INTRODUCCIÓN
Distintos estudios dan cuenta de la existencia de la desvinculación moral en niños y jóvenes en la escuela (Gini, Pozzoli & Hymel, 2014; Hymel & Bonano, 2014). La desconexión moral fue definida por Bandura (1996, 1999) como un tipo de conducta antisocial donde hay una desactivación parcial o total del sistema de control interno regulador de la conducta moral.
Bandura (1996) describe ocho mecanismos de desconexión moral: la justificación moral, utilizada para demostrar que una acción reprochable se realizó con fines dignos; la etiquetación eufemística, donde la persona busca palabras para maquillar las acciones violentas; la comparación ventajosa, que pretende demostrar que hay hechos de mayor gravedad que el acto cometido; la transferencia de la responsabilidad, cuya función es desplazar la culpa hacia autoridades o actores que legitiman la violencia; la difusión de la responsabilidad, referida al hecho de diseminar la culpa en un grupo para evitar la responsabilidad personal; la distorsión de las consecuencias, que se proyecta hacia la minimización del daño causado; la culpabilización de la víctima, la cual busca justificar el proceder violento por la conducta del otro sujeto y, por último, la deshumanización, donde se desconoce la humanidad de la persona hasta rebajarla a la condición de animal u objeto.
Estudios nacionales e internacionales referencian hechos de violencia interpersonal y escolar, donde se evidencian los altos índices de agresiones entre jóvenes con edades comprendidas entre los 10-17 años (Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2014). Así mismo, se señalan hechos como los asociados a la toma de justicia por mano propia de los adultos, lo cual está siendo presenciado por los menores (Flórez, 2016), o estudios de percepción de seguridad en adultos, donde se observa como dos terceras partes de la población aprobarían el asesinato de personas que quebranten la ley, en particular en casos como el de la violación de tipo sexual (IDH, 2012-2013).
La realidad descrita evidencia la necesidad de realizar estudios empíricos que permitan un acercamiento al estado de la salud mental de los menores y conductas de riesgo asociadas a hechos delincuenciales en el mediano y largo plazo (OMS, 2002, 2006). Teniendo en cuenta, además, que los comportamientos agresivos en escenarios familiares, escolares, comunitarios y tecnológicos (Bronfenbrenner, 1979; Galdames & Aron, 2007; Martínez, Robles, Utria & Amar, 2014), se van legitimando (Ember, 1997; González, 2008; Moscovici, 1987) hasta reproducirse como un ciclo de violencia (Ayllón, 2008; Chaux, 2012, 2003) en el cual, las agresiones que sufrió una persona en la niñez, pueden contribuir a que sean mantenidas en el largo plazo y sean transferidas a otras personas.
En esta línea de ideas, en el contexto colombiano, Martínez (2016) y Banquez (2017) estudiaron la explicación de las creencias que legitiman el uso de la violencia en contextos regionales, donde el conflicto armado incidió de manera directa en niños y adolescentes, existiendo pocas investigaciones de regiones cercanas donde el conflicto incidió de manera indirecta, como es el caso del territorio donde se desarrolló esta investigación. Por tal razón, en este artículo se recogen los principales resultados del estudio que tuvo como objetivo caracterizar los mecanismos de desconexión moral en un grupo de escolares pertenecientes a una Institución Educativa pública del Departamento de Sucre- Colombia, de acuerdo al género y edad de los participantes. Estos mecanismos fueron caracterizados teniendo en cuenta clasificaciones de investigaciones anteriores (Bandura, 1996).
De igual modo, se describieron similitudes y diferencias en el uso de mecanismos de desconexión moral de los escolares, teniendo en cuenta el nivel educativo del padre y de la madre.
METODOLOGÍA
INSTRUMENTOS
A los estudiantes se les aplicó el Cuestionario de Desconexión Moral MD (Bandura, Barbaranelli, Caprara & Pastorelli, 1996), el cual consta de 32 interrogantes, donde las respuestas aparecen estructuradas con una escala de Likert.
PROCEDIMIENTO
Teniendo en cuenta que la investigación se realizó con menores de edad (escolares entre 10 y 15 años), se cumplió con los protocolos y políticas establecidas por el comité de Ética de investigación de la división de ciencias de la salud de la Universidad del Norte. De esta forma, dicho comité, a través del acta No. 141 con fecha del 21 de abril del 2016, avaló el estudio porque los instrumentos a usar, consentimiento y asentimiento de los participantes son adecuados, y el nivel de riesgo para los participantes es mínimo teniendo en cuenta las características del estudio.
