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Trabajo social

On-line version ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.25 no.2 Bogotá July/Dec. 2023  Epub July 02, 2024

https://doi.org/10.15446/ts.v25n2.107691 

Artículos

Estamos en transición. El hallazgo de verme, sentirme y escucharme en el proceso de acercarnos al otro

We are in Transition. The Discovery of Seeing, Feeling and Listening to Myself in the Process of Bringing us Closer to the Other

Estamos em transição. A descoberta de me ver, sentir e me ouvir no processo de aproximação com o outro

Mónica Márquez Ramírez 1   *  

1Investigadora independiente


RESUMEN

El propósito de esta investigación, que tuvo lugar en el marco de la maestría en Antropología de la Universidad Nacional de Colombia, fue acercarme a experiencias de hombres excombatientes que distaran del recuerdo de la ejecución de la violencia y pudieran mostrarme otras dimensiones de la vida en armas. El proceso me demandó una mirada introspectiva, que me permitió reconocer mis prejuicios y las formas en las que estos decantan cómo me estaba acercando a ellos. Así, en este artículo comparto reflexiones y hallazgos sobre la vida de quienes combatieron, en relación conmigo y la práctica investigativa. Dejo preguntas abiertas y posibilidades metodológicas propuestas. No es un texto resolutivo sobre cómo trabajar con quienes combatieron sino, más bien, sobre cuáles podrían ser los primeros pasos al aproximarnos a sus experiencias, por tanto, doy cuenta de la configuración de encuentros ficcionados como estrategia metodológica.

Palabras clave: Conflicto armado; emociones; encuentros ficcionados; reflexividad; transición

Abstract

The purpose of my research while studying for a master's degree in Anthropology at the National University of Colombia, was to get closer to the experiences of male ex-combatants that were far from the memory of the execution of violence and could show me other dimensions of life under arms. The process required me to look inward and acknowledge my biases and the ways they influenced how I was approaching them. Thus, in this article I share reflections and findings on the life of those who fought, in relation to me and the investigative practice; I leave opened questions and proposed methodological possibilities. It is not a decisive text on how to work with those who fought, but rather on what could be the first steps to take when approaching their experiences, therefore I give an account of the configuration of fictionalized encounters as a methodological strategy.

Keywords: Armed conflict; emotions; fictionalized encounters; reflexivity; transition

Resumo

O objetivo desta pesquisa durante o mestrado em Antropologia na Universidade Nacional da Colômbia foi me aproximar das experiências de homens ex-combatentes que estavam longe da memória da execução da violência e poderiam me mostrar outras dimensões da vida sob as armas. O processo exigiu um olhar introspectivo, que me permitiu reconhecer meus preconceitos e as maneiras pelas quais eles decantavam como eu os abordava. Assim, neste artigo compartilho reflexões e descobertas sobre a vida daqueles que lutaram, em relação a mim e à prática da pesquisa. Deixo em aberto questões e possibilidades metodológicas propostas. Não se trata de um texto decisivo sobre como trabalhar com aqueles que lutaram, mas, sim, sobre o que poderiam ser os primeiros passos ao abordar suas experiências, portanto, dou conta da configuração dos encontros ficcionais como estratégia metodológica.

Palavras-chave: Emoções; encontros ficcionalizados; transição; conflito armado; reflexividade

El proceso de transición de las armas a la vida civil, que configura la negociación con las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARO - EP), supone desafíos en términos institucionales por la creación de las entidades y programas que dispuso el Acuerdo para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera2, así como demanda la comprensión de los cambios estructurales que se requieren para que el conflicto armado se desincentive y la lógica criminal, que por tanto tiempo ha regido en nuestro territorio, sea desestimulada y desactivada.

Estos desafíos encaran las transgresiones que la dinámica del conflicto armado ha promovido, que explican el ejercicio de la violencia, la forma en que dirimimos desavenencias y las maneras en el Estado ha incumplido con sus deberes, procesos que enmarcan la vulneración de los derechos de los ciudadanos y la precarización de la vida en nuestro país. Esta es una dimensión de los desafíos del proceso de transición en que nos encontramos inmersos por cuenta de la consolidación e implementación del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, que nos implica como sociedad, ojalá, vigilante, informada y crítica frente a los avances y los vacíos que deben abordarse para lograr la implementación de los acuerdos de paz.

Quizás una dimensión más cotidiana que también resulta desafiante, tiene que ver con reconocernos también en el tránsito que propone dicho Acuerdo. Como terceros civiles, no violentados directamente -sino más bien como testigos de la violencia que por tantos años ha caracterizado a nuestro país-, podríamos ver desde la distancia el proceso, considerando que son las víctimas y los victimarios quienes están compelidos a recorrer el camino del reconocimiento de las transgresiones a la dignidad humana y la reparación a la violencia sufrida y perpetrada.

En este texto quiero proponer que como sociedad estamos convocados a ser parte del tránsito que se está consolidando desde la dejación de armas, y la atención a las víctimas en perspectiva de su reconocimiento, dignificación y reparación. Estas reflexiones se desarrollaron en el proceso de elaboración de mi tesis de Maestría (2021)3, contexto en el que fui interpelada a ampliar la perspectiva sobre quienes estuvieron en el lugar de los victimarios, para entenderles como humanos con experiencias complejas que no se reducen a la perpetración de la violencia.

