INTRODUCCIÓN
El presente artículo es producto de la investigación Prácticas de Crianza y Contextos de Vulnerabilidad: narrativas generacionales e Institucionales, Hogar Infantil Barrios del Norte de Marsella Risaralda, Colombia. La comprensión de esta dinámica simbólica en las prácticas de crianza en nuestro contexto, mediante las narrativas que se tejen en la crianza, pretende incidir no solo en la ampliación del conocimiento de nuestra realidad, sino, particularmente, la ampliación del conocimiento referido a las prácticas de crianza desde perspectivas emergentes de socialización y desde una mirada comprensivo-constructiva. En cuanto a las perspectivas epistemológicas y metodológicas, estas se asocian con un interés práctico que fue abordado por medio de narrativas con una lógica histórico-hermenéutica. Los núcleos temáticos trabajados están referidos a los procesos de socialización, construcción subjetiva y objetiva de la realidad, e intercambios activos en las relaciones y tensiones de crianza, discursos institucionales y de política.
Los problemas relacionados con las prácticas de crianza que se resaltan en la confrontación entre problemáticas sociales no resueltas en la dimensión práctica ni en la dimensión teórica se configuran alrededor de cuatro núcleos centrales: 1) la crianza entendida como los procesos de formación y educación no sistemática en la que los sujetos en interrelación generan procesos de socialización basados en el cuidado por el otro y en el aprendizaje para vivir en sociedad; 2) la crianza como establecimiento de límites y la construcción de la norma, 3). La crianza como procesos de interacción y comunicación democrática, y 4). La crianza como proceso que vincula a los hijos con la sociedad.
Se justifica la investigación por la necesidad de avanzar en la generación de conocimiento sobre las percepciones, los discursos de agentes familiares en primera infancia, las lógicas institucionales que inciden no solo en el ámbito micro (familias y comunidad), sino también en el ámbito meso (instituciones) y macro (políticas), proceso que fue llevado a cabo mediante la triangulación de las narrativas de crianza y las prácticas discursivas que circulan desde la política de Estado de Primera infancia, así como de agentes relacionales del Hogar infantil.
De acuerdo con los hallazgos, la crianza en la forma particular de relacionar el discurso del desarrollo con los acontecimientos técnicos políticos y económicos del momento es sustancialmente dependiente del modo de ser y hacer familiar en contextos particulares. En este sentido, las prácticas discursivas relacionadas con la crianza se constituyen en un sistema de relaciones que permite la incorporación de conceptos, criterios y estrategias que determinan la manera de entender una realidad para educar a los hijos, en las que familias tienden los lazos que indican la formación y continuidad de conductas pautadas e imaginarios sociales (interacción y comunicación) y marcan discursos para la construcción de subjetividades por medio de características emocionales, afectivas, cognitivas, relacionales y ético-morales en interacción con los contextos en los que se generan condiciones materiales, sociales y simbólicas de vida.
REFERENTES INVESTICATIVO Y TEÓRICO1
Desde el estado del arte revisado para esta investigación, la noción de crianza ha sido abordada, entre otros autores, por Bronfenbrenner (1987), Myers (1993:1994), Jensen (1995), Greenfield y Suzuki (1998); Aguirre (2000), Tenorio (2000), Botero y Ríos, (1998:2000); Botero, Salazar y Torres (2006); López (2010), Vargas (2013), Díaz Álzate y González Bedoya (2015); Marín y Palacio (2016), para quienes existe una distinción entre las nociones que remiten a ellas como las de prácticas, patrones y pautas de crianza. Dichas distinciones se basan tanto en el tipo como en la intencionalidad de la relación.
Las prácticas hacen referencia a las acciones y comportamientos concretos que se privilegian y se construyen en las relaciones interhumanas de la vida cotidiana. El trato, por su parte, hace referencia a la calidad y estilo del cuidado; mientras que las pautas responden a las orientaciones que los padres/madres priorizan como ideal y guía en la relación de formación. Estas a su vez, responden al deber ser de la crianza. En consecuencia, los patrones de crianza hacen referencia a las costumbres, la tradición y el acervo cultural que se transmiten entre una generación y otra. Si bien dichas nociones conservan las distinciones anteriores, ellas están relacionadas entre sí y presentan en común su dependencia con las características de la cultura a la que se pertenecen. Las creencias y representaciones están fundamentadas en los valores, los mitos y los prejuicios frente a los roles e identidades de hijo/a, madre/padre o en roles externos a la familia, tales como ser ciudadano/a, amigo/a, hermano/a, etc. Cada una de estas creencias y representaciones se constituye en conocimiento básico del modo como se debe criar a los niños, y presentan una relación interdependiente con los contextos socio-históricos y económicos de existencia (Botero, Salazar y Torres, 2006).
Al hablar de crianza son varios los conceptos que se originan, Diana Baumrind (1991) propone los estilos de crianza como una alternativa para el estudio y la comprensión de la relación paterno filial, y que en principio identifica tres estilos: autoritario, permisivo y democrático, los cuales son el producto de la observación directa, de la realización de entrevistas y la aplicación de cuestionarios a padres de familia y a niños a lo largo de varios años. Los estilos de crianza representan el conjunto de actitudes, respuestas y técnicas que los padres utilizan para criar a sus hijos y que dan lugar a un particular clima emocional en el contexto familiar. Cada uno de estos estilos de crianza refleja diferentes patrones de valores, prácticas y conductas de los padres, y un balance distinto de sensibilidad y exigencia.
De acuerdo con el estado del arte de 2009 y 2016, los estudios que han indagado por esta intencionalidad investigativa se agrupan en cinco relaciones básicas: crianza y comportamiento; estudios comparativos de las prácticas de crianza en familias de diferentes países; crianza, cultura y globalización; crianza y pobreza; crianza y democracia, y Crianza y Políticas.
Respecto a la relación crianza y comportamiento, Ramírez-Castillo (2007); Vielma (1999); Wong et al, (2002): Hurtado (1998); Satir (1989); Cuervo Martínez (2010); y Rhoades et al., (2011) plantean que la forma en que interactúan los/las cuidadores/as, padres/madres e hijos/as construye la calidad de la relación. En este orden, Satir (1989) caracteriza las relaciones humanas al interior de la familia como nutricias o conflictivas; en dichas relaciones se forman, fortalecen u obstaculizan la autoestima, la construcción de normas y valores, la comunicación democrática y los vínculos fuertes con la sociedad. Por otro lado, en esta tendencia se incluyen estudios que sostienen que la sobreprotección conduce a comportamientos dependientes, irresponsables y de poca autonomía en los niños/as. Otros estudios desarrollan esta relación categorial desde el punto de vista de los problemas del comportamiento; resultados como los de Child Rearing Practices Report y la escala Child Behavior Checklist muestran que las prácticas de crianza negativas (afecto negativo, castigos, exceso de control y énfasis en el logro) son prácticas de crianza predictoras de diversos problemas de conducta (Cueva, 2015).
