Introducción
Ninguna persona que trabaje en proyectos de patrimonio cultural pondría en duda su capacidad transformadora y los impactos positivos que genera en los individuos o comunidades que participan en ellos, pero tal vez por su complejidad intrínseca, la presentación de evidencias en estudios estructurados ha sido escasa. En la cultura hemos sido reacios a las mediciones, las evaluaciones y las demostraciones (Gallou y Fouseki 2019; Murzyn-Kupisz 2010, 2012; Partal y Dunphy 2016). Sin embargo, una complejidad similar no ha detenido a otras ciencias humanas como la salud, la educación, estudios ecológicos, estudios de ciencia y tecnología, etcétera, que han buscado legitimar el gasto público mediante el desarrollo de evaluaciones pre y post finalización de un proyecto (Saarinen 2004).
Así pues, la dificultad para asignar un precio a ciertos tipos bienes no debe ser impedimento para evaluar sus impactos, efectos o resultados, prueba de ello es la creciente tendencia de la gestión pública basada en evidencias y la evaluación de impactos. El desarrollo de mejores indicadores en la cultura y el patrimonio cultural pueden hacer la diferencia a la hora de justificar la solicitud de mayor gasto público en los distintos proyectos que entablamos.
La tendencia del Accounting
Para franquear la lógica discrecional con que se asignaban los presupuestos públicos en el pasado muchos países han implementado el Accounting o la contabilización en la elección pública. Esta tendencia busca la eficiencia en la destinación del presupuesto y se basa en principios de equidad y justicia al promover y proteger a los menos favorecidos (Ferri, Sidaway y Carnegie 2021). Aunque para algunos expertos puede ser una lógica adversa para bienes complejos o incoherente con la naturaleza del recurso que intenta valorarse (Hooper, Kearins y Green 2005), cada vez son más los países que entran en tal dinámica de tasación (Barton 2005).
Sectores como la salud o la educación llevan varias décadas justificando el gasto público en ambientes de lobby político con argumentos de costo-efectividad y costo-eficiencia, lo que les ha permitido evaluar su éxito y alcance de logros. En la educación se han desarrollado teorías e indicadores como los resultados de las pruebas internacionales, cubrimiento, alcance y calidad, e incluso nuevos modelos pedagógicos. En la salud los indicadores han derivado en años de vida, calidad de vida, costo-efectividad, estilos de vida saludables y la discusión sobre la intervención estatal en la producción industrial de alimentos, con aumentos en la inversión en salud pública, entre muchos otros.
En la discusión ambiental se ha pasado de la economía ambiental, con sus valoraciones contingentes o creación de mercados hipotéticos, a la eco-economía que trata de valorar los bienes o males en términos de costos energéticos, lo cual rompe totalmente el paradigma del precio-valor y traslada la discusión a un nivel multidisciplinar en el cual los individuos empiezan a participar con indicadores novedosos como la huella de carbono o la huella hídrica (Espíndola y Valderrama 2012).
En la cultura y el patrimonio la discusión continúa estancada alrededor de si es o no posible asignar un precio a la cultura. Ante lo cual habría que decir que NO, de manera categórica. Pensar que el museo es algo que puede ser comprado con dinero es común pero errado (Adams 1937, citado en Ferri, Sidaway y Carnegie 2021; Barton 2000, 2005; Chng y Narayanan 2017) hay bienes que se rehúsan a tener un mercado (Holcombe 1997) lo que no impide hacer un esfuerzo por mostrar sus impactos positivos.
Por ejemplo, la valoración monetaria de las colecciones museales para propósitos de reportes financieros públicos ya está en la agenda de la comunidad internacional para las entidades públicas (Ferri, Sidaway y Carnegie 2021; Wolf, Christiaens y Aversano 2020). En relación con el patrimonio hay un asunto más complejo que asignarle un precio y es que la valoración que hacen las sociedades por la simple existencia del patrimonio -en estudios de Disponibilidad a Pagar DAP o a contribuir- suelen ser superiores al dinero que donan las comunidades para su manutención. Esto significa que las sociedades quieren conservar el bien, pero no han encontrado un mecanismo adecuado para definir quiénes, cómo y cuándo deben pagarlo (Dong et al. 2011; Gražulevičiūtė et al. 2011; Junainah 2017; Junainah, Suriatini y Rosdi 2014).
