Introducción
Entender que el desarrollo económico se configura en un espacio sociocultural, medioambiental, político y económico que marca la historia de la humanidad (Polania, 2021) permite comprender que la realidad de cada grupo social comprende ventajas y desventajas en su proceso de desarrollo humano.
Diversos estudios a nivel mundial identifican que hay una relación entre el género y la facilidad de inclusión financiera, ocupacional-laboral, educativa, social y política; Bianco, Lombre y Bolis, (2017) plantean que las relaciones desiguales (que son muy machistas en las estructuras sociales latinoamericanas) no son extrañas en Colombia o Cundinamarca.
Por otro lado, García (2022) señala que en varios escenarios sociales se desconoce que el emprendimiento femenino es una herramienta para el desarrollo social y “un motor de crecimiento y progreso económico” (pág. 20). Por ello, es fundamental atender de manera transversal el cambio de normas desde diferentes ámbitos y contemplar alianzas con el sector público (gobierno) y privado (empresa y académica) y la sociedad civil (Roa, 2021).
Mujer y participación política
Ocupar cargos de poder, tener influencia en temas sociales, económicos y políticos se ha convertido en una necesidad para las mujeres, pues es una forma de impregnar de justicia de género los territorios. Esencialmente se habla de aplicar los principios de igualdad y subyacentemente el enfoque diferencial dentro de las poblaciones; es decir, propender por un trato igualitario entre los diversos géneros que existen, accediendo a la justicia social y reconociendo que históricamente se ha menoscabado a las mujeres en las distintas esferas de funcionamiento social (Pérez, Avellaneda & Bossio, 2022).
Para lograr estos objetivos, la paridad de género es imperativa; por ello, la Ley 1475 del 14 de julio del 2011 en Colombia adopta reglas para que los partidos y movimientos políticos estructuren sus listas al Senado y Cámara de Representantes por lo menos con un 30 % de representación femenina. A esto se suman las labores desarrolladas por los diferentes gobiernos y las iniciativas de cada territorio para garantizar el libre desarrollo humano de las mujeres y su rol político dentro de la construcción y transformación de las sociedades.
Para el caso de Cundinamarca, por ejemplo, la Gobernación de Cundinamarca ha implementado diferentes espacios de participación para las mujeres cundinamarquesas con el objetivo de implementar, monitorear y evaluar una política que propicie la correlación de los entes y el cambio de los paradigmas que minimizan los derechos de las mujeres (Miranda, 2022).
De acuerdo con cifras del DANE (2020), Cundinamarca es un departamento con 2 887 005 habitantes, de los cuales el 50 % son mujeres (1 449 208). En ese sentido, es prioritario promover la participación de este grupo poblacional en la creación de políticas públicas y agendas legislativas con enfoque de género. Entre las acciones lideradas por el departamento, se destacan la emisión de La política pública de mujer, equidad de género e igualdad de oportunidades en el año 2011, así como la postulación y participación de las mujeres cundinamarquesas para representar al departamento en la Cámara de Representantes en la contienda electoral del año 2022. A pesar de que Cundinamarca no está entre los territorios con mayor cantidad de candidatas mujeres, su participación aumentó el 1,45 % con respecto a las elecciones del año 2018, teniendo en cuenta que Cundinamarca se encuentra dentro del listado de departamentos que debe cumplir con cuota de paridad (Sisma Mujer, 2022).
De igual forma, es necesario precisar que los programas y políticas del gobierno se enfocan exclusivamente en acciones de capacitación de mujeres vulneradas por la violencia, y que existen otro tipo de vulneraciones, como el de no lograr ingresos producto de un empleo y que deban recurrir a la informalidad (Varela et al., 2020).
Mujer, empleabilidad y emprendimiento
Monroy (2017)asegura que la mayoría de las mujeres violentadas tienen bajo nivel de escolaridad o no tienen una experiencia laboral mínima para optar por un puesto de trabajo bien remunerado. Normalmente, muchas de ellas se han dedicado a las labores del hogar y otras no terminaron sus estudios de educación básica; de esta forma, se trata de una medida inoperante. El Estado olvida que el mismo machismo y la asignación de roles -“ser una buena madre”, “ser una buena esposa”- funcionan como mecanismos para que el mercado laboral rechace a las mujeres o para inhabilitarlas después de un tiempo de inactividad.
