Introducción
La problematización, identificación y formulación de investigaciones en torno al populismo han generado una prolífica producción en la historia reciente1. El concepto ha llegado a ser reconocido como la palabra del año por la Fundación BBVA de España2 y por el Diccionario de Cambridge3.
Mudde y Rovira-Kaltwasser4 consideran que el populismo ha retomado, desde otras modalizaciones narrativas, las discusiones históricas por la identidad, la exclusión-inclusión y la equidad-inequidad. Se trata de un fenómeno que, si bien tiene sus orígenes en el siglo XIX5, ha consolidado una estrategia de lucha por el poder político en escenarios electorales contemporáneos6. Es un fenómeno que se suma a las relaciones de poder latinoamericanas ya mediadas por la corrupción, la violencia estatal sistémica7 y la baja capacidad para reconocer en el sufragio un ejercicio sustancial para la toma de decisiones colectivas8.
Es un concepto inacabado que, en un esfuerzo de síntesis, se ha centrado en las siguientes cuestiones: i) la condición carismática de gobernantes que han irrumpido en los esquemas tradicionales de los partidos políticos9; ii) la explotación de un antagonismo de corte local (la oligarquía) y global (el imperio) [Estados Unidos-Izquierda10, Cuba, China, Rusia-Derecha11]; iii) la reestructuración del concepto de lo público12; iv) la desaparición de la binariedad capitalismo vs. comunismo13; v) las aspiraciones desideologizantes del neoliberalismo y las contradicciones entre la democracia liberal y representativa14, y vi) el desarrollo de definiciones que la ubica como como acto ideológico15, práctica discursiva16 o performance17.
En términos generales, el populismo exige la exposición permanente en la esfera pública y el reconocimiento del público18, razón por la cual recauda simpatías y emociones en los ciudadanos de a pie19.
A este balance se suma la relación del populismo con los discursos extremistas y excluyentes20, así como de las estrategias para construir relatos polarizantes21. Ruiz-Collantes sostiene que el populismo es un relato que busca contar una historia emotiva, en la que se definen roles narrativos que ubican distinciones entre héroes y villanos. Se trata entonces de construir narrativas prototípicas y de ágil asimilación cultural:
Si una historia se explica utilizando alguno de los esquemas narrativos socialmente estandarizados, ello significa que dicha narración remite, en la mente de los destinatarios, a muchas otras semejantes, que ya han sido almacenadas en la memoria como verdaderas y, por lo tanto, aparecerá como una historia con mayor credibilidad que cualquier otra que no corresponda con ningún otro patrón narrativo conocido y reconocible22.
En la construcción de esta narrativa prototípica, el populismo ha sabido sustentarse en la división élites vs. pueblo desde distintas orillas ideológicas o intereses coyunturales que han terminado por darle vaguedad al concepto. Incluso, se podría hablar de élites populistas como una expresión paradójica en la que se termina replicando el modelo de decisiones tomadas por grupos minoritarios, con la excusa de generar un bien común24.
En síntesis, el populismo goza de un estudio interdisciplinar que permite examinar las trayectorias y prácticas políticas que hacen uso del concepto y se diferencian en su contenido ideológico y medios que persiguen. No obstante, es necesario que esta categoría pueda dialogar con otras dimensiones a fin de comprender su persistencia como estrategia discursiva para alcanzar el poder. Sorprende que, frente a la división y polémica que sustentan este concepto, existan pocos diálogos con teorías que planteen las formas en que la práctica populista ha logrado mimetizarse en dinámicas políticas y socioculturales que no necesariamente tienen el interés de ocupar el poder estatal, participar en espacios de elección popular o reivindicar derechos desde las estructuras normativas del Estado liberal.
En consecuencia, se sugiere el narcopopulismo como un tipo de populismo que se ejerce a espaldas de la democracia y los marcos legales, pero sin confrontar el sistema o tener un interés de provocar una transformación de las estructuras que rigen el orden social. Esto, explicado desde los discursos antioligárquicos, junto con un aparente desprecio por las clases dirigentes y un sentimiento de revanchismo social. Esta modalidad es entendida por Witker, al afirmar que el narcopopulismo es:
El particular fenómeno del control de la política y economía locales, en determinadas áreas, que va desde los mercados ilegales, los servicios básicos de transporte, luz y agua hasta el asesinato por encargo de candidatos o autoridades incómodas para el desarrollo de las actividades delictivas26.
