Introducción
La actual pandemia de COVID-19 ha tenido implicaciones complejas en la salud pública a nivel mundial. Además, ha demandado una alta atención médica, llegando a colapsar en algunos casos los sistemas de salud [1]. Al día de hoy, la Our World in Data (OWD) hace un recuento de más de 6,45 millones de muertes en el mundo, con más de 596 millones de contagios reportados [2]. La situación en América Latina no es la más alentadora, con una alta vulnerabilidad, debido a las características económicas y dificultades en la implementación de las medidas y protocolos [3,4]. En el contexto regional, Colombia reporta alrededor de 141,000 fallecimientos y más de 6,290,000 casos confirmados [5].
Existe un mayor riesgo de infección grave y riesgo de muerte por COVID-19 en personas con enfermedades cardiacas, hipertensión y diabetes [6,7]. Sin embargo, es de resaltar que no todas las personas expuestas al COVID-19 desarrollan una enfermedad respiratoria grave [8] y el número de personas adultas jóvenes sin patologías previas, afectadas gravemente por el virus, viene en aumento [9,10]. Esto se ha evidenciado en afectaciones cardiorrespiratorias, musculares y funcionales después de la recuperación [11], complicaciones que podrían tener un impacto negativo en la salud pública y en la reactivación económica del país [12]. Así mismo, conviene destacar que la cuarentena en muchos casos depende del contexto, y aunque ha sido una de las medidas más utilizadas, conlleva a altos costos sociales y económicos [13], así como psicológicos [14]. Se puede identificar que en muchos casos el distanciamiento físico y la cuarentena posiblemente han conducido a un manejo deficiente de los factores de riesgo conductuales de las enfermedades no transmisibles (ENT), incluida una dieta poco saludable, la inactividad física, el consumo de tabaco y el consumo nocivo de alcohol [15]. Sin un manejo adecuado, las condiciones crónicas pueden empeorar debido a situaciones estresantes que resultan de restricciones, situaciones económicas inseguras y cambios en los comportamientos normales de salud [6].
Es de destacar que, a pesar de las múltiples publicaciones actuales sobre el COVID-19 y sus implicaciones en la salud de la población, aún existen vacíos en el conocimiento sobre la actual pandemia. Por tal motivo, el objetivo de este estudio fue evaluar las repercusiones en un sujeto sano y físicamente activo que presentó complicaciones médicas graves y complicaciones posteriores al COVID-19.
Reporte de caso
Paciente masculino de 41 años, procedente de la ciudad de Bogotá, Colombia, que ingresa al servicio de urgencias manifestando dificultad para respirar, malestar general, dolor en articulaciones con evolución de ocho días, fiebre y tos. Al momento del ingreso presentó los siguientes datos antropométricos básicos: 68,6 kilos de peso; 1,63 metros de estatura; IMC, 24,6; % de grasa, 21,3; kg de masa muscular, 51,3. Se determinan los signos vitales: presión arterial (mmHg), 144/75; presión arterial media (mmHg), 98; frecuencia cardiaca (Lat/min), 110; frecuencia respiratoria (Resp/min), 20; saturación de oxígeno, 88%.
Posterior al Triage, se aplicó prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), se procedió a hospitalizar por medicina interna, se suministró oxigeno por cánula nasal para saturación mayor a 90%, se solicitaron paraclínicos y se suministró acetaminofén 1g cada ocho horas y albendazol 400 mg. Posterior a un día de ingreso, PCR positiva para SARS-CoV2, con hallazgos imagenologicos en relación con infiltrados en vidrio esmerilados que comprometen los dos tercios inferiores de predominio periférico y bilateral (Figura 1).
Ante PCR elevada, se inició manejo antibiótico con ampicilina. Posterior a dos días del ingreso, y dado el mal estado general del paciente, se procedió a intubación orotraqueal, y se le trasladó a cuidados intensivos, bajo ventilación mecánica invasiva. El sujeto requirió de altas dosis de sedantes. Se completó el primer ciclo en prono.
Al cuarto día, se ajustó sedación, se suspendió propofol, y se mantuvo con ketamina más fentanil y cisatracurio. Al quinto día se reportó difícil sedación, por lo cual se dispuso de múltiples fármacos a dosis elevadas (fentanil, ketamina, dexmedetomidina y lidocaína) y antipsicóticos (quetiapina, clonazepam, valproato, magnesio y haloperidol). Presentó además lesión renal aguda en deterioro. Se sospechó sobreinfección pulmonar (Figura 2) y se inició hemodiálisis interdiaria.