Por otro lado, Roa (2021) refiere que cuando las mujeres participan en el mercado laboral formal, hay una brecha salarial que favorece a los hombres. En consecuencia, las mujeres se ocupan en sectores de menor productividad y menores ingresos, lo cual se traduce en una falta de autonomía económica y financiera, así como en desigualdades económicas y pobreza por la falta de oportunidades.
La brecha de género a nivel laboral y salarial es impactada por factores como la segregación ocupacional, la discriminación, la penalización de la maternidad, el acceso limitado a la educación, entre muchos otros. Las mujeres conforman un segmento poblacional altamente vulnerable (Reshi y Sudha, 2023).
Vanegas et al. (2020) describe que: “(…) existe una relación directa entre el nivel de educación de las mujeres y sus habilidades financieras” (p. 6), mientras que Sevilla (2021) reconoce que “las cargas y responsabilidades familiares siguen actuando como un obstáculo a una incorporación plena de la mujer en el mercado laboral, por ser las principales cuidadoras de la familia.” (p. 74). Puntualmente las mujeres no cuentan con las mismas oportunidades para ingresar en estos espacios de desarrollo social, económico y humano (Flores et al., 2021).
Ante estas problemáticas laborales, el emprendimiento se convierte en una opción para equilibrar las diferentes responsabilidades de las mujeres como madres, esposas, hijas, profesionales, etc. Con relación a esto, Polania (2021) menciona:
El empoderamiento económico y empresarial se convierte en un elemento vital para hablar en términos reales de equidad e igualdad en el acceso a las oportunidades y de la misma manera contribuir a la transformación social en un marco de desarrollo social sostenible y con una clara línea de inclusión. (p. 15)
En las últimas décadas, el empoderamiento de las mujeres se ha reflejado en todos los aspectos de la sociedad. Las mujeres luchan hoy en día por ser autosuficientes, responsables y tener posibilidades para impulsar el desarrollo de su hogar, superarse a sí mismas y, por ende, ser miembros activos de la sociedad y la economía (Ferla, Rodríguez & Gutiérrez, 2020). No obstante, el deseo y la necesidad no son suficientes para impulsar carreras empresariales y constituir emprendimientos. A decir verdad, las mujeres perciben enormes obstáculos a nivel normativo: existen presiones, oposiciones y desafíos para llegar a ser emprendedoras. Se trata de algo así como un campo de batalla para contemplar su espíritu empresarial como una carrera profesional (Karim et al., 2023).
Para el caso colombiano, el porcentaje de participación femenina en el sector empresarial ha ido incrementando paulatinamente con el paso de los años (GEM, 2021). García (2022) realizó un estudio para evaluar y jerarquizar las barreras del emprendimiento femenino en Colombia, e identificó que existen dos subgrupos: las emprendedoras de oportunidad y las emprendedoras de necesidad.
Arenius y Minniti (2005) señalan que un factor que impacta positivamente el inicio de un nuevo negocio (emprendimiento) es la educación; sugieren que la probabilidad de que una persona llegue a ser un empresario naciente aumenta a medida que las personas tienen niveles de educación más altos. Esta investigación, así como la de Davidsson y Honig (2003) y la de Kolstad y Wiig (2015), es referente para economías emergentes como la colombiana, pues precisan la importancia de desarrollar políticas y articular procesos con otros actores de la sociedad que contribuyan a incrementar la educación superior de las mujeres.
Darnihamedani y Terjesen (2022) identificaron que las ambiciones de crecimiento de las emprendedoras (entrepreneurs) son mayores en países con regulaciones más eficientes, particularmente en aquellos caracterizados por tener menos restricciones en la legislación laboral y mayores libertades monetarias.
Estos resultados respaldan la siguiente conclusión: la eficiencia de las regulaciones gubernamentales a nivel macro influye en las ambiciones de crecimiento de los emprendimientos a nivel micro, tanto en el caso de hombres como en el de mujeres. Si bien las regulaciones comerciales (por ejemplo, iniciar, obtener permisos, cerrar un negocio) impiden la entrada de emprendedores menos ambiciosos, las regulaciones laborales y monetarias estrictas e ineficientes reducen las ambiciones de crecimiento de los emprendedores (Darnihamedani & Terjesen, 2022).
