Introducción
El coronavirus 2019 (COVID-2019) o «severe acute respiratory syndrome coronavirus 2» (SARS-CoV-2) fue identificado por primera vez en la Academia de Ingeniería de China por el doctor Dr. Jianguo Xu, quien dirigió un equipo científico que anunció el nuevo tipo coronavirus. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo nombró provisionalmente como el nuevo coronavirus 2019 (2019-nCoV ) y lo reconocieron como el causante del brote epidemiológico en China en diciembre de 20191.
En cuanto a la caracterización de los efectos y el tipo de población infectada, esta enfermedad afecta a todos los grupos etarios, incluidos los niños, y la mayoría de las infecciones son leves y se presentan como una enfermedad similar a la gripe. En la infección pulmonar por COVID-19 se han descrito, como principales síntomas, el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) con fiebre (98%), tos (76%) y mialgia y fatiga (18% cada una),2 con leucopenia (25%) y linfopenia (63%); la infección de las vías respiratorias superiores con rinorrea y la tos productiva son poco frecuentes, excepto en niños. Alrededor del 16 al 20% de los casos se han clasificado como graves o críticos3.
Sin embargo, dado el corto tiempo en que se ha desarrollado esta pandemia, la información que se tiene acerca del impacto de la infección por COVID-2019 en otros órganos no es la suficiente; no obstante, lo anteriormente es válido para entender los mecanismos por los cuales el virus puede estar asociado a mal pronóstico en pacientes con insuficiencia renal4.
Aunque estudios previos5,6 han informado que la ACE2 (Angiotensin-converting enzyme 2) es el receptor del SARS-CoV-2 y que ella se expresa principalmente en túbulos proximales y glomérulos con la función de síntesis de angiotensina inactiva7, poco se ha descrito sobre cuáles son los efectos de infección en el tejido renal, y menos en cuanto al impacto que esto tiene en pacientes con enfermedad renal.
Por el amplio rango de afectación, la implementación de pedagogía que permita a las personas tomar las medidas de autocuidado y de higiene son muy importantes para detener la propagación de la pandemia por COVID-198.
No obstante, es poco discutido y tiene relación conceptual no muy clara9,10, el impacto que tiene la educación en ciencias biológicas en el autocuidado de los pacientes con enfermedad renal, en las medidas de higiene tomadas en un contexto de epidemia, en el comportamiento de las personas con respecto a las zoonosis y las demás enfermedades emergentes que resultan de las aplicaciones agrarias.
Es por eso que el presente trabajo pretende describir la asociación entre la educación en ciencia biológica y los pacientes con enfermedad renal en un contexto de epidemia por COVID-19.
Metodología
Fue realizada una búsqueda en las bases de datos PubMed y Web of Science; además fue usado el motor de búsqueda bibliográfico Google Scholar. Los términos buscados fueron S ARS -Co V-2, COVID-19, COVID-19 in kidney disease, biological science education y self-care.
La biología de la COVID-19
La nueva enfermedad por coronavirus (COVID-19) es contagiosa y ha sido recientemente descubierta; es causada por el virus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), coronavirus (CoV)-2.
Similar al caso de SARS-CoV y MERS-CoV11, el murciélago sigue siendo una especie de origen probable para el nuevo coronavirus 2019 (SARS-CoV-2) porque el SARS-CoV-2 comparte el 96% de identidad del genoma completo con un Bat CoV, BatCoV RaTG13, de Rhinolophus affinis de la provincia de Yunnan12.
Sin embargo, el SARS-CoV y el MERS-CoV generalmente pasan a huéspedes intermedios, como civetas o camellos, antes de saltar a los humanos13. Este hecho indica que el SARS-CoV-2 probablemente fue transmitido a los humanos por otros animales. Teniendo en cuenta que el primer paciente con enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) no informó exposición en el mercado de mariscos2, es vital encontrar el huésped intermedio SARS-CoV-2 para bloquear la transmisión interespecies.
El 24 de octubre de 2019, Liu y sus colegas del Centro de Rescate de Vida Silvestre de Guangdong, China14, detectaron por primera vez la existencia de un COVID-19 similar al SARS-CoV a partir de muestras de pulmón de dos pangolines malayos muertos con un líquido espumoso en sus pulmones y fibrosis pulmonar, y este hecho se descubrió cerca de donde ocurrieron los brotes de COVID-19. Utilizando sus resultados publicados de la secuenciación, han mostrado que el virus aislado a partir de dos muestras de pulmón exhibió identidades, que van desde 80,24 a 88,93%, con SARSr-CoV conocidos. Por lo tanto, los pangolines malayos muertos pueden llevar un nuevo CoV estrechamente relacionado con el SARS-CoV-215.