Estudios comparados sobre crianza (Crawford-Brown, 1999; Baumrind, 1991; Botero et al., 2006; Vargas. 2016), resaltan las diferencias entre las pautas y prácticas de crianza implementadas por padres/madres de familia en diferentes países, afirman que en Japón los padres de familia enfatizan en la estimulación de habilidades en el autocontrol, la obediencia ante la autoridad adulta, la cortesía social en las relaciones de padres e hijos y el fomento de metas grupales mientras que los padres/madres de Estados Unidos centran su crianza en la acción individual, la lucha por los propios derechos, la asertividad, la autonomía y la competitividad. En este mismo sentido, un estudio con familias inmigrantes de la China destaca que existe un alto puntaje en castigos físicos y gritos a los hijos, como necesidad de mantener los lazos de su cultura de origen.
Otros estudios comparados entre Jamaica y el Líbano, y entre Perú y Colombia señalan que el estilo dominante de crianza caribeño es autoritario como también lo es en el Líbano, en esta región, el estilo de crianza destaca una formación severa en la disciplina impuesta por el padre y la sobre-protección de la madre. De tal manera, que el castigo aparece como intimidación: "takhjil" que, literalmente, significa incitar al miedo y a la vergüenza. Así mismo, estos estudios afirman que la guerra en esta región impactó las prácticas de crianza evidenciando que se notó un declive en la autoridad paterna. (Botero Gómez, P. Salazar Henao, M. y Torres, M.L 2006).
En Perú y Colombia indagan por el desarrollo de unas personas autónomas con una conciencia moral recta, capaces de actuar como adultos demócratas y honestos. Así, las relaciones de poder al interior de la crianza, todas ellas basadas en el miedo del niño/a al castigo, impiden dicha autonomía, por tal razón se sustenta la noción de disciplina inductiva, la cual se basa en la apelación a la razón, al amor propio y al deseo de crecer del infante (Botero et al., 2006: Salazar y López, 2016). En el caso de la comparación de las prácticas de crianza en occidente y oriente se subrayan las tradiciones familiares en cuanto a la utilización del castigo como una situación cultural, contraponiendo los ritos de iniciación en las culturas orientales con las prácticas de castigo que utilizan un enfoque conductual típicos de las prácticas occidentales.
De acuerdo con lo anterior, estos estudios destacan las características culturales en la crianza desde una perspectiva comparativa que enfatiza las similitudes y diferencias en las prácticas. La perspectiva cultural de este estudio, en lugar de comparar las prácticas entre una y otra región, se interesa por develar las condiciones de los contextos que inciden en la experiencia de crianza.
Respecto a la relación crianza, cultura y globalización, los estudios desarrollados por McDonnell (2002), Beltrán (2001), Baumrind (1999), Crawford-Brown (1999), Grille (2007), Jensen (1995), Kelley y Tseng (1992), Suzuki (2000) coinciden en que la globalización ha impactado las creencias y prácticas culturales de crianza en todos los estados. Así, el aislamiento, la ruptura de comunicación, las dietas desagradables, los mercados de sexo y la biotecnología o prácticas de crianza cientifizadas y mercantilizadas van diluyendo poco a poco la relación intersubjetiva, y, con ello, están dificultando el proceso de subjetivación en la formación de niños, niñas y jóvenes.
Otros estudios centrados en la relación crianza y pobreza entre los que se destacan Myers (1993), Estefanía y Tarazona (2003), Aguirre (2007), Hurtado, (1998), Loyácono (2007), Vásquez de Velasco (2004) y el estado del Arte 1990-2000 realizado por el DABS Bogotá, Minujin et. Al. (2015), afirman que la equidad no se reduce a la superación de la pobreza, sino también a la igualdad de oportunidades y la distribución del ingreso, es decir, no solo a la falta de dinero, la carencia de servicios básicos, los problemas de vivienda, la violencia e inseguridad. En este estudio la relación entre crianza y pobreza la abordamos, tanto desde el punto de vista de la redistribución, como desde el de reconocimiento (Fraser, 2004, la inclusión social (Bustelo y Minujin, 1998), la capacidad de agencia, y las oportunidades sociales y políticas (Sen. 2000).
Entre las investigaciones sobre la relación crianza y democracia se resaltan las de Bakunin en Maximoff (1964), Goldman (1983), Collelo (2007), Lafosse (2007). Estos investigadores han profundizado sobre la relación equitativa en la toma de decisiones al interior de la crianza, expresas en un continuo que va desde relaciones autoritarias a relaciones más participativas al interior de la familia. Una de las relaciones más trabajadas por este grupo de estudios está referida a la equidad de género, la educación y la democracia, estableciendo analogías entre los tipos de relación en la crianza y los tipos de gobierno como, por ejemplo, la crianza anarquista y la crianza totalitaria.
En relación con la crianza, los estudios mencionados exponen una intencionalidad teleológica que requiere del desarrollo de una ética orientada a la formación de sujetos autónomos y no solo eficientes trabajadores o profesionales. Del mismo modo, afirman que las experiencias de los/las niños/as cuando están creciendo moldean la persona en la que se convertirán y a la sociedad en la que viven (Botero et al., 2006: Salazar y López 2016). La crianza, por lo tanto, es parte de la sociedad, un proceso social por el que los niños/as aprenden lo que significa ser un sujeto, teniendo en cuenta que la relación crianza y democracia es valiosa para esta investigación, en la medida que aporta elementos de comprensión de una dialéctica y dialógica entre la cultura y el sujeto.
El/la niño/a es sujeto activo de su propio desarrollo y en la transformación del mundo que lo rodea (Vygotski, 1979; Berger y Luckman, 1978). Así mismo, el objeto crianza y democracia se incluye en la interacción con los cambios socio cultural y político, en el que se reconoce que, este no es un asunto meramente doméstico, sino también público que involucra a la sociedad. (Botero, Salazar & Torres, 2006).
