Introducción
Este artículo pretende la realización de un balance de los estudios sobre la economía de Salta en el siglo XIX, desde su formación como Provincia de las novísimas Provincias Unidas de Sudamérica. El objetivo es integrar las diferentes producciones a fin de construir un esquema de largo plazo, que articule propuestas interpretativas, procesos locales, nacionales y/o globales.
Se trata de reunir los diversos estudios sobre la historia económica local y analizarlas, de acuerdo: 1) al contexto de producción de la época, 2) interrogantes a los cuales se brindan respuestas, 3) conceptualización del espacio, 3) metodologías y posicionamientos teóricos a los que apelan los investigadores, 4) articulación con los estudios macro, tanto nacionales como transnacionales o globales.
Se pondrá especial énfasis en aquellas investigaciones que puedan arrojar luz sobre el movimiento de la economía de Salta durante los tiempos de guerras de independencia y civiles, a fin de abrir diálogos posibles con las recientes interpretaciones de la historia económica latinoamericana y argentina que entienden que el fracaso económico de la región debe situarse en las denominadas "décadas perdidas" que se abren tras los procesos de independencias americanas.
En el recorrido, la exposición que se presenta pretende cumplir el siguiente recorrido y propósitos:
Poner en diálogo a la producción historiográfica local con la historiografía internacional y latinoamericana. El fin último es brindar una propuesta interpretativa, integrada y de conjunto, de la evolución de la historia económica local.
Identificar los principales consensos alcanzados.
Señalar las diferencias relevantes.
Proponer instancias explicativas alternativas en construcción.
Las exposiciones históricas de escala internacional/global, regional, local, objeto de estudio, serán analizadas, interpretadas y confrontadas, a partir de categorías analíticas propuestas por los autores de las investigaciones y/o establecidas por quienes escriben este artículo para un mejor ordenamiento de la información y de los resultados alcanzados.
Historiografías hegemónicas
En la historia económica pueden identificarse cinco grandes líneas explicativas construidas por los estudiosos de lo social durante los siglos XIX y XX (Maddison, 2004, p. 261 y ss.)1. En este artículo se las caracterizan como historiografías hegemónicas por lo que fueron capaces de imponer sus interpretaciones y modelos interpretativos en el conjunto global de la historiografía. Todas tienen en común la preocupación por los procesos de modernización, de allí la vigencia plena de la pregunta primigenia formulada por Adam Smith respecto del porqué de la riqueza de las naciones.
La primera de estas líneas, o la más temprana en su elaboración, entendió a la modernización como un proceso único y exclusivo de Europa. La Revolución Industrial fue, desde esta primera perspectiva, el gran parteaguas en la historia de la humanidad. Este enfoque advierte que, únicamente a través de ella, el mundo pudo liberarse de la trampa malthusiana en la que estuvo atrapado por miles de años. Desde este lugar, la economía preindustrial es concebida en una situación permanente de estancamiento tecnológico. Solo cuando se desencadena de modo acelerado el escenario industrial las sociedades superan el límite de la subsistencia. Esto sucedió por primera y única vez en Lancashire, Inglaterra, en el último cuarto del siglo XVIII.
Historiadores de distintas nacionalidades, épocas, con diferentes utillajes teóricos metodológicos, comparten este modo de aprehender la Revolución Industrial. Es el caso del británico Arnold Toynbee cuyas Lectures on the Industrial Revolution in England se publicaron póstumamente en 1884. En estas páginas quedaron asentadas las características que luego retomaron muchos de los estudios posteriores. Entre ellas la idea de la Revolución Industrial como parteaguas que inaugura el nuevo sistema industrial:
"Previously to 1760 the old industrial system obtained in England; none of the great mechanical inventions had been introduced; the agrarian changes were still in the future. It is the industrial England which we have to contrast with the industrial England of to-day". (Toynbee, 1884, p. 1)
La concepción de un universo preindustrial inmóvil se afianzó y se dotó de fundamentos empíricos y sofisticadas herramientas teóricas en las décadas posteriores. Emmanuel Le Roy Ladurie, discípulo de Fernand Braudel, en su tesis doctoral publicada en 1966 titulada Les paysans de Languedoc, mostró un paisaje moderno atrapado en ciclos de avance y retrocesos, cuyo entorno cultural le impidió salir de la tensión de las fuerzas coexistentes de Malthus y Ricardo, una población en crecimiento y salarios en retracción:
"L'essor, mutation rapide, au terme d'une invisible maturation, débute ainsi, localement de façon assez brusque, ver 1490-1500. C'est la population qui démarre, à très vive allure; l'économie, elle, progresse peu. De ce fait, dès 1530, unte contradiction éclate, violente: d'un côté, l'élasticité dynamique de la population, de l'autre, la rigidité têtue de la production agricole; ¿cette rigidité, constatée un peu partout d'esprit d'iniative et d'innovation? Elle entraine en tout cas des phénomènes d'austérité, de rationnment: rationnement salarial, par abaissemen-te des gages réels, et paupérisation des domestiques et journalier, rationnement foncier, para morcellement accéléré des tenures. L'appauvrissemente procède à la fois d'une sorte de "loi d'airain" des salaires, et du démembrement des parcelles san hausse des rendements à l'hectare. Malthus et Ricardo se donnent la main". (Le Roy Ladurie, 1985, p. 634)
Los estudios sobre América no escaparon de las reglas marcadas por esta historiografía. El problema fue explicar la modernización en estos territorios. El afianzamiento de la ideología del desarrollismo -developmentalism- facilitó la tarea (Wallerstein, 2004). La discusión se centró sobre cuándo, cómo, por qué se inició el proceso de industrialización. Mucha de la historia económica latinoamericana focalizó su atención en el siglo XX. El siglo XIX, caracterizado por las guerras de independencia y los inicios de la construcción de los Estados-nación, pasó a ser un siglo desapercibido por aquellos que se dedicaron a la historia económica.