Este esfuerzo requiere la combinación de saberes y técnicas multidisciplinares y la integración de lógicas ante las cuales los estudios del patrimonio no han estado muy abiertos (Cabrera-Martínez y Vidal 2017). Por su parte el sector patrimonial lleva años debatiendo sobre la necesidad de aproximarse a otras disciplinas, asegurar la cooperación público-privada y participar en proyectos del tercer sector (Calabro y Della Spina 2014; ICCROM 2015; Ragozino 2016, 2019) y para ello los indicadores de gestión pública serán centrales.
Por ello este artículo no intenta establecer unos mecanismos de valoración del patrimonio, imposible ante el bien que se trata, sino justificar el gasto público en el patrimonio mediante la evidencia de impactos positivos. La diferencia es sustancial, pues unos tratan de monetizar el valor del bien, mientras la otra vía intenta generar criterios válidos de priorización del gasto público. Así, más que establecer el valor económico de un bien, -como si existiera en un mercado- se trata de definir criterios, métodos y cualidades que hagan indiscutible la inversión porque no es posible la vida sin ellos.
Los beneficios del patrimonio
Los lugares de patrimonio son espacios de encuentro donde se socializan las tradiciones, saberes y bienes culturales (Hobsbawm 2014), las comunidades validan su patrimonio y se realiza la construcción colectiva de las identidades sociales. Una definición clásica del patrimonio cultural lo presenta como "todo aquello que socialmente se considera digno de conservación, independientemente de su interés utilitario" por su exotismo, genialidad, sacralidad o su peculiaridad (Duclos 1997; Prats 1997, 1998) sin embargo, las definiciones más recientes reconocen en esas manifestaciones testimonios importantes del progreso de los grupos sociales, los cuales ejercen una función de modelo o referente para las identidades sociales (Llull-Peñalba 2005, 181; Vidart 2004) y se constituyen en elementos significativos de la singularidad de los pueblos (Desvallées 1998; Prott y O'Keefe 1989).
Estas nuevas perspectivas atribuyen al patrimonio cultural una serie de usos sociales que, en teoría, pueden generar distintos beneficios como proveer escenarios para un número importante de acciones comunitarias, turismo, emprendimiento, oportunidades de recreación y esparcimiento y como agente promotor para la educación durante todo el ciclo vital de los individuos (Phillips y Stein 2013; Thinesse-Demel 2005). En la actualidad muchos estudios reconocen el papel central que juegan las organizaciones culturales en la sostenibilidad y el desarrollo, la inclusividad y la justicia social (Auclair y Fairclough 2015; Hunt y Kershaw 2013; Pop y Borza 2016; Pietro et al. 2014).
Así entonces, el patrimonio es una actividad no solo cultural, sino social, económica y política, que conlleva proyectos de importante envergadura y largos procesos de justificación y negociación (García-García 1998; García-Canclini y Piedras-Ferias 2006; Rosas-Mantecón 2005; Solli et al. 2011). En las organizaciones de patrimonio cultural se vienen usando algunos indicadores de gestión como: inventarios de piezas, ventas, ingreso de usuarios, liquidez, mercadería, proyectos realizados, tiempo, recursos, decisiones, satisfacción, entre otros similares (Barton 2005; Barona-Tovar y Cuéllar-Caicedo 2014; Castañer 2013; Gascó-Hernández 2003; Hooper, Kearins y Green 2005; Pop y Borza 2016; Roselló-Cerezuela 2011). Otros indicadores de impacto como comunidades beneficiarías, número de participantes en actividades, fiestas no permiten identificar si ha habido cambios en aspectos actitudinales o de interiorización del patrimonio como podrían ser la identidad, la pertenencia, el bienestar y los derechos culturales.
No obstante, convertir estos usos sociales en indicadores usables, es decir, establecer una relación de correspondencia entre la exposición, visita o pertenencia a los lugares de patrimonio y su impacto sobre las actitudes de las comunidades expuestas es una tarea más difícil (Gallou y Fouseki 2019). La medición de los impactos sociales, culturales y económicos de la exposición al patrimonio cultural -como lo hemos llamado en este artículo- no son tan claras o directas como se pretende en la literatura académica sobre el tema. Tal vez por ello existen muy pocos estudios empíricos en los que se establezcan estas relaciones (Westle 2014).