Posterior a 16 días en UCI, presentó elevación de todo el perfil hepatobiliar y lipídico, y continuó hemodiálisis interdiaria. Al día 18 posterior al ingreso a la UCI, se detectaron transaminasas, amilasa y bilirrubinas elevadas, ecografía hepatobiliar dentro de los límites normales. Se logró extubar con adecuada tolerancia, manejo con cánula nasal. Pasó a UCI no Covid. Posterior a 21 días de ingreso a la UCI, presentó hemorragia gastrointestinal con melenas importantes. Se procedió a transfundir y se solicitó estudio con colonoscopia. Presentó hepatotoxicidad por fármacos. Se trasladó a hospitalización general. Requirió continuar con nutrición enteral y régimen de rehabilitación intensiva por desacondicionamiento físico severo y compromiso cognitivo inicial, con seguimiento de un equipo interdisciplinario que incluía enfermería, medicina general, medicina interna, psiquiatría y nefrología. Finalmente, posterior a 42 días se da egreso en programa de atención domiciliaria para continuar rehabilitación física y cognitiva, con un total de 57 días de incapacidad para retomar sus actividades laborales, aunque en modalidad virtual.
En el presente caso se pretende destacar una clara pérdida de peso total, masa muscular e incluso de porcentajes de grasa, tanto total como visceral. Además, es de resaltar que posterior a doce meses de recuperación, con aumentos de actividad y ejercicio físico y normalidad en la alimentación, no se logran los niveles previos a la enfermedad (ver Tabla 1).
Peso (kg) | Estatura (metros) | IMC (kg·m-2) | Grasa Total (%) | Masa Muscular (kg) | Grasa Visceral (%) | |
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3 días antes | 68,6 | 1,63 | 25,8 | 21,3 | 51,3 | 8 |
60 días después | 56,0 | 1,63 | 21,1 | 13,8 | 45,8 | 5 |
90 días después | 57,3 | 1,63 | 21,6 | 14,4 | 46,5 | 5 |
120 días después | 56,0 | 1,63 | 21,1 | 14,3 | 45,3 | 5 |
150 días después | 54,4 | 1,63 | 20,5 | 14,9 | 44,7 | 5 |
190 días después | 55,6 | 1,63 | 20,9 | 12,5 | 46,2 | 4 |
365 días después | 60,5 | 1,63 | 22,8 | 17,6 | 50,8 | 6 |
Sumado a lo anterior, en la Tabla 2 podemos observar la evidente pérdida de condición física a raíz de la enfermedad, disminuyendo hasta un 65% el rendimiento medido en vatios a través de la prueba de umbral de potencia funcional (Test realizado en rodillo de ciclismo marca Turbo Muin Elite; previo calentamiento de diez minutos, se pedaleo a ritmo constante durante 20 minutos).
Velocidad (km/h) | Cadencia (rpm) | Potencia (w) | FC (ppm) | Distancia (km) | ||
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30 días antes | Media | 18,0 | 79,0 | 110,0 | 132,0 | 6,0 |
Máxima | 21,8 | 95,0 | 189,0 | 145,0 | ||
150 días después | Media | 10,8 | 52,0 | 38,0 | 125,0 | 3,6 |
Máxima | 14,6 | 70,0 | 67,0 | 160,0 | ||
365 días después | Media | 16,0 | 80,0 | 95,0 | 136,0 | 5,2 |
Máxima | 20,4 | 92,0 | 163,0 | 155,0 |
Se destaca que, en este caso puntual, el paciente no continuó con suplencia de oxígeno durante el proceso de rehabilitación. Controles radiológicos posteriores evidencian el parénquima pulmonar sin lesiones residuales, por lo que no requirió oxigeno suplementario posterior al egreso (Figura 3). Sin embargo, posterior a la salida de la clínica y tras cinco meses de recuperación, presentó una pérdida evidente de peso y de memoria, dificultad para pensar y concentrarse, persiste la pérdida de masa muscular, y es de subrayar la persistencia en las alteraciones en la función hepática posterior a un año de la infección del virus (Tabla 3), además de cansancio y fatiga, dolor muscular, problemas para dormir, cambios en el estado de ánimo y alteraciones del gusto.
