INTRODUCCIÓN
El mundo no está cambiando, cambió y lo hizo por el impacto social de la apropiación de las tecnologías en décadas recientes. La velocidad con la cual los avances técnicos y cibernéticos modificaron comportamientos, conceptos e interpretaciones, construyendo una nueva cultura y sociedad en un corto tiempo, ha generado que quienes estudian lo social no terminen de describir y comprender todas las transformaciones e implicaciones presentes cuando ya existen nuevas formas de vivir con la tecnología (Romero-Rodríguez y Rivera-Rogel, 2019).
La diversidad de términos para definir la sociedad actual, tales como del conocimiento (Mateo, 2006), de la información (Trejo Delarbre, 2001), digital (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, 2018), móvil (Luengo de la Torre, 2012) o en red (Gómez y Paramio Pérez, 2019) son una muestra de la dificultad de encontrar consensos para conceptualizar, describir y aún proyectar las implicaciones de los cambios generados en las estructuras, comportamientos y relaciones sociales por causa de los dispositivos electrónicos, la internet, las redes sociales de internet, el internet de las cosas, entre otros. Estas transformaciones, inimaginables tan solo hace un par de décadas, son impulsadas y justificadas, según Trejo Delarbre (2001), por la exuberancia, omnipresencia, irradiación, velocidad, multilateralidad/centralidad, interactividad/unilateralidad, desigualdad, heterogeneidad, desorientación y ciudadanía pasiva de la tecnología.
El cambio por causa de lo tecnológico es, además, sinérgico y holístico. Una construcción que involucra lo personal, familiar, económico, político, académico y social. Sin embargo, estos cambios tienen «una realidad en que se presentan simultáneamente sus aspectos positivos y negativos, en forma confusa y con dificultad de establecer con certeza cuál de estas dos fuerzas está dominando» (Niño de Zepeda Gumucio, 2013, p. 491). Existen, por lo tanto, oportunidades y riesgos en la apropiación tecnológica. En la primera, se aprecian las posibilidades en las acciones y relaciones humanas a distancia, en red, asincrónicas, impulsadas, soportadas y expandidas por lo tecnológico y, en muchos casos, financiada y respaldada por intereses económicos y políticos (Echeverría, 2008). En la segunda, las afectaciones en el desarrollo individual y colectivo de una apropiación tecnológica irreflexiva, acrítica e ilimitada (Rojas-Díaz, 2018), en donde la salud física y mental, lo vincular, laboral o académico puede verse afectado. La natural tendencia a promover lo benéfico del uso tecnológico está basada en la esperanza en ella que opaca, en la mayoría de los casos, sus riesgos (Fromm, 2007) y, por ende, la construcción oportuna de acciones de prevención e intervención. Es aquí en donde toma relevancia el estudio académico sobre los riesgos tecnológicos, el cual contribuye a una comprensión equilibrada de las implicaciones sociales de la tecnología.
Este artículo presenta una revisión de estudios sobre problemáticas asociadas al uso tecnológico en la más reciente década en el contexto latinoamericano, resaltando los estudios hechos en Colombia, con el propósito de 1) contribuir a una apreciación objetiva y balanceada de las tecnologías y su aporte en la transformación social, 2) promover el estudio de los riesgos por un uso carente de reflexión, crítica y límites, y 3) aportar a la definición de proyectos de investigación y formación, en especial, para la formulación de iniciativas de intervención social y promoción de comportamientos de prevención para condiciones de riesgo por el uso de la tecnología en el contexto latinoamericano.
METODOLOGÍA
Para la clasificación de los riesgos, se tomó la siguiente categorización hecha por Flores (2013):
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Riesgos derivados de la existencia de contenidos nocivos, bien sean legales o ilegales.
Riesgos personales provocados por la acción de otras personas por medio de las TIC. En este apartado destacan el ciberacoso sexual y el ciberbullying.
Riesgos económicos por estafas o fraudes.
Riesgos de comisión de un acto ilegal por desconocimiento, imprudencia, negligencia o por las acciones combinadas por terceras personas.
Riesgos por uso abusivo de las TIC que deriva en consecuencias físicas (problemas musculoesqueléticos, visuales...) o psicosociales (estrés, falta de desarrollo de habilidades sociales...) (p. 119).
Dentro de estas categorías se agruparon las siguientes clases de riesgos: ciberdelitos (cybercrime), phishing, secuestro de información (ransomware), sextorsión, sexting, cybergrooming, ciberacoso (cyberbullying), ciberdependencia - ciberadicción (internet addiction), nomophobia, phubbing, síndrome fear of missing out (FoMO), síndrome de selfie, pornografía, noticias falsas (fake news). A continuación, la Tabla 1 muestra la categorización hecha:
Se realizó una búsqueda de artículos en la base de datos Scopus sobre problemáticas asociadas al uso de la tecnología entre el 2010 y 2020, cuyos estudios fueron 1) realizados en países de Latinoamérica y 2) que fueran estudios de riesgos asociados al uso tecnológico. Se excluyen revisiones, notas, editoriales y ponencias. La fórmula aplicada en la búsqueda fue la siguiente:
TITLE-ABS-KEY (*fake AND news*) AND ABS (mexic* OR guatemala* OR hondura* OR "el AND salvador" OR nicaragua* OR belize* OR cuba* OR dominican OR jamaica* OR haiti* OR "puerto AND rico" OR panama* OR colombia* OR ecuador* OR peru* OR chile* OR boliv* OR venezuela* OR uruguay* OR paraguay* OR brazil* AND * OR argentin*) AND PUBYEAR > 2011 AND ( LIMIT-TO ( DOCTYPE , "ar").