El narcopopulismo ha contribuido a la extensión del populismo desde una perspectiva histórica que se ancla en territorios marginados27 y luego con la catalización de rechazo frente a la democracia y la institucionalidad, ubicado de manera astuta en una retórica reivindicatoria frente a la exclusión, la inequidad y la injusticia. A pesar de tratarse de una propuesta que apenas está naciendo como variable de estudio, ya existen indicios que justifican su pertinencia como categoría que se alimenta del populismo para extraer sentimientos de revanchismo social28. Por ejemplo, Wilches, Ruiz y Guerrero sugieren está definición:
El narcopopulismo es una estrategia discursiva que utilizan individuos dedicados al tráfico de drogas ilegales, para articularse con las bases axiológicas de los grupos sociales con las que interactúan de manera directa (territorio donde se encuentran localizadas las materias primas y la industrialización del producto) o indirecta (red de influencias donde se desarrollan las fases de distribución y comercialización). Aunque puede existir el interés por la participación en el régimen democrático, la lucha por el poder a través de elecciones, la constitución de partidos o la organización de movimientos de base; el objetivo de dicha estrategia discursiva es proyectar una narrativa emotiva que establezca un antagonismo frente a la exclusión del sistema político, la desigualdad económica y las fallas de la justicia29.
La fortaleza del narcopopulismo reside en el limitado campo de interpretación que ha recibido de los formuladores de política pública, que han ubicado el problema de las drogas ilícitas desde un enfoque prohibicionista30. No obstante, desde la investigación y las plataformas de streaming31 se ha reafirmado la influencia del "narco" en dinámicas socioculturales que trascienden de espacios locales al ámbito global. Con la decisión de los narcos de orientar sus acciones a la articulación con el sistema político y evitar la ejecución constante de violencia y terrorismo -aunque siempre esté como condición de posibilidad-, el narcopopulismo aprovecha las representaciones del narco proyectadas por los productos mediáticos para presentarse como un proveedor de las necesidades que aquejan a sectores marcados por violencia, inequidad y corrupción estatal. Se trata, en términos de Ávila y Velasco32, del engranaje entre poder de jure (consenso) y de facto (coerción).
Con el populismo en ascenso33 y la desconfianza de la sociedad hacia las instituciones, como movilizadores de intereses sociales, el narcopopulista identifica una oportunidad para ofrecer recursos financieros, pero también discursivos. Con esta condición, el narcopopulismo se inscribe como una corriente ilegal que, por un lado, se beneficia del tráfico de drogas ilícitas como un financiador de sus acciones, al igual que asume un ejercicio paralelo de represión violenta a los infractores de los pactos ya establecidos con las comunidades que participan en el negocio en su cadena logística de producción, distribución y consumo. Por otro lado adquiere legitimidad, al tener aceptación, validez y silencio de aquellos que encuentran un referente de autoridad y de respuesta a necesidades básicas insatisfechas o no proveídas por el Estado34 o su representación en una élite dominante.
Materiales y métodos
Corpus
Para la selección de la muestra, se ha tomado en cuenta el discurso como una expresión pública en el que se ponen a consideración narrativas frente a situaciones de crisis coyunturales, históricas y mediatizadas por empresas de información35.
Para la recolección del corpus, se tuvo en cuenta el trabajo realizado por Lewis, Clarke y Barr36, en el se que estableció un ranquin de políticos con discursos populistas, que luego se complementa con un análisis desde actitudes y motivaciones de Hawkins, Roviran y Andreadis37. El período establecido para la recolección fue el comprendido entre 2016 y 2021.
El discurso populista no es nuevo, pero se ha incrementado en la segunda década del siglo XXI, en relatos locales, nacionales y globales. El espacio mediático se presta para circular motivaciones con efectos en las audiencias. En el caso de los narcopopulistas, se realizó una selección sustentada en los narcotraficantes que emitieron discursos en medios de comunicación38.
Para la sistematización se tuvo en cuenta que el discurso puede fragmentarse en frases, de acuerdo con la propuesta de García-Talavera39. Los criterios de selección del discurso se ajustaron a la propuesta de narrativas prototípicas de Ruiz-Collantes: "[...] un esquema o frame narrativo constituido a partir de las características comunes de un conjunto de narraciones que, bajo ciertos criterios y en niveles específicos de su configuración, aparecen como semejantes y conforman un conjunto homogéneo" 40.