Como trabajadora social, me resulta irrebatible que desde nuestra profesión seamos convocadas a acompañar a las víctimas en el reconocimiento de las diversas formas en que han sido afectadas, los daños que ha configurado la experiencia de la violencia, que se han profundizado por la impunidad o la falta que implica su dignidad, su proyecto de vida y sus relaciones. Hemos trabajado de forma cercana a las víctimas, entendiendo también que las afectaciones de la violencia se extienden a las maneras en que configuramos las relaciones en nuestra sociedad.

El propósito que nos orienta es reconocer y superar los efectos de la violencia que, parafraseando a Martín Baró (1989), se relacionan con la irrupción de esta en las relaciones interpersonales en reemplazo de los mecanismos democráticos y de diálogo para dirimir conflictos: "se convierte en hábito y en respuesta privilegiada" (5). El segundo efecto que indica Baró es la polarización social "una fisura crítica en el marco de la convivencia, que lleva a una diferenciación radical entre 'ellos' y 'nosotros', según la cual 'ellos' son siempre y de antemano 'los malos', mientras 'nosotros' somos 'los buenos'" (Baró 1989, 5). Esta lógica de polarización implica el quebrantamiento de la democracia, en tanto compromete ideas y formas de convivencia comunes. El afianzamiento de la democracia y la consolidación de la vida humana digna, que se concreta en la garantía de los derechos, hace de derrotero en el quehacer del Trabajo Social.

Parte de nuestro trabajo se ha consolidado en los procesos de acompañamiento con las víctimas, en los cuales volvemos al pasado para resignificarlo, situamos la responsabilidad de la violencia en quien la perpetró y proponemos procesos de construcción de narrativas alternativas frente a las narrativas dominantes que privatizan el daño, culpabilizan a las víctimas y favorecen la vergüenza y el silenciamiento. En estos procesos nombramos lo que sucedió y comprendemos el sufrimiento desde una perspectiva que entiende el contexto en que se produjo y las formas en que se ha configurado.

La intervención, en estos casos, nos propone reconocernos como acompañantes en la elaboración de los duelos, la tramitación de las experiencias y la reconstrucción de la dignidad que degradaron las acciones de los victimarios. En estos escenarios somos, al decir de la Corporación Vínculos, y de acuerdo con el enfoque psicosocial, "invitados" que trabajamos desde el interés y la curiosidad por los sentidos que se han atribuido a los hechos vividos y las formas en que se ha continuado la vida (Corporación vínculos 2019, 94). En estos contextos, como trabajadores sociales nos disponemos a construir una relación de acompañamiento, en perspectiva de afianzar un clima de confianza, de quebrantar el silencio o la culpa que las acciones de los armados instauraron, de acompañar en la exigencia de los derechos.

A grandes rasgos, estos resultan los propósitos de nuestro trabajo con quienes han sido víctimas directas e indirectas del conflicto armado en nuestro país. Entablamos nuestra relación con ellas desde la intención de la confianza, el anhelo de la compasión, el propósito de construir un vínculo y llevar a cabo acciones y proponer reflexiones que conduzcan a situaciones de bienestar. Esto en el marco de la garantía de los derechos y la materialización de los deberes que tiene el Estado.

El trabajo con quienes han sufrido el rigor de la violencia es incuestionable, pero ¿cómo nos acercamos a quienes han empuñado las armas? ¿Podemos tener los mismos propósitos de trabajo que con las víctimas? ¿Nos proponemos la dignificación del pasado o la desprivatización del daño en el encuentro con quienes fueron combatientes? ¿Cómo entablamos la relación con quienes han infligido violencia?

Por supuesto estoy presentando estas preguntas como si se tratara de dos bandos completamente opuestos. Las inquietudes se complejizan si consideramos la existencia de las "zonas grises", una categoría creada por Primo Leví para referirse a la superposición del rol de víctima y victimario en la experiencia de una persona. La modalidad del reclutamiento forzado o de las mujeres que son violentadas sexualmente intrafilas, resultan ejemplos de esta realidad en el contexto colombiano. También podemos complejizarlas al entender la experiencia del combate como una experiencia límite y de la pérdida de los compañeros militantes o de las lesiones físicas y psíquicas que deja el encuentro con los enemigos, como una huella traumática que demanda ser atendida. Situarse en relación con excombatientes imprime complejidad, considerando que las reflexiones deben hacerse en doble vía: hacia en otro y hacia sí.

Puedo ilustrar la necesidad de ver hacia dentro basada en mi propia experiencia. La intención y exploración que me había propuesto en la tesis consistía en acercarme a narrativas alternativas a la perpetración de violencia en la experiencia de quien había combatido. No obstante, este interés, en el proceso reconocí que emocionalmente estaba implicada de una forma diferente lo que, a su vez, comprometía la metodología y el desarrollo de la investigación. En el proceso para entablar relaciones de confianza con excombatientes reconocí en mí tensiones frente a los excombatientes, temores respecto a la cercanía. Noté que en mí dominaba la narrativa de la violencia.