Cabe destacar que el reporte Women’s Entrepreneurship Report Thriving Through Crisis to Opportunity (2021) señala que para el caso colombiano a la población de 18 a 64 años que tiene emprendimientos nacientes o es propietario-gerente de un nuevo negocio. En el reporte se muestra que el 14,1 % de actividad empresarial en etapa inicial corresponde a mujeres, mientras que los hombres ocupan un 17,4 %. Evidentemente, en esa desigualdad se ven reflejadas los múltiples obstáculos educativos, ocupacionales, familiares y financieros que pueden afrontar las mujeres. Aquellas mujeres que logran emprender necesitan impulsar sus negocios desde las habilidades del pensamiento, las habilidades comerciales y las herramientas que brinden los gobiernos (Gadzali et al., 2023).
Finalmente, y de acuerdo con la consultora McKinsey Global Institute (2019), las perspectivas de cambio en el mercado laboral tendrán un profundo impacto en hombres y mujeres. Millones de trabajadores de ambos sexos deberán ser flexibles, reinventarse y volver a capacitarse. Las mujeres, por su parte, se enfrentan a una realidad difícil: las viejas barreras ahora se superpondrán a nuevos desafíos, a medida que se preparan para la transición entre ocupaciones y sectores y para llegar a niveles profesionales más altos y a adquirir nuevas habilidades. Una perspectiva tal necesita de acciones concertadas de los líderes de los sectores privado, público y social para implementar medidas que permitan a las mujeres adquirir las habilidades tecnológicas, de movilidad y de flexibilidad que exige el futuro del trabajo.
Metodología
Datos
Los datos cuantitativos de este trabajo investigativo fueron obtenidos a partir de la encuesta piloto para la puesta en marcha del Observatorio de Mujer y Equidad de Género de la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género de la Gobernación de Cundinamarca. La encuesta fue realizada en el año 2021 por la Universidad de Cundinamarca. Adicionalmente se incluyen datos secundarios de fuentes formales nacionales (como el DANE) e internacionales (como Global Entrepreneurship Monitor (GEM)).
Tipo, alcance y diseño de la investigación
Se desarrolló una investigación mixta, de tipo exploratoria y descriptiva transversal. El alcance de los resultados tiene un enfoque local (departamento de Cundinamarca, Colombia); no obstante, a su vez, se contemplan perspectivas internacionales para nutrir la interpretación de los resultados.
Procedimiento
En primer lugar, se realizó una revisión documental con el objetivo de realizar una exploración de las perspectivas locales e internacionales frente al tema abordado. Posteriormente se analizaron los datos cuantitativos reportados en la encuesta piloto para la puesta en marcha del observatorio de mujer y equidad de género (2021) en el software estadístico de IBM SPSS (Statistical Package for the Social Sciences).
Descripción del análisis de datos
Los datos cuantitativos fueron tabulados y posteriormente procesados y analizados en el software SPSS. Se ejecutaron operaciones de estadística descriptiva (frecuencias) para entender las características demográficas de la población analizada (mujeres de Cundinamarca), adicionalmente, se realizaron algunos cruces de variables para entender las relaciones entre ellas.
Resultados
Para entender las realidades de la participación política y económica de la mujer en Cundinamarca, se analizaron los resultados de la encuesta piloto, realizada en el año 2021 por la Universidad de Cundinamarca. esta presentaba un total de 2003 respondientes de diferente sexo y género. Sin embargo, la información fue filtrada por dos razones:
Al revisar la representatividad estadística de los respondientes por sexo, se identificó que el 97.25 % eran mujeres y el 2.75 % hombres; estas cifras evidenciaron una baja participación de los hombres, por lo que se eliminaron las respuestas de este grupo poblacional debido a su baja representatividad estadística para el objeto de análisis del presente artículo.
Tras esta depuración, quedaron 1948 registros, de los cuales, el 99.28 % se identificó con el género femenino y el 0.72 % restante con “otro género” (masculino, transgénero o ninguno). Debido a la baja representatividad estadística de “otros géneros”, también se eliminan estos datos, con el objetivo de emitir conclusiones y reflexiones más precisas.
Finalmente, el total de respuestas analizadas corresponden a 1934 personas, mujeres que se identifican con el género femenino. Teniendo en cuenta que esta reflexión busca aportar a la comprensión de la participación política y económica de la mujer, se precisó analizar la situación particular de dicha población, sin desconocer que es recomendable realizar este tipo de análisis con otros enfoques de género para poblaciones diversas y construir espacios inclusivos en la política departamental.
Con el objetivo de entender mejor la población encuestada, se procesaron algunos datos sociodemográficos de las 1934 mujeres, de los cuales se resalta:
En cuanto a la orientación sexual, el 91 % de las mujeres se identifica como heterosexual, mientras que el 3 % como bisexual, otro 3 % prefiere no responder, el 2 % se identifica como homosexual y el 0.3 % como asexual.