Descargados los textos, se utilizó la aplicación de análisis cualitativo de textos Atlas TI para analizar su contenido. Se ingresaron categorías por riesgo, códigos por país, temática y variables de estudio.
RESULTADOS
Se hallaron, inicialmente, 289 documentos. Se eliminaron los duplicados y aquellos en los cuales no se cumplía el criterio de ser riesgos asociados al uso de la tecnología. En total se analizaron 216 artículos. No se encontraron publicaciones de Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, Haití, Puerto Rico, en contraste de países como Brasil y México, quienes lideran las investigaciones en estas temáticas. Sin embargo, se evidencia que en Latinoamérica «existe un bajo impacto de las publicaciones y un escaso aporte al cuerpo teórico de los fenómenos» (Herrera-López et al., 2017, p. 125).
Otro de los aspectos importantes es el auge de estudios durante el 2020, en donde el 15 % de los estudios estuvieron relacionados con la pandemia del COVID-19 y con el impacto en el aumento de uso de tecnologías durante el confinamiento de la cuarentena en diferentes países. La Figura 1 muestra la relación de estudios en la última década.
Con relación a la tipología de las temáticas, como se ve en la Figura 2, el 32 % se concentra en los riesgos asociados a contenidos nocivos, especialmente las noticias falsas (fake news), las cuales fueron motivo de estudio, particularmente, durante la pandemia de la COVID-19 y su impacto en comportamientos y prácticas de cuidado basada en la información en redes sociales. Se encuentra una diferencia en el número de estudios de los riesgos. El ciberacoso es la problemática con mayor número de estudios (58), seguidos de las fake news (51) y ciberadicción (47). Llama la atención que los ciberdelitos y prácticas como el grooming son poco estudiados.
Dentro de las poblaciones de estudio, se evidencia un énfasis de análisis en las poblaciones adolescentes y jóvenes, en contexto escolar y universitario, respectivamente (ver Figura 3). En relación con los tipos de riesgo, en los de comisión (42 %), por contenidos (40 %), por terceros (73 %) y por uso abusivo (38 %), los estudios se enfocan en adolescentes. Solo un 10 % de los estudios lo hacen en adultos. Otro aspecto importante es que el 8 % de los estudios se enfocan en la prevención de problemáticas, y un 7 % se enmarcan en el contexto familiar.
Riesgos económicos por estafas o fraudes
Dentro de esta clasificación se encuentran aquellas actividades a través de canales tecnológicos realizadas por terceros para cometer un delito utilizando medios electrónicos - ciberdelitos o delitos informáticos (Santacruz y Hermoza, 2019). El fácil acceso a las tecnologías y las difíciles condiciones socioeconómicas son factores para el aumento de los ciberdelitos (Fernández y Vargas, 2018). Sin embargo, su clasificación, modalidades e impacto son un permanente trabajo por parte de las autoridades (Marín-Cortés y Linne, 2021).
Frente a este panorama, las iniciativas de seguridad en el ciberespacio han sido lideradas por la empresa privada y organismos civiles (Cujabante Villamil et al., 2020) y existe un principal interés de los organismos estatales por proteger el ciberespacio de sus naciones (Villafuerte-Garzón y Vera-Perea, 2019). Estudios como los de Kosévich (2020) e Izycki (2018) se enfocan en las estrategias de ciberseguridad en varios países latinoamericanos, pero casos como los de la «Operación Huracán», en Chile, ponen en duda la intervención estatal, policial o militar en el ciberespacio (Viollier Bonvin y Ortega Romo, 2019). Aun así, la legislación en varios países del continente es precaria y, en muchos casos, atrasada (Guaragni y Rios, 2019). Es, en palabras de Alcívar Trejo et al. (2018) «uno de los mayores retos del presente siglo es lograr un buen nivel de seguridad en el ciberespacio» (p. 15).
En este marco, Marín-Cortés y Linne (2021) formulan un modelo ontológico para la comprensión de la dinámica del ciberdelito en Colombia. Soto Solano (2012) propone que las empresas proveedoras de servicios de internet tengan corresponsabilidad legal de los delitos cometidos que se pueden realizar por su operación, y Cunha et al. (2017) exponen la necesidad de mejorar y profundizar la formación a agentes de control y vigilancia.
Phishing
De acuerdo con Marin et al. (2019) es una modalidad de crimen cibernético en donde el «atacante busca recopilar la información de acceso y de esta forma tener acceso restringida al sistema» (p. 247) falsificando la identidad de una empresa, comunicado o página de internet. Estudios como los de Villón et al. (2019) evidencian la precaria legislación al respecto, y en muchos casos, la impunidad presente ante este tipo de delitos.
Secuestro de información
El secuestro de información, más conocido como ransomware, es una práctica que implica la captura y retención de información a cambio de un valor monetario para su liberación. Aunque ha tenido un crecimiento notable en años recientes, aún su estudio es escaso. No se encontraron artículos.