El reconocimiento de mi postura y mis sensaciones frente a los combatientes, la comprensión de que el trabajo con víctimas y victimarios es de un orden distinto, y requiere abordajes diferentes, además de complejizar mi perspectiva me invitó también a situar el cuidado como una máxima en el trabajo, reconociendo que es imperativo contar con las herramientas para acompañar las evocaciones y relatos de quienes han portado armas, labor que implica preparación y comprensión de cómo se configura su trayectoria vital, configurando una postura que trascienda la respuesta institucional. El cuidado de sí y el reconocimiento de cómo una se implica en los procesos y la configuración de las relaciones cobró también importancia.

Me sentí invitada a reconocerme también en tránsito de un escenario de conflicto armado a apertura democrática, en que como tercera civil tengo la posibilidad de encontrarme con quienes, en otro momento, entendí como transgresores de la convivencia social. El proceso de suscito una profunda reflexión interna, el reconocimiento de mis prejuicios, familiarizarme con estos y extrañarme frente a los hallazgos que hacia sobre la cotidianidad de quienes han hecho parte de grupos armados. El artículo se organiza en dos partes: inicialmente hago referencia a las expresiones que tuvieron las emociones en la relación que quería establecer con los excombatientes y cómo determinaron el proceso de investigación y el reconocimiento del cuidado de sí y de los otros como derrotero en los procesos de investigación y creación de confianza.

En segundo lugar, me refiero a la apuesta metodológica y de escritura que configuré para lograr relacionarme con las experiencias de los excombatientes y lograr el objetivo de investigación que me había trazado. De la apuesta metodológica y de la redefinición del campo devino el proceso de reconocimiento, interpelación y transformación personal mediante el cual se decantaron aprendizajes sobre los otros, los cuales dinamizaron mis ideas previas al proceso, cambiaron mi posiciona-miento en el presente y delinearon comprensiones distintas para futuros acercamientos a quienes han portado armas. La propuesta metodológica implicó la decisión por un campo distinto a la relación interpersonal, la delimitación de este campo junto a su consecuente análisis se sumó a un proceso de escritura ficcional en que mis ideas, emociones y corporalidad estuvieron implicados, así como las de los excombatientes. Mi deseo es invitar a quien lee a crear también encuentros ficticios que, con una base empírica sólida, abonen el camino a la consolidación de relaciones cara a cara.

La relación con el otro, implicada por mis emociones

Me reconocí distante de quienes portaban uniformes y se distinguían de la población civil. Sus figuras me generaban malestar, temor, aunque aparentemente yo era ajena a las dinámicas más cruentas del conflicto armado en Colombia. Quizás el rol que sentí más cercano fue el de quienes integran el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), que para mí, como estudiante de universidad pública, representaban una amenaza en medio de movilizaciones.

Debo indicar que nunca estuve directamente implicada en una situación de violencia con ellos en mi vida universitaria, pero aún me siento en riesgo cuando les veo en las calles. Reconozco cierto peligro al escuchar las motos en que se movilizan y mi sensación de riesgo se actualizó tras el estallido social del año 20214, atizado por la violencia que agentes de la fuerza pública ejecutaron contra la población civil en las calles.

Me refiero al Esmad y la inexistencia de una situación de violencia vivida directamente, como ilustración de las primeras sensaciones que reconocí en mí respecto a quienes hacían parte de fuerzas no civiles, para el momento en que estaba elaborando la tesis. Este reconocimiento inicial precisamente desafió mi supuesta consideración de la complejidad de la experiencia de quienes combatieron, toda vez que cuando tuve la oportunidad de contactarme con quienes habían hecho parte de grupos armados para avanzar en mi trabajo de campo, noté que me sentía inquieta, me percibía con miedo y con recelo frente a la escucha y el encuentro.

De acuerdo con Sara Ahmed (2015, 26), las emociones tienen una expresión cognitiva mediante juicios y también una dimensión física que se expresa en sensaciones corporales. Así, a pesar de mi aparente apertura racional basada en el reconocimiento de la complejidad de la trayectoria vital de los excombatientes, que les desmarcaba de la perpetración de violencia, desde las emociones expresaba prejuicios y reacciones físicas ante la posibilidad de encuentros. Estas mediaban cómo podría encontrarme con ellos.

Resulta esclarecedor que mis ideas sobre los excombatientes las había construido por mi conocimiento de las experiencias de las víctimas, a partir del trabajo que había desempeñado5. Así, aunque la propuesta era configurar con ellos una relación caracterizada por el diálogo y el reconocimiento mutuo, yo me percibía vulnerable. No lograba distinguir mi percepción sobre ellos vinculada a la violencia perpetrada, de su presente y su rol en la vida civil.

Siguiendo a Ahmed las emociones se producen en contacto con el otro, este contacto no tiene que ser directo y material, sino que puede producirse por efecto de los recuerdos o la imaginación (Ahmed 2015, 26). Relacionarnos desde las emociones supone que tenemos una suerte de orientación hacia las personas con quienes investigamos, estas anteceden la relación de investigación, configuradas mediante las impresiones que los sujetos han dejado en nuestra trayectoria vital (Ahmed 2015, 28). Las impresiones que yo tenía respecto a los excombatientes, estaban mediadas por el conocimiento sobre la violencia que habían perpetrado, las formas en que habían transgredido la dignidad y los acuerdos que para la convivencia hemos conformado como humanidad.