En la crianza, el cuidado sigue liderado por la madre debido a causas económicas, socio -culturales, específicamente en el municipio de Marsella, donde no existen muchas ofertas laborales formales en el área urbana, por lo que las madres realizan labores informales en cafeterías, almacenes, mientras que los padres dependen en su mayoría del sector agropecuario, con horarios que abarcan todo el día, una de las razones por las que el cuidado lo ejerce la madre u otro familiar. Así pues, la ley 1804 de 02 de agosto de 2016 que estructura la Atención Integral en las labores de cuidado y crianza, deja en contraste que el padre y la madre no las ejercen, pues no cuentan con las condiciones y oportunidades económicas y socioculturales para que el cuidado y la crianza sea una tarea compartida entre ambos.
Arriagada (2005) reconoce el consenso frente a la concepción de pobreza como la privación de activos y oportunidades esenciales a los que tienen derecho todos los seres humanos, toda vez que la pobreza está relacionada con el acceso desigual y limitado a los recursos productivos y con la escasa participación en las instituciones sociales y la política.
Igualmente, en la realidad de las familias se observa que la responsabilidad sobre el cuidado del hogar, de los hijos y las hijas, sigue recayendo con más fuerza sobre las mujeres que sobre las parejas. En efecto, la normativa da cuenta de este fenómeno al concentrar las licencias para cuidado infantil, los subsidios por maternidad e incluso la disponibilidad de guarderías asociadas al trabajo de las mujeres.
La visibilización del rol paterno en el desarrollo de las prácticas de crianza es un imperativo necesario de estos tiempos donde los niños y niñas requieren una formación y acompañamiento de ambos padres para crear bases sólidas en la personalidad para enfrentar las revoluciones que la modernidad liquida conlleva; cambios constantes que requieren de una educación inicial fortalecida que contribuya al desarrollo pleno y feliz de los niños y niñas de primera infancia en el presente, para sobrellevar los vacíos existenciales de esta época, en un mundo carente de afecto, reconocimiento, oportunidades y equidad social.
METODOLOGÍA
A partir de la pregunta de investigación, la naturaleza del objeto de investigación corresponde a un interés investigativo de carácter interpretativo y se vincula a una finalidad comprensiva. Está inscrito en un diseño de corte hermenéutico, el cual pretende realizar una lectura de un fenómeno de la realidad a través del diálogo entre los diferentes discursos teóricos, socioculturales y normativos. Las narrativas se constituyen, en este estudio, en una perspectiva epistémico y metodológica que retoma elementos de la hermenéutica metódica de Dilthey (1986) y la perspectiva de la narrativa propuesta por Daiute y Lighfoot (2004), con el fin de develar, en las relaciones intergeneracionales de las diferentes prácticas y estilos de crianza, las formas de redistribución de roles y las transformaciones en los patrones de valor cultural institucionalizados en las familias. Así mismo se pretende comprender las formas de construcción de sentidos vinculantes que emergen en las prácticas de crianza y que potencian el desarrollo de capacidad de agencia como articulación entre los mundos subjetivos, la construcción de lo público y la democracia en el conflicto de intereses que median los procesos de crianza en las familias mencionadas. Se busca que el proceso de conocimiento esté articulado consistentemente de modo que haya una congruencia entre lo epistémico que constituye los cimientos de la investigación y las diferentes estrategias, actividades e instrumentos, es decir, todo aquello que implique interacción con las fuentes.
Para este caso el quehacer investigativo es concebido como una configuración de etapas de reflexión cada vez más depuradas y que van dirigidas a la comprensión, de un movimiento del todo a las partes y de estas al todo. Esto es, un movimiento de análisis de las condiciones que van del sujeto al contexto y a las políticas, y viceversa, así como de agentes familiares, Hogar Infantil y políticas al sistema sociohistórico cultural en el que se encuentran inmersos. Todo está configurado en una relación inter-comunicativa, alimentada de símbolos, creencias y percepciones, que se caracteriza por descripciones con riqueza de matices y profundidad sobre el objeto estudiado, permitiendo desarrollar algunas categorías conceptuales para sustentar o contra argumentar presupuestos teóricos que se explicitan antes del trabajo de campo y su relación con las narrativas para incluir aspectos cotidianos e ideológicos que permiten ampliar el horizonte en la interpretación del objeto en cuestión.
Este presupuesto se visualiza en los momentos de los ciclos, a través de la recolección de la información, las lecturas y las confrontaciones que buscan subsanar la separación de la realidad teórica-realidad cotidiana por medio del diálogo entre el discurso y la acción. Para este caso las posiciones teóricas de Sen (2000) y Bourdieu (2000) sobre la experiencia subjetiva son valiosas al contrastarlos con la vivencia expresada y sentida por los propios actores de la investigación.
Una de las tesis a la que responde esta investigación es aquella que sustenta el comprender, vinculado al asunto que se expresa socioculturalmente. La materialización del estudio en aspectos relacionados con los elementos que analizan (creencias, dichos y discursos actuantes). Siguiendo este análisis, se retoma un campo más propio de la psicología social como es el lenguaje, las imágenes sobre crianza, las estructuras simbólicas que guían su acontecer cotidiano y sus redes semánticas.
La unidad de análisis fueron las narrativas de seis agentes familiares de dos generaciones: Tres abuelas, dos hijas y un hijo padre de familia, y tres agentes institucionales vinculados con el Hogar Infantil Barrios del Norte del Municipio de Marsella en el Departamento de Risaralda. La población del Hogar Infantil corresponde a 82 familias que provienen, en su mayoría, del ámbito rural del Municipio, que se han desplazado a la cabecera municipal. Predominan las familias nucleares y extendidas. El nivel educativo de los agentes familiares participantes se distribuye entre primaria y predomina el bachillerato. Los agentes institucionales son profesionales en educación, derecho y psicología. Los agentes familiares corresponden a un nivel socioeconómico bajo. Se conformó la unidad de análisis mediante la modalidad intencional teniendo en cuenta, sobre todo, su participación tanto en los procesos de atención en el Hogar Infantil como en la investigación.
El diseño metodológico se desarrolló en los siguientes momentos:
Primer Momento. Centrado en la constitución y delimitación de las fuentes primarias: agentes familiares y agentes institucionales, fuentes secundarias, ficha Institucional.
Segundo Momento. Composición de relatos, discursos y testimonios de agentes familiares e institucionales. Se trabajaron mediante narrativas generacionales y entrevistas semi estructuradas.
Tercer momento. Interpretación de la información. Pretendió llegar a una descripción, relación-diferenciación y constitución de sentido desde las narrativas sobre prácticas de crianza, y el comprender vinculado al asunto que se expresa socio culturalmente y se materializa en aspectos relacionados con los elementos que analizan creencias, dichos, refranes y discursos actuantes.