De esta manera, se entenderá que los discursos se ajustan a los relatos simplificadores que buscan explotar debilidades institucionales y democracias precarias. Los descriptores temáticos fueron: i) nosotros vs. ellos; ii) élites vs. pueblo; iii) nacionales vs. extranjeros; iv) inclusión vs. exclusión, y v) riqueza vs. pobreza. En total se recopilaron 116 discursos de narcopopulistas (Anexo 1) y 113 de populistas (Anexo 2)41.
Método
Se seleccionó la semiótica narrativa como enfoque de análisis que permite aproximarse a los discursos registrados y clasificados que fueron emitidos por los actantes relacionados con el populismo y el narcopopulismo. La semiótica narrativa42 reconoce que existen diferentes ámbitos para la explicación de la relación entre el discurso y la constitución de la realidad; entre estos existen al menos las dimensiones lingüística textual, icónica literal e icónica simbólica. Del mismo modo, la narratividad se compone por aspectos descriptivos, identificativos e interpretativos, que son puestos en marcha por actantes que se orientan a objetivos determinados ligados a deseos, comunicaciones, oponentes, ayudantes y objetos.
En el caso de los discursos populistas y narcopopulistas, se observa que son estrategias mediante las cuales se establecen narrativas, para definir visiones de mundo que catalizan emociones y movilizan proyecciones sobre sí mismos frente a la población que tienen como auditorio. Entre estas emociones se encuentran los discursos de articulación entre actores institucionales e ilegales, incluso, el intento de los actores narcopopulistas de representarse a sí mismos como benéficos para la sociedad, al llenar los vacíos de la institucionalidad.
En la narratividad se reconoce la emoción como parte estructurante de la acción motivada por el discurso. De tal manera, se tienen en cuenta los análisis de las emociones en la semiótica que realizan Bodei43 y Greimas y Fontanille44, con los que se pueden establecer tipologías de las emociones a partir de ejes que oscilan entre miedo-esperanza, amor-rechazo y sus efectos en la vida social y política.
La semiótica narrativa permite, al menos, dos fases metodológicas: i) identificativa, que registra los elementos estructurales de los discursos a partir de la representación documental, contenido y forma del documento, e ii) interpretativa, que analiza las relaciones entre la forma como se construye la narrativa, los propósitos y los contenidos.
En el plano del análisis, Vilches45 profundiza sobre el trabajo de Greimas46, para consolidar los aportes del estudio sobre el eje del deseo, sujeto/objeto; el eje de la comunicación, destinador/destinatario, y el eje performativo, ayudante/ oponente. En esta misma línea, Pessoa de Barros47 explica que el análisis narrativo en la semiótica contiene tres enfoques históricos: i) de la función proppiana al enunciado narrativo; ii) el performance del sujeto, su competencia y existencia, y iii) la modalización de las pasiones.
En primer lugar, se registraron 229 discursos en total, que se clasificaron de acuerdo con su pertenencia a las categorías que se proponen como complementarias (populismo y narcopopulismo). Esta clasificación se realizó con base en los aspectos teóricos ofrecidos en el marco referencial y en los componentes metodológicos de la semiótica narrativa, la cual permitió sintetizar los discursos en un sistema de extractos que exponen algunas de las narrativas prototípicas48 y definen las particularidades discursivas de la variable populista (P) y narcopopulista (NP). Para este paso se diseñó la matriz de registro que se observa a continuación en la Tabla 1 49.
Recurso | Medio | Año | Enlace | Persona | Frase | País |
---|---|---|---|---|---|---|
Exclusiva BBC | BBC | 2020 | https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-53366578 | Cartel de Sinaloa |
"Bueno, mi gente, aquí llegó el apoyo del señor Joaquín Guzmán para su pueblo". "La protección de la gente aquí, para nosotros, es lo primero, porque sin ellos no somos nada tampoco. Tenemos que estar leales siempre a la gente... y la gente con uno para salir adelante en este negocio". |
México |
Fuente: elaboración propia referenciada en los Anexos 1 y 2.
Este procedimiento se empleó para todos los discursos recolectados. Una vez registrados y clasificados todos los discursos fue posible encontrar patrones comunicativos similares en ambas categorías (P, NP), que tienden a crear un relato en el que las decisiones de los actores (bien sea ofrecer beneficios a la población, regalar dinero o casas, crear programas o atacar, promover la violencia) son justificadas como medio para dar bienestar a la comunidad (todo lo hice por ustedes/por el país/por el barrio/por nosotros/ por la ciudadanía/ por la paz). Ello reafirma que la excusa para la acción son los otros, incluso si hay intereses económicos, políticos o de dominio territorial que subyacen al discurso.