Con relación a la edad, el 10.65 % tiene de 14 a 17 años; el 36.87 % entre 18 a 30 años; el 43.38 % entre 31 a 59 años; y el 9.10 % es mayor de 60 años. El grupo etario de mayor representación en los resultados son adultas entre 31 a 59 años, seguido de adultas jóvenes entre 18 a 30 años; estas edades permiten concluir que se trata de mujeres habilitadas legalmente para laborar y para acceder a cargos de elección popular.
Respecto al estado civil, el 43.38 % reportó estar soltera; el 28.54 %, en unión libre; el 15.93 %, casadas; el 5.64 %, separadas; el 5.48 %, viudas; y el 1.03 %, divorciadas.
En cuanto al lugar de residencia, el 79.32 % señala vivir en el perímetro urbano, mientras que el 20.68 % lo hace en zona rural.
En lo que se respecta al estrato socioeconómico, el 22.13 % vive en estrato 1; el 53.88 % en estrato 2; el 21.72 % en estrato 3; y el 2.28 % restante en los estratos 4, 5 y 6. También se comprobó que la mayoría de encuestadas habita viviendas o predios de estrato bajo-bajo a medio-bajo.
Los municipios de residencia con mayor participación de encuestadas fueron Ubaté (6.93 %), Guaduas (5.84 %), Girardot (5.22 %), Fusagasugá (5.17 %), Pacho (4.91 %). Estos cinco municipios representan el 28.08 % de las respuestas.
Con relación al último nivel de escolaridad de las encuestadas (en orden descendente), cabe destacar que el 59 % de estas mujeres (tabla 1) no tiene formación en educación superior postsecundaria ni educación superior terciaria (según clasificación internacional de la educación de la Unesco 2011). Esta es una cifra significativamente alta y preocupante; como se citó previamente, diversas investigaciones han demostrado que el nivel de escolaridad limita e impacta el acceso a participación política, empleo y emprendimiento.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de encuesta piloto para la puesta en marcha del Observatorio de Mujer y Equidad de Género, de la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género de la Gobernación de Cundinamarca (2021).
Tan sólo el 22,85 % de las encuestadas tiene estudios técnicos/ tecnológicos, el 16,29 % tiene estudios universitarios y un 1,86 % tiene estudios de posgrado.
En último lugar, y en lo que respecta a la ocupación de las encuestadas (tabla 2), el 32 % son empleadas, el 17 % son independientes (emprendedoras), el 16 % son estudiantes, el 15 % se dedica a las labores del hogar, el 8 % están desempleadas y el 6 % trabaja informalmente. Teniendo en cuenta este panorama, es válido cuestionarse sobre el nivel educativo de las mujeres de Cundinamarca, las condiciones laborales y las ocupaciones de este grupo. Esta población no sólo es más vulnerable que otras, sino que también se enfrenta a dos obstáculos particulares para vincularse a la vida pública, a los espacios políticos, a nuevas oportunidades laborales o al emprendimiento: el bajo nivel de escolaridad y la ocupación dentro de la esfera privada del hogar.
Nota. Las encuestadas tenían la opción de dar respuesta múltiple a esta pregunta, de acuerdo con las opciones que considerara pertinente a su realidad.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de encuesta piloto para la puesta en marcha del Observatorio de Mujer y Equidad de Género, de la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género de la Gobernación de Cundinamarca (2021).
Adicional a las características demográficas descritas previamente, se realizaron cruces de variables cualitativas en el software SPSS, con el objetivo de entender mejor las relaciones entre las variables. Además, a partir de los resultados, se podrían construir las reflexiones.
A estos cruces se les aplicó la prueba de chi-cuadrado, una prueba no paramétrica que permite estimar la existencia o no de asociación entre dos variables. Para todos los casos, se garantizó que el resultado de esta prueba fuera < 0.05 para establecer la asociación. Adicionalmente se garantizó el cumplimiento de los supuestos que al menos el 80 % de las frecuencias esperadas sea mayor que 5.