HALLAZGOS Y DISCUSIÓN
Unido a lo anterior, y teniendo en cuenta los énfasis propuestos en las tramas y subtramas de las narrativas de las familias participantes, en este estudio se identificaron dos tendencias: 1) dimensión material, social e institucional y 2) la dimensión ética, afectiva y política, que sustentan la dimensión desde una perspectiva de la socialización política los procesos de crianza permitiendo interpretarlas en interrelación con los mundos material y simbólico, las esferas pública/ privada/ íntima, la construcción de biografías, la configuración de escenarios locales y espacios democráticos.
En las tramas y subtramas de las narrativas de las familias participantes se identificaron dos tendencias: 1) la dimensión material, social e institucional y 2) la dimensión ética, afectiva y política que sustentan desde una perspectiva de la socialización política los procesos de crianza dando paso a interpretarlas en interrelación con los mundos material y simbólico, las esferas pública/ privada/ íntima, la construcción de biografías, la configuración de escenarios locales y espacios democráticos. La sociedad mundializada penetra los espacios privados y públicos, la vida social se fragmenta en dimensiones separadas y se diferencian cada vez más los significados de la vida cotidiana.
En las prácticas discursivas relacionadas con la crianza se expresan sistemas de relaciones que indican la formación y continuidad de conductas pautadas e imaginarios sociales (interacción y comunicación) que conforman y marca la construcción de subjetividades mediante interacciones emocionales, afectivas, cognitivas, relacionales y ético-morales. La orientación religiosa de la primera generación fue reemplazada por el discurso sobre el desarrollo psicológico y por el contacto por parte de las madres, especialmente, con otros ambientes culturales, a su participación en talleres y cursos donde se trata el tema. Estos saberes determinan las reglas de juego que otorgan la autoridad de quién habla, desde el punto de vista moral y profesional, que inciden en las maneras de auto percibirse y ubicarse en las relaciones de crianza.
El carácter dinámico de la crianza está vinculado al sistema social imperante y sus características varían de una etapa histórica a otra. Las prácticas de crianza se relacionan con dos componentes: un nivel macro y un nivel micro. En el primero se considera que los cambios de las mismas van a la par con las transformaciones de las familias en un contexto histórico amplio, es decir, en calidad de institución social las contradicciones que se expresan a este nivel reflejan en gran medida las particularidades propias de la sociedad en una etapa histórica concreta de su desarrollo. Las prácticas de crianza en lo micro, por su parte, están afectadas por el tipo específico de relaciones familiares que se forman en el marco de un sistema social determinado, sin dejar de lado la correspondencia con sus propias regularidades internas.
La relación pobreza y conflicto desempeña un papel determinante sobre los distintos aspectos que componen las prácticas de crianza, la falta o la pérdida de empleo, la desconfianza que afecta el tejido de redes vecinales y comunitarias, la disminución en la calidad de vida, inciden negativamente en las prácticas de crianza asociadas obstaculizando relaciones y comportamientos que favorecen la construcción de lazos afectivos fuertes y de relaciones interpersonales justas, equitativas y democráticas fundamentales para la constitución de capital cultural que los habilita para afrontar de un mejor modo las adversas condiciones socioeconómicas.
Desde las narrativas familiares se sustenta que hoy en día no es posible concebir una idea del desarrollo que deje por fuera los presupuestos de la política en relación con los patrones que definen la identidad, la civilidad, la convivencia, la pluralidad, la inclusión y la justicia, pero también la desobediencia civil, elementos que desde la cultura política y la ciudadanía dan cuenta de la dimensión ética y moral de los miembros de una comunidad.
La categoría de capital político relacionado con la crianza se constituye en un catalizador para materializar procesos orientados a la redistribución de la riqueza social y el reconocimiento de las titularidades, que potencie la diversidad de las familias, minimice la discriminación desde la acción colectiva de las familias en pro de condiciones de vida digna, puesto que la crianza más allá de restringirse a los ámbitos de la vida doméstica se interrelaciona con las fisuras de la vida privada y los fenómenos de la vida pública.
CRIANZA DIMENSIÓN MATERIAL, SOCIAL E INSTITUCIONAL
Este grupo de familias vinculadas al Hogar Infantil son, en su mayoría, usuarias del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)2 regional Risaralda que, a diferencia de familias pertenecientes a grandes ciudades, conservan características de cultura rural según las fuentes de trabajo de algunos agentes familiares, con restricciones materiales y comerciales en comparación con otros de los municipios capitales. Las familias consultadas conservan raíces rurales en la primera generación, pero como se verá posteriormente, a pesar de su procedencia, transitan de la cultura rural a la urbana, según las condiciones materiales de existencia que han incidido en los cambios en sus hábitos y costumbres, como se muestrea en el siguiente relato:
Mi padre era una persona que se dedicaba las labores del campo una persona que con su ejemplo nos mostraba que era importante trabajar y cultivar la tierra pero no tenía tiempo para compartir con nosotros el simplemente llegaba en horas de la tarde y se dedicaba pues a otras actividades iba y jugaba futbol, no era una persona que tomara ni que permaneciera mucho tiempo por fuera de la casa, más bien estando escuchaba música pero poco tiempo para compartir en familia solamente el tiempo de ver televisión. (Germán Andrés Lazo, comunicación personal, 18 de febrero de 2019).
La fuente de ingresos gira alrededor de la agricultura, especialmente de la producción del plátano y café donde las nuevas generaciones están asumiendo la responsabilidad de toda la cadena productiva con la producción y comercialización de cafés especiales, evidenciando la tendencia hacia la venta de productos y servicios. El cuidado es brindado, particularmente, por la madre u otro familiar, toda vez que el padre no asume esta labor por diferentes razones, laborales y/o personales o debido a situaciones de tipo económico que los obliga a salir de casa y dejar sus hijos bajo el cuidado de sus esposas u otra persona. No obstante, en el sustento económico aportan madres, padres y/o acudientes, permitiendo que los niños y niñas puedan acceder a servicios como vestido, asistencia médica, alimentación, recreación, entre otros, necesarios para su desarrollo.