Al respecto cabe reflexionar sobre nuestro rol en la interacción con otros, dado que no solo somos receptáculos de información, pues

el campo está en nuestros cuerpos, no es un lugar del que se pueda salir y entrar, contrario a la noción masculinista que interpreta el campo como un espacio-tiempo de un "otro" que puede ser "instrumentalmente penetrado y evacuado". (cit. en García 2019, 13)

En este sentido, "nuestra posición como investigadoras genera maneras distintas de relacionarnos con quienes habitan el campo de investigación, la manera como somos observadas y representadas en los distintos lugares genera otro nivel de vulnerabilidad" (Escobar 2018, 258). En este contexto, reconocer mis emociones hacia los excombatientes, atravesadas por el malestar, el miedo, la distancia, y cómo condicionaban la relación que pretendía establecer con ellos supuso un desafío metodológico, del que a su vez devino una interpelación a las ideas de que la aproximación a los otros solo se consolida a partir de la interacción directa o que los métodos de indagación son ajenos a nuestras consideraciones, ideas y emociones respecto a aquello que investigamos. Partiendo de este hallazgo, que devino de verme, reconocerme, percibirme en la posibilidad de la relación con los excombatientes, comenzó el desarrollo metodológico con que avanzó el acercamiento al otro.

El imperativo del cuidado

Teniendo en cuenta mis emociones y cómo sentía comprometido mi bienestar en el proceso de encuentro con los otros, mi propio cuidado y mis sensaciones resultaron un asunto para tener en cuenta en la configuración de la relación de investigación. El llamado, al respecto, se relaciona con reconocer que el trabajo de campo tiene límites y está encarnado en quienes lo llevamos a cabo (Beltrán et al. 2019, 102). Por supuesto esta consideración no solo debe tenerse en cuenta en los procesos de investigación, sino en las diversas labores de acompañamiento e intervención que llevamos a cabo, dado que no nos acercamos vacíos al encuentro con quienes trabajamos.

El cuidado es un eje de trabajo no solo en una dimensión personal, sino que debe convocarnos en la relación que establecemos con los otros: es nuestra responsabilidad desarrollar acciones que propendan por el bienestar de las personas con quienes nos encontramos. De acuerdo con mis intereses de investigación, las conversaciones que proponía promovían un ejercicio de memoria que implicaba traer al presente recuerdos del pasado, con la implicación emocional que dicha rememoración supone (CNMH 2009). Esa característica imponía el enorme reto de lograr acceder a las historias íntimas que quizá no habían sido compartidas con otros civiles, en las cuales los hombres, antes combatientes, dejaban traslucir esas dimensiones suyas que el entrenamiento y la experiencia en filas les había enseñado a considerar debilidad.

Me situaba en una interacción que me demandaba estar provista de habilidades para acompañar a los hombres en sus procesos de rememoración, promoviendo acciones de cuidado y bienestar emocional. Reconocí que carecía de herramientas para acompañar estos recuerdos, particularmente por los dilemas que me provocaba considerar que quienes me podían relatar su dolor eran quienes habían participado en el conflicto infligiendo violencia, por lo que sus narraciones podían estar atizadas por valoraciones éticas que, por ejemplo, desconocieran o deshumanizaran a quienes situaban en el lugar de enemigos, lo que podría generar un malestar para mí, pero también podrían expresar el dolor y sufrimiento emocional, físico y psíquico que la vida en filas implica y que yo no tenía experticia para acompañar.

El encuentro con el otro, entonces, suponía una relación de vulnerabilidad para las dos partes, que exigía trabajar desde el cuidado y que abría preguntas sobre cuáles eran las condiciones de posibilidad de llevar a cabo la investigación en interacción directa con excombatientes. Así, las emociones no resultaron solamente un lente que mediaba mi comprensión sobre el otro y su experiencia, lo que implicaba la relación a construir; fueron también un eje de indagación, en que las dimensiones corporal y de las ideas se concretaban en la experiencia de vida de quienes habían combatido y en nuestro encuentro.

El encuentro ficcional como posibilidad metodológica

¿Cómo pueden nuestras formas de conocimiento e imaginación permitirnos ser a nosotros y a las criaturas que nos rodean? (TIM INGOLD 2015 27)

Desde el comienzo de formulación de nuestros proyectos de investigación, estamos hablando en clave de futuro: futuras revisiones de literatura, futuras relaciones con los otros sobre los que nos interesa aprender; futura escritura; futuras sustentaciones; futura conclusión de las investigaciones. En medio de esa serie de futuros posibles, tomamos decisiones que pueden llevarnos a vías que no habíamos explorado previamente, en ocasiones desde la desorientación y el malestar. En algún sentido el futuro en la investigación es incierto. Aunque trabajemos arduamente para contener la incertidumbre y asegurarnos de poder ejecutar lo que nos proponemos, no gozamos del control sobre el otro y sus palabras: pueden asaltarnos intervenciones inusitadas que orientan nuestra pesquisa a otros horizontes o nuestro compañero puede ser el silencio o la negativa de nuestros interlocutores a las preguntas que les proponemos.