Con esto se pasó a analizar las maneras cómo estos patrones se relacionan con las acciones concretas de los actores P y NP, mediante las herramientas semióticas que permiten aproximarse a las formas en las que los intereses subyacentes de los actores generan movilizadores y modalizaciones en su auditorio (población/pueblo/ ciudadanía) a partir de su discurso.
El tercer paso del método consiste en integrar los patrones complementarios entre P y NP hallados y las formas como se moviliza y promueve acción en la población partidaria de cada actor, porque los actores NP también poseen una base social de apoyo en sus territorios, así como los actores P consiguen legitimidad por medio de la política representativa y sus bases de votantes. Esta integración se realiza mediante el modelo de programa narrativo (actor/actante/sujeto, destinador/ destinatario, ayudante/oponente y objeto del discurso/acción) que, a su vez, se ha sintetizado en las narraciones prototípicas con modalizaciones claras, relacionadas con el poder-hacer, querer-hacer y deber-hacer (Figura 1)50.
En los resultados, se exponen los hallazgos en cuatro programas narrativos modelados con base en narraciones prototípicas encontradas como patrones que entrelazan los discursos y la acción entre actores populistas y narcopopulistas.
Resultados
Existe una tendencia a hallar modalizaciones en las que se encuentran retóricas de apropiación cultural de los discursos emitidos por los populistas por parte de los narcotraficantes. Esto indica un fenómeno de binariedad compleja, que permite a la economía del narcotráfico mimetizarse en escenarios donde adquiere legitimidad con poder de jure (consensos) y recibir sanciones legalistas, al amenazar con violencia -poder de facto-, pero sin declarar conflictos directos con el Estado, como sucedió con Pablo Escobar en la década de 1980. En otras palabras, los narcotraficantes asimilaron la estrategia de los populistas para invocar fallas culturales que justificaban decisiones radicales o apoyadas por sectores de la sociedad civil (Figura 2).
En el primer programa narrativo, el narcopopulista identifica las retóricas del populista y evita entrar en disputas que lo pongan en una situación de desventaja. El actor narcopopulista comprende que el populista tampoco está interesado en disputarle sus zonas de presencia territorial o de control social.
Discurso narcopopulista: "Queremos lo mejor para la población. Si el Gobierno no tiene capacidad para arreglarlo, el crimen organizado lo resolverá"51.
Discurso populista: "Oficialmente ya no hay guerra. Nosotros queremos la paz"52.
En este se observa que el narcopopulista se proyecta como el resultado de una necesidad impuesta por el mismo Gobierno; se ve a sí mismo como el protagonista para arreglar, administrar y satisfacer las problemáticas del territorio porque su intención siempre ha sido conseguir lo mejor para la población. Es una modalización basada en el eje del deseo, donde el querer-hacer se contrasta con el poder-hacer y el deber-hacer. Así, el narcopopulista dice que es benéfico para la población y que todo lo que hace -incluida la violencia contra la población misma- es para transformar contextos llenos de carencias y falencias institucionales.
En esta narrativa, el narcopopulista accede a los recursos narrativos del populista y utiliza herramientas discursivas en las que se presenta como el héroe que tiene la capacidad de suplir las necesidades de la población de manera directa sin necesidad de la dimensión legal. Es una forma de establecer conexiones con los habitantes de territorios en los que históricamente el Estado ha excluido, donde hay limitaciones en infraestructura o poca garantía de derechos. A la par, son territorios donde el narcopopulista puede hacerse más visible para ganar legitimidad mediante acciones que obtengan la aceptación de los pobladores. Estas acciones pueden estar en la dimensión económica (construir casas, mejorar infraestructura y carreteras, ofrecer fuente de trabajo) o en la social (escolarización, muestras públicas, administración de justicia). Con esto, el narcopopulista reemplaza las instituciones o, incluso, se convierte en la institucionalidad, cuando es inexistente en el territorio.
Discurso narcopopulista:
La gente sabe que no somos criminales, la gente no cree eso. Somos ciudadanos también, la gente vive otra realidad ¿entiende? [...] todos aquí queremos trabajar también.
Pero también hay gente que llega a las 4 de la mañana, quiere tener trabajo. No tiene trabajo, tiene otras ocupaciones, si no tiene empleo no pueden cobrar. Si tuviera trabajo no estaría acá en el crimen53.