Sextorsión
Según Velázquez Reyes (2011) es «un chantaje bajo la amenaza de publicar o enviar imágenes en las que la víctima se muestra en actitud erótica, pornográfica o manteniendo relaciones sexuales» (p. 3). La práctica está correlacionada inicialmente con el sexting y el grooming y en una etapa final, de concretarse la amenaza de publicar el contenido con Ciberacoso.
El Observatorio de la Seguridad de la Información (2011) identifica que los adolescentes tienen mayor riesgo de ser víctimas de esta modalidad delictiva, debido a que
… temeroso ante la posibilidad de que su sextorsionador pueda dar difusión a imágenes sensibles que le comprometerían públicamente, puede tomar la decisión de acceder a su chantaje, que normalmente consiste en seguir enviándole fotografías o vídeos de carácter sexual, y, en casos extremos, realizar concesiones de tipo sexual con contacto físico (p. 12).
Riesgos de comisión de un acto ilegal por desconocimiento, imprudencia, negligencia o por las acciones combinadas por terceras personas
En esta tipología de riesgos el sujeto tiene un comportamiento activo que en ocasiones faculta el acto delictivo. Aspectos como el desconocimiento de los riesgos asociados a la práctica (Tejedor-Calvo y Pulido-Rodríguez, 2012), a los mecanismos de protección de las mismas redes (Buitrago Botero y Lopera Jaramillo, 2010) y a medios de consulta o atención para intervenir oportunamente (Gutiérrez Morales, 2014) aumentan las probabilidades de ser víctimas de acciones delictivas. Incluso, hay casos en los cuales por razones de género puede no accederse a la información adecuada para prevenir los riesgos (Bahamón Muñetón et al., 2014).
Sin embargo, la falta de información o claridad sobre las prácticas no solo son de quienes las realizan. En muchos casos son los padres quienes desconocen el medio, el modo y las posibles alternativas de prevención e intervención (Fernández-Montalvo et al., 2015). Según Barón y Gómez (2012), el Estado también desconoce mucho de la problemática asociada al uso de las nuevas tecnologías de la información y esto genera mecanismos legales y gubernamentales precarios y atrasados para la realidad tecnológica actual.
Para Buitrago Botero y Lopera Jaramillo (2010)
El desconocimiento entre los usuarios colombianos de los riesgos relacionados con las redes sociales, así como de todas las oportunidades que éstas brindan para proteger su privacidad, es un aspecto preocupante que debe ser atacado para evitar el incremento de hechos ilegales de los que ellos mismos son víctimas (p. 11).
Sexting
La palabra sexting es la unión de los anglicanismos sex (sexo) y texting (envío de mensajes de texto). Sin embargo, como explican Lee y Crofts, citados en Chacón-López et al. (2019), «el sexting se extiende más allá del envío de textos sexualmente sugerentes, incluyendo una amplia gama de comportamientos, prácticas y motivaciones» (p. 2). De manera concreta, es la producción de fotografías, videos, audios y mensajes de contenido erótico a través de dispositivos móviles.
Aunque puede ser definido como una muestra de libertad de expresión sexual (Mercado Contreras et al., 2016), medio de mantenimiento y fortalecimiento de las relaciones sentimentales (Ingram et al., 2019) o proceso de formación de identidad tecnológica, (Soriano Ayala et al., 2019) por las características propias de la práctica se le considera más un riesgo que una oportunidad. Valdivieso López et al. (2017) explican que «El sexting representa una pérdida de la privacidad con respecto a la intimidad de las personas, exponiendo a las personas a la crítica pública, así como a posibles extorsiones y problemas familiares» (párr. 2). Por su parte, Fajardo Caldera et al. (2013) afirman que «son muchos los casos de sexting que se han vivido ya y en la mayoría de las ocasiones sin final feliz, llegando incluso al suicidio de la persona protagonista de las fotos o textos de contenido erótico» (p. 523). Sin embargo, aunque algunos jóvenes conocen los riesgos de la práctica, Agustina y Gómez-Durán (2016) encuentran que estos no los consideran así al practicarlo.
El estudio del sexting se ha centrado en los adolescentes porque, según Chacón-López et al., (2019), entre ellos es una «forma relativamente común de interacción sexual» (p. 2), generando mayor probabilidad de involucrarse con el acoso cibernético (Gutiérrez Morales, 2014), el grooming (Velázquez Reyes, 2011; Gil-Llario et al., 2021) y la pornografía infantil (Ibarra Sánchez, 2014). Quesada et al. (2018) encuentran que es un factor para «la victimización de ciberacoso y, en el caso de las chicas, de violencia por parte de la pareja» (p. 239). Sin embargo, los jóvenes y universitarios también son un foco de estudio por el aumento de su participación. Chacón-López et al. (2019) concluye que «… Dado que es una conducta de riesgo que puede tener consecuencias impredecibles sobre el presente y el futuro, tanto personal como profesional, se hace necesario recomendar prudencia y responsabilidad en su uso» (p. 7).
Cyber grooming
Esta práctica, con difícil traducción al español, consiste en la búsqueda, cortejo y seducción de una persona hacia otra a través de un perfil falso en redes sociales. Velázquez Reyes (2011) lo define como «el conjunto de estrategias que una persona adulta desarrolla para ganarse la confianza del menor a través de Internet con el fin último de obtener concesiones de índole sexual» (p. 3). Casa Branca et al. (2016) lo definen como una etapa preparatoria para el abuso sexual, donde el acosador se gana la confianza de un niño para facilitar el abuso (p. 249).