La formulación de la metodología de investigación implica un análisis del otro, generalmente, en términos de con quiénes nos vamos a encontrar. ¿Se trata de mujeres, hombres, niños o niñas? ¿Qué características identitarias tienen? ¿En qué momento de su ciclo vital se encuentran? ¿Qué aspectos de su historia de vida se relevan y amalgaman con su ser en el momento presente y a propósito de nuestras preguntas de investigación? Estas y otras preguntas nos acompañan para orientar el trabajo, dado que es necesario reconocer los elementos que convergen en cada sujeto para decantar formas de aproximación distintas y pertinentes.

Reconocer la particularidad en los sujetos supone reflexiones que se acompasan con la definición de los pasos a seguir, las técnicas a implementar, los escenarios a construir para propiciar el encuentro con ese otro. No obstante, estas consideraciones, quiero llamar la atención sobre cómo nuestra disposición frente al otro suele darse por sobreentendida. Al respecto quiero concentrarme en un elemento específico: invito a tener en cuenta la relación con el otro no solo en términos de sus particularidades y la demanda metodológica que supone, sino a pensarnos a nosotros mismos en dicha relación: ¿cómo me percibo con respecto al otro? ¿Cómo se expresa dicha percepción en la interacción? ¿Qué impactos generará?

Desde mi perspectiva la propuesta metodológica contiene una condición que suele ser implícita: nuestra disposición para acercarnos a los sujetos sobre quienes queremos aprender, querer entablar una conversación y darle continuidad en una relación. Será a partir de esta puesta en común que nuestras investigaciones comiencen a consolidarse. Implica tener disposición para observar, preguntar y participar, pero ¿lograremos entregarnos a la observación e interacción de aquello que nos es desagradable, distante o causa de malestar? En este sentido ¿es una condición de nuestros estudios que aquello que nos interesa intelectualmente también nos sea agradable o interesante en otras dimensiones como la moral o afectiva?

Al respecto, cabe detenerse en la apuesta que desde la antropología se ha hecho en el proceso investigativo: trasciende la observación e implica la participación, la interacción, el genuino interés de lograr "transmitir con palabras 'como es' estar en algún lugar concreto de la cadena vital del mundo" (Geertz 1989, 153). De acuerdo con el antropólogo Clifford Geertz, nuestras investigaciones y elaboraciones escritas se proponen dar cuenta de una relación inteligible con el otro, que conduzca "la interpretación personal de determinada sociedad, cultura, modo de vida o lo que sea, y de los encuentros personales con algunos de sus miembros, portadores, representantes o quienes sean [...] [para precisamente] pintar a otros" (Geertz 1989, 94).

Nuestras observaciones y elaboraciones sobre los otros están contenidas de nosotras mismas, dado que el trabajo consiste en "transmitir un presente" que está condicionado por el lugar en que nos situamos. En este contexto, tomar en consideración la influencia de nuestras emociones, la disposición de nuestro intelecto y cuerpo en la relación, considerar el imperativo del cuidado del otro y el cuidado propio, nos conduce a reflexionar sobre la manera en que se configura la relación con el otro y cómo el auto reconocimiento orienta, retroalimenta e implica nuestra práctica y el encuentro cotidiano.

Considerar estos elementos puede ubicarnos como un punto nodal del desarrollo de la investigación, no solo como ejecutores, analistas o escritores, sino como eje del proceso en sí. De esta forma nos situamos en el proceso, consideramos nuestra voz y comenzamos a enfocarnos sobre nuestros "puntos ciegos personales y de nuestra disciplina" (Martínez 2020, s.p.).

Estas reflexiones fueron definitivas en mi proceso de investigación. Al comenzar la formulación de la metodología para mí era un hecho el relacionamiento con excombatientes. Pero el saber acumulado me había conformado y condicionado, por lo que no me fue posible -y desde mi perspectiva no es deseable- negar lo que sabía y sentía para lograr acercarme a los excombatientes. En este contexto, la ficción cobró un papel relevante: imaginarme a mí misma en el encuentro, reconocer las emociones que se despertaban en mí y su manifestación en mi rostro y mi cuerpo; analizar qué efectos tenían esas manifestaciones en mi lenguaje verbal y no verbal y considerar qué implicaba para el establecimiento de una relación que me permitiera avanzar en el proceso investigativo.

A estas escenas ficcionadas se suman otras, aquellas que atravesaban mi percepción sobre los otros: el miedo a la violencia perpetrada y la certeza de que las manos de aquellos con quienes me iba a encontrar eran las mismas que habían violentado. Yo me había propuesto trabajar con hombres, eso significó también que siendo una mujer joven noté que me recorría un pensamiento relativo al riesgo en que, eventualmente, me estaba poniendo al asumir estos encuentros, dada la certeza de la violencia que mis interlocutores habían ejecutado y mi lugar de vulnerabilidad al respecto (Beltrán et al. 2019).

Partiendo de mi propio reconocimiento y con la intención de no abandonar el objetivo de mi proceso investigativo, le di continuidad al aprendizaje sobre las experiencias de los excombatientes mediante la exploración de literatura que versaba sobre este tema. A este material se sumó prensa que documentaba recuerdos de combate y la convivencia entre compañeros de filas. Sobre estos mismos tópicos comencé a revisar distintas piezas audiovisuales, series, documentales, películas.