Discurso populista: "Cuando yo leo el capítulo de agricultura y el de seguridad, saco fácilmente la conclusión de que, para las FARC, Colombia no ha tenido agricultores y ganaderos, sino bandidos, promotores de paramilitares y narcotraficantes que hay que expropiar"54.
El objeto-objetivo intenta articularse con el populista, al comprender que sus herramientas discursivas son similares. Establece un paralelo con el populista para colaborar, con la condición de que se le ofrezca un estatus en el que no es criminal. Esto define un sistema temático en el que se parte de una dicotomía de élites vs. pueblo para llegar a un intento de inclusión y reconocimiento (Figura 3). Se promueve un discurso basado en la esperanza por parte de ambos actantes y esta apropiación cultural es fundamental en el contexto latinoamericano, pues está reglado por un alto índice de desconfianza en las instituciones y un interés por solucionar problemas inmediatos.
Discurso narcopopulista: "La protección de la gente aquí para nosotros es lo primero, porque sin ellos no somos nada tampoco. Tenemos que estar leales siempre a la gente... y la gente con uno para salir adelante en este negocio"55.
Discurso populista:
Que nadie se envanezca; hay que cultivar la humildad y yo, humildemente, como presidente obrero, le digo al pueblo: "Esta banda es tuya, pueblo de Venezuela; este poder es tuyo, pueblo de Venezuela. No es de la oligarquía, no es del imperialismo: es del pueblo soberano de Venezuela56.
En este segundo programa narrativo, el narcopopulista es destinado por una causa no solo política, sino también por un movilizador emocional. La experiencia del narcopopulista se desencadena al vivir de manera directa las consecuencias de los círculos de violencia. Su objetivo, en este caso, es atacar a la institucionalidad injusta, con el fin de destruir un Gobierno que no es útil para el pueblo y se presenta como un antihéroe (él no es el problema), debido a que se vio obligado a recurrir a la violencia para lograr un bien mayor (incluso, cuando detrás de ello están los beneficios económicos que obtiene del narcotráfico y demás acciones ilegales que no son nombrados en el discurso).
Discurso narcopopulista:
Si dicen que el problema soy yo, y los Caballeros Templarios estamos ocasionando todo lo que está pasando en Michoacán, pues es deber de los institutos, de la federación o del Estado ejercer la acción en contra de nosotros y establecer un estado de derecho y estamos completamente de acuerdo57.
Es una modalización que se basa en el poder-hacer, sin dar importancia a las consecuencias de la acción por fuera de la legalidad. Se contrasta con el deber-hacer del Gobierno, que se muestra inexistente en la narración como institucionalidad; en vez de esto, es un actor potencialmente agresivo que debe eliminarse. Parece tener un referente de énfasis en el eje performativo, aunque presenta que su acción la motivan una obligación y un beneficio común; tiene de fondo una contradicción al aprovechar las economías ilegales de los agujeros institucionales, alimentar la corrupción y justificar la violencia. Es una temática centrada en el nosotros vs. ellos, donde el papel del oponente supera en importancia al del objeto o al del destinatario.
En este caso, el narcopopulista no intenta articularse o apropiarse de las herramientas discursivas del populista o, por lo menos, no lo hace de manera directa. El narco-populista ya no se presenta como un héroe que suple las necesidades del Estado, sino como un antihéroe que trabaja para acabar con un villano materializado en la institucionalidad que acosa, que no provee soluciones y que tampoco deja actuar con libertad. La apropiación del discurso populista es, entonces, indirecta, porque utiliza la herramienta de crear enemigos internos, por ejemplo, la institucionalidad, que solamente trae consecuencias negativas para la población, porque le roba el dinero de la gente, mantiene los territorios en la pobreza y causa violencia, hambre y muerte.
Discurso narcopopulista:
Paraguay es la tierra de la impunidad", me dijo Pinheiro Veiga tras describir una larga carrera delincuencial que lo llevó a convertirse en uno de los principales contrabandistas de armas y drogas de Paraguay a Brasil [...]. Las verdaderas organizaciones delictivas son los políticos, afirmó. Los políticos son los que están robándose todo. ¿A cuánta gente matan indirectamente?58.
Por otro lado, el populista intenta ganar ventaja al proponer acuerdos tácitos y trata de establecer comunicación con el narcopopulista para ayudarlo con su aparente objetivo de crear mejores instituciones, sin hacer uso de la violencia. Se promueve un discurso de dignidad por parte de los narcopopulistas, que termina beneficiando a populistas. Como ya se ha mencionado, dicha estrategia tuvo en Pablo Escobar a su exponente más reconocido y sirvió, a su vez, como lección aprendida para los narcotraficantes del siglo XXI, que han evitado, en lo posible, acudir a ejercicios de violencia que los desgaste y los visibilice, pues ello supondría un riesgo de perder popularidad en la sociedad civil que los respalda.
