso francés, existen posibilidades de que algunos lleven estos recursos incluso a sus espacios laborales. Permiten crear espacios fuera de sectores más activos para personas que necesitaban también digerir el descontento y transformarlo en diálogo y propuesta.
En ese tiempo sentí como que había que hacer algo más, entonces busqué la posibilidad de organizar cabildos en mi trabajo. Busque un modelo que andaba dando vueltas y logre poder organizar cabildos de profesores y funcionarios. Al mismo tiempo ellos hicieron cabildos con sus propios alumnos. Entonces salió todo bien. Se dio una lógica súper bacán. Porque en ese momento igual todos querían hablar y sentirse escuchados.13
Organización del malestar y su procesamiento político: desconfianza en los partidos políticos
Los entrevistados al mismo tiempo que caracterizaban las potencialidades de las asambleas las oponían a las prácticas que traían las juventudes de organizaciones políticas más tradicionales como los partidos políticos. Estos hallazgos son consistentes con aquellos que muestran que las nuevas generaciones poseen un interés por la política, pero en formas y espacios distintos. En el caso de los partícipes de este estudio, la participación de partidos políticos planteaba el riesgo de cooptación.
De cierta forma el antipartidismo tiene una de sus expresiones y aprendizajes en los movimientos estudiantiles.
Durante el 2006 tratamos de romper un poco de la lógica más vertical que veíamos en las juventudes de los partidos políticos, de todos los partidos políticos, incluyendo los de la jota. Teníamos asambleas en el Liceo, donde votábamos las acciones que de pronto eran protestas y otras veces tomas, o también otro tipo de actividades como festivales musicales. La verdad la cuestión no era tan perfecta, igual los que venían de otros grupos se ponían de acuerdo antes. Pero la mayoría de las veces entre los que no éramos militantes, lográbamos mantener las posiciones. Los partidos políticos buscaban manipular las movilizaciones, no se veía un verdadero interés en nuestras demandas.14
Desde las movilizaciones de 2006 se ve una pérdida de relevancia dentro de la movilización de partidos de centroizquierda, y ya en el 2011 la disputa por parte de nuevas agrupaciones es clara. El espacio universitario y la movilización estudiantil presenta una pugna interna por su dirección y organización, así como los partidos políticos tradicionales cada vez pierden más capacidad para esto:
El 2011 había caleta de siglas distintas dando vueltas en la U. Cada una era de un grupo de compadres que se ponían de acuerdo y salían con sus propios lienzos. De pronto se juntaban y ganaban las federaciones. Otras veces se agarraban y hasta ahí llegaban. Los comunistas eran más organizados, pero la estaban viendo mal en la U, nadie les creía y había caleta de agrupaciones de izquierda que les peleaban las organizaciones. Los de los partidos de la concertación ni siquiera existían.15
Las consecuencias biográficas y su desarrollo durante el estallido social muestra que la idea del fin de los partidos políticos no es clara en todos. El anti-partidismo expresado por los entrevistados durante el 2012 presenta dos salidas. Algunos deciden construir y participar de nuevas formas de organización política, dando origen a nuevos partidos políticos que buscan enfrentar a aquellos más tradicionales.
Yo soy de un partido. Nuevo, pero partido. Y la verdad ahora me cuesta entender el odio contra todos los partidos. Es mucho trabajo, sobre todo en partidos que son chicos. Pero ahora nos atacan y nos echan de las marchas si tenemos banderas o lienzos de nuestro movimiento político. Yo no estoy de acuerdo con eso.16
Otros ex participantes del movimiento estudiantil mantienen un discurso más duro, concentran sus críticas principalmente en la incapacidad de representar los intereses de la población y sus ideales. Al mismo tiempo presentan una marcada crítica a la corrupción de estos y como su funcionamiento se explica más por interés particulares que por ideales.
Los partidos políticos están como muertos. Nadie los pesca. Tienen menos aprobación que el presidente. Esta marcha era en contra de ellos también. Si al final, siempre, sean de izquierda o de derecha, llegan al cargo y se contratan entre ellos. Y ahí quedaron sus ideales. Son cuestiones para puro tener trabajo.17
Del procesamiento político al diagnóstico y solución: la constitución
La crisis de la imaginación política vista durante el estallido termina siendo resuelta, al menos en parte, con la aparición de la demanda por una nueva constitución. Esta discusión ayudó a aunar las fuerzas transformadoras movilizándose en las calles y dialogando en cabildos, presionando en los espacios políticos tradicionales para disenar una propuesta que terminaría en un plebiscito y posterior elección de representantes en una nueva constitución. Las entrevistas desarrolladas durante el 2012 nos muestran que ya en ese tiempo se observaba un destacado interés por cambios en la constitución. Ya el 2006, los miembros del movimiento estudiantil tenían diálogos desarrollados en torno a la Constitución y su necesario cambio para el procesamiento político de ciertas necesidades.