El tiempo compartido por los niños y niñas en sus hogares es al lado de la mamá, seguido en la escala por abuelos/as, padre y tíos, importantes apoyos a la hora del cuidado y crianza de los niños, en los horarios donde la mayoría de padres laboran, evidenciándose una participación activa por parte del grupo familiar, teniendo en cuenta que el 79,5 % de las madres tiene el cuidado y crianza permanente de su hijos comparado con el 4,8 % de los padres que realizan la misma función al salir del hogar infantil; lo que muestra una predominante responsabilidad de crianza y cuidado de las mujeres, seguido por los abuelos:
En la última década vemos en aumento como el rol de crianza de los niños está bajo la responsabilidad de los abuelos, ya que las jóvenes están siendo madres entre los 16 y 21 años, edades donde apenas están terminando el colegio, cursando sus estudios profesionales o incorporándose al campo laboral. Y los padres de estos niños no asumen sus deberes, solo se limitan a darle el apellido y ayuda económica en forma esporádica. Las prácticas de crianza de cada una de las familias de los niños y niñas que están matriculados en el hogar infantil salen a relucir en los comportamientos de los niños en el día a día que transitan por la institución.
Los niños que están con ambos padres y cuya relación es armoniosa son alegres, tranquilos, disciplinados, acatan las reglas y sus niveles de aprendizaje son óptimos; Por el contrario, los niños que conviven con ambos padres, pero ellos viven en conflicto, se observan pautas de crianza no consistentes y se les dificulta mucho acatar las normas, en su comportamiento muestran altos niveles de agresividad.
Las madres que laboran y viven solas con sus hijos, deben acudir a un cuidador externo, se enfrentan a situaciones muy complejas, ya que constantemente están cambiando de cuidadores, afectando a los niños en su estabilidad emocional.
En términos generales la mayoría de los cuidadores principales ya sean abuelos, madres y otros familiares solicitan en el espacio de escuela de padres abordar el tema de pautas de crianza, ya que no saben cómo actuar en muchas situaciones que se les presentan con sus hijos, pero son poco comprometidos en la asistencia a estos talleres. (Dora Luz López Morales, relatos agente institucional primera generación, 15 de marzo de 2019).
Para el caso de las narrativas de las familias consultadas, la madre aparece como referente simbólico en contraposición a la ausencia del padre, asimismo, junto con las abuelas son las principales figuras de crianza tanto desde el punto de vista afectivo como desde el punto de vista del apoyo económico. La madre se encarga de la crianza de los hijos, los padres asumen parcialmente esta responsabilidad, y se constituyen más en apoyo y colaboración en algunos casos. En otros casos se asigna esta responsabilidad al Hogar Infantil, de tal manera que la crianza y socialización de los hijos se desplaza de los cuidadores primarios: los padres, a los secundarios como los vecinos, las jardineras, los maestros.
La dimensión material-institucional hace referencia a las condiciones en que se desarrolla la crianza, esto es, a las relaciones con el contexto y las condiciones materiales, sociales y simbólicas de existencia. Es de especial relevancia para esta investigación identificar las dotaciones iniciales de las familias que les permiten acceder a bienes y servicios que la sociedad posee para el desarrollo de sus miembros. Desde esta dimensión se incluye la comprensión de las situaciones: educativa, económica, de relaciones, contactos sociales y personales, y el rol que juega en las expectativas, intereses, motivaciones y desarrollo de capacidades en el proceso de la crianza, expresos según Bourdieu (1979; 2000), en los capitales genético, económico, social y cultural que se constituyen en elementos de inclusión o de exclusión en la trayectoria social de las familias.
Así, es diferente el capital inicial de un niño/a que ha nacido en una familia con alto nivel educativo (alto nivel de capital cultural) y con contactos por la cantidad y calidad de las relaciones interfamiliares (alto nivel de capital social) de aquel hijo/a de una familia con bajo nivel educativo y pocas oportunidades para acceder a relaciones de poder; la dificultad se presenta cuando las oportunidades económicas, culturales y sociales para las familias no cumplen con los requisitos mínimos de una vida digna. Las libertades fundamentales, los derechos humanos, y dentro de estos los derechos de los niños y las niñas son los indicadores para detectar el alto riesgo en las familias, donde su cumplimiento son los mínimos que pueden orientar las acciones de justicia social en medio de la heterogeneidad familiar de políticas y programas destinadas a este grupo poblacional.
La crianza en contextos de pobreza se expresa en una indefensión frente a la trayectoria social que un individuo puede tener entre los diferentes espacios sociales. Cuando esta puede ser regresiva en las prácticas de crianza narradas sobresale la reproducción de la pobreza, el alto valor de supervivencia en las familias en todas las generaciones, afectando su bienestar, las proyecciones y las metas a futuro por parte de las mismas.
Igualmente, la situación de vulnerabilidad frente a la vida, a la libertad, a la seguridad personal, a la propiedad, a la igualdad de condiciones y oportunidades, la violación de los derechos no solo jurídicos, sino también, como explica Restrepo (1999), las violaciones que se han manifestado en las regulaciones y los derechos de tipo sociocultural denotan que dicha vulnerabilidad se presenta tanto en el interior como en el exterior de las familias y que, por tanto, son necesarios los cambios no solo material, sino también institucional y simbólicos en la misma relación interactuante del mundo social y del mundo familiar, por ello, el cumplimiento u obstaculización de los derechos al interior de la familia (salud, educación, trabajo, apoyo, social o comunitario, asociatividad, confianza) son elementos de interpretación para la comprensión del fenómeno de la crianza. En este sentido, las condiciones de crianza aparecen como una categoría que vincula los mundos íntimo/privado/público.
El bienestar frente al desarrollo plantea que este se encuentra en las habilidades para el logro de funcionamientos y capacidades para poder satisfacer los recursos (Sen, 2000). Se pasa del análisis de la situación o estado real al de las oportunidades a los funcionamientos y a la valoración de la calidad de vida en términos de capacidades y de condiciones de la persona, de lo que la persona obtiene de los bienes y su satisfacción o preferencia. Ello está asociado a la libertad que tiene la persona para elegir entre las diferentes formas de vida que valora.
Las relaciones con el mundo público, los relatos expresan como en las familias de primera generación, la parroquia es reconocida como espacio privilegiado de relaciones interpersonales orientadas por principios religiosos; en la segunda generación se percibe un fenómeno de soledad y aislamiento especialmente por parte de las madres, al respecto reconocen que el Hogar infantil, los programas de salud, cultura y del ICBF se constituyen como espacios de inclusión y socialización de las familias. En la tercera generación si bien se reconocen limitantes familiares frente a la proyección comunitaria, la interacción con diferentes agentes educativos y de otras instituciones configuran nuevas relaciones fuera del hogar que permiten compartir experiencias.
