INTRODUCCIÓN
Las educadoras deben reconocer a los bebés como sujetos activos en atención a sus necesidades físicas y afectivas. Por tanto, necesitan establecer relaciones comunicacionales positivas que permitan a los lactantes sentirse seguros durante toda la interacción. Es decir, es necesario actuar desde la pedagogía dialogante (De Zubiría, 2006), ya que así los procesos educativos permitirán reconocer a los lactantes como sujetos activos del proceso de aprendizaje y su desarrollo, de modo que se garanticen mayores niveles de pensamiento, emoción y acción. La música facilita dicha relación afectiva mediante los tres grandes grupos de interacción (Sánchez, 2012) (escuchar, cantar y bailar) sin demandarle conocimientos musicales a las educadoras. Más específicamente, solo se requiere de voluntad pedagógica, respeto por el bebé y, en esencia, cariño por el lactante.
Este ensayo se propone discutir diversas cuestiones sociocognitivas de la lactancia desde una perspectiva centrada en la práctica musical con el propósito de establecer recomendaciones didáctico-musicales de orden general. A fin de alcanzar este objetivo, se presentan actividades didáctico-musicales sin la intención de proponer o construir una metodología o modelo didáctico como tal; la finalidad es simplemente aportar ejemplos orientados propiciar la comprensión de las cuestiones teóricas tratadas.
DISCUSIÓN
LA COMUNICACIÓN EN EL PRIMER AÑO DE VIDA
El ser humano, desde su nacimiento, es un ser social, si bien es totalmente dependiente durante la lactancia. La madre y el padre inician al bebé en las relaciones sociales, sobre todo la madre, quien en la díada (Olhaberry et al. 2015) debe desplegar una conducta que tranquilice y conforte al infante. Posteriormente, las educadoras de párvulo se integran en esta labor, de modo que el lactante debe generar un apego seguro con todos los adultos que se harán responsables de su cuidado (Camargo, Macías y Quintero, 2014). La relación debe promoverla la figura adulta de apego, quien debe ser capaz de identificar las diversas estrategias comunicacionales que proporciona el menor en función de su satisfacción física, psicológica y emocional.
Durante el primer periodo de la lactancia se desarrolla la comunicación emocional directa (CED) (Cruz, 1989), o también conocida como "comunicación situacional personal" (Lisina, 1969), ya que el adulto establece una relación estrecha, directa y afectiva con el lactante, al ser ambos seres activos. La estimulación positiva frecuente mediante el lenguaje, las caricias, la satisfacción de necesidades de forma sensible y comprensiva, son imprescindibles y determinantes para el desarrollo del lactante, así como para la relación de apego (Rodríguez et al. 2012).
Algunos autores como Luria (1982) y Correa (2005) afirman, sin evidencia empírica, que la inteligencia emocional comienza su desarrollo durante la gestación, lo que da inicio, en este periodo, a la CED, ya que la madre gestante establece una relación emocional con el feto desde que toma razón de su existencia, lo que influye en el desarrollo físico y mental del menor. Todo esto hace suponer lo relevante que es la interacción sonora de la madre con el feto y permite aceptar la importancia de la CED, porque desde los primeros días del nacimiento el neonato muestra evidente preferencia por la voz de la madre (Cabanyes, 2014). Entonces, es innecesario recurrir a exageraciones ligadas al conductismo con el afán de estimular el ámbito cognitivo (Hemsy de Gainza, 2003), ya que lo verdaderamente importante es el fortalecimiento de la CED. Algunas exageraciones (Talero et al. 2004) se vinculan con famosos métodos cognoscitivo-musicales, como, por ejemplo, los siguientes:
Método Tomatis. Utiliza obras de Mozart para estimular musicalmente a personas con dificultades auditivas o de lenguaje. Sin embargo, a pesar de su divulgación y aplicación, no existe evidencia científica publicada que valide las afirmaciones. Por tanto, sus resultados son anecdóticos y no sustentan su uso terapéutico.
Efecto Mozart. Existe suficiente evidencia que afirma su capacidad de mejorar en específico el desempeño en habilidades visuo-espaciales. No obstante, se reconoce que el mejoramiento tiene una corta duración que fluctua entre diez y quince minutos. Su inestabilidad y desaparición al pasar los minutos desestima el discurso comercial (Campbell, 1999), referido al mejoramiento de las habilidades cognitivas superiores (Hurtado, 2014).