Había personas que conocían mejor el tema. La mayoría eran de la Jota. Como que los habían formado en eso. Entonces desde el principio los compadres nos decían que el problema era la Constitución. Que ahí radicaba todo el problema, porque, por más que existieran personas de izquierda en el gobierno. La constitución no permitía cambiar ciertas cosas. De ahí viene el tema de la LOCE, imagínate que eso lo celebraron hasta los de derecha.18
Las entrevistas desarrolladas durante el 2012 nos muestran una crítica a la constitución del momento. En específico, los partícipes del movimiento estudiantil cuestionan como esta permite mantener una política de baja intensidad, donde las mayorías no pueden ser representadas claramente. Esto lleva directamente a una falta de transformaciones. La constitución de 1980 funciona como un cerrojo que limita la articulación de ideas y espíritus transformadores.
La pura constitución no más, eso quiero decir. La pura constitución, es como que los pendejos se den cuenta que aún estamos en una constitución de una dictadura que nunca se ha cambiado por un tema de que a los partidos les conviene, porque, aunque sea de izquierda y digan que son socialista, no son socialista, les conviene tener esa constitución porque les da plata y no van a cambiar eso. Para mí, el socialismo y el comunismo en Chile no existen, son todos que se van a regir a esa constitución.19
No es de extranar que estas experiencias y diagnósticos comunes se volvieran recursos importantes para canalizar el deseo de transformación evidenciado en el estallido social. Algunos incluso reconocen que fue esta demanda la que de cierta forma permitió coordinar acciones que se veían heterogéneas y hasta en posible colisión. El diagnóstico desarrollado sobre la constitución en el contexto de la movilización estudiantil se transformó en un tema relevante a ser discutido dentro de cabildos y espacios de discusión.
La verdad es que al principio estábamos como perdidos. Todos estábamos reclamando por varias cuestiones. Y de a poco se empezó a instalar que la cuestión era cambiar la Constitución. En los cabildos comenzó a pasar esa cuestión. Y ahí me acordé que para el 2006 igual hablábamos de cambiar la Constitución, aunque no lo logramos. Y dije, ese es un tema y lo planteé en la conversación.20
La referencia es explícita en muchos casos. Para algunos el aprendizaje desarrollado durante la movilización estudiantil que la Constitución era central para posibilitar cambios los lleva a ponerla en el centro de la discusión.
Para mi estaba claro que el tema de la Constitución era súper relevante. Desde el 2011 nos dimos cuenta de que los cambios sin la Constitución nueva no servían, y queríamos cambiarla. Así que cuando se empezó a centrar la discusión en eso, yo dije yapo. Eso es. Hay que cambiarla.21
En este sentido, los resultados concuerdan con aquellos que nos sugieren que la participación previa es capaz de entregar un marco en el cual plantear diagnósticos y soluciones a los problemas. Estos funcionan como horizontes sociopolíticos, que en el caso de esta investigación tiene una lógica profundamente micropolítica. Desde lo local, y muchas veces desde motivaciones personales, se vuelven saberes prácticos y sentidos comunes que son colectivizados y puestas a disposición de nuevas formas de movilización social.
Conclusiones y proyecciones
La investigación muestra que existió un proceso de socialización política durante los movimientos estudiantiles que permitió dotar al estallido social de recursos, sentidos comunes y formas de relacionarse. Estos recursos se volvieron vitales para la preservación de su espíritu transformador tomando en consideración el desafío a la imaginación política que planteaba a este proceso la falta de tejido social producido por un proceso de profunda modernización neoliberal en el país. A partir de lo anterior, este artículo propone a modo de cierre ciertas conclusiones, limitaciones y proyecciones para investigaciones futuras.