Variables de Laboratorio | Intervalo Biológico de Referencia | A 42 días de dar positivo | A 51 días de dar positivo | A 77 días de dar positivo | A 109 días de dar positivo | A 345 días de dar positivo |
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Bilirrubina total (mg/dl) | 0,10 a 1,20 | 2,60 | 2,20 | 2,83 | 1,85 | 1,35 |
Bilirrubina Directa (mg/dl) | 0,10 a 0,25 | 2,34 | 1,96 | 1,82 | 1,66 | 0,98 |
Transaminasa Glutamico Oxalacetica o Aspartato Amino Trasferasa (U/L) | 5,0 a 40,0 | 156,0 | 83,0 | 144,0 | 42,0 | 44,7 |
Transaminasa Glutamicopiruvica o Amino Transferasa (U/L) | 5,0 a 41,0 | 203,0 | 179,6 | 230,2 | 55,8 | 49,5 |
Gamma Glutamil Trasferasa (U/L) | 10 a 71 | 1976 | 1152 | 137 | 206 | |
Hemoglobina (g/dl) | 13,50 a 18,0 | 8,20 | 10,3 | 13,6 | 14,9 | 16,5 |
Hematocrito (%) | 40,0 a 54,0 | 25,1 | 32,6 | 41,4 | 46,6 | 50,8 |
Nota. Resultados de laboratorio análisis bioquímico; mg/dl: miligramos por decilitro, U/L: Unidades por litro. g/dl: gramos por decilitro. %: porcentaje.
Discusión
En la actualidad existe un número cada vez más alto de investigaciones concluidas y que se están socializando con relación al COVID-19. Sin embargo, no se conocen estudios de caso que aborden las consecuencias en parámetros de rendimiento y antropométricos en personas sanas, físicamente activas y que hayan sufrido complicaciones médicas graves y afecciones posteriores al COVID-19.
Las complicaciones renales y hepáticas evidenciadas en este caso se debieron posiblemente a las altas dosis de medicamentos necesarios en la sedación, acompañadas de la reacción inmunitaria grave a raíz de la tormenta de citoquinas [16]. La clara pérdida de masa muscular, acompañada de un deterioro significativo de la condición física, puede ser producto de la inmovilización prolongada y dieta acorde a la situación [17]. Además, probablemente la fatiga posterior al COVID-19 puede ser un factor determinante en la lenta recuperación de la condición física [18]. Se han reportado posibles consecuencias cardiovasculares a largo plazo en personas recuperadas de la infección por COVID-19, independientemente de las condiciones preexistentes, la gravedad y curso general de la enfermedad [19]. Sumado a lo anterior, se han hecho análisis desde una perspectiva cardiovascular [20], en los que los ensayos y la evidencia genética muestran que la obesidad (y el exceso de masa grasa) [21] está relacionada con la hipertensión, la diabetes mellitus, la enfermedad coronaria, el accidente cerebrovascular, la fibrilación auricular, la enfermedad renal y la insuficiencia cardíaca, lo que aumenta las posibilidades de complicaciones médicas graves por SARS CoV-2 [22].
De acuerdo a los actuales hallazgos, las personas que carecen de los genes específicos o mutaciones en genes implicados en la regulación de la inmunidad, que codifican citoquinas como interferones, podrían ser mucho más susceptibles a enfermedades infecciosas, incluido el virus de COVID-19, representando una neumonía potencialmente mortal en el 2,6% de las mujeres y el 12,5% de los hombres [23]. Sumado a esto, la presencia en diferentes tejidos, y no exclusivamente en los pulmones de los receptores ACE2 y CD147 y neuropilina 1, facilitan la entrada del virus al organismo [24,25], además de la posible disminución del surfactante que permite la flexibilidad de los pulmones [26]. Adicionalmente, el COVID-19 también puede alterar directamente la función de las células β pancreáticas a través de una interacción con la enzima convertidora de angiotensina. Así mismo, se han encontrado elementos importantes que involucran la inmunidad innata, con fallos en el sistema de los interferones en etapas iniciales de la infección y el incremento sostenido de interleucinas proinflamatorias que puede terminar en una tormenta de citoquinas potencialmente fatal [27]. Todo esto podría dar respuestas a las complicaciones en personas sanas y físicamente activas a raíz del COVID-19. Sin embargo, parece ser que niveles adecuados de actividad física y ejercicio permiten fortalecer y preparar el sistema inmunológico frente a una infección por SARS-CoV-2 [28].
Finalmente, es de gran relevancia el seguimiento a las personas que hayan sido infectadas por este virus, dado que las secuelas multiorgánicas se siguen reportando y, a la fecha, aún hay un gran desafío de atención para mejorar la salud mental [18] y física de los sobrevivientes del COVID-19 [29,30].
Conclusiones
Entendiendo que el COVID-19 es una enfermedad reciente, aún hay mucha información por recolectar para entender su comportamiento en el cuerpo humano. Sin embargo, las investigaciones van dando evidencias del porqué el COVID-19 puede generar graves complicaciones médicas en personas sanas y físicamente activas. Entendiendo que es una situación multifactorial, son necesarias más investigaciones con esta población, para así realizar planteamientos de manejo clínico acordes a la enfermedad y evitar desenlaces fatales.