Las actividades deben desarrollarse de acuerdo con el patrón de apego seguro (Ainsworth, 1967), de modo que el bebé cuente con disponibilidad constante de su figura de apego mediante acciones de apoyo e interacción lúdica placentera, lo cual favorezca su interés por explorar de manera activa su entorno. Así, el adulto debe actuar con gran capacidad reflexiva sobre sus propias conductas y situaciones, constancia y estabilidad en la interacción, disponibilidad afectiva y respuestas sensibles a los requerimientos del lactante (López y Salmerón, 2014). Es esencial considerar que el interés del bebé se encuentra, principalmente, en la figura de apego, por lo que se recomienda manifestar presencia constante mediante sonidos vocales o corporales en momentos en los que la figura de apego comparta el mismo espacio con el bebé pero sea forzado a salir de su rango visual (Angel-Alvarado, 2017), con el afán de que no decaiga su exploración del entorno circundante (Asili y Pinzón, 2003).
El proceso comunicativo lo configura de forma conjunta la díada mediante un fenómeno denominado shared minds (Harding et al. 1997), o "mentes compartidas", el cual influye en el desarrollo de la comunicación intencionada que le permitirá al lactante actuar gradualmente con autonomía. Sus manifestaciones de atención social mediante gestos y vocalizaciones, acciones imitativas y expresiones de alegría cuando se estimulan sus éxitos, son acciones que señalan la transición desde la CED hacia la comunicación intencionada. A su vez, la realización de actividades que exijan adoptar la postura de sentado o dominar elementalmente la pinza digital, también son indicadores de la transformación de la CED. Dichos logros le permiten al lactante comenzar a dirigir su atención hacia los objetos del entorno inmediato. Por tanto, el adulto asume un rol mediador entre el menor y el mundo de los objetos, tanto en su posesión como en su manipulación. En este sentido, la interacción práctica del menor al accionar los objetos acompañado por el adulto garantiza el logro de un resultado práctico que satisfaga sus necesidades cognitivas y afectivas, de modo que se favorezca la formación de las representaciones mentales y la relación de apego.
Según Lisina (1970), la transformación de la CED se entiende como comunicación situacional laboral, ya que se origina en la necesidad infantil de ayuda del adulto en la manipulación de los objetos, de modo que la figura de apego debe restructurar la comunicación durante la actividad objetal hacia la valoración del desempeño del menor. Sin embargo, Cruz (1989) denomina la transformación de la CED como "comunicación mediatizada por los objetos", puesto que responde a una etapa en que los niños y las niñas intentan comportarse como un adulto al imitar las acciones lúdicas y objétales, y en la que necesitan la valoración del adulto para sentirse parte del grupo social. Por tanto, las reacciones emocionales infantiles se intensifican en la comunicación mediatizada por las acciones al desarrollar medios mímico-expresivos que favorecen la CED.
Existe un consenso entre las autoras en que la transformación comunicacional comienza a manifestarse, aproximadamente, a los seis meses de edad, pero de ahí en adelante exponen matices. Por una parte, Lisina (1970) señala que la CED pasa a segundo plano o se agota, y la comunicación situacional laboral toma su lugar hasta los dieciocho meses. Por otra, Cruz (1989) establece que la CED se transforma y actúa en paralelo con la comunicación mediatizada por las acciones hasta los dieciocho meses de edad. Con el pasar de los años, Burmenskaia (1997) y Rodríguez et al. (2012) han aceptado el discurso de Cruz, pero agregan que la trasformación comunicacional, en un inicio, adquiere forma de actividad conjunta porque el lactante es muy dependiente del adulto al dominar rudimentariamente las formas de locomoción y lenguaje. No obstante, al ir perfeccionando la marcha, el lenguaje y la manipulación de objetos, el infante logra desempeñar acciones de forma independiente, de modo que solicita ayuda solo cuando se ve impedido a realizar alguna actividad. Por consiguiente, la CED evoluciona en una comunicación práctico situacional (CPS) que con el tiempo cede a un trato de colaboración.