En el contexto latinoamericano, los enfoques estancacionistas (Prak, 2001, p. 4) en boga -stagnationist view- florecieron en los llamados estudios coloniales2. Los nombrados cepalinos, dependen-tistas o estructuralistas, fueron quienes tomaron la bandera de la industrialización, entendida como camino de progreso y desarrollo, y la llevaron con decisión al campo de la historiografía económica.
Los tiempos coloniales se convirtieron en vedettes de la producción en historia económica latinoamericana. Desde esta perspectiva, únicamente ellos explicaban el fracaso de la industrialización y el retroceso económico de América Latina. Influidos por la obra de Celso Furtado los investigadores entendieron que los impedimentos y obstáculos para el desarrollo, así como las dinámicas de desequilibrio de ingresos y distribución frecuentemente tuvieron raíces en el pasado colonial.
Mediante la comparación y la contrastación de las economías de Brasil y Estados Unidos, Furtado mostró que el monocultivo y los latifundios brasileños impidieron el ahorro elevado y las tasas de inversión, propias de la floreciente trayectoria económica del Norte (Love, 2005, p. 112). En su obra Desarrollo y Subdesarrollo pueden observarse de modo claro estas apreciaciones, además del hecho de compartir la cosmovisión dominante respecto de la vía hacia la modernización:
"El advenimiento de un núcleo industrial, en la Europa del siglo XVIII, provocó una ruptura en la economía mundial de la época y llegó a regular el desarrollo económico subsiguiente, en casi todas las regiones de la Tierra". (Furtado, 1971, p. 163)
Furtado, influido por el pensamiento de Raúl Prebisch, pero también por el análisis histórico marxista, en su célebre obra Formación Económica de Brasil expuso que la economía de ese país estuvo marcada por el bajísimo grado de desarrollo de la economía colonial.
En el caso de Argentina, el mundo inmóvil de los tiempos coloniales fue retratado por Ferrer (1968), aunque sus intereses como economista vincularon sus análisis con los tiempos contemporáneos. En su obra Etapas de la historia económica argentina extendió los rasgos coloniales hasta 1860, y denominó a esta etapa "premoderna" y caracterizó a la economía de la época como "economías regionales de subsistencia". A la par de este libro, se publicó el estudio de Di Tella & Zymelman (1973), los cuales compartieron el énfasis al desarrollismo de la época. Aunque, en la tesis presentada en el MIT introdujeron la problemática de frontera motorizada por los planteos de Turner
Estas líneas centrales, partícipes de la cosmovisión de una época, de axiomas científicos; elaboradas y compartidas por economistas, sociólogos e historiadores, le dieron identidad y dirección a la producción historiográfica que abordó las tempranas décadas independientes que se trabajan en el texto. Los historiadores tomaron la posta de estas elaboraciones de los economistas latinoamericanos. A fines de la década de 1960, Tulio Halperín Donghi definió el período 1825-1850 como de "larga espera". Al igual que sus predecesores, fundió los tiempos tardío-virreinales con los tempranos independientes. Se trataba de un legado de cuyas "ruinas se esperaba que surgiera el nuevo orden", (Halperin-Donghi, 1969, p. 135). Mientras que estas aseveraciones acapararon la atención de los centros académicos occidentales más importantes, profundos cambios empezaron a desarrollarse en la historiografía económica europea que también incidieron en las producciones latinoamericanas.
Nuevas hegemonías
Los enfoques estancacionistas -stagnationist view- de la década 1950 y 1960, caracterizados por concebir a la economía europea, entre 1500 y 1800, como estancada, con bajos salarios, incremento de la pobreza y dominada por fuerzas maltusianas, entraron en retroceso (Van Zanden, 2001, p. 67). En las décadas de 1970 y 1980 avanzó la denominada revolución de los modernistas3.
Estas nuevas perspectivas volvieron a conceptualizar el proceso de modernización, pero reposicionaron explicativamente a la Revolución Industrial. Ahora esta no era inicio de una realidad nueva, la sociedad industrial, sino el resultado de un proceso interno de crecimiento de la economía europea. El registro histórico se modificó sustancialmente. Los estudiosos identificaron grandes cambios estructurales en la experiencia histórica del viejo mundo, entre 1500 y 1800: Se intensificó la productividad agrícola y también los mercados de trabajo. Se desarrollaron las ciudades y se expandieron territorialmente las monarquías europeas en América, África y Asia, estableciéndose redes de comercio de alcance global. A la par, las regiones se especializaron en determinadas actividades productivas y en el interior la intensificación del trabajo campesino dio lugar a la protoindustrialización, nombre que recibió el crecimiento industrial antes de la industrialización que se observó en el interior de las regiones europeas.