Esta fue una decisión metodológica que me condujo a conocer a los otros en un escenario distinto a la relación in situ. Siguiendo a Tim Ingold, mi acercamiento al material estuvo orientada a "prestar atención a lo que los otros hacen o dicen y lo que está sucediendo a su alrededor, seguir a los otros a donde vayan [...]" (2007, 151), en el material revisado y analizado.

De esta manera el material en que me sumergí se convirtió en mi campo. Comencé a identificar características de su vida en filas. Esta aproximación abrió horizontes que no había considerado y que transgredieron mis ideas hegemónicas sobre la violencia como eje estructurante de la vida de quienes han sido combatientes. Descubrí cómo las añoranzas del pasado, episodios de la reminiscencia de la belleza de los paisajes fundidos con la cotidianidad en armas, las formas de cuidado entre combatientes, la constancia de la muerte, también conformaban la experiencia de quienes habían estado en armas.

La interpelación a mí misma fue una constante que se expresó en tres movimientos: 1) Qué pensaba sobre los excombatientes y qué me estaba revelando el material al respecto; 2) Cómo me sentía emocionalmente al acercarme a sus experiencias y qué implicaciones tenía en mi sentir; 3) Cómo percibía mi cuerpo con respecto a los descubrimientos que iba haciendo.

Estos movimientos fueron dinamizados por los hallazgos que logré en el proceso de inmersión en el campo, el acercamiento a los excombatientes mediante la literatura, el lenguaje sonoro, audiovisual y radial. Esta mediación reconfiguré mi percepción previa sobre los excombatientes (pasado), promovió aprendizajes a partir del análisis (presente); y comenzó a configurar una nueva disposición frente a los excombatientes (futuro). El recorrido entre los distintos materiales me condujo a interpelar mis ideas sobre cómo se veía un combatiente, qué sentía, cómo atravesaba el combate y la convivencia con sus compañeros de grupo.

En mi proceso investigación y de escritura, la metodología de acercamiento a los excombatientes se decantó a partir de reconocer cómo estaba implicada en la relación con el otro, de configurar una vía para acercarme a su experiencia teniendo como derrotero el cuidado mutuo y entendiendo el alcance del conocimiento que tenía y acompañamiento que podía brindar. Desde esta perspectiva, sitúo la importancia de conocer nuestras competencias en el cuidado del otro, como aspecto definitivo para ejecutar la metodología de trabajo, en procesos de investigación e interacción con otros.

Esta propuesta tiene como base relevar nuestra disposición con respecto al otro y el imperativo de cuidado que supone el establecimiento de una relación con él o ella. Implica también la invitación a no renunciar a nuestro interés investigativo, a pesar de que la relación no se consolide o la disposición para crearla esté en entredicho, porque lo que deseamos estudiar nos resulta moralmente reprochable. Particularmente para el acercamiento que yo viví frente a las experiencias de excombatientes, el desarrollo metodológico es una invitación a reconocer que estoy implicada en el tránsito de las armas a la vida civil y que revisarme e interpelarme es mi responsabilidad en la vida cotidiana como ciudadana, así como profesional.

La decisión de acudir a recorrer caminos alternativos a la relación personal, me permitió afrontar las emociones que reconocí en mí de cara a la posibilidad de entablar relaciones con excombatientes. Así, sorteé el reto de configurar la confianza entre las partes, de la que depende la profundidad de la conversación, como también afronté los discursos heroicos o justificatorios de la violencia, que pueden ser centrales en los relatos de quienes han portado armas.

Esta apuesta metodológica y de inmersión de campo, resuena con la idea de Tim Ingold, quien nos invita a considerar que "no es necesario ir a ningún sitio para hacer antropología porque, estemos donde estemos, estamos rodeados de mundo" (Angosto 2013, 289). Propongo que, desde la incomodidad, el malestar y entender al otro como distante, podemos buscar maneras alternativas de construir puentes entre ellos y nosotros. Quiero vindicar la posibilidad de acercarnos a los otros recorriendo vías distintas a la interacción personal, cuando esta puede lesionar a los otros o comprometer nuestro bienestar. Es discutible, por supuesto, el alcance de esta propuesta metodológica frente al desarrollo de trabajo de campo en interacción física con otros.

Por supuesto, el alcance de este proceso está mediado por la selección de un material diverso en que ellos son los protagonistas, es particular, contenido de limitaciones. No obstante, propició reflexiones sobre el establecimiento de relaciones de investigación con quienes percibía distantes, propició la ampliación de mi conocimiento en torno a las experiencias de los excombatientes, contribuyó a hacer presentes elementos clave para el acercamiento y la interpelación de lo que creía saber.

Fundamentalmente, es un proceso de transformación personal sobre cómo se percibía al otro. Este método de trabajo hizo posible que mi distancia inicial se comenzara a matizar, que se ampliara el abanico de emociones con respecto a quienes habían hecho parte de grupos armados y que su trayectoria no se sintetizara únicamente en la violencia perpetrada. Esta puede ser una invitación a que como profesionales, como sociedad nos acerquemos a las experiencias de esos otros que reconocemos distintos y mantenemos distantes, es un primer paso en el proceso de reconocernos también en transición. Se trata de "abrir nuevas posibilidades para pensar sobre la experiencia humana", de acuerdo con Ingold (2017, 150).