Para intentar responder a ello en este artículo se evaluó la correlación de tres indicadores muy frecuentes en la literatura sobre patrimonio cultural: valoración del patrimonio, identidad nacional y capital social, con la exposición al patrimonio o la cantidad de veces que se han visitado lugares tradicionales de patrimonio. A continuación, se presentan cada uno de los indicadores, los cuales han sido evaluados y validados en diferentes contextos y la metodología de análisis.
Herramientas y métodos
Para este estudio se analizaron y seleccionaron tres escalas psicométricas correspondientes a cada indicador: Valoración del patrimonio (Akbaba 2014); Identidad nacional NATID (Keillor et al. 1996); y Capital social -diseñada en este estudio-, ya validadas en estudios anteriores. Y se contrastaron con el indicador "valoración del patrimonio". Exposición al patrimonio cultural. Se aplicó el instrumento estudio sobre organizaciones de patrimonio cultural y consumo cultural, partiendo del supuesto teórico que un nivel más alto exposición al patrimonio daría como resultado un valor más elevado en la escala NATID, la valoración y un mayor nivel de capital social. Las escalas psicométricas son intentos de medir aspectos de la emocionalidad humana y han sido usadas con éxito en distintos campos de la salud mental -Burnout, estrés, psicopatía, etcétera-. A continuación, se explica en qué consiste cada una de las escalas.
Escala de valoración del patrimonio
El reconocimiento de la invaluabilidad del patrimonio natural, cultural, histórico o material por parte de una comunidad estructura el deseo de protección y puesta en valor de ese acervo (Akbaba 2014). Por ello el indicador de Valoración de patrimonio es el primero que se presenta porque se considera central para la tarea inicial de conservación y promoción del patrimonio. Para Akbaba (2014) estos valores culturales, representados en el patrimonio, establecen la conexión entre el pasado y el presente, forman la base de la cultura y el mundo en el que vivimos y nos informan de la aventura de la civilización que se ha ido.
Estos valores se pueden representar en tres dimensiones: conciencia cultural, reconstrucción de la historia y conciencia del patrimonio (Mortara 2013, citado en Akbaba 2014) para los cuales es vital conocer y poner en escena las tradiciones, valores, rituales, conocimientos y construcciones que hacen parte de este bagaje. Para medir la Valoración del patrimonio de los individuos se usó una escala de 9 ítems que diferenciaban la valoración del patrimonio nacional y regional y el consumo (tabla 1. Componente VP). La escala fue validada mediante análisis factorial y los resultados fueron estadísticamente adecuados, lo que significa que (a) la escala se puede ver como una unidad de análisis y (b) los ítems miden aquello para lo que fueron diseñados.
Escala de Identidad nacional NATID
Uno de los impactos sociales más mencionados en la literatura sobre patrimonio cultural es la Identidad Nacional. La construcción teórica de esa identidad se basa en la existencia de un número limitado de elementos únicos que mantienen a una cultura separada o hacen que una cultura sea distinta de otra (Clark 1990; Huntington 1997). En esta concepción la "cultura" y la "nación" son de alguna manera equiparadas, aun reconociendo que es una construcción arbitraria, relacionada con el nacimiento de los estados-nación y con el mantenimiento de una cierta cohesión, coherencia y proyección social. La memoria cultural funciona apropiando, criticando, preservando, exaltando o transformando esas historias pasadas para la conservación del tejido social (Assmann y Czaplicka 1995).
Por su parte la identidad social, desarrollada por Tajfel y Turner (2004), se puede definir como aquel componente del auto-concepto del individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social. Como una construcción subjetiva se constituye mediante la interacción de procesos cognitivos, afectivos y sociales (Pehrson, Vignoles y Brown 2009) no como una posesión o condición (Lee et al. 2005), por ello es posible que coexistan múltiples identidades (Brewer 2001; Bruter 2005, 2006; Citrin y Sides 2008; Duchesne y Frognier 2008; Segatti 2016) o mecanismos de identidad (Hans Mol 1976, citado en Powell 2017).
Según Sinnott (2005) los estudios empíricos sobre identidad nacional y regional son relativamente escasos, sin embargo, reconocen que en estudios bien contextualizados estos componentes han resultado de utilidad en la toma de decisiones. En 1996 Keillor, Hult, Erffneyer y Babakus formularon la escala NATID, que ha permitido determinar, en distintos contextos, el grado en que los encuestados se identifican con unas características culturales que ellos consideran propias de la nación.