Cabe resaltar que el cyber grooming no es solo hacia los menores, también está presente en los jóvenes y adultos. Sin embargo, en estos últimos grupos poblacionales los estudios y aún los programas de intervención y prevención son escasos porque se considera al adulto como alguien que cuenta con los mecanismos y habilidades para detectar y prevenir el riesgo (Arias Cerón et al., 2018). Estudios como los de Wood y Wheatcroft (2020) demuestran que en muchos casos los adultos desconocen la práctica y que los riesgos no siempre se percibieron como riesgosos.
Wood y Wheatcroft (2020) también encuentra que la práctica de grooming es cada vez más acogida por adolescentes y jóvenes porque tienden a tener mayor familiaridad con publicar imágenes, recurrir cada vez más a Internet y a las redes sociales para empezar relaciones sociales y sexuales. Orosco Fabián y Pomasunco Huaytalla (2020) concluyen que las mujeres tienen más riesgo de la práctica que los hombres.
El grado de relación de confianza e interacción que logra construir un acosador con su víctima es lo que determina la diferencia de esta práctica con otra. Aquí la víctima está vinculada emocionalmente y por tanto sede a la petición de contenido erótico (sexting), lo que permite una condición demanda de extorsión (sextorsión), la cual, al no cumplirse, puede desencadenar un ciberacoso. Machimbarrena et al. (2018) y Gil-Llario et al. (2021) encuentran una estrecha relación entre estos riesgos, lo cual agudiza las condiciones de victimización de los jóvenes y puede llevar a la confusión e impedir acciones oportunas de prevención (Lanzillotti y Korman, 2018).
Riesgos personales provocados por la acción de otras personas por medio de las TIC
Esta clasificación habla de aquellos riesgos en los cuales es el actuar de terceros con sus dispositivos tecnológicos, redes sociales o medios informativos ocasionan perjuicio, persecución, acoso o abuso. La descripción hecha por Castells (2003) de que
Internet, en nuestro tiempo, necesita libertad para desplegar su extraordinario potencial de comunicación y de creatividad. Y la libertad de expresión y de comunicación ha encontrado en Internet su soporte material adecuado. Pero tanto Internet, como la libertad, [solo] pueden vivir en las mentes y en los corazones de una sociedad libre, libre para todos, que modele sus instituciones políticas a imagen y semejanza de su práctica de libertad (p. 19).
Se ha encontrado una faceta no contemplada: la creatividad para la burla sin reparos, la difusión de ofensas sin límites y la libertad para expresar sin revisión ni consideración del impacto de opiniones particulares. En internet el mínimo detalle se puede maximizar, generando una presión social tan fuerte que puede acabar con la existencia. La hostilidad en internet y redes sociales son actualmente un factor de riesgo de comportamiento suicida. Escobar Echavarría et al. (2017) concluyen que «algunos contenidos en la web podrían propiciar un mayor riesgo de enfermedad mental para los jóvenes que están expuestos y vulnerables» (p. 248).
Betancourt Manjarrés et al. (2012) lo resumen de esta manera:
… las relaciones electrónicas y emocionales que se mantiene en la red da como resultado un «intrincado tapiz» de personas que desarrollan en ese contexto virtual, lo que hacen en otros contextos, bueno o malo, y que tienen la posibilidad de ampliar sus perspectivas ya que tienen acceso a nuevas maneras de pensar, de interrelacionarse y de actuar. De la misma forma, aseguran que internet es un ámbito creado para que las personas se interrelacionen, puedan expresarse, sientan emociones y hagan nuevas amistades, sin embargo, es también un lugar en el que se integran las personas que tienen intenciones de lastimar, engañar y explotar a las otras personas (p. 150).
Ciberacoso
Más conocido como cyberbullying, es la problemática más estudiada en Latinoamérica y en el mundo desde múltiples disciplinas en comparación con otras problemáticas.
Aquino Luna (2014) lo define como «una agresión repetitiva de uno o más individuos en contra de una persona, utilizando dispositivos o servicios de tecnología» (p. 2). Para Gómez Almanza et al. (2013) en esta práctica se usan todos los medios tecnológicos al alcance «para difundir información negativa sobre individuos» (p. 33). Por su parte, Redondo et al. (2017) lo definen como una «conducta agresiva e intencional mediada por dispositivos electrónicos, que se reitera en el tiempo y está dirigida por un individuo o grupo hacia una víctima que no puede defenderse por sí misma» (p. 460). Es, en síntesis, una forma de victimización (Frías y Finkelhor, 2017) que no hace diferencia entre género, edad o tipo de escolaridad (Varela T. et al., 2014).
De acuerdo con Marín-Cortés y Linne (2021) existen seis tipos de ciberacoso: robo de información, difamación online, suplantación de identidad digital, acoso cibernético, sextorsión y pornografía de venganza. En cada una de estas formas, la burla, intimidación, difamación, persecución, violencia psicológica y verbal, quebrantan el espacio y el tiempo. A diferencia de acoso físico, el virtual no tiene fronteras, no es particular sino masivo, en donde la familia y el contexto social de la víctima pueden convertirse en victimarios (Lanzillotti y Korman, 2020) y esto hace que el daño sea mayor. De acuerdo con Arıcak y Van Cleemput et al., citados en Redondo et al. (2017), «la sensibilidad interpersonal, el nivel excesivo de conciencia de la conducta y los sentimientos de los demás, pueden estar relacionados negativamente con experiencias de ciberbullying» (p. 461).