Discurso populista:
Voy a volver a poner a este país de pie, y esto sólo lo puede hacer quien ya lo ha hecho. No es tiempo de políticos improvisados, que nunca han creado una plaza de trabajo. Esos mismos políticos son los que no quieren que la gente elija libremente a su candidato. Los políticos de siempre me tienen miedo porque saben que el pueblo me llevará de vuelta al Palacio de las Garzas59.
En este caso, el populista puede tratar de ganar ventaja política utilizando como táctica la negociación. Esta puede proyectarse como una forma de lograr objetivos en conjunto, al expresar que el populista no es igual a otros políticos que han robado dinero y que, en realidad, lo que espera es colaborar en el objetivo principal de crear un mejor país. Es una estrategia utilizada cuando el narcopopulista parece tener más poder en el territorio que las instituciones e implica un intento institucional por limitar los grados de agresión o redirigir la atención de la población hacia la legalidad. Sin embargo, es importante anotar que el narcopopulista es un actor de importancia para regular los objetivos de las acciones institucionales (Figura 4).
Este programa narrativo complementa el anterior y hace explícitos los paralelismos entre populismo y narcopopulismo. Aquí, el populista utiliza las mismas razones del narcopopulista para promover el ataque directo y mantener el círculo de guerra. Es el evento en el que el populista es el sujeto de la acción; al promover las acciones que están por fuera de la negociación, parece tener una ventaja en el plano de la violencia y trata de desalentar los intereses del narcopopulista por establecer acuerdos y utilizar canales ya existentes para tal negociación.
Discurso narcopopulista: "Para ustedes, por ahora, la verdad es lo que hay, lo que tienen hasta este momento. Nosotros nos comprometemos a mostrarles más profundamente lo que hay detrás del conflicto"60.
Discurso populista:
Si están buscando que los abogados les sirvan a ellos de petimetre de gestión para llegar después a la JEP y por esa vía eludir la justicia, que tengan claro que, mientras yo sea el presidente de Colombia, eso no va a ocurrir, porque esos criminales de lesa humanidad tienen que llegar a las cárceles colombianas a cumplir las penas que tienen pendientes con Justicia y Paz61.
Tiene una modalidad de deber-hacer. El populista se proyecta como quien tiene la capacidad para acabar la violencia por medio de una guerra rápida, porque cree tener ventaja técnica, política y de respaldo institucional o social. De nuevo se hace énfasis en la narrativa del nosotros vs. ellos, donde se ha configurado un enemigo por el que es socialmente aceptable utilizar métodos de violencia. Se contrasta con un querer-hacer por parte del narcopopulista que ha tomado la opción de la negociación, pero que ha sido incumplida institucionalmente. Aquí, el populista es quien promueve herramientas legales para justificar la acción violenta.
Es un escenario donde el narcopopulista parece tener desventaja y puede suceder cuando la organización ilegal ha perdido legitimidad en el territorio o su capacidad para imponerse mediante la violencia se ve disminuida como consecuencia de las acciones militares del populista, por desgaste económico generado por un conflicto bélico, por procesos de transición en liderazgos en las organizaciones ilegales o porque se encuentran acorralados en lugares sobre los que tienen interés estratégico para mantener actividades ilegales (Figura 5). Allí se muestra una expansión del narcopopulista hasta espacios sobre los que no tiene dominio, pero que son muestra de su habilidad para extenderse.
El cuarto programa narrativo representa agresión de ambos actantes y define la narrativa de la guerra. Este escenario se representa con un énfasis en el eje de la comunicación y la performatividad porque, si bien la acción violenta ya se encuentra en marcha, lo que intentan los actantes es legitimar su estrategia de guerra atacando al otro o a los otros actores en la narrativa. En este se establecen los discursos que se encuentran en el otro extremo de las emociones políticas: miedo y rechazo se usan a la par por los involucrados y su objetivo es establecer estrategias de comunicación que le consigan la mayor cantidad de ayudantes y restar oponentes en el contexto de los actores que no se encuentran involucrados en la guerra.
Discurso narcopopulista:
Tras el decomiso se estudió una nueva ruta por la frontera de Venezuela [...]. Con este fin, el armador turco Erkan Yildirim, hijo del ex primer ministro turco Binali Yildirim, viajó en enero y febrero pasado a Caracas. La nueva ruta pasará por República Dominicana, parada habitual de muchos buques de contenedores62.