Nuevos procesos de subjetivación e identidad política a partir del movimiento estudiantil. Desde el 2011 distintos estudios han planteado que estos eventos dieron origen a nuevas subjetividades políticas que surgieron en contra de aquellas producidas a la luz del proceso de modernización neoliberal chileno. Mientras algunas presentaron abordajes más empíricos (Aguilera-Ruiz 2017, 133; Santibáñez-Rodríguez y Ganter 2016, 65), otras articularon interesantes propuestas teóricas que buscaban proponer el concepto como una categoría relevante para explorar el proceso (Ganter y Zarzuri 2020, 100). Los resultados de esta investigación sugieren que el movimiento estudiantil chileno fue capaz de socializar formas de manifestar y procesar el malestar político en aquellos que participaron en el movimiento. La socialización política no se observa solamente en el ámbito de acciones y prácticas políticas. También surge una profunda transformación cultural/política en estas personas, lo que les permite comprender la política de una forma distinta. Esto entrega marcos interpretativos fundamentales para el desarrollo de diagnósticos políticos y soluciones a nuevos desafíos. En este sentido, los movimientos estudiantiles modifican profundamente los repertorios de futuros posibles (Andrews 2007). Los hallazgos de este estudio permiten comprender la forma en que esas subjetividades, supuestamente originadas al momento del movimiento estudiantil, se solidifican en el tiempo. Estas formas se volvieron recursos sociopolíticos que permitieron preservar el espíritu transformador, y dar una salida micropolítica a la crisis en la imaginación política institucional.
Las consecuencias biográficas y la historia reciente de movimientos sociales como repertorio sociopolítico para constituir futuros posibles en Chile y la región. Los hallazgos de esta investigación sugieren que un análisis de la historia reciente de los movimientos sociales puede constituirse en una aproximación significativa para comprender el surgimiento de nuevos repertorios sociopolíticos. En específico, al aproximarse a las nuevas formas de organización, manifestación y procesamiento que van rompiendo los márgenes de lo posible, sobre todo en sociedades altamente neo-liberalizadas. La aproximación a la historia reciente constituye una opción que nos permite comprender los procesos de emergencia de nuevas formas y recursos sociopolíticos que pueden romper con los márgenes que hasta el momento son vistos como naturales. En este sentido, los resultados de esta investigación esperan ser una invitación para el estudio de procesos que de forma paralela al chileno están ocurriendo principalmente en la costa pacífica del continente latinoamericano. Estos países comparten una trayectoria de modernización en donde existe una profundización de reformas promercado y que al mismo tiempo están siendo el territorio de explosiones de malestar similares al estallido chileno. En este aspecto, un paso siguiente a desarrollar son estudios comparados que de forma empírica permitan analizar como distintas luchas, nacionales y locales que atraviesan el continente americano, van constituyendo procesos de sedimentación de nuevas formas y recursos sociopolíticos en estas sociedades.
Esta investigación presenta una serie de limitaciones. Uno de los principales desafíos que poseen los estudios en las consecuencias biográficas de los movimientos sociales tiene que ver con las decisiones metodológicas que le permiten identificar a ciencia cierta un suceso como el motor de procesos, en este caso, de socialización política. Las aproximaciones que incluyen historias de vida se han mostrado como una respuesta a esto. Al explorar la trayectoria de una persona esta metodología permite observar en el relato un antes y un después de ciertos eventos. Sin embargo, la profundidad subjetiva del relato lleva a que esta declaración no pueda ser evaluada por fuera del relato del partícipe. Una segunda limitación tiene que ver con que el tipo de entrevista desarrollado durante el 2012 no permite reconocer en detalle las formas específicas de participación de las personas partícipes del estudio durante las movilizaciones estudiantiles. Por tanto, en la investigación no se puede diferenciar las consecuencias biográficas a partir de los niveles de participación, algo que es ampliamente sugerido por la bibliografía en el área.
En esta investigación se muestran resultados importantes a la hora de dilucidar la profundidad de las consecuencias sociopolíticas del movimiento estudiantil. Desarrolla una imagen en paralelo a aquellas que han profundizado en sus impactos político-institucionales y muestra que gran parte de las transformaciones que se buscaban durante el movimiento estudiantil y durante el estallido social están puestas en juego en sus niveles más locales y micropolíticos. Sin embargo, esta imagen es una más del proceso. Los resultados de esta investigación en diálogo con la literatura en el área permiten establecer ciertas proyecciones para investigaciones futuras. A partir de las limitaciones de este estudio se sugieren enriquecimientos metodológicos que incluya investigaciones de carácter experimental permitirían dilucidar mejor este proceso "desde afuera". Adicionalmente, la investigación muestra ciertos resultados que necesitan mayor profundización. Tal vez uno de los más relevantes tiene que ver con el proceso de politización de espacios educacionales. Dado que el movimiento estudiantil chileno puso un foco específico en la transformación educacional chilena, este hallazgo invita a más investigaciones que problematicen estas consecuencias biográficas en este espacio específico, y permitan construir una imagen más comprensiva del proceso teniendo en cuenta que este tipo de consecuencias son difíciles de articularse en niveles educacionales que genera alto control institucional.