Este ensayo adopta la CPS porque le asigna importancia al elemento afectivo-volitivo, lo que es fundamental en el desarrollo de las actividades lúdico-objétales. Dichas dinámicas tienen un impacto positivo en las relaciones de apego cuando el adulto tiene una participación activa en la demostración y la colaboración de las acciones, valora positivamente las tareas desempeñadas por el menor y muestra una actitud positiva para estimular el aprendizaje y su desarrollo. Los matices que, de manera progresiva, adopta la CPS, con el tiempo permiten su vinculación con la zona del desarrollo próximo (Vygotsky, 2009), en especial desde los dos años, porque los infantes se muestran interesados con mayor frecuencia en actividades lúdico-objétales, de modo que pierden gradualmente el interés en los adultos hasta que el trato de colaboración se agote y surja la crisis de los tres años.
A diferencia de la CED, las actividades de la CPS deben orientarse hacia el desarrollo psíquico de la infancia temprana en conformidad con la edad del menor, en consideración al desarrollo cognitivo de la atención, el lenguaje, la memoria y la imaginación. Los determinantes del desarrollo psíquico a los seis meses de edad son la postura de sentado, la discriminación visual y auditiva, la comprensión del lenguaje y el dominio elemental de la pinza digital. Desde el año de vida, aproximadamente, actúan como determinantes la postura erguida y su desarrollo, la mejora continua de la comprensión del lenguaje y el mayor control de la pinza digital.
En vista de lo discutido, la estimulación musical de la CED y la CPS, en el primer año de vida, deben considerar los tres grandes grupos de interacción entre el infante y el medio social (Sánchez, 2012): para escuchar, para cantar y para bailar. No obstante, al considerar las actividades lúdico-objétales es razonable pensar en la necesidad de incorporar un cuarto grupo de interacción que dé cuenta de las acciones percusivas, ya que estas implican la potenciación del sentido del tacto durante la exploración sonora del entorno socio-objetal. En esta línea proponemos el cuarto grupo de interacción: para percutir. Con todos estos grupos, es plausible promover la CED y la CPS mediante actividades musicales.
LA ESTIMULACIÓN MUSICAL DE LA COMUNICACIÓN
Los bebés pueden asistir a los centros infantiles tan pronto como el contexto social lo permita, mas es recomendable esperar hasta que manifiesten complejos de animación (Rodríguez et al. 2012) frente a los adultos con quienes han establecido una relación afectiva positiva. Es decir, cuando sean capaces de identificar los rostros de los adultos e interactuar positivamente mediante sonrisas, miradas o movimientos, entre otras formas.
Cualquier figura adulta de apego puede estimular musicalmente al bebé, ya que no es necesario contar con un especialista musical; basta con que la figura adulta proporcione el cariño y el cuidado que todo niño y niña merece, de modo que es esencial la promoción del apego seguro, lo afectivo y la acción simple o natural. La música, fundamentalmente, actúa como un propiciador de ambientes favorables para la figura adulta de apego, ya que la atención del lactante es muy probable que al comienzo se dirija hacia dicha figura y no a los estímulos externos, ya sea por motivos de la CED u otros que atañen a su capacidad auditiva (Angel-Alvarado, 2017; Litovsky y Ashmead, 2014).
Dado lo anterior, es apropiado comprender la actividad musical como facilitadora de la interacción lúdica y afectiva entre la figura adulta y el bebé, al punto que favorece también la transmisión de los elementos culturales propios del contexto. Es decir, la música propicia una actitud favorable en el adulto, quien inicia al lactante en las relaciones sociales por medio de la CED. Posteriormente, las actividades musicales vinculadas a la CPS requieren que exista un vínculo afectivo entre la díada, y es crucial que las figuras de apego ajenas a la familia como, por ejemplo, las educadoras, establezcan la CED previamente con los menores. A continuación, se exponen algunas actividades musicales de orden general sin la intención de proponer o construir una metodología didáctica; por el contrario, la finalidad es simplemente apoyar en la comprensión de las cuestiones discutidas. En definitiva, se recomienda:
Utilizar obras instrumentales que expongan melodías simples, a fin de que la figura de apego tenga la posibilidad de vocalizarla de forma amorosa al lactante. Es importante que dicha melodía se repita en cada ocasión por un instrumento distinto con el afán de favorecer el desarrollo auditivo del bebé (conviene recurrir a instrumentos de registro agudo como el violín, la flauta o el xilófono, entre otros) (Angel-Alvarado, 2017).