La escala NATID intenta capturar empíricamente el grado de vinculación a unos valores y atributos nacionales con base en la adaptación de los elementos de civilización de Huntington (1997): religión, historia, costumbres e instituciones sociales. La escala NATID consta de 17 ítems que miden aspectos religiosos, históricos, culturales y sociales de su identidad nacional, así: 1. Patrimonio, 2. Homogeneidad cultural, 3. Sistema de creencias y 4. Consumo etnocentrista. Estos aspectos se consideran centrales en la identificación con la propia cultura (tabla 1. Componente NATID).
Esta escala ha sido medida en diferentes contextos donde ha funcionado bien, entre ellos un estudio comparativo realizado en cinco países: Estados Unidos, Japón, México, Hong Kong, Suecia (Keillor y Hult 1999), un estudio en Perú relacionando la escala con la valoración de la historia del país (Rottenbacher 2010), un estudio en Yemen por Chi Cui y Adams (2002) y nuevamente revisada y usada por los autores Keillor, Hult y Babakus (2015), mostrando siempre altos grados de fiabilidad y significancia.
Patrimonio cultural y capital social
Existen diferentes acercamientos al concepto de capital social (Tzanakis 2013): el de Putnam (1995, 2000) que lo entiende como involucramiento en asociaciones, vinculación comunitaria y confianza y la de Bourdieu (1986, 1991) que lo explica como las cualidades de las relaciones sociales en un contexto (Grootaert et al. 2004; Iisakka 2006; Lee et al. 2005; Pena-López y Sánchez-Santos 2007; Pena-López , Sánchez-Santos y Membiela-Pollán 2017) una forma de capital acumulable e individual que se puede convertir en ingreso.
El capital social en relación con la identidad, López (1985) distingue tres tipos de vínculos necesarios para alcanzar una imagen de sí mismo: los vínculos afectivos incondicionales y duraderos con personas significativas; los vínculos que dan sentimientos de pertenencia grupal que evitan la marginación y la desintegración social, por último, los vínculos como la región, el país, los medios de comunicación y una cultura percibida de forma general, hacen que el patrimonio cultural contribuya a la construcción de los mismos, lo cual indica una relación entre aquello encargado de generar identidades: el patrimonio y aquellas relaciones que se potencian a partir de ello.
Las mediciones del capital social no tienen una única medida (Bjornskov y S0nderskov 2013), en su trabajo Martínez-Cárdenas, Ayala-Gaytán y Aguayo-Téllez (2014) refieren al menos 20 estudios todos con evaluaciones distintas. Por ejemplo, el estudio dirigido por el Banco de la República en Colombia formuló un análisis promoviendo el capital social a través de un trabajo cultural hecho en sus sedes (Barona-Tovar y Cuéllar-Caicedo 2014); otro, el estudio cualitativo-de Murzyn-Kupisz y Dzialek (2013) ofrece conceptos sobre como el patrimonio construye capital social de forma creciente y gradual, o el de Lee et al. (2005) en el cual estudiaron la forma en que se generan las identidades rurales (Chen et al. 2009; Wang et al. 2014).
Lo cual muestra una relación circular entre los distintos aspectos de la identidad cultural que generan procesos cohesionantes, participativos y ordenadores de capital social y bienes comunes en el mediano plazo (Van Fleet y Raber 1990). En esta tendencia se pueden apreciar dos formas distintas de capital social (Murzyn-Kupisz y Dzialek 2013): la primera que incluye vínculos estrechos y confianza personal (familiar) denominado Capital social vinculante o exclusivo y, la segunda, caracterizada por vínculos débiles y confianza social o comunitaria, conocido como capital social inclusivo (Gittell y Videl 1998), que es el que busca desarrollar el patrimonio cultural. Con esta escala se buscó entender la relación, incluso débil, entre Asistir a lugares y eventos de patrimonio (denominado Exposición) con el desarrollo de capital social (tabla 1. Componente KS).
Exposición al patrimonio
Para este estudio la Exposición al patrimonio se evaluó usando la frecuencia de actividad cultural que realizaron los entrevistados: visitas y participación en actividades, con tres indicadores diferentes: a. Número de sitios de patrimonio y monumentos específicos visitados durante el último año -los 41 más conocidos a nivel nacional en cada país: Colombia y España-; b. Número de sitios de patrimonio y monumentos en general -lugares, monumentos, eventos, fiestas, etcétera- visitados durante el último trimestre; c. Número de actividades culturales realizadas en el último mes. Lo cual daba una sumatoria de 41 para quienes más habían asistido y cero para quienes no habían asistido a ningún lugar o realizado ninguna actividad.