El nuevo enfoque gradualista dio cuenta de que la superación de la trampa malthusiana fue posible en los tiempos previos a la Revolución Industrial. La fundamentación de este argumento estuvo en las contribuciones sobre las características singulares y únicas del modelo europeo de matrimonio formuladas por John Hajnal en 1965. El matemático, demógrafo y estadístico británico sostuvo que los europeos, a comparación de otras zonas del planeta, contraían matrimonio a una edad más elevada, y que una importante parte de la población se mantenía célibe. De este modo, el retraso de la edad al matrimonio pudo haber permitido que hombres y mujeres de Europa emplearan sus años más productivos en trabajar sin tener a su cargo la responsabilidad de mantener una familia, incrementándose las posibilidades de ahorro y, por lo tanto, del crecimiento económico moderno y la Revolución Industrial.
En las exposiciones históricas de las últimas décadas del siglo XX se consolidó esta idea de que Europa tenía particularidades privilegiadas en comparación con el resto. No solo una población que podía enfrentar exitosamente por sus comportamientos demográficos la trampa malthu-siana, sino aspectos institucionales singulares como el Estado racional moderno. Se entendió que este crecimiento que precedió a los siglos previos a la Revolución industrial estuvo asentado en las posibilidades que abrió un mercado en constante expansión.
En la producción historiográfica latinoamericana y argentina también se dejaron sentir estos aires de cambio. Las nuevas propuestas no circularon vertiginosamente. El país estaba sumido en el letargo impuesto por el tutelaje de las dictaduras. Desde mediados de 1970 el estado de cosas se agudizó y la innovación teórica y metodológica vino desde el exilio. Carlos Sempat Assadourian, radicado en México desde 1975, continuó un proceso contributivo que modificó sustancialmente las perspectivas construidas sobre los tiempos coloniales; y, por ende, su articulación con la temprana etapa independiente. Al respecto, Silvia Palomeque, en la presentación de un dossier realizado en homenaje al historiador argentino, resume su propuesta:
"Es un gran modelo que marca las principales tendencias y permite integrar un conjunto de preguntas, pensar de una forma distinta y compleja al funcionamiento económico de antiguo espacio peruano. Modelo para el siglo XVI y XVII, con sustento en el concreto histórico, que sirve para echarlo a navegar hacia la desestructuración del siglo XVIII y el origen de los estados nacionales". (Palomeque, 1994, p. 13)
Fue este "modelo" el que nutrió la mayoría de las exposiciones históricas realizadas a nivel del espacio local hasta el día de hoy. El clima de renovación se vio favorecido por la "vuelta de la democracia", el regreso de muchos exiliados internos y externos y su incorporación a los centros académicos y de investigación.
En el Norte de la Argentina, la historia colonial se tornó en historia colonial andina. La tesis doctoral de Sara Mata fue el primer esfuerzo de sistematización de la historia de Salta durante el período tardío virreinal. Munida de las herramientas teóricas, metodológicas y de fuentes proporcionadas por Assadourian, la historiadora se ocupó de dar cuenta de cómo se articuló la región con la actividad del centro minero de Potosí. Assadourian abandonó el estudio de las sociedades coloniales a partir de la relación unívoca metrópoli-colonias y se enfocó en las dinámicas internas de la economía colonial, en la circulación mercantil4. De este modo, el centro minero de Potosí adquirió envergadura para explicar la estructuración de un espacio económico a partir de la articulación de circuitos mercantiles dominados por productos producidos en el propio espacio peruano (Assadourian, 1983).
Este espacio peruano fue el área económica que se identificó con la economía y el comercio de la región de la América andina. A través de su eje Lima-Potosí, conectó a una importante red de economías especializadas que ofrecían sus productos en mercados internos regionales (Bravo, 2001, pp. 126 y ss.). En esta línea explicativa se inscribió la producción histórica salteña que abandonó la concepción de frontera de un espacio político cuyo epicentro era Buenos Aires para proponer la de integración de Salta a un espacio mercantil cuyo eje articulador es el centro minero potosino. En este sentido, Mata afirmó:
"Desde épocas tempranas los excedentes de la región se comercializaron en el Alto Perú, sobre todo en Potosí. En el espacio mercantil andino, Salta cumplió un rol de una estación de tránsito particular importancia por sus ferias de mulas y sus campos de invernada. En el siglo XVII, y cuando todavía el comercio mular no poseía la envergadura e importancia que alcanzaría a fines del período colonial, Salta ya era un centro mercantil que se diferenciaba de las otras ciudades del Tucumán". (Mata, 2000, p. 40)
[...]
"En estas circunstancias la ciudad de Salta se convirtió en el eje de tres circuitos mercantiles claramente definidos. El más importante era el de Buenos Aires-Perú: por el que circulaban los efectos de Castilla, los esclavos, la yerba mate y las mulas que en retorno producían dinero en efectivo, tejidos altoperuanos y lana de vicuña. Otro más restringido espacialmen-te, comprendía las regiones productoras de vino y aguardiente como La Rioja, San Juan y Catamarca. Los ponchos cordobeses formaban también parte del mismo. Los comerciantes que lo transitaban o que remitían con arrieros sus productos a los apoderados en Salta componían un interesante sector medio urbano, que es necesario analizar más detenidamente. Finalmente, en el circuito mercantil Santiago de Chile-Mendoza-Salta-Alto Perú participaban comerciantes de Buenos Aires junto con otros residentes en Salta. Por él transitaban efectos de la tierra provenientes de Chile y aguardiente y pasas de uva de San Juan, junto con tejidos altoperuanos y efectos de Castilla".