Discurso populista:
Sabemos que, detrás de los ataques a nuestro ministro del Interior, Süleyman Soylu, están quienes parecen descontentos con la paz y seguridad en nuestro país. Estamos y estaremos con el ministro en la lucha contra el crimen organizado, al igual que contra el terrorismo63.
Las narrativas pueden variar según el caso. Pueden enfocarse en un nosotros vs. ellos, pero con énfasis en lo nacional vs. lo extranjero, o también establecer que el actante enemigo es la fuente de la pobreza y la corrupción, así como intentar ganar ayudantes en distintos sectores sociales, al promover identidades mediante la dupla pueblo vs. élites.
Se modaliza, como en otros casos de agresión, por medio del poder-hacer en contra de un saber-hacer. No importa tanto si lo que se hace es benéfico o si se basa en el conocimiento sobre cómo solucionar el conflicto; más bien, importa en sí misma la acción de la guerra y su legitimidad frente a quien recibe el discurso.
Discurso populista: "Estamos creando un foro que se enfrente al foro de São Paulo que proteja a la íberosfera de la amenaza comunista-narcocomunista"64.
Aunque el escenario de guerra no es tan común, sí es necesario señalar que el discurso activa otras formas de violencia, asociadas a la exclusión social, al pánico económico, a la xenofobia e incluso a la violencia urbana, que se ve manifestada cuando ciudadanos de a pie sienten que deben refrendar los discursos de sus líderes populistas o narcopopulistas (por ejemplo, ambos pueden coincidir en la eliminación de la amenaza comunista). Por tal razón, esta amenaza latente de guerra logra dar órdenes de control y vigilancia cultural.
La agresión mutua expone uno de los escenarios hipotéticos de mayor preocupación, puesto que define interacciones entre ambos actores en las que no importa una regla más que ganar y se promueve el uso de estrategias que abarcan acceder a la corrupción, fuerza militar desmedida y otras formas de violencia, con tal de seguir ofreciendo al auditorio, conformado por la ciudadanía, un discurso que afirma que "todo se hace por el bienestar de ella". Este escenario podría terminar en agotamiento militar de alguna de las partes, victoria militar o una salida negociada que daría paso a la transformación del caso en otra narrativa en la que prime la cooperación.
Discusión
Es oportuno analizar si los alcances del populismo se han limitado a la confrontación política en el marco de reglas de la democracia. En esta dirección, se propone examinar las relaciones que ha entablado el populismo con organizaciones ilegales para tener incidencia social. De la mano de ese populismo, que se viste de democracia, nace una impunidad alrededor de estas acciones punibles que han permeado el sistema político formal.
Las narrativas populistas quedan expuestas a la categorización de la división que la sustenta, pero poco se exploran los sustentos socioculturales que los soportan y los acuerdos que han permitido, con ambigüedad ética y moral.
Esta ambición por consolidar espacios de poder ha hecho que el populismo en América Latina llegara al punto de tener que negociar con dimensiones de la ilegalidad para conquistar escenarios electorales y mantener su vigencia en sistemas políticos y lenguajes jurídicos mediados por las retóricas de estabilidad institucional y defensa del statu quo65.
La crisis democrática institucional y la desconfianza de la misma ciudadanía en países como Colombia, donde el alcance administrativo del Estado no llega a gobernar todo el territorio que se encuentra bajo las fronteras del país, han dejado a la deriva intersticios en los que actores subterráneos se hacen con la legitimidad de su acción, al ofrecer a la población beneficios inmediatos (administración de justicia, protección individual, oferta laboral ilegal, formación, protección ambiental), así sea a costa de dinámicas sociales de poder donde priman el miedo y la ilegalidad.
Aquí, las élites narcotraficantes entran como vector fundamental en los modos de pensar y ejecutar la política. No se trata de una amenaza excepcional o de una financiación escandalosa a una campaña electoral, sino de programas narrativos que se han fortalecido con la asimilación de una narrativa intransigente, radical y exacerbada. Mientras los estudios sobre el populismo buscan pistas en las variables de una institucionalidad fuerte, avanzan otras estrategias de rechazo a estructuras sociales débiles o condicionadas por violencia, inequidad y corrupción.