Para el caso del nivel de escolaridad vs la percepción de importancia del trabajo de las líderes sociales para la democracia colombiana, de las mujeres que sí consideran importante la labor de las líderes sociales mujeres, el 56.8 % no tiene ningún tipo de educación postsecundaria y/o educación superior, mientras que, el 43.20 % restante sí tienen algún tipo educación superior. Las cifras son considerablemente diferentes para las mujeres que no consideran importante las labores de las líderes sociales mujeres: de estas, el 76 % no tiene ningún tipo de educación superior, mientras el 24 % restante sí cuenta con algún tipo de formación (Ver tabla 3).
Fuente: elaboración propia a partir de datos de encuesta piloto para la puesta en marcha del Observatorio de Mujer y Equidad de Género, de la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género de la Gobernación de Cundinamarca (2021).
Para el caso del nivel de escolaridad vs la percepción de importancia de la participación de las mujeres en los grupos, organizaciones o instancias decisorias en el lugar donde vive, del total de mujeres que no consideran importante esta participación femenina, el 75 % corresponde a mujeres sin ningún tipo de educación postsecundario y/o superior (Ver tabla 4).
Fuente: elaboración propia a partir de datos de encuesta piloto para la puesta en marcha del Observatorio de Mujer y Equidad de Género, de la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género de la Gobernación de Cundinamarca (2021).
En definitiva, la mayor parte de los estudios e investigaciones consultadas apuntan a que la mujer emprendedora se enfrenta a dos situaciones que la limitan en su faceta como emprendedora:
Su rol de cuidadoras y el trabajo no remunerado que se ha desplazado hacia la perspectiva del cuidado como elemento indispensable para garantizar la reproducción social y el bienestar de las personas, lo cual, recae principalmente sobre las mujeres (García, 2019). Para el contexto de Cundinamarca, un 15 % de la población encuestada se ocupa en labores del hogar no remuneradas.
Su bajo nivel académico, según cifras de Global Entrepreneurship Monitor (Martínez, et al, 2023), de 2018 a 2022 se evidencia una disparidad en el porcentaje de hombre y mujeres en Colombia que afirmaron tener el conocimiento, las habilidades y la experiencia requeridos para crear un negocio o empresa, pues para el último año (2022) el 71.5% de los hombres afirmaron tener las capacidades para la creación de empresa, mientras que el mismo dato en el caso de las mujeres corresponde al 62.1%, una diferencia aproximada de 10 puntos porcentuales. Para el contexto de Cundinamarca, el 59 % de las encuestadas señalan no tener ningún tipo de educación superior, mientras que el 22.85 % tiene una técnica/tecnología, el 16.29 % tiene un pregrado y solo el 1.86 % tiene un posgrado. Fuentelsaz et al. (2015)precisan que un mayor desarrollo de las instituciones formales impacta positivamente tanto el emprendimiento de oportunidad como su presencia relativa. Un resultado de especial interés se deriva de la influencia del capital educativo. Mientras que una educación superior impacta positivamente el emprendimiento por oportunidad y su presencia relativa, su efecto sobre el emprendimiento por necesidad es todo lo contrario. En resumen, una fuerza laboral mejor capacitada tiene mejores oportunidades en el mercado laboral y los empresarios sólo crean una nueva empresa si detectan una oportunidad de mercado prometedora.
Falta de inclusión e igualdad financiera, una serie de elementos que tienen que ver con la oferta y la demanda de productos financieros y que se relacionan con posibilidades de acceso, de uso, de calidad y de impacto. Se trata de un tema significativo para hablar de independencia y de empoderamiento económico de la mujer como una estrategia para conseguir el progreso personal y familiar (Polania, 2021) (tabla 5).
*Los porcentajes y los totales se basan en los encuestados. *La pregunta sobre “ocupación de las encuestadas”, tiene múltiple respuesta. La pregunta sobre “nivel de escolaridad de las encuestadas” tiene única respuesta.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de encuesta piloto para la puesta en marcha del Observatorio de Mujer y Equidad de Género, de la Secretaría de la Mujer y Equidad de Género de la Gobernación de Cundinamarca (2021).
Discusión y conclusiones
A partir de la bibliografía consultada y el análisis de los datos, es posible percibir alarmas y retos para la cuádruple hélice en lo relacionado con el aumento, el fortalecimiento y la consolidación de la participación de la mujer de Cundinamarca en la esfera pública -sobre todo en lo que respecta a empleo y emprendimiento-. Cada uno de estos actores, desde su quehacer vocacional, puede impactar y articular estrategias para lograr transformar las realidades de este grupo poblacional. Los líderes de los sectores privado, público y social tienen la capacidad de dar forma al futuro del trabajo y la inclusión de las mujeres en él, y deben hacerlo para habilitar las oportunidades de las mujeres y beneficiarlas, así como a las economías en su conjunto (McKinsey Global Institute, 2019).