Concluye:
"La importancia de la ciudad de Salta en los circuitos mercantiles surandinos se constata a través del proceso de urbanización que en ella se advierte y que difiere del resto de las ciudades de la Gobernación del Tucumán". (Mata, 2000, p. 46)
Las nuevas conceptualizaciones sobre la región nutrieron los nuevos aportes frente a las viejas versiones que desconocían los procesos de cambio social, y plantearon la necesidad de desdoblar el abordaje, al diferenciar una concepción de la espacialidad que se correspondía con el orden natural y otra que tenía como correlato al orden social. Esta tendencia, conforme a la cual el espacio es condicionante pero no determinante de los procesos sociales, planteó la inexistencia de procesos puramente sociales y concibió lo espacial como un producto socialmente construido5. Los diversos estudios concordaron, de un modo u otro, en que el desarrollo nacional se reproduce, con sus particularidades específicas, en cada una de las regiones y subespacios que lo integran. Pese a sus distintos matices, estas contribuciones teórico-metodológicas coincidieron en resaltar la dimensión política contenida en el concepto de región, cuyos vínculos suelen ser contradictorios en relación con los procesos históricos globales.
En los años de mil novecientos noventa se afirmó en la historiografía argentina la idea de estrechez que presentaban los espacios provinciales para explicar determinados procesos. En la producción histórica hubo una explosión de estudios regionales. A la par, se configuró la historia regional como un modo de historiar que tenía sus orígenes en estas latitudes. En la década de los noventa la historia regional tomó forma como género historiográfico deudor de la historia económica practicada en la década de 1960.
En la provincia de Salta, Madrazo (1995) y Mata (2000; 2004) fueron propulsores de esta renovación historiográfica y dirigieron su preocupación al estudio del comercio y sus circuitos durante la etapa colonial y la primera mitad del siglo XIX. Con estos desarrollos el concepto de región comenzó a mostrarse como una categoría analítica clave para desentrañar el pasado histórico.
Carlos Assadourian, Heraclio Bonilla, Antonio Mitre y Tristan Platt superaron la estrechez de las visiones de las "historias nacionales" y pusieron el énfasis en los circuitos y estrategias mercantiles de la región de los Andes meridionales. En contraposición a la postura que sostenía que el espacio económico colonial se había desintegrado por la depresión minera, la penetración del comercio inglés y los cambios derivados del nuevo orden político republicano, los citados investigadores advirtieron que la plata de Potosí continuó inyectando vida a una amplia región económica de la que formaban parte las poblaciones del Norte argentino.
Las localidades salteñas, tucumanas y jujeñas articuladas al hinterland minero, en particular, comerciaron con Bolivia hasta 1860. La amplia difusión de la moneda potosina en la región a partir de 1840, como sostuvo Mitre (1986, pp. 47-80) contribuyó a incrementar el comercio con Bolivia y Chile frente al de Buenos Aires, en donde circulaba la moneda fiduciaria. Recién después de 1880 este espacio regional se subordinaría a la economía de exportación a medida en que los circuitos mercantiles de raigambre colonial entraron en crisis.
En esta línea, Viviana Conti señaló que las transacciones comerciales de Salta y Jujuy se reacomodaron entre 1840 y 1870 y advirtió que el litoral pacífico se convirtió para esta región en una opción frente al puerto de Buenos Aires. Durante esos treinta años el esquema de circulación comercial en que se insertaron los negocios salto-jujeños se mantendría relativamente "aislado" del litoral atlántico (Conti, 2003, pp. 117, 126). A fines del siglo XIX asnos y ovinos fueron, en términos cuantitativos, las exportaciones más importantes del Norte argentino a Bolivia. Entre tanto, el ganado vacuno de Salta se colocó en el Norte chileno, que se hallaba en pleno auge salitrero por esos años. Más allá de los volúmenes exportados, muchas de estas ventas al exterior dejaban escasos márgenes de ganancias a la elite local (Langer & Conti, 1991, p. 107).
El siglo XIX protagonista de la historia económica latinoamericana
La afirmación de los estudios regionales en Argentina y el ascenso de un modo de historiar vernáculo llamado historia regional sucedieron en el marco de profundos cambios a nivel planetario, y de modificaciones sustanciales de las prácticas y los modos de concebir el quehacer científico. El desmoronamiento del llamado socialismo real dejó sin flechas de la historia a muchos de los estudios sociales; el ascenso de los países asiáticos sin seguir los estadios previstos de industrialización acabó definitivamente con la ideología del desarrollismo; la autoconciencia de las sociedades de vivir en riesgo inminente y permanente ambiental, terrorista, o de catástrofes naturales, obligó a detenerse menos en las estructuras y más en el papel de los agentes.
Consciente o no, la producción en historia económica se vio atravesada por estos cambios sustanciales en los modos de hacer y concebir la práctica científica. En las últimas décadas del siglo XX, una tercera línea investigativa, el neoinstitucionalismo avanzó de modo sostenido en la historiografía económica global y latinoamericana. Los aportes de North & Thomas (1978) obligaron a observar a las instituciones para explicar el éxito o el fracaso del desarrollo de las sociedades. Atrás quedaron causas primarias como las fuerzas de producción y la lucha de clases. El nuevo enfoque participa de los grandes consensos alcanzados por los científicos sociales del siglo XIX y XX. Los neoinstitucionalistas proponen que existen determinados acuerdos formales o informales, instituciones, que facilitan el éxito, uno de ellos la consolidación del Estado racional, hecho que concretó singularmente Europa durante la Edad Moderna.