Asimismo, tanto para la primera como para la segunda generación se asocian los espacios de participación en las jornadas escolares: deportivas, culturales, artísticas, democráticas, como en espacios formativos y recreativos al mismo tiempo que los padres y las madres de familia se integran a este tipo de actividades que les permite reconocer elementos que a nivel familiar favorezcan las decisiones democráticas en las familias. Por otro lado, la formación ciudadana estaba asociada al cumplimiento de las normas de urbanidad en la crianza de algunas familias, tanto en la primera como en la segunda generación.
CRIANZA. DIMENSIÓN AFECTIVA, ÉTICA Y POLÍTICA
Las tramas y subtramas de crianza que narran los agentes familiares se diferencian de una generación a otra, empero, todas expresan en sus relatos, la crianza como una relación de aprendizaje de valores y construcción de normas. La crianza como espacio de aprendizaje aparece cargada de influencias de la época en que se vive: la transmisión de la cultura, la religión y la propia forma como fueron criados padres y madres, en la que se enfatiza la transmisión y el modelamiento de valores con la expectativa de pasar de una generación a otra, como aparece en las narrativas de la primera y la segunda generación.
[...] Frente a ese modelo de crianza y específicamente el instaurado es un modelo donde las demostraciones afectivas eran escasas no fue basado en la violencia no más aún, la corrección que se hizo desde la parte física fue poca específicamente la autoridad había sido delegada por mi mama y el contacto que teníamos con mi papa era muy poco y muy distante de manera afectiva recuerdo solamente que mi papa me haya pegado dos veces en la infancia y el trato con él era un poco distante no era como te mencionaba muy afectivo que digamos (Germán Andrés Lazo, narrativa segunda generación, psicólogo de Comisaria de Familia, 15 de Marzo de 2019).
Pues las pautas de crianza que tenían con nosotros, pues yo recuerdo uno en finca no se tiene que estar preocupando tanto, que estará haciendo que salió que lo piso un carro que esto que lo otro y entonces se despreocupan mucho por ese sentido y lo dejan a uno que uno se divierta que juegue con tierra, corra aquí, corra allá sin preocupaciones que estar haciendo como que es una vida tan libre tan chévere, así viví casi hasta que tuve quince o dieciséis años. (Yurany Giraldo, relato agente familiar primera generación, 21 de Noviembre de 2018).
Con el niño todo es muy diferente si me entiende el niño uno lo crio acá no es una ciudad, pero es un pueblo vive uno acá en el pueblo entonces ya digamos el niño no puede el espacio es muy reducido, el niño no puede salir a jugar si él juega aquí en el andén un momentico y ya, tiene que buscar uno las opciones de un parque llévaselo donde él pueda explorar a una finca, a él le encanta ir donde haiga pasto un espacio grande donde el niño se pueda divertir donde pueda jugar a donde uno no esté pendiente no se cayó o lo cogió esto que esto le paso dejarlo que sea libre que explore en cambio sí para uno dejarlo que explore que viva bien en cambio uno con los niños uno se cohíbe de tantas cosas. (Yurany Giraldo, relato agente familiar segunda generación, 21 de noviembre de 2018).
Y así empezaba el sermón, ya fuera de mi madre o padre, diciendo que debemos dar gracias a Dios por el alimento, que no dejáramos nada porque había muchos niños sin comida, que si no desayunábamos no íbamos a crecer ni aprenderíamos nada.
Después de comer jugábamos a las escondidas, la lleva, sortijita y otros. En muchas ocasiones mi padre participaba activamente, mi madre no porque se dedicaba a planchar la ropa de todos. A las 6-30 pm ya estaban las velas encendidas y era el llamado para rezar el rosario, el cual siempre lo encoraba mi madre con mucha devoción al cual todos debíamos comportarnos de la misma manera y el que no lo hiciera al final se ganaba un regaño o una pela con unos ramales, porque era una ofensa a Dios.(Dora Luz López Morales, relato agente institucional primera generación, 15 de Marzo de 2019).
Las prácticas de crianza mías fueron siempre de independencias. Pues yo hui de mi casa el hogar donde nací se disolvió siendo muy niño. Hoy que realizo con mi hija: brindo el cariño que desee el apoyo incondicional pues como usted sabe siempre he sido muy dedicado a mi hija (Carlos Agudelo, agente familiar segunda generación, 22 de noviembre de 2017).
En esta narrativa de segunda generación, respecto a las prácticas de crianza desarrolladas con su hija, que presentó retraso del desarrollo del lenguaje, según informe del 13 de noviembre de 2015, cuando la niña tenía tres años con once meses indica lo siguiente:
La niña ha estado acompañada y apoyada por su mama, su papa, sus abuelos , estimulándola haciendo terapia en casa , al pendiente de sus medicamentos , citas con especialistas y exámenes médicos , siempre animándola a que es capaz de hacer lo que se proponga , insistiendo a que se respete y respete a los demás , valorando sus logros enseñando a que en la vida no siempre es ganar , asumir lo que es perder y con tranquilidad se le habla de la responsabilidad de la importancia que esta tiene para que todo que en la vida emprenda siempre tenga éxito para todas las personas que me escuchen es una tarea ardua pero siempre con amor todo se logra. (Carlos Agudelo, agente familiar segunda generación, 22 de noviembre de 2017).
En los relatos de la primera generación se expresa el interés por transmitir valores de la cultura, la religión, y por reconocer y valorar las prácticas de crianza vividas en su infancia como importantes para los actuales padres.
La dimensión ético-afectiva y política sustenta la crianza entendida como una relación interhumana que se construye en un diálogo de historias que configura nuevas experiencias mutuas. En este sentido, y de acuerdo con Lorenzer (1973; 1986), en la relación díada niño(a)/objeto relacional primario, existe una relación comunicativa en la que el hijo/a deja de ser mero receptor y se constituye en agente simbólico que, en su transmisión de mensajes, afecta y retroalimenta la biografía del objeto relacional primario. Así, entre la biografía del agente primario de relación (el encargado del cuidado) y la manera en que el niño/a viene organizado/a biológicamente y se construye como sujeto, se establece un acto comunicativo de lo que es entregado por el agente y lo que es recibido por el hijo/a, pero, a su vez, lo que es entregado por el hijo/a también socializa y modifica la identidad del agente.