En segundo lugar, se concertó una reunión con el rector de la Institución Educativa seleccionada, donde se presentó de manera pormenorizada, toda la estructura formal del proyecto de investigación (problema, título, objetivos, justificación, metodología, marco teórico, cronograma de trabajo). Todo lo anterior, con la finalidad de buscar la aceptación y colaboración frente a esta iniciativa de carácter social.
Cuando se obtuvo el consentimiento formal del rector, se procedió a la organización de una reunión con los estudiantes y padres de familia seleccionados en la muestra, donde se realizó una presentación del proyecto de investigación y se aclararon las inquietudes surgidas al respecto. En este mismo evento, a las personas que aceptaron voluntariamente hacer parte de este proceso científico, se les entregó un consentimiento para la firma de los padres de familia, al igual que el asentimiento para estudiantes. Se solicitó devolverlos en un lapso de tres días a la fecha de su entrega. Una vez se tuvieron los formatos de consentimiento y asentimiento en orden, se acordó el día de la aplicación del instrumento.
Posteriormente, al tener recolectada la información se inició el proceso de codificación y organización de datos para proceder al análisis estadístico utilizando el programa SPSS versión 18. De esta manera, se construyeron, a partir de los 32 ítems, 8 variables correspondientes a los mecanismos de DM: justificación moral, etiquetación eufemística, comparación ventajosa, transferencia de la responsabilidad, difusión de la responsabilidad, distorsión de las consecuencias, culpabilizar y deshumanizar a la víctima (Bandura, Barbaranelli & Caprara, 1996). Cabe anotar que las opciones de respuesta también fueron categorizadas para obtener variables nominales con las alternativas Dicotómicas (1=No Mecanismo de Desconexión moral, 2=Sí presencia de Mecanismo de Desconexión moral). En el análisis de fiabilidad, las escalas construidas sobre los mecanismos de desconexión moral presentaron un índice de 0.838.
ANÁLISIS
Los resultados generales indican que un 58.4 % del total de los participantes no utiliza los mecanismos de desconexión moral, frente a 41.6 % que sí los utiliza, encontrándose que el 16.14% de este último grupo de escolares sólo utiliza uno de los mecanismos de DM, mientras que el 9.89% hace uso de al menos dos mecanismos de DM, seguido de un 6.25% que utiliza tres mecanismos de DM y de un 4.10% que expresa utilizar cinco de ellos.
En cuanto a la frecuencia de los ocho mecanismos de desconexión moral, la figura N. 1, permite evidenciar que los mecanismos de DM más usados por los adolescentes son: transferencia de la responsabilidad (20.8%), seguido de la difusión de la responsabilidad (17.7%), la distorsión de las consecuencias, con un 16.7% y culpabilizar a la víctima con un 14.6%.
Por otra parte, en cuanto al género, la figura N. 2 indica claramente que la desconexión moral está presente en chicos y chicas, aunque existen variaciones en el grupo masculino quienes utilizan con mayor frecuencia la transferencia de la responsabilidad (26.04%), deshumanización de la víctima (14.5%), justificación moral (12.5%), etiquetación eufemística (12.5%) y comparación ventajosa (10.41%). En cuanto a los mecanismos de difusión de la responsabilidad (17.7%) y distorsión de las consecuencias (16.6%), la distribución porcentual es semejante en ambos géneros.
La figura N. 3 pone de manifiesto que los dos grupos de edades utilizan mecanismos de desconexión moral. En este caso, la particularidad del grupo de 10-12 años, con respecto al de 13-15, se encuentra en el uso del mecanismo transferencia de la responsabilidad (27.6%) y deshumanización de la víctima (12.38%).
Por último, la caracterización de los mecanismos de desconexión moral, de acuerdo con el nivel educativo de los padres (Figura N. 4) y madres (Figura N. 5) de los escolares revela que los escolares cuyos padres y madres tenían bajo nivel educativo (primaria incompleta, primaria completa y bachilleres), usan mayormente los mecanismos de justificación moral, comparación ventajosa, culpabilización, deshumanización de la víctima y etiquetación eufemística.