Esta problemática está asociada principalmente a los adolescentes, y en especial a su entorno escolar (Varela et al., 2019), convirtiéndola en «la etapa del ciclo vital de mayor riesgo de victimización y agresión en línea» (Montiel Juan, 2016, p. 127). Sin embargo, el ciberacoso también se presenta en universitarios (Redondo et al., 2017) y en adultos (Cárdenas Guzmán, 2015), aunque en estos últimos los estudios son muy escasos. El estudio realizado por Martínez et al. (2020) en universitarios identifica que las víctimas del ciberacoso en etapa escolar desarrollan una baja autoestima, pero una alta empatía hacía otras víctimas cuando son mayores o, como lo hallan Reisen et al. (2019), no acosan a otros.
Garaigordobil (2011) concluye que por «sus efectos (ansiedad, depresión, estrés, somatizaciones, problemas académicos, suicidio y violencia) [son] un problema que hay que afrontar» (p. 247). Para ello, Cortés Alfaro (2020) y Martínez et al. (2020) hallan una significativa importancia de la buena funcionalidad familiar para prevenir el ciberacoso, así como la enseñanza y el desarrollo de habilidades individuales como la autorregulación (Cuesta Medina et al., 2020), resolución de conflictos, empatía (Rodríguez-Hidalgo et al., 2018). Por otra parte, el apoyo de los docentes en el contexto escolar es un componente importante en la prevención de la problemática (Varela et al., 2018).
Se identifican como causas del ciberacoso el crecimiento en la participación de las redes sociales (Pavez y García-Béjar, 2020), el uso compulsivo del internet (Yudes-Gómez et al., 2018), uso inadecuado del móvil (Jenaro et al., 2018), la problemática comunicación familiar (Romero-Abrio et al., 2019), el chisme cibernético (cybergossip) (Romera et al., 2018), una inadecuada comprensión de la libertad de expresión (Viana et al., 2017) y las diferencias socioeconómicas (Menay-López y de la Fuente-Mella, 2014).
Riesgos por uso abusivo de las TIC que deriva en consecuencias físicas o psicosociales
Dentro de esta categoría se relacionan los comportamientos, prácticas y usos con la tecnología, cuyo frecuencia e intensidad ponen en riesgo a las personas.
Ciberdependencia - ciberadicción
Aunque no hay un consenso actual para definir si existe o no una adicción a las nuevas tecnologías, Laespada y Estevez (2013) explican que el debate se centra
… entre quienes consideran que tales conductas aun cuando pudieran ser disruptivas y/o compulsivas no debían clasificarse como adictivas y quienes, por el contrario, aventuraban que aunque no existiera sustancia adictiva la conducta se manifiesta de forma muy similar a las dependencias tóxicas luego tales conductas debían ser consideradas adictivas (p. 13).
Según Puerta-Cortés y Carbonell (2014) puede existir un uso de internet controlado, problemático o adictivo. Sin embargo, la diferencia entre dependencia o adicción a las nuevas tecnologías radica en el grado de intensidad emocional implicado y la posibilidad de abandono a lo que se considera necesario. En la dependencia es posible, en la adicción no y esto es lo que acarrea la problemática integral. Al existir una «necesidad imperiosa o se convierten en un comportamiento inevitable, podemos hablar de adicción» (González Ibáñez, 2009, p. 477). Según este autor, existen señales que permiten determinar la existencia de adicción con
… a) fracaso crónico y progresivo para resistir el impulso de realizar la actividad. El sujeto pierde la libertad y la conducta se convierte en una necesidad prioritaria que altera el funcionamiento de todas las áreas de su vida; b) necesidad irresistible y prioritaria de realizar la actividad y necesidad de incrementarla; c) despreocupación por las consecuencias que esta actividad le pueda ocasionar; la conducta sigue aunque tenga consecuencias en el ámbito personal, interpersonal, social, económico e incluso legal; d) negación del problema e intentos de esconderlo o justificarlo a través de mentiras sobre la frecuencia y la intensidad de la actividad, y e) inquietud, alteraciones del estado de ánimo, irritabilidad o ansiedad cuando la conducta particular es interrumpida o reducida (p. 477).
La realidad es que el uso abusivo de Internet, teléfonos móviles, redes sociales (Valencia-Ortiz et al., 2020), videojuegos (Donadon et al., 2020, Mejía et al., 2019, Belkacem et al., 2012) y otros, puede ser causa de múltiples problemáticas psicológicas, físicas, sociales, académicas y laborales (Fuster et al., 2017). Una revisión de estudios hecho por Carbonell et al. (2012) concluye que los jóvenes pueden tener
… posibilidades de padecer insomnio, disfunción social, depresión y ansiedad, “pensamientos negativos” que interfieren en situaciones sociales, puntuaciones más altas en síntomas somáticos, ansiedad, disfunción sexual y depresión, malestar psicológico, depresión ansiedad y trastornos del sueño, alivio del malestar emocional y malestar psicológico. El uso intensivo de teléfono móvil se asoció al consumo excesivo de alcohol, fumar tabaco, depresión y fracaso escolar y a ansiedad e insomnio. Como los estudios son de naturaleza correlacional se desconoce si el uso desadaptativo conduce al malestar psicológico y al trastorno mental o viceversa (p. 86).