Las investigaciones locales también participaron del nuevo clima de época propuesto por el neoinstucionalismo. El convencimiento que las instituciones son endógenas desplazó el foco hacia el adentro de las sociedades latinoamericanas. Los estudios se relacionaron directa o indirectamente con macro interrogantes de la economía latinoamericana. Emergió con fuerza la pregunta sobre cuándo fracasó América Latina. Entre las respuestas, se volvió al pasado colonial. Los historiadores económicos estadounidenses, a fines de la década de 1990, Engerman & Socoloff (1997) sostuvieron que las instituciones iniciales moldearon la evolución de las condiciones bajo las cuales ocurrió el desarrollo siguiente, de modo que algunas se tornaron endógenas con relación a las instituciones. Incluso cuando la esclavitud fue abolida, dejó un legado de alto grado de desigualdad en la distribución de la renta. De este modo, las instituciones reprodujeron las condiciones que originalmente las habían promovido, y a su vez volvieron a tomar forma bajo estas mismas condiciones. Además, la desigualdad de riqueza contribuyó a la evolución de instituciones que comúnmente protegían los privilegios y restringían las oportunidades para que la masa de la población participaba plenamente de la economía mercantil, incluso con la abolición de la esclavitud.
Otra de las respuestas vino desde las proyecciones econométricas de Maddison (2004). El reconocido historiador económico encontró que los niveles de producto interno bruto por habitante de América Latina bajo el control efectivo de las coronas de Portugal o de la Monarquía hispánica, en dólares estadounidenses constantes de 1990, fue semejante al de Europa Occidental e igual al de los territorios británicos, que se convirtieron después en Estados Unidos.
El nuevo consenso resultante de los datos proyectados por el estudioso británico propone que, durante el medio siglo posterior al comienzo de las guerras de independencia en 1810, en la mayor parte de Latinoamérica tuvo lugar un pequeño estancamiento económico. Las economías latinoamericanas comenzaron a lograr aumentos sostenidos, en la mayoría de los casos a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Esta tendencia se manifestó también en los datos sobre las condiciones de vida, expresó John Coatsworth en un artículo publicado en 2005 (Coatsworth, 2005).
Estos nuevos consensos sobre la performance de la economía de Latinoamérica se alcanzaron en medio de grandes transformaciones de la disciplina. Se acentuó el interés de los historiadores por nuevos modos de historiar. Muchos abandonaron sus estudios en historia económica y se abocaron a la nueva historia política. Otros quedaron seducidos por la nueva historia cultural, o por los estudios de redes. Aunque, la historia global comenzó a ganar adeptos. Este último movimiento historiográfico atrajo sobre todo a los historiadores económicos, que pasaron a preocuparse por vertiginoso desarrollo y crecimiento de las economías del Este asiático durante la segunda mitad del siglo XX.
La pregunta primigenia se desplazó desde por qué crecen las naciones a. por qué creció China, o por qué China no alcanzó la revolución industrial. En 2000, Pomeranz (2000) perteneciente a la denominada Escuela de California publicó The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy. Esta obra abrió una activa y documentada política de conocimiento no eurocéntrica en el campo historiográfico. El investigador estadounidense inauguró el debate conocido como de la Gran Divergencia, y con él la quinta gran línea explicativa de la historia económica.
Las contribuciones de la Teoría de la Gran Divergencia asestaron serios embates a los consensos establecidos por la revolución de los modernistas. En primer lugar, se coincidió en la ausencia de originalidad en el desarrollo europeo de los siglos XVI y XVIII. Las nuevas contribuciones mostraron que, China y Europa, compartieron entre 1500 y 1800, rasgos que les fueron comunes, entre ellos el comportamiento demográfico. Los estudios de población derribaron la gran fortaleza del consenso anterior: el Modelo de Matrimonio Occidental (Allen, Bengtsson & Dribe, 2005).
En segundo lugar, estudiosos de las diferentes líneas señalaron que las regiones de Europa Noroccidental del Mar del Norte y de la China del delta de Yang-Tsé manifestaron pequeñas divergencias -little divergences- en el desarrollo de sus espacios macro respectivos (Van Zanden, 2009). Por último, se afirmó el convencimiento que la divergencia de los desarrollos entre China y Europa se produjo tras la industrialización. El debate se orientó sobre dónde y cómo tuvo lugar la primera economía moderna del orbe.
Paradojas historiográficas
Los aportes del Debate de la Gran Divergencia tuvieron diferentes ecos en la historiografía económica argentina y aquella que estudia los procesos económicos locales. Estos, a su vez se mezclaron con las preocupaciones de los neoinstitucionalistas y retomaron viejos interrogantes y contribuciones. Gelman (2011b) utilizó el nuevo bagaje conceptual para analizar la realidad económica argentina decimonónica y brindar nuevamente respuestas a la pregunta de cuándo fracasó la economía Argentina. Hizo participar de este interrogante a otros cuestionamientos referidos, al proceso de conformación de un espacio rioplatense articulado por Buenos Aires, a la datación de la consecuente reorientación atlántica de las economías del Norte argentino6 y a la explicación de las desigualdades continentales, regionales y provinciales.