En algunos casos se puede sustituir la simpleza melódica por algún motivo musical de fácil identificación, en especial en actividades lúdicas en las que cobren importancia las actitudes alegres y las risas.
No recurrir a material musical que contenga lírica, ya que el lenguaje se incorpora como un segundo agente facilitador que satura la dinámica de estimulación de la comunicación que ha propiciado el adulto. Por tanto, es aconsejable que solo la figura de apego participante e interactúe oralmente con el lactante mediante el diálogo amoroso o el canto.
Utilizar registros de audio para fortalecer el vínculo afectivo de la díada conforme a la CED, tales como Kinderszenen Op.15 de R. Schumann, o Dolly Suite Op.56 de G. Fauré, orquestada por H. Rabaud.
Escuchar obras de W. A. Mozart sin enmarcarse en el método "Efecto Mozart".
Incluir objetos pertinentes a la edad y a la actividad con el fin de favorecer la CPS, ya que la figura de apego tiene un rol mediador entre el bebé y el mundo.
Considerar que otros recursos musicales como, por ejemplo, la velocidad, los planos dinámicos sonoros y la duración de los sonidos dependen de la actividad específica que se prepare para favorecer la comunicación.
Para actividades ligadas al acunamiento o las caricias se recomienda recurrir al repertorio de cámara u orquestal, especialmente al berceuse o canción de cuna, ya que posee un pulso pausado y otorga un tiempo prudente para la relación socioafectiva. Además, tiene una estructura musical de fácil comprensión, cuenta con un amplio espectro audible que favorece la sensibilización del aparato auditivo y se le atribuye un alto valor estético. La mayoría de estas obras poseen una melodía simple y un acompañamiento balanceante y arrullador. Se sugiere emplear las siguientes:
Berceuse, Op. 57 de F. Chopin.
Berceuse, Op. 49, n. 4, "Bonsoir, bonne nuit", de J. Brahms.
Berceuse para violín y piano, Op. 38 C., de Saint-Saëns.
Berceuse, Op. 16, de G. Fauré.
Berceuse (canción de cuna), del cubano Leo Brouwer.
En cuanto a las actividades lúdicas, se sugiere aplicar música instrumental del repertorio folclórico o tradicional propio del contexto en el que se encuentra el menor, ya que se favorece la apropiación de los elementos culturales que determinan el entorno social. Por ejemplo, a fin de estimular la CED se recomienda jugar a las cosquillas empleando obras que posean un tempo alegre y permitan sensibilizar el aparato auditivo al presentar diversas alturas tonales y variaciones timbrísticas, y contar con una estructura repetitiva de fácil comprensión, como se puede apreciar en el Zapateado de Pablo Sarasate en España y la Cueca nortina de Chile. Con respecto a la estimulación de la CPS, se sugiere promover la imitación en la manipulación de objetos mediante obras musicales que transmitan alegría y posean una riqueza timbrística, así como una estructura repetitiva de fácil comprensión, como sucede al utilizar palos en la Danza del paloteo de España y cascabeles en el joropo de Venezuela. Finalmente, se puede potenciar la CED y la CPS mediante los juegos corporales y la danza utilizando melodías reiterativas que inviten al balanceo del cuerpo y cuenten con instrumentos tradicionales de registro agudos, tales como las presentes en el Jojaite de Paraguay, El Gato de Argentina, La puerta del tiempo de la Banda Bordemar en Chile y los Zambos caporales de Bolivia, mediante la utilización de cascabeles adheridos al cuerpo.
Es también valioso para la CED compartir con los lactantes las sonoridades que el mismo cuerpo de la figura de apego produce, como, por ejemplo, la respiración, los latidos del corazón, el frotar las manos o los juegos vocales, entre otros. Estas sonoridades permiten que el lactante sensibilice su aparato auditivo y genere un vínculo más estrecho con el adulto, de modo que tiene un efecto positivo en las relaciones de apego y, en especial, con la madre, ya que algunos de los sonidos corporales podrían perduran en la memoria tras la etapa gestacional (Einspieler, Prayer & Prechtl, 2012). Estas actividades permiten observar el inicio y el desarrollo de la CPS mediante las intenciones imitativas que muestra el bebé.