En otro estudio, Sánchez-Carbonell et al. (2008) concluyen que «el uso excesivo de Internet representa un trastorno mental de tipo adictivo que puede afectar sobre todo a personas con necesidades emocionales especiales y a jóvenes y adolescentes» (p. 150). Vázquez-Chacón et al. (2019) y Wolniczak et al. (2013) encuentran una asociación directa entre la adicción a internet y la pérdida de calidad del sueño. Por su parte, Patchin y Hinduja, Sourander et al., y Kokkinos et al. citados en Redondo et al. (2017) afirman que «el abuso del Internet se ha asociado con varios problemas de salud mental como soledad, depresión y ansiedad» (p. 460), conclusiones que comparte de Ávila et al. (2020) y Batista Severo et al. (2020). Para Terres-Trindade y Mosmann (2015) varios conflictos en familia son generados por un uso abusivo del internet entre sus integrantes, especialmente los jóvenes.
Estudios como los de Dalamaria et al. (2021) muestran una mayor tendencia en las mujeres a la dependencia tecnológica. Valencia-Ortiz et al. (2020) encuentran en ellas una mayor inclinación a las redes sociales. Sin embargo, Valencia Ortiz y Castaño Garrido (2019) logran identificar que a pesar de las consecuencias y las críticas a su alrededor los jóvenes no reconocen sus abusos tecnológicos como una problemática.
Validación de instrumentos como The Internet Related Experiences Questionnaire (CERI) (Inostroza et al., 2019), Social Media Addiction Scale-Student Form (Valencia-Ortiz y Cabero-Almenara, 2019), Scale for Internet Addiction (Zegarra Zamalloa y Cuba Fuentes, 2017), Shorter PROMIS Questionnaire (de Mattos et al., 2016), Video Game Addiction Test (Lemos et al., 2016), Facebook Addiction Scale (de Souza e Silva et al., 2015), Generalized Problematic Internet Use Scale 2 (Resett y Gámez-Guadix, 2018) hacen parte del estudio de esta problemática. Es por ello por lo que el enfoque del acercamiento en varios estudios es encontrar las necesidades psicológicas ocultas, ya que esa obsesión enfermiza por adquirir la última novedad tecnológica o el ansia por estar a la última moda o por comunicarse virtualmente puede ser más un medio de satisfacción o escape para algo más profundo (Echeburúa y Requesens, 2012).
Nomophobia
Este síndrome se conoce como «el temor a ser incapaz de comunicarse a través del smartphone» (González-Cabrera et al., 2017, p. 137), la ansiedad producida por separarse de teléfono inteligente (Nascimento da Silva et al., 2020) o la angustia que «experimentan muchas personas al salir a la calle sin su teléfono, quedarse sin batería o estar en un lugar con poca o ninguna cobertura de la red» (Gil et al., 2015, p. 79). La nomophobia es entendida como «una adicción comportamental» (Ramos-Soler et al., 2017, p. 201), una «patología tecnológica que consiste en el miedo irracional a salir a la calle sin celular, olvidarlo, perderlo, que se descargue la batería o estar en una zona sin cobertura» (Peñuela Epalza et al., 2014, p. 344).
Según Rosales-Huamani et al. (2019), la nomophobia manifiesta tres factores sintomáticos: sentimientos de ansiedad, compulsividad por el uso del teléfono inteligente y pánico al no poder usar el dispositivo. King et al. (2014) encontraron que pacientes con trastorno de pánico mostraron «aumentos significativos de ansiedad, taquicardia, alteraciones respiratorias, temblores, transpiración, pánico, miedo y depresión relacionados con la falta de su teléfono móvil» (p. 28) en comparación con personas que no lo tenían. Aunque existen cuestionarios adaptados y validados para determinar el grado de nomofobia (Ramos-Soler et al., 2017), aún hay «insuficiente investigación en esta área» (García Martínez y Fabila Echauri, 2014, p. 14).
Phubbing
Este anglicanismo, de difícil traducción al español, es la combinación de acciones realizadas con el teléfono móvil y la intensión voluntaria o involuntaria de ignorar a otra persona. Belo Angeluci y Huang (2015) explican que la idea de ubicuidad de las tecnologías es lo que faculta esta práctica, generando estados de molestar, ignorar y ofender por el uso del teléfono (p. 174). El impacto sobre el desarrollo de competencias sociales y comunicativas entre la población joven, así como los riesgos asociados a accidentes de tránsito son los principales efectos de esta práctica. Sin embargo, existe una ausencia de publicaciones académicas al respecto.