Variables e instrumentos de medida
El soporte de la investigación fue un cuestionario compuesto por un grupo de preguntas que incluían variables de consumo, sociodemográficas y cuatro escalas tipo Likert. Con opciones de pregunta que iban desde el 1 -nada de acuerdo/nada orgulloso- hasta el 7 -muy de acuerdo/muy orgulloso- (tabla 2):
Caracterización de la muestra y análisis descriptivo
Se realizó un muestreo de tipo no probabilístico, voluntario, los participantes estuvieron en libertad de no contestar la encuesta. El estudio se realizó en tres universidades: la Universidad del Norte y la Universidad Autónoma del Caribe en Colombia y la Universidad de Salamanca en España. En el estudio participaron 401 estudiantes universitarios de dos ciudades: Barranquilla-Colombia (185) y Salamanca-España (216). Entre los 16 y 40 años -el 98 % tenían entre 18 y 35 años y la edad más representada de esta, son los 20 años, con un 25,3 % del total de la muestra-, solo 6 encuestados estuvieron por encima de los 35 años.
De estos 401 individuos, en Salamanca (España) respondieron 46 hombres y 169 mujeres, en Barranquilla (Colombia) respondieron 70 hombres y 115 mujeres. Al analizar la situación económica y el estatus socioeconómico de los padres los resultados mostraron una distribución normal lo que indica que hubo una gran diversidad en términos de ingreso relacionado con la política de Ser Pilo Paga que permite a jóvenes de bajos ingresos entrar a universidad privadas en Colombia. En cuanto a validez estadística para este caso, una muestra de 401 individuos es superior a las propuestas por los expertos (entre 50 y 100) (Suárez-Parra 2015).
Procedimiento
Para la primera parte de la investigación se sometió a los datos a diversos análisis mediante el software estadístico SPSS®. A los datos resultantes de las escalas de identificación se les sometió a un análisis factorial exploratorio de rotación ortogonal (varimax) y análisis de fiabilidad (Alfa de Cronbach) de las subescalas obtenidas. Todas las escalas, validadas en otros contextos, fueron validadas nuevamente obteniendo niveles adecuados de significación (tabla 3) (Igartua 2006; Igartua y Humanes 2004), lo que implica que miden el fenómeno que deben medir.
Escala | Alfa de Cronbach | KMO | Validez |
---|---|---|---|
Exposición al patrimonio | 0,833 | 0,87 | Válida (4 componentes) |
NATID | 0,821 | 0,755 | Válida (2 componentes) |
Valoración | 0,765 | 0,754 | Válida (2 componentes) |
Capital social | 0,701 | 0,695 | Válida (1 componente) |
N de A: base de datos SPSS, elaboración propia (2021).
El análisis también permitió identificar diferencias entre las muestras de estudiantes en Salamanca y Barranquilla, mediante la Prueba t para muestras independientes. Finalmente se hizo un análisis de correlaciones lineales entre las variables independientes y las variables dependientes -coeficiente de correlación de Pearson (r)- para mirar si existe una relación psicológica entre la exposición y las variables de resultado, como muestra el plan de análisis (tabla 2).
Resultados
Se aplicaron las pruebas de verificación de homogeneidad por nación Mann-Whitney Kolmogorov y WaldW., confirmando que se trata de muestras diferentes. También se aplicó una prueba -prueba t para muestras independientes- la cual confirmó que la muestra de estudiantes en Salamanca-España y Barranquilla-Colombia presentan un comportamiento distinto. La prueba t indica que hay diferencia estadísticamente significativa en la Exposición al patrimonio cultural, teniendo en cuenta la asistencia a lugares o fiestas culturales entre los dos grupos, o en otros términos que los estudiantes españoles sí estuvieron más expuestos que los barranquilleros a fiestas, eventos y monumentos de patrimonio, tanto en: a. Número de sitios de patrimonio y monumentos específicos visitados durante el último año, como en, b. Número de sitios de patrimonio y monumentos en general -lugares, monumentos, eventos, fiestas, etcétera- visitados durante el último trimestre y c. Número de actividades culturales realizadas en el último mes.