El gobierno departamental se enfrenta a la búsqueda de nuevas alternativas para orientar su política pública enfocada en la mujer, la equidad de género y la igualdad de oportunidades en el año 2011 con estrategias para:
Abordar problemáticas transversales de economía del cuidado, el trabajo no remunerado y la sobrecarga que puede representar en algunos contextos. Sumir a las mujeres en las estrictas funciones de esposa, madre cuidadora, profesional, activista y agente social sobresatura su desarrollo humano. Todas estas normas sobre la división de roles económicos refuerzan enormemente la brecha de género en la inclusión financiera, en especial las relacionadas con las barreras de accesibilidad económica y elegibilidad (Roa, 2021).
Por otra parte, a nivel político es necesario estructurar políticas públicas que incorporen la perspectiva de género como tema central en las líneas de financiamiento, de manera tal que se brinden garantías de acceso, equidad y educación financiera para las mujeres (Polania, 2021). Así mismo lo describen Reshi y Sudha (2023) al decir que el gobierno debe hacer frente a leyes y políticas discriminatorias y generar unas que puedan promover la igualdad en el acceso a la educación y la formación; esta será la mejor herramienta para desafiar las normas sociales y culturales que limitan el desarrollo humano, económico, académico y político de las mujeres. Dentro de este orden de ideas, es necesario que se gesten políticas gubernamentales que se articulen con el sector financiero para generar proyectos con enfoque de género que les permitan a las mujeres acceder y hacer uso de beneficios al momento de emprender. Garantizar el acceso de las mujeres, no sólo en su condición individual, sino también como empresarias, a servicios y productos financieros sin que se reproduzcan sesgos de género en lo referente a evaluación de riesgo, historial crediticio, avales y garantías y tasas de interés (CEPAL, 2021).
Visualizar a las mujeres como lo define Perilla Ruíz et al. (2022): “(…) individuos activos de emprendimiento y como sujetos políticos, autónomos” (p. 21) para lograr desvincularlas de la vida privada y concebirlas en espacios públicos.
Las instituciones educativas y la academia juegan un papel importante, pues como lo plantean Darnihamedani y Terjesen (2022), proporciona una base para comprender cómo la interacción de las instituciones formales e informales crea un entorno, incluso en países con instituciones de alta calidad, que no ayuda (o brinda muy poca ayuda) para cerrar la brecha de género en el emprendimiento. Por ello, a partir de sus argumentos y hallazgos, señalan la importancia de generar más investigaciones sobre los vínculos entre las instituciones formales, las políticas empresariales, las instituciones informales y las decisiones empresariales y el comportamiento de mujeres y hombres.
Así lo comparten Forero y Duran (2019) al referirse a la investigación científica en estas cuestiones, investigación todavía con vacíos en el trabajo que debe hacerse desde la academia, de tal manera que permee la brecha de género que aún es evidente en el mundo.
Comparativamente, García (2022) reseña: “La educación es la base fundamental para el desarrollo de la sociedad, moldeando así también el sistema emprendedor impactado no solo las capacidades técnicas, sino también las percepciones y actitudes de los emprendedores” (p.5). Por lo tanto, el reto para la academia es generar espacios de dialogo, de cocreación, de investigación, de estudio, de creatividad y de vinculación con otros stakeholders para encontrar más y mejores formas de vincular a la mujer en la esfera pública.
Puntualmente, la educación superior impartida en instituciones educativas se enfrenta en sentido relevante a diseñar cátedras y estrategias de desarrollo de habilidades, de manera que se pueda dotar a las mujeres de herramientas de formación que les permitan adaptarse a los cambios y transitar a empleos con mejores condiciones laborales (Vaca, 2019).
La sociedad civil se encuentra en un momento histórico para reevaluar y repensar todas aquellas construcciones sociales que estereotipan y encajan a la mujer en cierto rol. Tal cual lo reflexiona Ramírez et al. (2019) cuando concluye que la cultura que hasta ahora mantenemos y los roles que la misma asigna al sexo pueden volverse serias limitantes al crecimiento intelectual o profesional de la mujer, pues se traducen en deserción escolar y en la elección limitada de profesiones. Se hace imperioso que se cambie la percepción de la realidad de género para moldear la realidad acorde a los cambios que desean1 2.