La creación del encuentro y la puesta en escena

A partir de la inmersión en el campo, las emociones con sus expresiones corporales se comenzaron a diversificar, el miedo y el malestar que en principio me acompañaban se matizaron. La mediación del acercamiento a los excombatientes demandó no solo la observación propia, sino la puesta en marcha de la ficción: visualizarme a mí misma en el encuentro con los hombres que en prensa o en audiovisuales daban cuenta de sus experiencias; permitirme la incomodidad física frente a las escenas de combate en las películas; conmoverme hasta las lágrimas con los relatos de la belleza en medio de la devastación o la desolación que provoca la guerra; imaginar el dilema entre dejar la vida conocida en filas o retornar a un hogar que aunque puede ser entrañable es ajeno.

Esta opción, por permitirse sentir y entregarse a la imaginación, alimentada por el conocimiento que se sustrae de la revisión del material, produjo, siguiendo a Cabra, "otros modos de encuentro, sin escapar cuando sentimos que estamos perdiendo el control o la certeza de lo conocido, tener el valor de vivir en la incertidumbre, asumir el coraje de exponernos a sentir lo que antes no hemos imaginado" (2017, 181).

Esta construcción conjugó el presente en que estaba aprendiendo, reconociendo, pensamientos, juicios y emociones (Ahmed 2015); y el tiempo y espacio que la ficción hizo posible en que se concretaban encuentros con el otro, se daba lugar a la pregunta sobre las sensaciones de tenerle en frente, se decantaban los temas de conversación. En este contexto, el conocimiento acumulado con que llegué al proceso de investigación y sus consecuentes manifestaciones emocionales y corporales, constituyeron el escenario en que ejercité la ignorancia y puse en cuestión las certezas que tenía para aprender en términos ajenos y distintos a lo que me era conocido (Guber 2001).

La ficción fue una aliada y un medio para permitirme y hacer posible la relación con el otro. La lectura y análisis no fueron una acción contenida en la organización de la información en categorías, sino una acción generadora de escenas de encuentro, momentos de conversación y observación del otro que se materializaron mediante la elaboración de encuentros ficcionados. Lejos de una idea etérea sobre la ficción, con la sustantividad factual que tiene el material, esta se alimentó de realidad y se concretó en textos que revelan mi encuentro con los otros: los datos y las observaciones sobre el material trascienden tal condición y se convierten en diálogos, reminiscencias, interpelaciones a mí misma y al otro combatiente.

Los encuentros ficcionados se configuraron por la amalgama entre el análisis del material y la "escritura como práctica corporal (Vásquez 1998) [...] la cual da la posibilidad de construir nuevas realidades a partir de la fuerza que los hechos provocan en nosotros" (Cortés 2017, 87). Los textos elaborados son la expresión de los aprendizajes que devinieron del análisis del material, también son el mecanismo para ponerme en escena mientras avanzaba en la relación mediada con los excombatientes: son una apuesta por "ponerme en escena".

[...] en nuestra experiencia como habitantes, al movernos a través del mundo en vez de deambular sobre su superficie, nuestro conocimiento no se construye como una acumulación externa, sino que crece y se desarrolla desde el interior mismo de nuestro ser terreno. Crecemos en el mundo a medida que el mundo crece en nosotros. (Ingold 2015, 25)

La puesta en escena se conjuga en esta idea de que somos en relación, que el proceso de conocer el mundo nos atraviesa y nos conforma (Ahmed 2015). En este contexto la ficción no solo versa sobre el otro, sino que me da forma a mí en interacción, permitiéndome ejercer la crítica sobre mi punto de vista, corporizando mis aprendizajes en mí misma, exponiendo mi conocimiento previo y corporizando también al otro con quien me estaba encontrando.

Así lo comparto en uno de los textos que elaboré:

[...] Urdiendo estas ideas noto que mi vista es parte de mi relación con él. No solo se trata de cuál fue el alcance de la mirada en medio de la guerra y la experiencia de los combatientes, sino de lo que yo miro al conversar con ellos. Cuando escuché a Armando me sentí interpelada, me indignaba la idea de que Armando juzgara con la mirada a la población civil, pero es mi mirada la que ahora los juzga.

Al ver a Antonio (uno de los protagonistas de la tesis) juzgué su cuerpo: ¿se ve como un combatiente? He juzgado su capacidad en el combate: ¿cómo pudieron sobrevivir si parecen hombres "comunes"? He juzgado su distancia de la experiencia en el grupo armado: Raúl considera, al parecer, con mayor solidaridad a quienes hacen parte de la institución. Los he observado con la mirada del juicio en relación con cómo en su vida civil siguen reproduciendo posturas y formas de hacer que les legó su vida con el uniforme. Esta mirada plagada de juicios es lo que mi vida "en la civil" me ha dejado.

Antes de comenzar a conversar con ellos, aunque creía entender que no todos los combatientes son iguales, que no todos son máquinas de asesinar, que sufrieron al pertenecer al grupo armado, no me había detenido en mis prejuicios: las voces dulces no son de combatientes, ningún combatiente es de corta estatura, los combatientes no experimentan miedo, no quiero ver a un combatiente a los ojos, me dan miedo los combatientes, los combatientes sufren". (Márquez 2021, 109-110)

Mi propia exposición hace parte de mi puesta en escena y tiene la finalidad de presentar parte del camino reflexivo recorrido, con la intención de compartirlo. En la creencia de que mi puesta en escena implica la proyección de un posible encuentro, reposa la apuesta del encuentro ficcionado caracterizado por una descripción llena de elementos performativos que permiten percibir al otro y a su interlocutora.