Síntomas
Los síntomas de la infección por COVID-19 aparecen después de un período de incubación de aproximadamente 5 a 15 días y el período desde el inicio de los síntomas de COVID-19 hasta la muerte oscila entre 6 y 41 días con una mediana de 14 días en los casos en los que es fatal.
Este período depende de la edad del paciente y del estado del sistema inmunitario del paciente, de manera que es más corto entre los pacientes con edad mayor a 70 años en comparación con los menores de 70 años.
Los síntomas más comunes al inicio de la enfermedad de COVID-19 son fiebre, tos y fatiga, mientras que otros síntomas incluyen producción de esputo, dolor de cabeza, hemoptisis, diarrea, disnea y linfopenia.
Las características clínicas fueron reveladas por una tomografía computarizada del tórax presentada como neumonía; sin embargo, hubo características anormales como RNAemia (niveles elevados de ARN en sangre), síndrome de dificultad respiratoria aguda, lesión cardíaca aguda e incidencia de opacidades de gran cristal que condujeron a la muerte. En algunos casos, se observaron múltiples opacidades de vidrio esmerilado periférico en regiones subpleurales de ambos pulmones que probablemente indujeron una respuesta inmune tanto sistémica como localizada que condujo a un aumento de la inflamación. Lamentablemente, el tratamiento de algunos casos con inhalación de interferón no mostró ningún efecto clínico y, en cambio, pareció empeorar la afección al progresar las opacidades pulmonares16.
Mortalidad en pacientes con enfermedad renal resultado de infección por COVID-19
El 30 de enero de 2020, la OMS declaró que el brote chino de la COVID-19 es una emergencia de ciencias biológicas pública, de preocupación internacional, que representa un alto riesgo para los países con sistemas de ciencias biológicas vulnerables. Además, el comité de emergencia de dicho organismo internacional de salud declaró que la propagación de la COVID-19 puede verse interrumpida por la detección temprana, el aislamiento, el tratamiento oportuno y la implementación de un sistema robusto para rastrear contactos.
En relación con la infección en pacientes con enfermedad renal, se consideró una cohorte con aproximadamente el 13% de los pacientes con enfermedad renal subyacente, de los cuales 113 (16,1%) murieron en el hospital con una mediana de edad de 63 años (rango intercuartil, 50-71), incluidos 367 hombres y 334 mujeres. Al ingreso, el 43,9% de los pacientes tenía proteinuria y el 26,7% tenía hematuria; además, la prevalencia de creatinina sérica era elevada, el nitrógeno ureico en sangre también era elevado y la filtración glomerular fue estimada por debajo de 60 ml/min /1,73 m2 fue de 14,4, 13,1 y 13,1%, respectivamente17.
Durante el período de estudio la lesión renal aguda (LRA) se produjo en el 5,1% de los pacientes, y el análisis de Kaplan-Meier demostró que aquellos con enfermedad renal tenían un riesgo significativamente mayor de muerte que quienes no tenían esta enfermedad17.
Los factores de mal pronóstico para los pacientes con enfermedad renal e infección por COVID-19 son creatinina sérica basal elevada (razón de riesgo: 2,10, intervalo de confianza del 95%: 1,363,26); nitrógeno ureico sanguíneo basal elevado (3,97, 2.57- 6,14); IRA etapa 1 (1,90, 0,76-4,76), etapa 2 (3,51, 1,49-8,26), etapa 3 (4,38, 2,31-8,31); proteinuria 1+ (1,80, 0,81-4,00), 2 + ~3 + (4,84, 2,00-11,70), y hematuria 1+ (2,99, 1,39-6,42), 2 + ~3 + (5,56, 2.58- 12,01), por lo que la prevalencia de enfermedad renal al ingreso y el desarrollo de IRA durante la hospitalización en pacientes con COVID-19 son altos y se asocian con mortalidad de estos pacientes17,18. Por lo tanto, se justifica urgentemente comprender cómo se ve afectado el riñón por el SARS-CoV-219,20.
COVID-19 y daño al tejido renal
En un estudio histológico renal de pacientes infectados con SARS-CoV-2, se observaron abundantes eritrocitos que obstruyeron las luces capilares peritubulares con activación del endotelio; sin embargo, no se detectaron agregaciones plaquetarias o fibrina que se asociaran con esta lesión21.
La agregación de eritrocitos en asas capilares glomerulares segmentarias fue frecuente, sin inflamación ni necrosis. En las asas capilares glomerulares permeables, se observó un grado variado de lesión endotelial, incluyendo hinchazón, cambio espumoso, expansión lumbar subendotelial y proliferación endotelial sin depósitos21,22.