El análisis descriptivo de los datos mostró que en cuanto a identidad nacional los participantes en Barranquilla puntúan más alto en la escala de identidad nacional NA-TID que los participantes salamantinos. De igual forma se identificó que el Índice de valoración del patrimonio en la muestra colombiana es mayor que en la muestra española, a pesar de que los segundos han estado más expuestos. El índice de capital social y la prueba t aplicada a este permitió evidenciar que la muestra española cuenta con mayor capital social que la muestra colombiana, lo que puede estar relacionado con la historia colombiana de conflicto armado y abandono estatal, que ha impedido que las personas desarrollen confianza en las instituciones y en sus comunidades.
Así, para cada uno de los estadísticos construidos (Escalas) se verificó la fiabilidad de la escala usando el alfa de Cronbach (tabla 3) para luego realizar el análisis de correlaciones que permitiera establecer si efectivamente existe una relación teórica entre la Exposición al patrimonio con (i) la valoración del patrimonio, (ii) la identidad nacional y (iii) el desarrollo de capital social.
En el análisis de correlación (tabla 4), por su parte, no hubo correlaciones significativas entre la Exposición y los indicadores: (i) Valoración VP, (ii) Identidad NATID o (iii) capital social KS. Las únicas correlaciones moderadas fueron entre la Valoración y la Identidad nacional. A pesar de que la hipótesis de partida suponía que estos indicadores representarían una relación positiva con la mayor exposición, por lo que se esperaban correlaciones positivas entre frecuentar los lugares de patrimonio y valorarlos más, sentirse más identificado con el país o tener mayor capital social entendido como confianza social, ninguno de los indicadores mostró un resultado suficiente, aunque fueron positivas todas fueron inferiores a 0,3.
Estos resultados revelan que las correlaciones entre estos indicadores y la exposición al patrimonio es más compleja y sería necesario trabajar en otro tipo de indicadores o evaluar indicadores intermedios que expliquen mejor los impactos. Por ejemplo, en relación con lo cultural, la construcción de la identidad es un fenómeno complejo que depende de aspectos históricos, familiares, psicológicos, contextuales y educativos. Quienes vienen estudiando el asunto de la identidad proponen la conjunción de diferentes identidades que se construyen de forma concomitante en espacios reales y virtuales.
Por su parte, el capital social es un indicador que se ha medido de muchas formas. Las vías por las cuales se conforma el capital social son diversas y dependen de aspectos como la confianza, la solidez de las instituciones o la participación en los ámbitos políticos, pero también de características individuales, en este estudio se eligió usar el indicador más sencillo posible. Las dos muestras presentaron diferencias significativas, coherentes con los contextos socioeconómicos de los dos países: España y Colombia, pero no hubo una correlación interesante con la exposición, por lo que esta confianza KS no se debió a la mayor visita a lugares de patrimonio.
Un aspecto interesante de las entrevistas cualitativas es que los encuestados mencionaron que si bien sentían aprecio por su cultura no tenían un gran arraigo hacia su país. También fue frecuente que los encuestados hicieran observaciones sobre si realmente había una nación o lo que se llama país no es más que un conglomerado de regiones. Otro aspecto que podría haber cambiado los resultados es que en el momento que se hizo el estudio aún se estaban viviendo las consecuencias de la crisis financiera de 2008, por lo cual muchos jóvenes mostraban una decepción arraigada sobre la nación, principalmente en España, lo que pudo generar otros factores que incidieran en las bajas correlaciones. Habría que seguir indagando.
Discusión y conclusiones
Este estudio puso a prueba cuatro indicadores, tratando de contrastar la relación entre la Exposición al patrimonio cultural y las escalas psicométricas (i) Valoración del patrimonio VP, (ii) Identidad NATID y (iii) capital social KS. A pesar de los esfuerzos en la medición, las correlaciones son bajas o moderadas, lo que indica que el fenómeno del patrimonio cultural es mucho más complejo que ir a museos o visitar bienes de patrimonio y, probablemente, depende de otros factores, no solo la exposición al patrimonio, la visita a lugares de interés o la participación en actividades culturales a diferencia de lo que propone la teoría (García 1998; Prats 1997).
Del análisis correlacional se pudo extraer que las escalas del estudio mantienen algún grado de relación entre sí ya que las correlaciones fueron positivas, también muestra que las variables fueron adecuadamente seleccionadas. Las escalas fueron validadas -Alfa de Cronbach superiores a 0,7- y del análisis factorial se concluye que fueron claras y midieron los fenómenos que se buscaba medir.