Síndrome FoMO
Esta manifestación de dependencia y uso abusivo de la tecnología es definida como un «malestar que puede llegar a sentirse al saber que otras personas están realizando actividades agradables y uno no forma parte de ello. En este estudio se encontró una correlación entre el FoMO y el malestar psicológico general» (Przybylski et al., citados en Gil et al., 2015, p. 79). El Síndrome FoMo manifiesta también una «incapacidad de abstenerse a internet por miedo a estar perdiéndose algo de los demás» (Vaughn, citado en Capilla Garrido y Cubo Delgado, 2017, p. 177). Para Naval et al. (2016) es un «… Temor que también se refleja en el miedo de algunos usuarios de volverse invisibles frente a sus contactos, si dejan de actualizar su estado en las diferentes redes sociales» (p. 79). Su manifestación está asociada con sentimientos de soledad (Fumagalli et al., 2021).
Síndrome de selfie
El autorretrato como forma de expresión individual ha tomado una importante relevancia gracias a los teléfonos inteligentes y las redes sociales. La selfie, como comúnmente se conoce a la práctica de fotografiarse así mismo, es una de las más populares en la sociedad actual. En palabras de Barajas-Portas et al. (2017) es «un conglomerado deliberado de significado simbólico que se utiliza para construir una presentación continua de sí mismo» (p. 95). Sin embargo, el exceso y la dependencia consecuente han hecho de una auto fotografía un mecanismo de construcción de identidad, definición, autoestima y participación social. Gil (2017) explica que «La constante necesidad de exponer la vida personal a través de autorretratos es una señal de baja autoestima e inseguridad que pone en evidencia la necesidad de ser aceptados por los demás» (p. 76).
El auge del selfie permitió incluso, durante la pandemia del COVID-19, realizar controles a los ciudadanos en zonas de estricta cuarentena (Fernández Paradas, 2016).
Riesgos derivados de la existencia de contenidos nocivos, bien sean legales o ilegales
Esta clasificación realizada por Flores (2013) permite contemplar el impacto de algunas prácticas en Internet que son difíciles de delimitar porque el hacerlo implica una limitación a las libertades de expresión Rodríguez Turriago y Rodríguez Turriago (2005). A excepción de la pornografía infantil, que según el International Centre for Missing & Exploited Children (2018) se ha redefinido o implementado nuevas legislaciones en su contra en 150 países, incluyendo Colombia, las fake news y la promoción de comportamientos que atentan contra la salud como los desórdenes alimenticios, actos delincuenciales o juegos de riesgo no cuentan con una reglamentación clara.
Pornografía en internet
La pornografía, entendida como «el material audiovisual que presenta de forma explícita actividades sexuales y genitales de manera inocultable, con el objetivo de excitar al espectador» (Velasco y Gil, 2017, p. 122), ha tenido un amplio desarrollo y exposición en las últimas décadas con la llegada del internet (Parreiras, 2012), convirtiendo a los contenidos sexuales explícitos en internet como una fuente de consulta, referencia y construcción de ideas y comportamientos sexuales, principalmente en los jóvenes (Macintyre et al., 2015), quienes a su vez consideran estos contenidos como una muestra de sus libertades sexuales (Corrêa et al., 2012).
El sexo mediado por internet -cibersexo- es considerado hoy en día como una importante manifestación de la sexualidad de los jóvenes (Ballester-Arnal et al., 2017). Sin embargo, D'Abreu (2013) evidencia que existe una relación significativa entre el consumo pornográfico y la agresión sexual. La mediatización de la sexualidad aumenta el riesgo de victimización sexual tanto para hombres como mujeres (D’Abreu y Krahé, 2014). Estudios como los de Chow et al. (2017) evidencian el impacto de la mediatización de la sexualidad incluso en población transgénico.
Otro de los tipos de pornografía que ha aumentado con el uso de internet es la infantil (Machado et al., 2019). Aunque existe una relación entre la pedófila y este tipo de pornografía, generalmente hay una confusión generalizada entre los dos conceptos (Lowenkron, 2013). Para Romero Hernández (2017), el aumento de esta forma delictiva de pornografía tiene como antecedente el temprano uso, por parte de los menores, a teléfonos inteligentes y redes sociales. Según da Cunha et al. (2020), el anonimato que permite la internet profunda u oscura es otro factor que contribuye a la circulación de este tipo de pornografía. El esfuerzo para combatir la pornografía infantil se da en diferentes frentes, desde sistema de reconocimiento facial para quienes ven (Machado et al., 2017) como en todos los aspectos relacionados con la producción, publicación, difusión, comercialización y consumo de ella (Rodríguez Collao, 2013).
Dentro de los formatos de pornografía en internet que también han aumentado en los últimos años está el sexo con animales, en donde Brasil es reconocido en el mundo por este tipo de pornografía (Díaz-Benítez, 2012). Otro tipo de pornografía que se desarrolla activamente en internet es la «pornografía de venganza», la cual consiste en publicar en la web o redes sociales el contenido sexual de la pareja como medio de represalia o de extorsión. Meinero y Dalzotto (2021) encuentran esta modalidad como una expresión de violencia de género, especialmente hacia las mujeres.
Velasco y Gil (2017) tras analizar varias publicaciones en línea concluyen «la adicción a la pornografía puede generar problemas físicos, psicológicos, emocionales y espirituales. Así como el consumo de cocaína, marihuana, heroína u otros tipos de sustancias psicoactivas afectan el cerebro, la pornografía también lo hace» (p. 128).
En contraste, el estudio hecho en Colombia por Rivera et al. (2016) encuentran que «el estilo intrafamiliar positivo estuvo asociado con una reducción en el consumo de pornografía, sin embargo, tanto el estilo intrafamiliar negativo como el de independencia relacional incrementan el mismo» (p. 37).