La tinción inmunohistoquímica (IHC) para varias células inflamatorias no mostró ninguna acumulación específica de estas células, con una mezcla esperada de células T y B en áreas de cicatrización inespecífica con infiltrado linfocítico y macrófagos dispersos. La tinción con CD235a (glucoforina A, presente en los eritrocitos) confirmó que la obstrucción microvascular estaba compuesta predominantemente por eritrocitos21.
La educación en ciencias biológicas, el autocuidado y el aislamiento social como medidas para combatir la pandemia por COVID-19
El cuidado personal requiere la participación del paciente para realizar cambios en su estilo de vida y mantener actitudes favorables para su recuperación, por lo que la incorporación de los programas multidisciplinarios de manejo de enfermedades considera el autocuidado como un elemento clave para influir positivamente en el resultado de los pacientes con enfermedad renal23,24.
Las intervenciones de atención médica, incluidos los programas educativos y la promoción del autocuidado, han demostrado un efecto beneficioso en la reducción de las hospitalizaciones25.
El autocuidado en una pandemia y en pacientes con enfermedad renal incluye aspectos como la adherencia al tratamiento farmacológico, la dieta y el ejercicio; también se refiere a comportamientos como el control diario del peso, el edema, el manejo de los síntomas, la higiene (lavado de manos, uso de mascarilla facial y gel antibacterial o alcohol con glicerina) y el aislamiento social26.
Por otra parte, factores como la mayor edad, la fragilidad y la presencia de otras comorbilidades son habituales en pacientes con enfermedad renal, y esto puede obstaculizar la implementación del auto-cuidado. Por lo tanto, no es infrecuente encontrar un paciente que sea parcialmente dependiente y con un perfil de polimedicación en el que estos aspectos sean difíciles de manejar27,28.
Además de estos factores, el autocuidado puede verse influenciado por otras causas, como el nivel educativo y la formación en ciencias biológicas, que contribuyen a la comprensión y el cumplimiento de las medidas educativas y el tratamiento farmacológico que, en muchas ocasiones, pueden ser complejas para el paciente y, teniendo en cuenta un contexto de epidemia, pueden ser determinantes para el mantenimiento de la calidad de vida del paciente y el cuidador que puede estar expuesto a la infección por COVID-19.
Los pacientes con un bajo nivel de alfabetización tienen dificultades para comprender la información escrita y numérica, lo cual puede conducir a un control deficiente de las enfermedades crónicas; un aumento de la mortalidad29 y el riesgo de hospitalización30; empeoramiento de las condiciones biológicas, físicas y emocionales31; afectación negativa de la calidad de vida32, e impacto en el autocuidado33.
Pocos informes han estudiado si una intervención educativa es efectiva en pacientes con enfermedad renal, de acuerdo con el nivel educativo de los pacientes y el impacto de las ciencias biológicas en el autocuidado en un contexto de epidemia. Este aspecto es relevante en nuestro entorno y puede justificar este tipo de acción en poblaciones con un bajo nivel educativo, así como en aquellas con un mayor grado de educación34.
La autoconciencia es una construcción psicológica que define la confianza de una persona para realizar un comportamiento particular y para superar las barreras a ese comportamiento35. Se ha demostrado que los pacientes con mayor autocon-ciencia practican más comportamientos de autogestión, lo cual conduce a un mejor control de la enfermedad, una mejor función física y una mejor calidad de vida36,37. Entre los receptores de trasplante de riñón, solo unos pocos estudios han explorado la relación entre la autoeficacia y el comportamiento de toma de medicamentos, mostrando que los receptores de trasplante de riñón con mayor autoconciencia se adhieren mejor a los comportamientos de toma de medicamentos38,39.
Estudios anteriores han descrito que la conducta de autocuidado más frecuentemente en pacientes con enfermedad renal debe ser esta: «Frecuentemente verifico si tengo alguno de los siguientes síntomas: fiebre, debilidad, tos y sensibilidad en el sitio del trasplante». Igualmente, se ha indicado que el comportamiento de autocontrol fue el comportamiento más frecuente realizado después del trasplante de riñón, de acuerdo con el objetivo de la atención del trasplante de órganos40.
Los comportamientos de resolución de problemas y de autocuidado, que son aspectos esenciales de la autogestión, en pacientes con enfermedad renal, también indican que es deseable para el personal de ciencias biológicas que el paciente mantenga relaciones de colaboración con enfermeras y médicos para una autogestión exitosa; los pacientes deben trabajar con los expertos y percibir el respeto mutuo entre los proveedores de atención médica y entre ellos mismos41,42.