A modo de invitación: pasados alternativos en procura de proponer futuros distintos

Además de escribir para darle concreción a los aprendizajes y para generar escenarios de interacción; situarnos en escena nos puede llevar a proyectar un futuro de encuentro, que implica hacer aportes a la preparación intelectual y emocional para ver al otro cara a cara. En la ejecución del método que he referido, se cierne un conocimiento más amplio sobre el otro y una inmersión en sí, de la que puede devenir una disposición distinta que promueva encuentros con otros.

Tramitar los aprendizajes y las sensaciones del encuentro mediante la escritura, nos conduce a vernos a nosotros mismos y reitera la propia interpelación. Al respecto planteo que la ficción funciona también como una herramienta para crear narrativas alternativas sobre el pasado y presente de quienes portaban armas. En este contexto, quiero relevar que mis prejuicios y el conocimiento acumulado sobre quienes han participado en grupos armados se correspondía con los hechos que efectivamente habían perpetrado, pero en el proceso de trabajo reconocí que esa narrativa había sido dominante: nos acercamos a los excombatientes especialmente para conocer qué, cómo y cuándo ejecutaron la violencia, dado que interesa su narrativa para esclarecer el conflicto que vivimos y propiciar procesos de verdad y reparación.

Así propongo un nudo metodológico entre la exploración en material diverso, su análisis, un consecuente proceso reflexivo y de auto reconocimiento, la puesta en escena y la escritura; en procura de crear narrativas alternativas al arraigado relato sobre la violencia. Narrativas que toquen hilos del futuro, que nos permitan soñar con la posibilidad de acercarnos al distinto y moralmente reprochable y ver en él o ella no solo el daño generado, sino la complejidad de su vida y la diversidad de su experiencia.

[...] comenzar a considerar la experiencia en filas más allá del "lugar de la batalla", cómo la marcha no es únicamente el ejercicio del traslado de un lugar a otro, sino que el espacio en que se desarrolla comporta sus especificidades y da lugar a acciones que yo pensaba estaban fuera del conflicto. Imaginar a Antonio (otro de los protagonistas de mi tesis) contemplando las nubes, disfrutando la luna, viendo a los animales antes de nuestra conversación era imposible, mis lentes para verlo solo reconocían y sospechaban la violencia. (Márquez 2021, 80)

Referencias Bibliográficas

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2El Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera está constituido por cinco puntos que buscan abordar de manera integral y eficaz los ejes que han sostenido el conflicto armado que hemos vivido en Colombia, así como propiciar condiciones para la transformación social, económica y política en el país. Dentro del quinto punto del Acuerdo se establece el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que "está compuesto por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (OEV); Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad Especial para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y en Razón del Conflicto Armado (UBPD). Y también las medidas de reparación integral para la construcción de paz y las garantías de no repetición" (JEP).

3En el texto se construyen una serie de relatos ficcionados en que se da cuenta de encuentros con excombatientes, mediante estos se da cuenta de dimensiones diversas de las experiencias de quienes fueron parte de grupos armados, asimismo se hace referencia a las reacciones, pensamientos y emociones de la autora, las formas en que es interpelada y cómo sus prejuicios son confrontados en el encuentro.

4En 2021 en Colombia se vivió una movilización social masiva, en que en diferentes lugares del país diversas comunidades, organizaciones sociales, ciudadanos diferentes se congregaron en las calles exigiendo la garantía de sus derechos. De acuerdo con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en el marco de la movilización entre 28 de abril y 31 de julio del 2021 "la Oficina identificó un conjunto de situaciones, acciones y/u omisiones de agentes del Estado, en particular integrantes de la Fuerza Pública en el transcurso de la protesta, incompatibles con el derecho de reunión pacífica y otros derechos humanos. Asimismo, algunos casos documentados ilustran las acciones y/u omisiones del Estado frente. A la actuación violenta de personas vestidas de civil contra ma nifestantes. Hay razones fundadas para sostener que se habrían cometido graves violaciones a los derechos humanos, tales como privaciones arbitrarias de la vida y violaciones a la integridad y seguridad personal, derivadas del uso innecesario o desproporcionado de la fuerza; detenciones arbitrarias; violencia sexual y de género; y actos de discriminación y racismo" (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2021).

5Mi experiencia profesional ha estado especialmente vinculada a procesos de construcción de memoria de las vivencias de las víctimas, escenarios en que me he situado como acompañante en escenarios de rememoración, resignificación y difusión de la violencia vivida y las maneras en que las personas le dieron continuidad a su vida en medio del sufrimiento y el dolor.

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO Márquez Ramírez, Mónica. 2023. "Estamos en transición. El hallazgo de verme, sentirme y escucharme en el proceso de acercarnos al otro". Trabajo Social 25 (2): 197-218. Doi: 10.15446/ts.v25n2.101943

Recibido: 09 de Marzo de 2023; Aprobado: 24 de Abril de 2023

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