Así, este estudio muestra la funcionalidad de los indicadores para usos futuros como podrían ser la medición de identidad nacional, la valoración del patrimonio o la medición de capital social como confianza social. Pese a ello las relaciones con el patrimonio cultural no son adecuadas, por lo que es necesario hacer más estudios con otro tipo de variables intermedias. En primer lugar, es necesario dilucidar el papel de la exposición al patrimonio cultural como fuente de capital social o del patrimonio como herramienta para fortalecer las identidades sociales.
También es necesario dilucidar el papel de las motivaciones en la exposición al patrimonio: ¿por qué la gente visita museos?, ¿qué busca allí?, ¿quiénes son los que más visitan y participan?, ¿las visitas al patrimonio cultural son más una cosa de adultos y no de jóvenes?, ¿dónde desarrollan los jóvenes su sentido de comunidad, región o nación?, ¿la nación y patria son categorías que han perdido relevancia con el tiempo? Y sería necesario redefinir los niveles de exposición o participación o redefinir las poblaciones más adecuadas, por ejemplo.
Tal vez no se trata solo de visitas sino del nivel de implicación emocional con el acervo y los activos del pasado. Por ello cada vez más en la literatura y experiencias sobre patrimonio cultural aparece la necesidad de llegar a mayor público, digitalizar los contenidos y mejorar las experiencias culturales lo cual está en línea con dos aspectos clave: la experiencia patrimonial por fuera del museo, en asociaciones, grupos, comunidades, etcétera, y la práctica museal que en el futuro deberá enfocarse en la conexión emocional con los públicos, la fidelización y la generación de experiencias más significativas. También deberán mirar los niveles de exposición, frecuencia, los motivos, actitudes y personalidad.
Un aspecto destacable del capital social es que su conceptualización y opera-cionalización varía considerablemente de un estudio a otro, por lo que los estudios son inconmensurables. En las experiencias del Banco de la República en Colombia de Barona-Tovar y Cuéllar-Caicedo (2014) los resultados con respecto al capital social fueron más prometedores, hubo resultados positivos aunque no se sometieron a correlaciones. Tal vez la evaluación de distintos enfoques de capital social, entendido como cohesión, podrían generar mejores resultados.
Para ello es importante continuar realizando investigaciones correlacionales que evalúen actitudes, aptitudes o comportamientos, que suelen estar asociados con el uso de estudios controlados, longitudinales y con escalas validadas. Si bien suelen ser costosos y analíticamente especializados los resultados generan información de valor que permitirá mejorar la presentación de impactos y los mecanismos de negociación de recursos públicos.
Futuras investigaciones deberán arrojar luz sobre las relaciones intuitivas entre la inversión en patrimonio y la cohesión social. A partir de estos resultados surgen preguntas como si el grupo seleccionado fue el adecuado, si fue un mal momento o tal vez la cultura es un fenómeno que requiere una exposición permanente y no unas visitas aisladas, planeadas institucionalmente. Otra variable de interés podría ser la acumulación de actividades, prácticas y comunidades culturales lo que justificaría la realización de estudios longitudinales o la aplicación de tasas de descuento social intergeneracional, es decir, darles un valor mayor a las generaciones futuras.
Es necesario seguir buscando indicadores adecuados, con poblaciones diversas, que sirvan como herramienta para la agencia de recursos públicos para la financiación del patrimonio. Hacer estudios entre las comunidades para justificar el impulso de espacios de identidad social como museos comunitarios, casas de cultura, escuelas de artes y oficios tradicionales, asociaciones, etcétera.
En futuras investigaciones, se recomienda evaluar otro tipo de escalas, como por ejemplo escalas de Nacionalismo-patriotismo, de bienestar o calidad de vida, por ejemplo, que permitan hacer diferenciaciones entre el tipo de filiación hacia la nación o la región, y las ganancias en otros aspectos de la vida, lo que podría ayudar a identificar matices de la identidad nacional/regional y como la adherencia a una identidad nacional se crea en relación con uno mismo o con el otro, en museos internacionales, viajes o contrastes culturales, por ejemplo.
La base de datos y resultados quedan a disposición del público académico para revisar otras correlaciones que puedan servir para entender este fenómeno.