Sin embargo, al analizar las respuestas de los escolares con respecto a los mecanismos de transferencia de la responsabilidad, distorsión de las consecuencias y difusión de la responsabilidad, se encontró que se utilizan frecuentemente y de manera similar al observarlos comparativamente de acuerdo a cada uno de los niveles educativos de padres y madres (primaria incompleta, primaria completa, bachilleres y universitarios).
CONCLUSIONES
El estudio sobre el uso de mecanismos de desconexión moral tiene gran utilidad al permitir detectar una problemática social que puede ser predictiva hacia conductas delictivas en el mediano y en el largo plazo (Farrington, 2005; Olweus, 1993). Los resultados ponen de manifiesto la utilización de mecanismos de desconexión moral en escolares entre los 10 y 15 años de una Institución Educativa pública.
Este hallazgo puede dar cuenta, en parte, de la reducción de los comportamientos prosociales ya que bloquean la autocensura anticipatoria de la persona, de tal forma que moviliza factores cognitivos y afectivos conducentes a las agresiones interpersonales (Bandura et al., 1996), y particularmente a otras acciones relacionadas con la dinámica del bullying (Brighi & Genta, 2010; Canchila, 2017). Paralelamente, es interesante señalar que un amplio grupo de la muestra no utiliza los mecanismos de DM y ello estaría sugiriendo probablemente dos situaciones: una, que los sujetos son capaces de tener un control interno que les permite regular su conducta moral, o bien, en el peor de los escenarios, la imposibilidad para reconocer este comportamiento inadecuado y nada orientado al desarrollo.
Seguidamente, con relación al género, se confirma que los mecanismos de desconexión moral son usados por chicos y chicas indistintamente, lo cual coincide con los trabajos desarrollados por Bandura et al. (1996) y Lemos y Espinoza (2015). En este sentido, la implementación de las estrategias de intervención deberá dirigirse a todos los escolares, sin particularizar por género los enfoques de trabajo.
Por otra parte, teniendo en cuenta la edad de los participantes en el estudio, es el grupo de 10 a 12 años quien más utiliza la transferencia de la responsabilidad y la deshumanización de la víctima y, en menor medida, otros como la difusión de la responsabilidad, comparación ventajosa, justificación moral y culpabilización de la víctima. Este hallazgo es llamativo en tanto que los mecanismos con mayor incidencia en este grupo de edad podrían ser atribuidos a sujetos agresores en cuanto a su uso. Estos resultados coinciden en parte con los planteamientos de Banquez, Córdoba, Canchila y Martínez (2017), donde se expone que en condición de ventaja para atacar a otros, el grupo de 10-13 lo realiza con mayor frecuencia.
Al observar comparativamente el uso de distintos tipos de mecanismos de DM en función del nivel educativo de los padres y madres de los escolares del estudio, se encontró que existen actitudes antisociales en escolares, indistintamente del nivel educativo de los padres, coincidiendo con lo encontrado en estudios previos por Bandura et al. (1996). Es importante señalar que el uso continuo de mecanismos de desconexión moral como la justificación moral, la comparación ventajosa, la culpabilización y deshumanización de la víctima es más frecuente en escolares con padres cuyos niveles educativos son muy bajos.
Adicionalmente, mecanismos como la transferencia de la responsabilidad, distorsión de las consecuencias y difusión de la responsabilidad son reportados con similares incidencias por los escolares que tienen padres y madres tanto de niveles educativos bajos como superiores. En este sentido, es válido anotar que este último resultado puede estar indicando una tendencia de mediación del nivel educativo de los padres sobre algunos mecanismos, aspecto que sería interesante comprobar en futuros estudios.
Se puede determinar que en las escuelas públicas donde asisten niños y jóvenes que habitan en contextos donde se vivió de manera indirecta el conflicto armado, se están presentando dinámicas violentas asociadas a la ruptura de las auto sanciones morales, lo cual pone en peligro la sana convivencia y la integridad de los estudiantes. Además, este tipo de conductas, propias de diferentes contextos culturales (Ortega, Sánchez & Menesini, 2002), fomenta la legitimación de acciones agresivas en los atacantes y emociones de tristeza en los afectados, Frente a este panorama, existe la necesidad de implementar programas de intervención que involucren a todos los estamentos de la comunidad educativa para orientar a los jóvenes hacia un mejor control de su agencia moral, y de esta manera evitar que participen en actos que generen violencia o mediar en los posibles conflictos que puedan surgir entre sus amigos o compañeros.