CONCLUSIONES
La investigación en las problemáticas sociales asociadas al uso de las tecnologías de la información y comunicación es un campo aún por arar y sembrar. En el contexto latinoamericano falta más desarrollo investigativo y publicación científica con respecto a las consecuencias negativas del uso tecnológico. Aunque la escasez se acentúa en Centroamérica, el número de estudios encontrados en la región es notablemente bajo si se compara con los realizados en España durante el mismo periodo. Por otra parte, el diseño de instrumentos de análisis, desde y para América Latina, y no basados en traducciones al español de cuestionarios, la producción académica de alta medición que evidencie tanto hallazgos contextuales como la sistematización de programas de prevención e intervención realizados, y el fomento, apoyo y divulgación de resultados son acciones importantes si se espera avanzar no solo en la comprensión y contención de estas problemáticas en el contexto latinoamericano, sino, además, en la construcción de bases sólidas de innovación y desarrollo tecnológico en la región.
Es necesario revisar tanto los instrumentos como las metodologías implementadas en contextos caracterizados por el avance tecnológico al momento de aplicarlos o validarlos en América Latina. Condiciones sociales, económicas, educativas, políticas y culturales propias de América Latina, que configuran una región orientada más a la adquisición que a la generación de nuevas tecnologías, puede estar determinando tanto la manifestación temprana como la evolución e intervención oportuna de las problemáticas asociadas al uso tecnológico, pero hace falta más estudio contextual para poder determinar el grado de influencia de estas condiciones. Aunque no hace parte de este estudio, limitaciones en el acceso a la educación de calidad mediada por tecnología durante la pandemia del COVID-19 (Canese et al., 2021) o el desempleo que genera la implementación tecnológica sin regulación o proyección social en la población joven, son ejemplos de cómo por las condiciones de la región los avances en educación virtual y competencias laborales digitales tienen un matiz diferente en el contexto latinoamericano.
Otro aspecto importante para considerar en la investigación de las problemáticas asociadas al uso tecnológico es el foco actual en jóvenes y adolescentes. Como se mencionó anteriormente, solo un 10 % de los estudios tienen como población de análisis a adultos. No se encontraron investigaciones en personas de la tercera edad. Estos grupos sociales son las principales víctimas de los ciberdelitos y también presentan comportamientos de riesgo por sus usos de internet (Marin et al., 2019). La brecha digital generacional, el analfabetismo digital y las implicaciones de los diferentes riesgos a los cuales se ven expuestos por sus condiciones socioeconómicas hacen de esta población un significativo universo de estudio.
Una consecuencia de este énfasis poblacional es el abordaje limitado de definiciones e implicaciones de algunas problemáticas. Tal es el caso de la pornografía y el sexting. Estas problemáticas son vistas negativamente cuando son manifestaciones juveniles, especialmente en los adolescentes. Sin embargo, en adultos no son consideradas como problemática sino como una expresión libre de la sexualidad. Se desconoce el impacto de esta práctica en la configuración de estereotipos sexuales en los adultos y la afectación final en las relaciones de pareja. Tampoco hay estudios que presenten las afectaciones de la adicción a la pornografía que particularmente se presenta en adultos.
El énfasis investigativo también se ha centrado en algunas temáticas. El auge de estudios en las noticias falsas, influenciado por su impacto en procesos electorales (Santos, 2020), y el ciberacoso son los de mayor cobertura. Sin embargo, temáticas relacionadas con los ciberdelitos o el grooming no cuentan con significativos estudios a pesar de ser problemáticas con importantes impactos sociales. La ausencia de estudios en los ciberdelitos puede verse afectada por el enfoque en la población joven, como se mencionó anteriormente. Pero esto no explica el por qué no se ha avanzado en temáticas como la nomophobia, phubbing o el grooming, problemáticas característicamente relacionadas con jóvenes y adolescentes. Una explicación puede encontrarse en lo mediático de algunas problemáticas. Los escándalos electorales y los suicidios relacionados al ciberacoso tienen una mayor cobertura de los medios de información y, por ende, mayor interés tanto público como académico.
Finalmente, es importante documentar y analizar procesos formativos y preventivos realizados en el contexto latinoamericano. Programas como los de “En TIC confío” de Colombia, “Todos contra el grooming” de Chile y “Conéctate seguro” de Paraguay, entre otros, fueron iniciativas locales que requieren un mayor nivel de alcance y cuyo estudio podría contribuir a su réplica en otras locaciones. Determinar su impacto en la población objetiva, su contribución a la prevención y a la estructuración de redes de apoyo e intervención son aspectos claves en futuros estudios.
En síntesis, es necesario profundizar en el estudio de las implicaciones sociales de la apropiación tecnológica. Esta per se no es destructiva ni perjudicial. Ella es, en muchas ocasiones, una ayuda y un alivio en medio de las condiciones del entorno. Sin duda, ha sido el medio para dominar y moldear el mundo. Sin embargo, también es un catalizador de la problemática humana, y es allí en donde la reflexión y la crítica debería orientar los límites hacia ella. Se requieren estudios que profundicen más sobre las implicaciones en lo humano y que desde esa mirada se comprenda el desarrollo tecnológico.