Gelman (2011a) sostuvo que la revolución de 1810 y la nueva división internacional del trabajo que promovió la revolución industrial del Norte atlántico europeo habrían sido el punto de divergencia entre las economías de las provincias del interior y de Buenos Aires y el Litoral, de la nueva entidad política llamada Provincias Unidas de Sudamérica:
"De esta manera, el signo de los tiempos es la divergencia regional y la generación de una Argentina macrocefálica, con un Buenos Aires que pasa con rapidez a concentrar lo principal de la riqueza del territorio y cada vez más de su población. Y si bien el desarrollo futuro corregirá parcialmente algunos de estos rasgos, se perfila aquí uno central que parece ya irreversible". (Gelman, 2011a)
Las producciones históricas locales de los últimos años confirman esta línea planteada por Gelman. La orientación atlántica de la economía salteña habría sido en tiempos más tempranos, sin que ello signifique el abandono de los mercados tradicionales.
Los actores locales, señala María Fernanda Justiniano, calificaron a la actividad comercial salte-ña de mediados del siglo XIX como "bastante activa". El análisis de los datos del informe censal de 1865 le permitió resaltar el papel que adquirió Buenos Aires como proveedor de mercaderías generales para esa época:
"Por esos años, según se advierte, los intereses económicos de los salteños oscilaban entre el Pacífico y el Atlántico. Los indicadores del censo permiten inferir que la reorientación hacia el Este de la economía provincial era una realidad que los hombres y mujeres de la época percibían cada vez con mayor nitidez. Esta situación tuvo su correlato con los proyectos políticos de Estado que las elites dirigentes apoyaron desde Salta". (Justiniano, 2010, p. 142)
Este dinamismo observado por los protagonistas de la economía salteña de la época contrastó notablemente con la situación de miseria descrita por el gobernador Arenales en 1825. Sin embargo, coincide con la afirmación realizada por Gelman sobre el crecimiento de la riqueza de la ciudad y la campaña Buenos Aires entre 1839 y 1855. El historiador bonaerense señaló que durante estos años se superaron rápidamente las crisis sufridas en los momentos inmediatos a la revolución, al punto que podría afirmarse que multiplicaron ocho o nueve veces los índices de riqueza per cápita de Tucumán, Salta y Jujuy.
Los nuevos planteos comparten los consensos que emergieron en las décadas pasadas. Las divergencias de los desarrollos no pueden explicarse por la herencia colonial o por políticas económicas determinadas, sino por la dotación de recursos naturales, en un momento que el desarrollo industrial europeo exigió de abastecimiento de materias primas. Al respecto, Gelman expresa:
"Pero, por los datos que tenemos hasta ahora, pareciera que el dispar desempeño económico de las regiones argentinas en este largo periodo que sigue a la crisis del orden colonial se explica en gran medida por la disímil dotación de recursos y especialmente la ubicación geográfica de los mismos en una etapa en la que la tracción del mercado viene sobre todo del Atlántico y los mercados interiores desfallecen. Es verdad también que el control de la aduana por parte de las autoridades de Buenos Aires era un factor adicional, que permite entender la rapidez y eficacia de ciertas políticas como la expansión de su frontera en los inicios del siglo XIX en esta provincia, mientras que las otras lo hacen con grandes dificultades". (Gelman, 2011b, p. 22)
Una perspectiva diferente de análisis la desarrollaron Fernando Jumar y Viviana Conti. Para ellos los cambios producidos por el liberalismo económico y la emergencia de los estados provinciales dieron pie a diversos experimentos de organización político-institucional en donde el factor de conflicto estuvo centrado en políticas económicas. Ponen en duda el papel de polo gravitante de Buenos Aires y entienden que se integró a un espacio económico polarizado, a partir de una posible conformación de un espacio económico porteño. Aseveran que fue la fuerza de los objetivos económicos de su sector dirigente el que le permitió aplicar un proteccionismo selectivo, que le rindió económica y militarmente. Desde esta línea argumentativa, entienden que:
"Al respecto se observan en este trabajo los intereses no siempre complementarios de los poderosos porteños y de las elites salto-jujeñas. En tanto que estos últimos podrían alcanzar sus objetivos económicos articulando de modo durable sus relaciones económicas en una media luna que vinculaba Perú, Bolivia y Chile, mientras que los de Buenos Aires necesitaban que la articulación sea primordialmente con su río. La rearticulación salto-jujeña de los años 1830-1840 se mantuvo, aunque Buenos Aires intentase quebrarla durante el rosismo, a lo que se llegaría finalmente en pleno período de la organización nacional argentina, cuando se operaron cambios en el mercado y en la tecnología, que tornaron económicamente beneficioso para Salta y Jujuy el nexo con el Atlántico, como los nuevos ramales ferroviarios, la crisis de 1873 que golpea antes en Valparaíso y la llegada de una paz durable en el circuito interno". (Conti & Jumar, 2010)
Justiniano (2010, p. 192) sostiene que la situación de miseria económica y provisionalidad política incidió para que desde la temprana etapa independiente la elite salteña se aferrara a los designios y a la protección política de los tejidos desde Buenos Aires, capital desde 1776 del Virreinato del Río de la Plata, del cual dependía desde 1782 la Intendencia de Salta del Tucumán. La aceptación de la luego fracasada Constitución de 1819 y la elección de senadores para el nuevo Congreso nacional fueron muestras de este estado de la relación. Pese a que no había tenido representantes en el Congreso Constituyente, Salta fue una de las pocas provincias del Interior que aceptó la nueva carta magna, mientras que Santa Fe y Entre Ríos no solo rechazaron el documento, sino que le declararon la guerra al Directorio.