El canto y el diálogo amoroso que proporciona la figura de apego al lactante promueven su desarrollo perceptivo, ya que le permiten transitar desde el aspecto cognoscitivo hacia el afectivo, al asignarle un significado a los estímulos sensoriales recibidos (Angel-Alvarado, 2017; Ángel-Alvarado, Cisteras, Molina y San Martín, 2018) por medio de actividades sonoro-musicales que conmueven (Varela, 2000). En este sentido, el arte musical libera la afectividad común al musi-calizar los sentimientos (Willems, 1981). Por tanto, el desarrollo perceptivo tiene su punto inicial en lo general y comunitario, y forja así lo abstracto (Lipman, 2004), ya que existe una carencia de contenidos. Así, el desarrollo perceptivo se plantea desde el pensamiento complejo, puesto que el conocimiento es, de forma simultánea, un proceso biológico, cognitivo y sociocultural, inseparable de las relaciones entre el ser y el mundo (Tobón, 2005). Dado lo anterior, es fundamental interactuar con el lactante mediante el diálogo amoroso y, en particular, a través del canto, porque la actividad en sí misma es una instancia para promover el desarrollo perceptivo y afectivo.
Toda actividad es acorde al contexto y se debe pensar en función de la CED y la CPS, a partir de la premisa según la cual el proceso de aprendizaje en los lactantes es involuntario. En esta línea, Casassus (2009) comprende la mente como el producto imaginario que se funda en la percepción, de modo que la mente es inseparable del cuerpo y el ambiente externo. Por consiguiente, no es ilógico pensar que el canto de la figura de apego -especialmente de la madre- promueva el desarrollo perceptivo involuntario y la construcción de la identidad en el lactante. Así lo expresa Margot Loyola al referirse a su vínculo con la tonada:
[La tonada] penetró en mí lentamente desde el vientre de mi madre, porque ella también la cantaba para llenar sus soledades. Desde entonces ha ido conmigo por todos los caminos, dejándome sonidos, esencias, paisajes, quejas y risas, conociendo y amando a su gente mi gente amarrándome a su canto, a sus sueños, esperanzas o desilusiones. (Loyola, 2006, p. 23)
CONCLUSIONES
Se ha logrado establecer algunas recomendaciones didáctico-musicales de orden general: las que no pretenden dar forma a una metodología o modelo didáctico. Al contrario, la intención de las recomendaciones es servir de apoyo en la construcción contextualizada de actividades didáctico-musicales que emprenda cada docente.
En el marco de las recomendaciones, es fundamental comprender que la estimulación musical para lactantes nunca puede carecer del elemento afectivo. La CED es la base de las interacciones que establece el bebé, de modo que es el factor que prevalece en cualquier relación a la que se vea sometido. La primera interacción de una educadora debe ser amistosa, en busca de respuestas mediante los complejos de animación que permitan, de forma gradual, incrementar la interacción para lograr ser sujeto de confianza. En otras palabras, la estimulación musical es apropiada cuando existe el vínculo afectivo porque las actividades, por lo general, involucran el tacto a través del acunamiento, los juegos corporales y las caricias, entre otras formas de interacción. De esta manera, tiene mayor relevancia la calidad de la actividad que la cantidad temporal. Es necesario para los lactantes sentir el vínculo emocional con su figura de apego de forma recíproca, de lo contrario, la confianza decae y la relación afectiva se debilita.
Las actividades musicales para estimular la CPS también deben incorporar el elemento afectivo para que sean significativas. En este sentido, es conveniente incluir a las familias en dichas actividades con la intención de reforzar su significancia. Asimismo, es importante considerar que la atención y la memoria de los lactantes son involuntarias, de modo que la inclusión de las familias en las actividades formativas toma mayor relevancia porque toda figura de apego promueve el desarrollo perceptivo involuntario en el lactante, y lo inicia así en la construcción de su identidad sociocultural. Por tal motivo, es prudente aconsejar que, en la actualidad, la música que se emplee sea acorde a la edad mental de los lactantes y no busque someterlos a programas cognitivos o psicomotores con el afán de adelantar el desarrollo de sus capacidades. En definitiva, si bien es importante apelar a la música que pertenece al contexto sociocultural del menor, es también relevante seleccionar con criterio el repertorio didáctico-musical.