Por esa razón, el narcopopulismo ha ganado espacios de legitimidad social y, sin dejar de utilizar el poder de la represión como ultima ratio, se ha encaminado a espacios de consenso que involucran no confrontar al Estado o a los líderes mesiánicos. Los populistas también orientan sus relatos a ideas, en una suerte de geometría de pasiones66, coordinadas por el miedo, el deseo, la frustración y la desesperanza por el futuro.
Para la representación democrática va a ser fundamental definir agendas de participación en las que no prime la promoción legal o ilegal de las maneras en que tanto P como NP se proyectan socialmente. Más allá de esto, se deben diseñar estrategias para recordarle a la ciudadanía las funciones de la democracia como sistema político, donde el voto y la elección de representantes dejen de intercambiarse siguiendo la práctica clientelista de conseguir un puesto de trabajo, un contrato con el Estado o cualquier beneficio inmediato que no se refleja en períodos de gobierno completos, sino en épocas de campaña y sin acciones estructurales en política pública. Esta situación deja a los territorios en el olvido y con prácticas en las que se privilegia la disputa de élites legales e ilegales por la captura del estado o la imposición de estructuras de orden y obediencia en la vida cotidiana de las comunidades. Esto conlleva a que NP y P sean en realidad actores cooperativos (directos o indirectos) que reproducen dinámicas políticas donde sobresalen la inequidad, la violencia y la falta de desarrollo.
De acuerdo con los patrones encontrados en los discursos de actores P y NP es posible observar que NP podría haberse configurado como una especie de élite o burocracia armada67, que tiene una capacidad subterránea o a veces imperceptible de llenar, desde la ilegalidad, los vacíos que han dejado las instituciones estatales a la hora de solucionar problemas locales, ofrecer trabajo a la población, garantizar vivienda o solucionar querellas entre habitantes. Parece que la legitimidad que proyecta viene de estas actividades provenientes de su acción ilegal, la cual, a su vez, se justifica con la excusa de que todo se ha hecho por el pueblo/nosotros/los ciudadanos/la nación/la paz.
Wilches68 confirma que la capacidad de NP como actante narrativo se traduce en un poder económico, político y simbólico directo e indirecto que se encuentra a la espalda de la democracia representativa, pero se alimenta de ella, al reproducir las representaciones que la población tiene de los actantes de tipo P. Esto podría sintetizarse en una historia que se trata de la constitución de grupos elitarios com plementarios y contradictorios al juego político representativo, en el que tanto P como NP parece observar un crecimiento paralelo y que, por la necesidad de ser contrarrestado, deben crearse estrategias para analizar ambos.
Si se reconoce que una élite puede ser un grupo social minoritario con herramientas, capacidades y fuerza para ejercer control sobre dinámicas sociales, este análisis permite ampliar la forma en la que se observa la problemática del narcotráfico y su reproducción a lo largo del tiempo y comprender cómo estos grupos acceden a cierta legitimación territorial, la cual les facilita defenderse y modelar comportamientos y sentimientos, así como movilizar acciones en la población; si, además, se tiene en cuenta que los repertorios discursivos de P y NP son similares, es posible aproximarse a un estudio de actantes NP que son difíciles de contactar a partir de patrones paralelos en actantes de tipo P.
Este concepto llevaría a entender la capacidad de los actores ilegales de construir anclajes sociales basados en una hábil utilización de programas narrativos, orientados a presentarse como paliativo ante la crisis de los modelos de Estado de derecho y economía capitalista, implementados desde la Modernidad, incluso -como lo sugirió Pablo Escobar- de insertarse en el modelo político de la democracia "por las buenas", con destino en la dislocación del rechazo, como alternativa para entrar en la lucha por el significado de las reglas que rigen el orden social.
No hay aproximaciones conceptuales y metodológicas que analicen los repertorios narrativos en los que convergen o divergen los intereses de populistas y narcopo-pulistas para generar discursos de odio y mantener su incidencia en contextos de democracia precaria y debilidad estatal. En este sentido, los populistas (esfera legal) y los narcopopulistas (esfera ilegal) hacen pactos y alianzas para interactuar en contextos de democracias cooptadas y permisividad institucional. En este escenario es urgente redefinir el papel de las élites políticas y económicas y su incidencia en la reconfiguración del sistema económico y político69.
En otra fase de investigación cabría determinar cuáles son los beneficios que reciben otros sectores de la sociedad (gremios, medios de comunicación, sindicatos) y del crimen organizado. Estos análisis sobrepasan los objetivos de este artículo, pero contribuirían a un campo de estudio que ocupará el interés de la academia en los próximos años.