Martín Güemes, miembro de la Patria Vieja, junto a los miembros del Cabildo de Salta, juraron la Constitución de las Provincias Unidas de Suramérica en 1819, José Antonio Álvarez de Arenales, miembro de la Patria Nueva, intervino en la Constitución de la República Argentina de 1826. Vale agregar que ambas cartas magnas privilegiaron proyectos centralistas que colisionaron con las autonomías de las provincias. El mayor de los hermanos Gorriti, Juan Ignacio, también opositor al sistema de Güemes, representó a Salta en el Congreso Constituyente de 1826 y apoyó la Constitución que surgió de esa convención. Otra manifestación de respaldo al Gobierno de Buenos Aires y a las tendencias centralistas fue el voto que Gorriti brindó, al año siguiente, a favor de la declaración de la guerra al Imperio del Brasil. Incluso cuando el grupo opositor encabezado por Dionisio Puch, cuñado de Güemes, y por el menor de los Gorriti, José Francisco, derrocó al gobernador Arenales, tampoco se abandonó esta concepción imaginada que se plasmó en las acciones de la dirigencia salteña por encima de todos sus antagonismos (Justiniano, 2010, p. 218).
La elite salteña que dirigió los destinos de la provincia, por encima de sus propios enfrentamientos internos, imaginó una comunidad política semejante con los grupos dirigentes porteños. La relación política de Güemes con Buenos Aires es observada de un modo semejante por Sara Mata, al analizar la relación del gobernador Martín Miguel de Güemes con las autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata:
"Güemes, en su correspondencia con las autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se manifestó siempre a favor de la unidad de estas y no cuestionó el liderazgo de Buenos Aires, pero sus acciones y resoluciones alimentaron los temores de Buenos Aires, de las vecinas ciudades de Jujuy y Tucumán, y de la élite de Salta acerca de sus deseos de hegemonía política.
Los principales interesados en Salta por mantenerse vinculados a Buenos Aires fueron los terratenientes salteños con quienes el Ejército Auxiliar del Perú contrajeron una importante deuda en dinero y que aspiraban a que la misma fuera reconocida y abonada". (Mata, 2004, pp. 244-246)
Este apoyo permanente de los grupos de elite salteños al proyecto político porteño ya había sido observado por Bernardo Frías (2019, p. 480), quien expresó: "fue cosa notable que de todas las provincias que componían la nación, resultaba ser Salta la única que no rompiera la subordinación a las autoridades supremas constituidas"7. Ahora bien, las respuestas exploratorias sobre por qué, pese a sus vínculos económicos con el eje Lima-Potosí la elite salteña apoyó el proyecto político de Buenos Aires no son coincidentes. Asimismo, encontró las respuestas en los testimonios de la propia elite protagonista. Facundo de Zuviría, es un ejemplo de esta aseveración. En el discurso que diera, junto a su informe sobre el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos, expresó convencido:
"... No, Señores; la provincia de Salta no quiere ni puede desmentir sus antecedentes gloriosos. En la paz y en la guerra siempre se ha sacrificado por el bien de toda la nación, sin que jamás una sola vez se haya opuesto al voto de ella, ni a la mayoría de las demás provincias de la Unión. Sí, Señores, yo os lo aseguro con toda nuestra historia a datar del año 1810 hasta la fecha. La provincia de Salta jamás se ha manchado con ningún escándalo contra poder alguno nacional, ni con un solo voto emitido contra una idea que tendiese a organización nacional bajo cualquier forma, ni jamás ha instruido a sus diputados con otro artículo preceptivo que con el de subordinación a la mayoría numérica, porque en ella supone residir la mayoría numérica de luces, de prudencia, de patriotismo, etc., etc. Esta ha sido su política invariable". (Zuviría, s.f., pp. 110-120)
Sara Mata, en cambio, entiende que las disidencias con Buenos Aires se atemperaron por la existencia de una crecida deuda a favor de los vecinos de Salta, resultado de las ventas de ganado, mulas y otros pertrechos realizadas para proveer al ejército durante los primeros seis años de la revolución (Mata, 2004, p. 245). Incluso la autora califica de paradójica la situación de vínculos fortalecidos con el Alto Perú y de intensificación de relaciones con Buenos Aires.
En tanto, con los utillajes de la historia fiscal, Justiniano (2011) procura explicar por qué la elite sal-teña optó por participar y defender la comunidad política imaginada por la elite porteña, pese a los profundos vínculos económicos, sociales, políticos que la unían con la Lima virreinal. En concordancia con la propuesta de Grafe & Irigoin (2006), estos afirman que las elites revolucionarias defendieron sus intereses fiscales, cada ciudad con caja principal constituyó una provincia, ya sea por el decreto de Gervasio Posadas o por decisión de sus grupos dirigentes. Visto desde esta perspectiva, era Buenos Aires y sus posibilidades fiscales la que podía asegurar la viabilidad de un proyecto político revolucionario. Sin embargo, aclara que en 1810 no toda la sociedad salteña participaba de tales pretensiones emancipadoras (Justiniano & Tejerina, 2015). Además, el análisis de los empréstitos forzosos entre 1815 y 1820 deja ver una comunidad de intereses políticos entre Salta y Buenos Aires. Las deudas contraídas con los peninsulares radicados en Salta, los cuales fueron forzados a prestar determinadas sumas al gobierno de Güemes, fueron canceladas en los años siguientes por el gobierno central.