En resumen, el comportamiento de autocuidado en pacientes con educación en ciencias biológicas humanas y ciencias biológicas en general puede ser un factor importante para el éxito frente a la enfermedad renal y, en un contexto de epidemiología, puede permitir una mejor adherencia a los protocolos de aislamiento social, el lavado de manos y demás medidas que puedan tomarse para impedir la infección por COVID-19, aunque la intervención puede ser similar e independiente del nivel educativo43.
La educación en ciencias biológicas puede evitar nuevos brotes de infecciones zoonóticas que afectarían a enfermos renales
Los brotes de enfermedades infecciosas emergentes continúan desafiando las ciencias biológicas humanas; de hecho, el reporte de la incidencia de enfermedades zoonóticas emergentes y reemergentes está aumentando en muchas partes del mundo.
El SARS-CoV surgió por primera vez hace 17 años44 y, en diciembre de 2019, un nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) cruzó las barreras entre especies para infectar a los humanos45 y se transmitió efectivamente de persona a persona, lo que lleva a un brote de neumonía reportado por primera vez en Wuhan, China46,47.
La mitigación del impacto de las enfermedades zoonóticas endémicas y emergentes, de importancia para las ciencias biológicas públicas, requiere una colaboración multisectorial y asociaciones interdisciplinarias; esta colaboración, entre sectores, es relevante para las enfermedades zoonóticas, particularmente entre las disciplinas de ciencias biológicas humanas y biológicas en general.
Estas ciencias son esenciales para prevenir y cuan-tificar la carga de las enfermedades zoonóticas, detectar y responder a los patógenos zoonóticos endémicos y emergentes, priorizando las enfermedades de mayor preocupación para las ciencias biológicas públicas, y el lanzamiento efectivo de estrategias apropiadas de prevención, detección y respuesta48.
Los enfoques multisectoriales bajo la óptica de One Health (Figura 1), según los cuales la salud de los humanos, los animales y la viabilidad de los ecosistemas están inextricablemente vinculados, son más rápidos y efectivos, y conducen a la utilización eficiente de recursos limitados49.
Los países deberían considerar la posibilidad de convocar reuniones intersectoriales periódicas para construir relaciones multisectoriales e interdisciplinarias, fomentar la transparencia y combinar esfuerzos entre agencias que tenga así mismo un claro efecto pedagógico en las comunidades que están expuestas a infecciones zoonóticas, y es aquí donde la educación en ciencias biológicas puede cumplir un papel principal.
El desarrollo de procedimientos operativos estándar mutuamente acordados es esencial, y la identificación de puntos de contacto designados garantiza una mejor coordinación entre los sectores, lo que permite una respuesta colaborativa más rápida a los brotes de enfermedades zoonóticas.
Los beneficios adicionales de establecer un mecanismo formal de coordinación multisectorial incluyen la identificación de áreas de investigación de alta prioridad y el desarrollo de oportunidades de capacitación para equipos interdisciplinarios de respuesta a brotes.
Las colaboraciones multisectoriales también deberían establecerse a nivel subnacional. Identificar los puntos focales de One Health a nivel local, distrital y regional es fundamental, y la lista de estos contactos designados debe compartirse entre los sectores. Estos enfoques mejorarán la utilización intersectorial de recursos limitados al tiempo que aprovechan las capacidades de cada sector para mejorar la prevención, la detección y la respuesta de enfermedades zoonóticas.
En algunos países se establecieron mecanismos de coordinación formales y nacionales de colaboración de One Health para facilitar la participación multisectorial. Los ejemplos incluyen la Unidad de Enfermedades Zoonóticas en Kenia, la Secretaría de Enfermedades Zoonóticas en Camerún y las Pautas para la Prevención y Control Coordinados de Enfermedades Zoonóticas en Vietnam50. La creación de tales mecanismos con recursos financieros y humanos dedicados facilitará la detección y respuesta a brotes, la prevención y el control de enfermedades zoonóticas endémicas de alta prioridad, y la detección y respuesta tempranas a las amenazas de ciencias biológicas emergentes.
Conclusión
La educación en ciencias biológicas es un componente importante, supeditado al autocuidado, que permite que muchos pacientes con enfermedad renal puedan comprender la importancia de tener una mejor adherencia al régimen terapéutico y alimenticio y, en el caso puntual de la epidemia por COVID-19, adoptar las medidas preventivas que eviten su exposición al patógeno.
Lo anterior puede ser una estrategia importante para tener un mejor panorama para el paciente con enfermedad renal, bien sea solo para entender un poco de qué está sucediendo en su cuerpo o para que él tome las medidas de autocuidado que hagan posible un mejor pronóstico y calidad de vida.
Los autores declaran que han seguido los protocolos de su centro de trabajo sobre la publicación de datos de pacientes.