Esta dimensión se centra en develar la constitución de subjetividades simbólicas que permiten elaborar su propia narrativa en el mundo de la vida. La relación de crianza en interrelación con los afectos e identificaciones sobre sí mismo y sobre los otros se constituye en referente de una red significante o cultural (valores, leyes, símbolos, historia) que orientan los hábitos, creencias y formas de crianza. De esta manera, dicha dimensión explora las condiciones subjetivas en las relaciones interhumanas al interior de la crianza. Teniendo en cuenta que la crianza se constituye en relación con las creencias y expectativas frente al deseo de quien será el otro y quien es él como agente de crianza. Así, se construye una imagen o percepción sobre sí mismo y una percepción sobre el otro.
Frente a la construcción de normas y reglas, las narrativas expresan que los principales problemas que enfrentan las familias en la crianza de los hijos se relacionan con los problemas de comportamiento, en especial, la desobediencia y la rebeldía. Sobre esto, se puede decir que se ha venido generando y manifestando una actitud compensatoria y oscilante respecto a las formas de castigo que las primeras generaciones recibieron mediadas por la presencia de los medios de comunicación, la escuela de padres, las asesorías escolares como fuentes de información y formación para la crianza de los hijos y las hijas.
Los relatos de todas las generaciones manifiestan condiciones emocionales que afectan las relaciones interpersonales. Existe la preocupación de los agentes familiares frente a cómo educar a sus hijos, en general, se reitera la necesidad de saber cómo atender los principales problemas que enfrentan en la crianza y cómo saber manejar algunos comportamientos en la interacción con los hijos, frente a lo que algunas de las expresiones son: "esas cosas las aprende uno de la vida... cómo controlarme cuando tengo rabia con ellos, no me preocupo tanto por saber, sino por ser más tolerante".
De tal manera que los saberes que media la crianza en todas las generaciones están centrados en el interés por cambiar los patrones de crianza y buscar nuevos aprendizajes; en este sentido, se reconocen en las narrativas de la segunda generación relaciones más democráticas en el manejo de la autoridad, la comunicación, las demostraciones de afecto y la apertura a la participación en la toma de decisiones. Lo que lleva a pensar también la crianza como un proceso en el que se pone de manifiesto la vivencia de relaciones democráticas, caracterizada por el reconocimiento, la equidad y la participación de todos sus miembros.
De esta manera, la crianza se constituye en un sistema de relaciones morales y afectivas con gran potencial ético-político. Las narrativas de las familias participantes relatan un contenido valorativo en sus textos, sin embargo, enuncian valores predominantemente religiosos y por el respeto a los adultos (primera generación). Los relatos de las familias de la segunda generación expresan un valor teleológico, es decir, un deseo de que los/las hijos/as sean mejores seres humanos. También se observa en la primera y segunda generación la transmisión de valores basados en el respeto a la imagen de autoridad, al trabajo, a la obediencia, a la cooperación en tareas tanto intra como extrafamiliares, al considerarse como características y condiciones para ser una persona correcta. Esto da cuenta de una visión de familia como escenario de vida social para aprender a vivir en comunidad.
En este sentido, la crianza aparece como un recurso de humanización de las relaciones unida a una ética del cuidado y a una moral de la solidaridad. En ellas se exige justificar y elaborar criterios sobre cómo son correctas o incorrectas determinadas acciones con argumentaciones en favor de determinadas formas de organización en relación con el todo social.
Los sentimientos como los de agradecimiento, perdón, reconocimiento, solidaridad, etc., implican un sistema de relaciones interpersonales que dan cohesión a las organizaciones y al tejido social. Es en estos contextos de la vida diaria de la sociedad civil en los que se confrontan consensos y disensos, en los que se aprende a respetar a quien disiente, a reconocer sus puntos de vista, a comprender sus posiciones sin que sea necesario tener que compartirlas.
En esta tendencia se gesta la posibilidad de participación y acción comunicativa al interior de la crianza, invitando a repensar la ciudadanía como proyecto de democracia, y el lugar de la crianza en la sociedad moderna, un espacio que devela la rica variedad de distinciones entre las singularidades humanas en experiencias concretas. Estas experiencias iluminan la manera de pensar lo público integrando los afectos, intensiones y las emociones de los sujetos.
Al respecto, es importante resaltar que la construcción de lazos afectivos fuertes y de relaciones interpersonales justas, equitativas y democráticas al interior de la crianza se construye como capital cultural por parte de los integrantes que se expande a la relación con otros individuos y posibilita la construcción del nosotros, permite ampliar la perspectiva del mundo desde el sí mismo y pensarse como sujeto en relación. La aceptación de la democracia y de los derechos humanos supone reconocer que el otro, como ciudadano, tiene derechos y responsabilidades, elementos que inciden en el reconocimiento de la pluralidad y del respeto a la diferencia tanto en las interacciones en las esferas de la vida cotidiana como en ámbitos de la vida pública.
Las dimensiones políticas de la cultura vinculan la crianza con los contextos de actuación e inciden en la constitución de la capacidad de agencia de los sujetos para la toma de decisiones sobre asuntos que afectan su vida individual y colectiva en los ámbitos público y privado. Esta dimensión indaga sobre la red de relaciones sociales, la interpretación de los diferentes órdenes normativos, la personificación de valores culturales y subjetividades, los patrones de valor cultural, los juegos y relaciones de poder, y los agentes de socialización.
En consecuencia, la familia se ha constituido en el escenario privilegiado de la crianza, concebida desde la perspectiva de Bourdieu (1994) como una abstracción categorial o ficción nominal con mandato de cohesión y adhesión vital. La familia se constituye, además, en un referente simbólico e histórico para todos los individuos; ella no es por sí misma, por naturaleza o por esencia; para cumplir con su rol social de cohesión requiere de la construcción permanente de relaciones vinculantes. A pesar de su privilegio por pertenecer a la esfera de intimidad, esto no la hace inmune de las influencias en los mundos público/privado.
En consecuencia, las relaciones de crianza al interior de la familia se ven influenciadas y "controladas" por instituciones públicas y privadas que dictan de manera directa o indirecta las formas de cómo pensar, decir, hacer, sentir y relacionarse en la crianza. Así, por ejemplo, la esfera pública estatal regula las relaciones de crianza al interior de la familia por medio de las políticas sociales, de población, de salud reproductiva, planes educativos, vivienda, los mecanismos legales y jurídicos en defensa de los niños/as, la penalización del aborto o la regulación de la patria potestad.
Así mismo, las relaciones de crianza se regulan desde los biosaberes, los medios de consumo, dando lugar a una crianza cientifizada y en ocasiones mercantilizada, mediada por libros, revistas, folletos, reglamentos, instructivos y mercancías.