Los estudios realizados evidencian un esfuerzo por utilizar las herramientas de la historia económica para dar respuestas a los problemas de la historia política. De allí que afirme que, la Independencia no trajo consigo innovaciones en el registro fiscal. En Salta se mantuvieron las formas, las costumbres, los libros, las imposiciones, hasta mediados del siglo XIX, cuando la propuesta de República confederada liderada por Justo José de Urquiza obligó a una tributación de corte liberal en 1855. Sin embargo, agregan que esta monotonía de los modos de registrar deja ver la turbulencia del proceso histórico y las convicciones de aquellos que lideraron el proyecto de independizar estos territorios de la Monarquía. Las Provincias Unidas de América del Sur implicaron en su formación grandes continuidades y grandes rupturas. La estructura fiscal de la Provincia de Salta se mantuvo hasta mediados del siglo XIX. Ello no implicó la ausencia de discontinuidades. Estas estuvieron asociadas al proceso político y a las características que asumió el nuevo orden. En 1814, de los libros manuales desapareció el epíteto real y el tributo indígena dejó de figurar en los registros.
Por último, no debe dejar de incluirse en el análisis la propuesta de Mariano Bonialian (2012). En su obra El pacífico hispanoamericano: política y comercio asiático en el imperio 1680-1714, incorporó los señalamientos de quienes advierten la importancia del Pacífico durante la Edad Moderna. En este caso, asentado en los aportes de Flyn & Giráldez (1995), el historiador cordobés sostuvo que el Pacífico es un océano indiano, por el cual circuló la plata americana hacia China, la "gran aspiradora" argentífera asiática. Por vía Filipinas fluyeron las porcelanas, la seda cruda, la seda en paño, los mantones de manila, las especias y las gemas.
Influencias de la propuesta de Bonailián pueden encontrarse en la producción historiográfica local. Justiniano, Madregal & Anachuri (2019), en un análisis de fuentes inéditas, encuentran evidencia de una red mercantil, liderada por Juan Antonio Moldes, que para eludir los conflictos de la guerra anglo española de fines del siglo XVIII, articularon una estrategia que conectó Cádiz, Filipinas, Buenos Aires y Salta.
Este artículo, a juicio de sus autores, renueva problemas de las exposiciones históricas locales. Vale interrogarse nuevamente sobre qué actividades favorecieron la generación de riqueza, ¿acaso las productivas o fueron las mercantiles? Moldes fue un importante prestamista e introductor de efectos de Castilla. Pese a esta importancia económica es un ausente en los listados de los sujetos afortunados de Salta. Estos se hicieron con base en la actividad agrícola (Mata, 2000), o a sus propiedades inmobiliarias (Justiniano, 2010; Quintián, 2012).
Los estudios sobre el crédito en tiempos tardíos virreinales realizados por Gabriel Anachuri ponen en el centro de la interpretación la órbita de la circulación sobre la producción, sin descuidar los vínculos globales iniciado en los últimos avances analíticos (Anachuri, 2019). A la par, se renueva el interrogante referido a los vínculos entre Salta y Buenos Aires. Bajo este marco, parecen ser más tempranos y sólidos de lo que tradicionalmente se cree.
Conclusiones
En este artículo se pretendió realizar un ejercicio explicativo e interpretativo que ponga en diálogo y confronte la historiografía en historia económica escrita sobre Salta, una región del Norte de la República Argentina, con las grandes elaboraciones de la historia latinoamericana y global. Se priorizó en el análisis detenerse en las contribuciones que se ocuparon de los tiempos de fines del mundo virreinal y las primeras décadas independientes.
Las exposiciones históricas escritas sobre la economía salteña de los siglos XVIII y XIX evidencian un eco de las preocupaciones de las grandes líneas de la historiografía occidental, latinoamericana y argentina. La resonancia de estos grandes esquemas explicativos generales no impidió la generación embrionaria de una agenda propia de problemas del desarrollo histórico-historiográfico local/regional y su relación con el devenir nacional y global.
Las denominadas "décadas perdidas" o "la larga espera" demandan una mayor preocupación8. Los estudios locales y el proceso histórico acaecido indicarían que para Salta los tiempos de estancamiento económico no habrían tenido lugar tras los años de 1820, sino tras la inserción contundente de la Argentina y su economía agroexportadora en el mercado mundial. Los resultados de la historiografía económica local ponen en relieve interrogantes claves de la historia política. Los estudios de la historiografía económica regional no dan una respuesta unívoca para explicar el apoyo permanente de la élite de esta región del Norte de la actual Argentina, que estuvo siempre vinculada a Lima y Potosí, al proyecto político estatal delineado por los grupos porteños.
Los actuales avances de las investigaciones parecen haber dado fin a las elaboraciones explicativas atrapadas en la órbita de la producción como clave explicativa de la generación de la riqueza y de la dominación de las clases. Los aportes de la perspectiva global dejan ver que el capital financiero incidió en la formación de las grandes fortunas de fines de la época virreinal y de los tiempos independientes.