De otra parte, la modernización de las prácticas de crianza se ha conjugado con un modelo de subordinación con su premisa desarrollista. La proliferación de la experticia, de conocimientos técnicos y científicos alrededor de la crianza agenciados por organismos internacionales han determinado las formas "correctas" o "verdaderas" de crianza, situación que se devela como fuente de orientación o pauta para la crianza de los/las hijos/as, sin embargo, la apropiación de estos discursos, por parte de los implicados en la relación de crianza, de acuerdo con las narrativas consultadas, se constituye en saberes que en lugar de potenciar/dialogar los conocimientos culturales han subordinado los saberes construidos localmente, las expresiones de interacción, las sensibilidades, la lúdica y la afectación construida en la relación.
Lo anterior muestra cómo los modos de vida humana individuales y colectivos evolucionan hacia un progresivo cambio, no obstante, los enfoques de los teóricos de las políticas han petrificado, homogenizado y estandarizado la vida y las relaciones familiares, por lo tanto, hay un vacío en el reconocimiento y alcance frente a cualquier propuesta política social que tenga en cuenta que lo familiar y lo público se construyen en el entendimiento de la condición humana, cuya forma no se agota en la simple existencia ni en la estadística, sino más bien en la apuesta de relaciones ético-políticas y democráticas de los sujetos sociales que también son construidas desde las mismas prácticas de crianza.
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES
Las tramas y subtramas en las narrativas de crianza se diferencian de una generación a otra; no obstante, todas expresan en sus relatos, la crianza como una interacción de aprendizajes de valores y construcción de normas. La crianza como espacio de aprendizaje aparece cargada de influencias de la época en que se vive: la transmisión de la cultura, la religión y la propia forma como fueron criados padres y madres. Así mismo entre las generaciones jóvenes se evidencia una representación social favorable a tratar a las niñas y niños como sujetos derechos y el reconocimiento de sus capacidades favorables al desarrollo.
Las familias relatan expectativas frente a un ideal de familia donde haya respeto y formación con amor, se reconozcan los derechos y se enseñen responsabilidades en diálogos de historias que configuran nuevas experiencias mutuas.
La concepción del desarrollo humano como el proceso a través del cual se generan cambios que propenden por la cualificación y la construcción permanente de la subjetividad y la identidad del sujeto en interacción con el mundo simbólico, material y social, denota la necesidad de abordarlo desde diferentes paradigmas y análisis que trasciendan la homocronía y privilegien la heterocronía, lo que implica transitar de la historia de un sujeto aislado a uno con relaciones intersubjetivas contextualizadas en la vida cotidiana y en las percepciones que los seres humanos tienen del mundo y de ellos mismos en el mundo, incluyendo sus pensamientos, sentimientos, emociones que posibiliten desde las relaciones del día a día, el mejoramiento de las condiciones para su desarrollo y calidad de vida.
En los procesos de crianza las familias conservan el sentido en el mundo de lo íntimo como un espacio de los aprendizajes más emocionales, de producción de singularidades compartidas, de idiosincrasias y creencias. También como un espacio donde se aprende a vivenciar y construir lo público, como mundos paralelos en la vida de las familias. Esto desvirtúa la polarización o dicotomía frente a lo público y lo privado dentro de su dinámica interna, a partir del reconocimiento como espacio amplio para la legitimación de los derechos que se constituyen en el espacio cotidiano donde se recrea el sentido de ambas esferas.
Las prácticas de crianza, así mismo, se relacionan con dos componentes: uno macro y uno micro. En el primero se considera que los cambios van a la par con las transformaciones de las familias en un contexto histórico amplio, es decir, en calidad de institución social las contradicciones que se expresan en las familias reflejan en gran medida las particularidades propias de la sociedad en una etapa histórica concreta de su desarrollo. Las prácticas de crianza en lo micro están afectadas por el tipo específico de relaciones familiares que se forman en el marco de un sistema social determinado, sin dejar de lado la correspondencia con sus propias regularidades internas.
Este estudio identifica un modelo de subordinación que ha incidido en la crianza mostrando tensiones entre las prácticas desde las lógicas de los mundos premoderno, moderno y postmoderno, tales como: padres campesinos con prácticas tradicionales, creencias antiguas y mezcla de pautas modernas, como también el tránsito del contexto rural a la vida urbana entre la primera y segunda generación y un tránsito en los valores culturales familiares, que va del valor por la tierra al valor por el mercado.
La relación pobreza y conflicto juega un papel determinante sobre los distintos aspectos que componen las prácticas de crianza. La falta o la pérdida de empleo, la desconfianza que afecta el tejido de redes vecinales y comunitarias, la disminución en la calidad de vida, inciden negativamente en las prácticas de crianza que limitan u obstaculizan comportamientos que favorecen la construcción de lazos afectivos fuertes y de relaciones interpersonales justas, equitativas y democráticas fundamentales para la constitución de capital cultural que las habilita para afrontar de un mejor modo las adversas condiciones socioeconómicas.
Finalmente, este estudio propone ampliar la categoría de crianza en su relación con la necesidad de fortalecimiento de la agencia política que se expresa en el ejercicio de la capacidad de gozar de sus propios derechos. Esta categoría, propuesta desde las narrativas familiares, sustenta que hoy en día no es posible concebir una idea del desarrollo que deje por fuera los presupuestos de la política en relación con los patrones que definen la identidad, la civilidad, la convivencia, la pluralidad, la inclusión y la justicia, pero también la desobediencia civil, elementos que desde la cultura política y la ciudadanía dan cuenta de la dimensión ética y moral de los miembros de una comunidad. Asimismo, es importante reconocer a las familias desde sus prácticas y saberes como primera fuente de experiencia para los niños y niñas. Por tanto, es imperativo que las familias sean tenidas en cuenta en su capacidad de agentes desde su experiencia y conocimiento en el diseño, ejecución y monitoreo de los procesos de formación, participación, de discusión de sus prácticas en escuelas de padres y en la construcción de políticas públicas.
La categoría de capital político relacionado con la crianza se constituye en una mediación para materializar procesos de agencia familiar que les permita la inclusión y el reconocimiento de las titularidades, que potencie la diversidad, minimice la discriminación en el que todos ganan; desde la acción colectiva de las familias en pro de condiciones de vida digna, puesto que la crianza más allá de restringirse a los ámbitos de la vida doméstica, se interrelaciona con las fisuras de la vida privada y los fenómenos de la vida pública.